Las manos

10/05/2011
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A
El Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua define el  término rural como ‘Inculto, tosco, apegado a cosas lugareñas’. En contraposición, se refiere al término urbano como ‘Cortés, atento y de buen modo’.
 
El cacique se levantó. Estaba rodeado de todas las personas del clan. El clan de los Urbanos. Estaban atrapados, en la encrucijada, no más podían demorar la decisión. -Tomemos un nuevo camino, ¿cuál? ¿Por dónde? ¿Hacia dónde? ¿Para llegar a? ¿Con quiénes? – preguntó.
Las familias ya no cultivaban la tierra. Habían delegado la producción de alimentos a empresarios que con modernos métodos de cultivos –explotaciones, les llamaban- habían estrangulado todos los recursos naturales. A los pocos años, poco quedaba para comer, y menos quedaba que fuera comestible. Tanto gastaron y tanto despilfarraron que montañas de residuos, emitiendo gases pestilentes, les impedía respirar con regularidad. El oxigeno que llegaba a sus venas, y el agua que bebían en sus vasos, estaban infectados, y así, sus cuerpos enfermaban.
 
Habían perdido todo el control. El cacique y su asamblea de ancianos, ya no regulaban, no tenían poder. Habían entregado a las manos de una gran mano invisible su libertad. Todo tenía dueño, amo o gestor. También los saberes eran mercancía para esas manos invisibles, frías, atentas, cortesanas y aplastadoras. Y a todo eso le llamaron crisis.
 
El decidor, el hablador, el que cuenta, el que sabe de otros clanes, se puso de cuclillas y tomó la palabra. -Allí, más cerca de lo que parece, conocí de otro clan. Son los Rurales. Desde hace años entendieron más que nosotras y nosotros. A nuestro lado son precursores, innovadores…casi que son futurólogos. Porque supieron que vendría y actuaron:
 
Cada familia entregó su blasón, los cosieron y hecho uno y multicolor proclamaron en rebeldía, su soberanía. Pactaron reducir, reciclar, reutilizar y ese ejercicio que les hacía más grandes, le llamaron, decrecer. Pensaron, repensaron y reaprendieron el arte de cuidar la tierra para producir alimentos. Le llamaron agroecología. Recuperaron a sus espíritus que les recordaron cuál era su mejor tesoro: sus manos. Tal vez toscas, pero manos palpables, que abrazan, que rodean, y –concluyó el hablador poniéndose en pie- calientes como el Sol.
 

- Gustavo Duch Guillot es autor de Lo que hay que tragar y coordinador de la revista Soberanía Alimentaria, Biodiversidad y Culturas.
https://www.alainet.org/es/articulo/149663

Del mismo autor

Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS