Desde los ojos de Aleydita:

Soberanía alimentaria y desarrollo local

30/05/2011
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 465: Cuba: "transformaciones necesarias" 06/02/2014
Aleydita camina todas las mañanas desde su casa a la escuela por un costado de la carretera que atraviesa el poblado. El sol baña cada casa y los trozos de tierra cultivada. Ella los mira sin mucha atención pues le son tan cotidianos como esos camiones ruidosos que casi todos los días le acompañan en su viaje a la escuela. Son los mismos que al mediodía, cuando ella regresa a su casa, vienen cargados con plátanos, yuca, maíz, algunos con frutas, otros traen sacos con algo dentro que Aleydita no puede ver. ¿De dónde vendrán y para dónde llevan todo eso? -se pregunta. ¿Por qué el punto de venta que está frente a la casa no tiene todo eso que llevan los camiones? ¿Será por eso que papá dice que va a la ciudad a buscar la comida? ¿Irán allí esos camiones?
 
Punto de partida
 
Cuando a mediados del año 2007 organizaciones españolas y cubanas comenzaron a pensar un proyecto integral de desarrollo local desde una visión de Soberanía Alimentaria para el contexto cubano, la mentalidad y políticas en la isla estaban encaminadas a las grandes empresas estatales y la producción en extensas zonas agrícolas. Pero los resultados no se correspondían con la demanda creciente de la población. La apuesta de este proyecto era una especie de punto disonante en la práctica y pensamientos imperantes.
 
Para mediados de 2008 ya se había concluido un diagnóstico participativo en 23 Consejos Populares de las provincias Mayabeque, Granma y Guantánamo y la realidad era un tanto similar a la que veía Aleydita todas las mañanas.
 
En algunos lugares no se producía lo suficiente. Tierras no cultivadas, poco acceso a recursos, semillas, insumos. Desempleo con mayor incidencia en las féminas. Problemas medioambientales, riesgos y vulnerabilidades latentes como sequía, también inundaciones, sismos, huracanes, insuficiente cultura medioambiental… pero en otros sitios se producía, tal vez no lo suficiente, ni con tanta variedad, pero sí se producía, sin embargo, las comunidades locales estaban desabastecidas pues el grueso los frutos de la tierra se acopiaban para las ciudades.
 
Por ello el proyecto planificó acciones demandadas por las mujeres y hombres de estas comunidades y sus estructuras de gobierno local para intentar transformar en lo posible el escenario. Con un financiamiento de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo y el Estado cubano, se integraron tres organizaciones españolas y cinco cubanas[1], con el objetivo de contribuir a la seguridad alimentaria y el desarrollo endógeno local, desde una dimensión de soberanía alimentaria a través de experiencias demostrativas y replicables.
 
Seguridad y soberanía alimentaria en el contexto cubano
 
Aleydita no veía productos agrícolas en el punto de venta frente a su casa. Pero este desabastecimiento era también una preocupación en toda la isla y es denominador común en el mundo contemporáneo, afectado por una crisis alimentaria indebidamente relacionada con la escasez de alimentos. Estadísticas demuestran que actualmente se produce lo suficiente para alimentar a la población mundial, pero las inequidades en la distribución y la comercialización, los altos precios motivados sobre todo por la especulación financiera y la ausencia de políticas objetivas y efectivas en la lucha contra el hambre y la pobreza, son las causas esenciales del hambre.
 
No es esta en toda su magnitud la realidad cubana actual, pero la necesidad de lograr el autoabastecimiento local y reducir los actuales niveles de importación y la dependencia en materia alimentaria, llevaron al Estado a declarar que la producción de alimentos es cuestión de “seguridad nacional”.
 
Para el 2010, la propuesta del Convenio de Soberanía Alimentaria y Desarrollo Local ya no era tan disonante en la estrategia nacional y por demás, las organizaciones participantes son las mismas que tienen la misión de lograr el cambio que demanda el Estado y la población. Es entonces una propuesta coherente, oportuna, y su pretensión de ser una experiencia demostrativa y replicable la pone en el centro del debate y atención de quienes la gestan y acompañan.
 
Pero, ¿desde qué perspectiva se van a incrementar los niveles productivos? Resolver sólo la disponibilidad de alimentos no soluciona el problema, tampoco es la política que defiende el Estado cubano. Entonces el modelo neoliberal imperante en el planeta no es la fórmula, sino trabajar por un desarrollo de los entornos locales desde una dimensión más integral y justa, la Soberanía Alimentaria:
 
“El derecho de los pueblos a definir sus políticas de producción, distribución y consumo de los alimentos en los contextos locales, con la participación activa y equitativa de mujeres y hombres, mediante la efectiva articulación de actores y redes locales, nacionales e internacionales, haciendo un uso racional y sostenible de los recursos naturales, potenciando el acceso a las variedades de semillas y especies criollas y favoreciendo las técnicas o tradiciones autóctonas, para lograr la plena satisfacción de las necesidades de la población local.”[2]
 
Retos para una Soberanía Alimentaria
 
Para resolver la tarea de la asignatura “El mundo en que vivimos”, Aleydita pregunta a sus padres. ¿Es verdad que la especie humana está en peligro? ¿Es verdad que la contaminación y las industrias nos afectan? ¿Cómo vivir en un mundo mejor? ¿Qué puedo hacer yo, mamá? Una dura realidad que no escapa al entorno donde vive Aleydita, pero tamañas preguntas no se responden tan fácilmente.
 
La estrategia de desarrollo que implementa el Estado cubano, reflexionada en el VI Congreso del Partido y que se recoge en los Lineamientos de la Política Económica y Social, es un buen punto de partida para el cambio necesario, pero si no se forman o mejoran las capacidades en los actores y entornos locales para la autogestión de su desarrollo, y que se actúe en concordancia con la política trazada, podríamos estar atrapados en otro intento de construir una sociedad más justa y lo que es peor, replicar viejos e inefectivos modelos que han demostrado no ser la solución a los retos actuales.
 
Trabajar, vivir, defender una dimensión de soberanía alimentaria es más que producir. No es suficiente legislar y tener voluntad política. Descentralizar la gestión, reducir la burocracia, buscar eficiencia y productividad, reordenar la economía y la sociedad, implica cambios profundos en las prácticas y concepciones de cada hombre y mujer, de cada ciudadano; para tener la convicción de actuar por una conciencia y responsabilidad con la humanidad que heredamos de nuestros padres y pedimos prestada a nuestros hijos.
 
- Alcides García Carrazana es periodista y profesor de la Universidad de Granma. Coordinador de la Estrategia de Comunicación del proyecto “Convenio de Soberanía Alimentaria y Desarrollo Local" que se ejecuta en Cuba.
 
Este texto es parte de la revista América Latina en Movimiento, No. 465 de mayo de 2011, sobre Cuba: "transformaciones necesarias" (http://alainet.org/publica/465.phtml)


[1] Españolas (ACSUR Las Segovias, PTM y MPDL), cubanas (ACPA, ACTAF, ANAP, FMC y CIERIC).
[2] Concepto de Soberanía Alimentaria construido por los actores que participan de la experiencia del Convenio.
https://www.alainet.org/es/articulo/150844
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