Crisis británica

Scotland Yard en el ojo de la tormenta

21/08/2011
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Hay malestar interno en ese cuerpo por la contratación de un jefe policial norteamericano. Cameron amenazó con sacar el ejército a las calles y el clima hostil urbano no parece tener fecha de vencimiento.
 
Ante la protesta social, el gobierno británico no parece contemplar una posible salida política. Lejos de eso, las opciones parecen encuadrarse entre la policía con “tolerancia cero” y hasta la presencia del ejército en las calles.
 
Durante la última semana de disturbios, corridas y arrestos -adjudicados desde la cúpula del poder a “delincuentes comunes”- se produjo la novedad que implica la entrada en escena del policía estadounidense William Joseph Bratton.
 
Los antecedentes de William "Bill" Bratton se fundan en su pasado como Jefe de Policía en Nueva York, los Ángeles y Boston. Pero fundamentalmente arrastra el prestigio de haber sido el brazo derecho de Rudolph Giuliani, el mítico alcalde de Nueva York que popularizara su figura por combatir el crimen y reducir la tasa delictiva en "la Gan Manzana" con el slogan de “tolerancia cero”; muletilla que, por otra parte, parece encajar perfectamente en el actual imaginario del premier David Cameron.
 
“Hablaré cada vez más sobre la tolerancia cero. No hablamos bastante sobre ese lenguaje, pero el mensaje está llegando”, sostuvo Cameron horas después de designar como consultor de Scotland Yard a Bratton. Además, en una entrevista publicada en The Sunday Telegraph, el premier británico ilustró a grandes trazos el programa que su gobierno pondrá en marcha para evitar que se repitan los disturbios en sus metrópolis.
 
Sin embargo, la variable de alta relevancia que escapó a las previsiones de Cameron fue la resistencia y disgusto que generó en Scotland Yard el estelar fichaje del Primer Ministro.
 
“No estoy seguro de si quiero recibir lecciones acerca de las pandillas de un área de Estados Unidos que cuenta con 400 de ellas”, ironizó Hugh Orde, presidente de la Asociación de Jefes de Policía, quien además profundizó las razones de su rechazo: “Si nos fijamos en el estilo de la policía en Estados Unidos, sus niveles de violencia son fundamentalmente diferentes de los de aquí”.
 
El director de la Federación de la Policía Metropolitana, que representa a más de 30 mil agentes en Londres, también mostró su disgusto por el desembarco del norteamericano: “Cuando el señor Bratton trabajó en Nueva York y Los Ángeles, lo primero que hizo fue incrementar el número de policías en las calles, mientras que nosotros tenemos un gobierno que desea hacer exactamente lo contrario”, señaló Paul Deller.
 
Esto último que señala Deller pone de relieve una clara contradicción existente en el discurso de Cameron, quien ya había discrepado en un debate con el alcalde Boris Johnson por la distribución del presupuesto policial. En aquella oportunidad, Cameron se mostró partidario de reducir los gastos en seguridad.
 
Esa situación fue confirmada por el ministro de Economía, George Osborne, quien subrayó que el objetivo del plan gubernamental era "incrementar la presencia policial en las comunidades" a pesar del recorte de unos 2.300 millones de euros en el presupuesto total de las fuerzas de seguridad, que conllevará el despido de hasta 30 mil funcionarios del cuerpo.
 
Para compensar, Cameron también se comprometió a dar a la Policía más poderes, como el de confiscar las propiedades de los delincuentes. <="" b="">.
 
Otra muestra de malestar se exteriorizó desde los jefes policiales que respondieron conjuntamente con informes concretos de la actuación de Scotland Yard. Dichos informes explicitaron las detenciones y las tareas realizadas en 800 focos de disturbios, sin olvidar las muestras de agradecimiento recibidas y el visionado de más de 20 mil horas de grabación de cámaras de seguridad.
 
El máximo responsable de Scotland Yard, Tim Bodwin, defendió la actuación policial y advirtió que las investigaciones no cesan y que habrá más de 3 mil procesados solo por los disturbios en Londres.
 
