La lucha contra la pobreza: una cuestión de conciencia
27/08/2011
- Opinión
(Relato ficticio de una realidad muy real)
Ernesto Cunvilla Pérez es natural de Perú, de un pequeño pueblo costero que vive casi exclusivamente de la pesca. Hace unos meses, Ernesto se vio empujado a emigrar por las difíciles condiciones de vida que le ofrecía su país. Por la facilidad del idioma y la cercanía cultural, eligió España. Ernesto emprendió el viaje solo, sus hermanos prefirieron quedarse. El patrón de la empresa para la que trabajaban todos ellos estaba siendo presionado constantemente por el dueño para obtener más y mejores resultados. A pesar de que los salarios, ya bajos de por sí, eran con frecuencia el lugar de donde el dueño obtenía una mejora en la rentabilidad, los hermanos de Ernesto creyeron que debían ayudar una vez más a su patrón con el que tan duramente habían trabajado codo con codo, en épocas pasadas, cuando las cosas iban mucho mejor para todos.
Poco después de llegar a España, Ernesto se ocupó trabajando en el negocio que unos compatriotas consiguieron levantar con gran esfuerzo. Desde que cobró su primera paga, Ernesto aparta todos los meses una pequeña cantidad y repite la misma operación: se acerca a la ventanilla y dice: “quiero enviar esta plata a mi mamá”. El empleado de la oficina lo recoge y lo cuenta, y después de consultar su terminal le contesta: “enviar 100 euros le costará 3 euros”. Ernesto sonríe con algo de tristeza y pone sobre el mostrador algunas monedas, ahora está seguro de que su mamá recibirá un mes más el pequeño capital ahorrado que, a medida que se acerca a su pequeña aldea natal, adquiere proporciones y capacidades mucho más dignas del esfuerzo que le costó conseguirlo.
Ernesto acaba de pagar la tasa de su humilde transacción financiera para erradicar la pobreza en el mundo, al menos en el mundo de su querida familia y en el mundo de la empresa que hace la gestión.
Borja María Torres del Conde y Gómez de Avellaneda es el secretario personal de un hombre de negocios de gran “éxito”. Su jefe es un ‘tiburón’ de los negocios al uso. Cualquier oportunidad de ganar un euro no será desperdiciada si pasa suficientemente cerca de sus narices. Desde hace algún tiempo anda enzarzado en una lucha abierta contra un empresario rival por el control de ciertas materias primas alimenticias que están dejando muy alta rentabilidad en el mercado de futuros. El jefe de Borja sabe muy bien que, en el mercado de futuros, la circulación de un rumor falso pero sólidamente argumentado muchas veces es más efectiva que la circulación de una noticia cierta pero increíble.
Hace apenas un mes, el jefe de Borja, de la mano de una codicia cuyos confines escapan a la vista más aguda, hizo correr un falso rumor en el mercado. Su rival, cegado por esa misma codicia, cayó en la trampa. Ante la posibilidad de ganar cifras de dinero que incluso a él le parecían deshonestas, apostó por invertir hasta el último euro que fuera capaz de reunir, lo que implicó hipotecar todos los negocios que en el mundo supieran de sus andanzas, incluyendo las más variados inversiones como las relacionados con la extracción de coltán en el Congo, con la fabricación de armamento en España, con la industria cárnica en Rumania o con la pesquera en Perú.
Borja recibió ayer por la mañana la orden final de esa operación de acoso y derribo: cerrar al precio más bajo posible la operación de compra de las arruinadas empresas del rival de su jefe, coincidiendo con su cotización más baja de los últimos años.
Nada más conocerse la noticia en el mundillo, y siguiendo las leyes de los mercados, el valor de los negocios recién adquiridos por el jefe de Borja han multiplicado su valor por varios enteros. Siguiendo instrucciones de su jefe, Borja ha procedido inmediatamente a poner a la venta participaciones en “tan lucrativos” negocios. En apenas unas horas, los inversores más codiciosos han añadido algún cero a la cuenta del jefe de Borja en un banco de Madrid. Todo está listo para la última fase del plan.
En distintos puntos del planeta los efectos de esta operación se dejan notar. En una mina de coltán el Congo, la jornada se ha alargado hasta las 14 horas por orden de los nuevos jefes. 'Es preciso obtener más beneficio'. Adicionalmente se han despedido a algunos trabajadores, sustituyéndoles por otros que han aceptado unos salarios aún inferiores. En un humilde pueblo costero de Perú, otro tanto de los mismo: algunos trabajadores que luchaban por conseguir unas condiciones más dignas para ellos y sus compañeros han sido despedidos por 'agitadores' e igualmente sustituidos por otros trabajadores que han aceptado unos salarios aún inferiores.
A primera hora de hoy, Borja ya lo tenía todo dispuesto como de costumbre: las facturas falsas y la comunicación establecida con su banco. En cuestión de minutos, cien millones de euros han emprendido viaje solo de ida a las Islas Caimán, “bien lejos de las garras de esos carroñeros” —nombre con el que el jefe de Borja disfruta refiriéndose a Hacienda— “no son más que unos entrometidos que se quieren quedar con el fruto de mi trabajo”.
Cuando Borja le ha comunicado a su jefe que se ha completado la última fase del plan, éste ha sonreído y ha repetido su particular ritual de agradecimiento por la buena marcha de sus negocios. Acompañado de su esposa ha acudido a su iglesia habitual, donde han escuchado misa y han entregado un donativo para los más necesitados, un billete de 500 euros, que el cura ha tomado rápidamente sin poder evitar cierto brillo delator en la mirada y sin disimular cierta vehemencia malsana.
Con su conciencia apaciguada tras pagar el tributo a sus dioses, el jefe de Borja ha salido de la iglesia. En la puerta los activistas de una ONG que trabaja en proyectos contra el hambre y la pobreza en África, estaba pidiendo firmas y adhesiones a los viandantes. Cuando se han cruzado con ellos, uno de los activistas ha alargado el brazo para entregarles un díptico explicativo, pero su esposa ha sujetado con firmeza su bolso y ha hecho un quiebro, mientras le decía a su marido en voz baja “¡Qué asco!, España se ha llenado de inmigrantes ¿qué querrá esa gentuza?”. Mientras aceleraban el paso, el jefe de Borja le ha respondido: “¡Qué vergüenza!, estos socialistas están llenando España de inmigrantes".
Ernesto ha encogido el brazo, aún con el díptico en su mano y sin dar mayor importancia al gesto de desprecio de ese matrimonio tan estirado. Ernesto se ha dado la vuelta para preguntar a otro transeúnte. Ajeno a la suerte que han corrido sus hermanos, Ernesto seguirá buscando gente que sea capaz de conmoverse con el sufrimiento causado en África por el hambre y la pobreza.
Página de referencia en la lucha para la implantación de una Tasa al flujo internacional de capitales para erradicar la pobreza: www.attac.es[1]
[1] www.attac.es
https://www.alainet.org/es/articulo/152130?language=es
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