Liberación de un soldado israelita y 1.027 presos palestinos
Una fiesta en las dos partes enfrentadas de Medio Oriente
19/10/2011
- Opinión
El intercambio de prisioneros permitió que regresaran a casa el sargento israelí Gilad Shalit y una tanda de los 1.027 presos palestinos. En las dos partes opuestas hubo fiestas. Ojalá fuera un paso hacia la paz pero eso es dudoso.
En junio de 2006 el entonces cabo Gilad Shalit tripulaba un tanque con otros dos militares, pegado a la frontera con Gaza. Es que después de años de ocupación de ese territorio palestino, el ejército israelí se había retirado a mediados de 2005, pero lo tenía en la mira. De pronto, un comando del brazo militar de Hamas, Izzedine Al Qassam, infiltrado por un túnel, atacó el tanque. Dos de los militares murieron y el joven Gilad fue tomado prisionero y llevado a la Franja.
Periódicamente Israel y Hamas negociaban para que la organización islámica entregara al soldado y el Estado sionista liberara una parte de su numerosísimo lote de prisioneros.
Esa negociación no era fácil. En principio porque las dos partes se desconocen: ni Hamas reconoce al Estado de Israel, que es una “entidad sionista” y mucho menos los gobernantes en Tel Aviv admiten a aquélla, reducida a “agrupación terrorista”. Esta última etiqueta se mantuvo pegada con Poxipol pese a que en enero de 2006 los islamistas de Ismail Haniyeh habían ganado las elecciones de la Franja frente a los candidatos de Al Fatah, respaldados por el titular de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, fuerte en Cisjordania.
Hamas tenía interés en negociar la libertad del cabo, porque podía lograr que salieran de la cárcel muchos de sus militantes y de otras fracciones (de Al Fatah, el FPLP y el FDLP, estos últimos de raíz marxista).
La traba mayor estaba del lado israelita. Ni el premier Ehud Olmert, del Kadima, que aún llevaba las riendas del gobierno en 2006-2009, ni mucho menos su sucesor ultraderechista Benjamin Netanyahu, del Likud, estaban dispuestos a ceder. Para Netanyahu era indigerible la idea de liberar a “terroristas” palestinos. La intransigencia y la negativa a hacer concesiones había sido el núcleo de su campaña que lo llevó al poder en marzo de 2009.
Para las autoridades israelitas y una buena parte de su población era imposible liberar a palestinos y había una promesa explícita de que nunca saldrían los que tuvieran “las manos manchadas de sangre”. Una curiosa lavada de manos de un Estado que tiene sus propias manos tintas en sangre palestina desde 1948, sin solución de continuidad.
Luego de un tire y afloje de cinco años, interrumpido por períodos de guerra (como los 25 días de “Plomo Fundido”, en 2008, cuando Israel invadió Gaza, provocando 1.400 muertes de palestinos contra sólo 14 bajas propias), al final se selló un acuerdo. Facilitado por mediadores egipcios, consistió en la liberación del cabo israelita, ascendido a sargento mayor durante su cautiverio, a cambio de las libertades de 1.027 palestinos, en tres tandas. Una primera, de mujeres, cuando Shalit fue entregado por los egipcios a la Cruz Roja Internacional. Una segunda, de hombres, cuando aquél llegara sano y salvo a Israel. Y una tercera, con 550, a lo largo de los próximos dos meses. Algunos llevaban 34 años presos en cárceles de Israel y en pésimas condiciones.
Los que ganan
Shalit llegó a una modesta base israelita y luego a otra de mayor rango, donde fue recibido por sus padres, Netanyahu, el ministro de Defensa, Ehud Barak y el jefe del Ejército, Benny Gantz. Fue revisado por médicos militares, que lo hallaron en muy buen estado de salud, aunque delgado y pálido por no haber recibido la luz del sol.
Ese certificado médico es una buena carta de presentación de Hamas. Comprueba que –dentro de sus posibilidades materiales, en un pequeño territorio bloqueado por tierra, aire y mar- dio un buen trato al prisionero. El joven no fue torturado. Muchos de los palestinos no pueden decir lo mismo porque estuvieron presos en Israel, cuya Corte Suprema de Justicia, en un caso único mundial, legalizó la tortura.
Según la estadística de la ONU había en las cárceles sionistas 6.000 palestinos, por lo que cuando se complete el acuerdo puesto en marcha el martes 18 habrá aún 5.000 presos.
Algunos de los que quedan tras las rejas son dirigentes políticos, que Hamas pidió incluir en la lista de liberados y la contraparte vetó. Por caso, Marwan Barghuti, líder de Al Fatah y considerado el posible sucesor de Yasser Arafat; Ahmed Saadat, dirigente del FPLP, etc.