Un paso en falso de Cameron llegó cuando, en medio de declaraciones y cruces con la cúpula policial, se animó a amenazar con que recurriría al ejército como posible recurso si la policía continuaba siendo ineficiente en el plano operativo.
 
Vale agregar que el coste de los disturbios para laz aseguradoras del país, ya es de 227 millones de euros.
 
Las polémicas declaraciones de David Cameron complementan las que había ya vertido en el sentido de que no le temblaría el pulso para cortar el acceso a redes sociales y servicios de mensajería si eso sirve para frenar la coordinación de las revueltas,
 
Ausencia de reflexiones profundas
 
Lo que es realmente llamativo -y cuestionable- en todo este entramado de sucesos que vive el Reino Unido, es la incapacidad, voluntaria o involuntaria, para poner en tela de análisis factores externos a los actos de robos o saqueos en sí mismos.
 
Los saqueos son concebidos en la esfera teórica como hechos acabados en sí mismos, y se buscan soluciones inmediatas que, arraigadas en un diagnóstico incompleto y una errada manera de concebir el fenómeno coyuntural, se asemejan a “parches” pasajeros para un fenómeno de crisis social que se vive y siente en las calles. Pero, al mismo tiempo, esa conflictividad ampliada se niega desde el poder político.
 
Es decir. Un inglés que, hasta los eventos que nos convcan, era un ciudadano común, sale a la calle, participa del saqueo de un comercio y, por lo tanto, delinque. Si hay ochocientos casos iguales, son ochocientos delincuentes. Por lo tanto se necesitan más policías y hablar de "crisis moral".
 
Esta visión lineal, que roza el ridículo, parece ser una frontera insuperable en el análisis que realizan las principales mediaciones políticas británicas. En un mundo donde la opulencia de la sociedad de la Europa occidental parece encontrar sus días finales, donde predomina la tendencia a la destrucción del Estado de Bienestar, donde lo único que crece es el desempleo y las deudas, todos estos elementos no pueden quedar por fuera del análisis para pensar en estrategias de pacificar el clima en la calles.
En este punto de la reflexión, vale traer a colación algunos ejemplos del pasado que, si bien no pueden traducirse linealmente a lo que acontece en estos días, sí son un fiel exponente de las casas que ramifican conflictos de esta índole.
 
El paquete neoliberal de la otrora Primera Ministra (1979-1990) Margaret Thatcher se tradujo en cuatro millones de desempleados, limitaciones en los gastos públicos y una privatización descomunal. Todo eso golpeó a las comunidades inmigrantes, en particular a las nuevas generaciones -hijos e hijas de caribeños, hindúes, paquistaníes y africanos en general- quienes suministraron la fuerza de trabajo para el despegue económico inglés posterior a la Segunda Guerra Mundial.
 
Así, durante los años de la década de 1980, hubo motines y revueltas en las ciudades con concentraciones más grandes de este sector de la población: St. Paul’s, Bristol y Brixton, Londres (1980); Brixton (1981); Tottenham y Londres (1985); Chapeltown, Leeds (1987); Dewsbury y Manchester (1989).
 
En la actualidad, la exclusión que sufrían las nuevas generaciones de jóvenes negros se extendió al resto de los jóvenes del país. La erosión de la educación pública y gratuita, y su comercialización por parte del gobierno laborista de Tony Blair, fueron seguidas de la restauración por la coalición conservadora de la educación superior restringida para una elite adinerada.
 
En Tottenham, los recortes aplastantes impuestos por el dúo Cameron-Clegg privaron a la municipalidad de 41 millones de libras esterlinas de su presupuesto. De esta manera se concretó el desmantelamiento del soporte educacional, que era apoyo para que miles de jóvenes asistieran a los colegios. También se produjo la desaparición del 75 por ciento de los servicios para la juventud.
 
El escenario protagonizado por los disturbios británicos es mucho más complejo que una "crisis moral", un esquema que contenga la acción de más policías, y ahora reforzados con el modo estadounidense, no aparece como una potencial salida.
 
Agencia Periodística de América del Sur (APAS)
https://www.alainet.org/es/articulo/151997
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