Construir un nuevo modo de civilización

25/07/2011
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Necesitamos vivir simplemente para que otros puedas simplemente vivir (Gandhi)
 
De acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en octubre próximo, el número de habitantes del planeta llegará a 7.000 millones. Las estadísticas afirman que durante los próximos diez años, algunas de las naciones más pobres del mundo duplicarán la población y en el 2025 se registrarán 8 mil millones de habitantes. En este sentido, el Fondo de Población de la ONU, ha exhortado a la reflexión y el análisis de lo que significa vivir en un mundo con 7 mil millones de habitantes.
 
La reflexión, el análisis y las medidas son más urgentes, si consideramos las implicaciones de esa cifra para la realidad de los países empobrecidos o en desarrollo, como también se les llama usando un término menos duro. Estos tendrán que hacer esfuerzos muy considerables para atender las necesidades de una población en crecimiento, si no quieren ver aumentar en miles de millones sus niveles de pobreza y exclusión. Ahora mismo los países empobrecidos tienen el 98% de la población subnutrida del mundo (solo América Latina y el Caribe tiene 53 millones de hambrientos); esta región también se caracteriza por tener una desigualdad social alta, persistente y que fácilmente se reproduce debido a un contexto de baja movilidad. 14 países tienen una esperanza de vida que no llega a los 50 años. Los últimos en este rankin son Afganistán y Lesotho con 44.6 y 45.9 años respectivamente. Las personas viviendo en pobreza extrema aumentó a 2 mil 600 millones, según el Informe 2010, de la ONU, sobre los Objetivos de Desarrollo del Milenio.
 
Por tanto, la situación de precariedad en la que ya vive una parte importante de la población mundial, debe ser motivo de preocupación y prioridad, sobre todo en un contexto global de acelerado crecimiento demográfico. Claro está que las soluciones a estos graves problemas no se logran con programas de control de la natalidad que promocionen la anticoncepción, ni mucho menos con esperar pasiva e indolentemente a que aparezcan guerras o epidemias para que reduzcan la población a costa de los más vulnerables. Se trata de orientar las estructuras y el funcionamiento económico y jurídico de la sociedad, así como su sentido ético, hacia una convivencia digna, con participación y equidad en la distribución de recursos, con justicia ecológica, con equidad solidaria, con seguridad alimentaria y nutricional, y sobre todo, con una  cultura de la vida buena, esto es, una cultura de la inteligencia, la compasión y el compromiso.
 
Ignacio Ellacuría, hablaba de una civilización de la pobreza, “donde ésta ya no sería la privación de lo necesario y fundamental por parte de grupos, clases sociales o conjunto de naciones, sino un estado universal de cosas en que esté garantizada la satisfacción de las necesidades fundamentales, la libertad de las opciones personales y un ámbito de creatividad personal y comunitaria que permita la aparición de nuevas formas de vida y cultura…”.
 
Jon Sobrino, dándole actualidad a esa propuesta, ha planteado la necesidad de una ecología del espíritu, descrita en los siguientes términos contraculturales: “el espíritu de comunidad versus el individualismo aislacionista, que fácilmente degenera en egoísmo; la celebración versus la diversión irresponsable, que degenera en alienación; la apertura versus el etnocentrismo cruel, que degenera en desentendimiento del sufrimiento de los otros; la creatividad versus la imitación servil, que fácilmente degenera en pérdida de identidad; el compromiso versus la mera tolerancia, que degenera en indiferencia; la fe versus el burdo positivismo y pragmatismo, que degenera en sinsentido de la vida”.
 
Como puede observarse, el reto de los 7 mil millones de habitantes, no puede ni debe reducirse a medidas cuantitativas de orden económico, social, ecológico. Se trata también de medidas cualitativas, culturales, éticas – en las que no suele repararse cuando se habla de estos temas -; de construir un nuevo modo de civilización que realmente nos haga mejores seres humanos, con capacidad para desarrollar relaciones humanizadoras con la naturaleza y con los demás hombres y mujeres que forman parte de la gran familia humana. Dicho en palabras de Gandhi: “necesitamos vivir simplemente, para que otros puedan simplemente vivir”. Este modo de ver las cosas lo requiere con urgencia el mundo de la abundancia.  
 
- Carlos Ayala Ramírez, director de radio YSUCA
https://www.alainet.org/es/articulo/151439
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