En la medida que cinco sextas partes siguen prisioneros, es previsible que continúe la lucha por su libertad y las reivindicaciones nacionales no logradas. En este sentido tienen parte de razón los conservadores israelitas que se oponían al canje diciendo que los liberados iban a continuar con sus acciones. No importa si son ellos exactamente o nuevas camadas, de relevo, pero se puede descontar que la lucha palestina va a proseguir.
Es que la demanda de un estado propio con capital en Jerusalén oriental no va a ser bajado por Hamas, la ANP ni las demás organizaciones palestinas. ¿Qué pueblo podría renunciar a su hogar nacional? Los israelitas, que consiguieron el suyo con malas artes y ayuda de las grandes potencias, sobre todo Reino Unido, Francia y Estados Unidos, deberían saberlo.
Entre los que ganan políticamente con el intercambio humanitario sobresale Hamas: el premier Haniyeh en Gaza y el líder Jaled Mescal, en Damasco. La recepción a los liberados fue masiva en la Franja, con 200.000 personas haciendo flamear banderas palestinas y las verdes de Hamas.
En Ramallah, adonde arribaron otros cien liberados, la ceremonia fue entusiasta pero sin demasiado público: 3.000 personas. Abbas les dio la bienvenida a los ex presos y en la tribuna había algunos dirigentes de Hamas radicados en Cisjordania. Las liberaciones tuvieron la virtud de unir a las dos facciones palestinas, aunque la más ganadora fue Hamas. Mostró un camino práctico para liberar a más de mil presos, como en julio de 2008 lo había hecho el libanés Hizbullah con los cinco presos suyos, incluido Samir Kuntar, el libanés más antiguo en cárceles de Israel.
Los que pierden
Basado en que Mahmud Abbas, de la ANP y Al Fatah, quedó relegado dentro del espectro palestino durante esa semana, algunos analistas han hecho hincapié en que es el principal perdedor. No es así. Abbas viene fortalecido por su participación en la 66º Asamblea General de la ONU donde pidió el ingreso de Palestina, iniciativa que goza de amplia simpatía mundial.
El gran perdedor es el régimen sionista, a dos puntas.
Una, porque no pudo recuperar en cinco años a su militar preso en Gaza. Israel invadió esa Franja en 2008 durante 25 días y no lo pudo ubicar, pese a la calidad reputada a sus servicios de inteligencia (Mossad), sus infiltrados y confidentes.
Dos, porque esa negociación de hecho legaliza a Hamas y Netanyahu terminó haciendo una concesión importante, al canjear un militar por 1.027 presos palestinos. El hubiera liberado a uno, dos, cien pero no semejante cantidad, incluidos muchos que purgaban condenas perpetuas por haber matado a militares o civiles israelitas.
A propósito, el cronista que celebra el canje de esta semana, entiende perfectamente la acción de Hamas contra un tanque, cuando capturó a Shalit. Esa táctica guerrillera es de legítima defensa frente a una potencia ocupante que dispone de armamento nuclear. En cambio, no comparte en absoluto los atentados en un café, una pizzería y un ómnibus, que provocaron muertes y heridos indiscriminados entre la población civil de Tel Aviv y otras ciudades.
Netanyahu había prometido “mano dura” con Hamas. Y seguirá con esa idea central, pero al menos en esta ocasión debió ceder, no por bueno sino porque el 79 por ciento de la población israelita aceptaba el canje. Y también para que su gobierno recuperara algo de oxígeno, luego que las manifestaciones de “indignados” por la crisis económica tomaran alto vuelo en Israel. En setiembre pasado Tel Aviv se pareció a la Puerta del Sol en Madrid.
Tan descolocado como el premier israelita quedó Barack Obama, que no pudo bendecir este canje por su negación total de Hamas y que en setiembre pasado también se había opuesto al pedido de Abbas en la ONU. Cuando Palestina pidió su reconocimiento donde correspondía, la ONU, la Casa Blanca dijo que no era el ámbito, que debía haber una negociación bilateral. Y cuando ésta tuvo lugar para canje de prisioneros, no dijo ni mu.
Del intercambio no surge que la paz esté a la vuelta de la esquina en Medio Oriente. Lo más probable es que ganadores y perdedores completen el canje en dos meses y después sigan a los tiros. Para que haya paz debería crearse el Estado Palestino con sus fronteras de 1967 y darle su asiento en la ONU, amén de vaciar las cárceles.
https://www.alainet.org/es/articulo/153427?language=en
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