Yo no creo en el gran capital

03/05/2011
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“Yo creo en el gran capital”[1], nos dice Hernando de Soto. En cambio, yo creo en la fuerza de trabajo de un pueblo. Es ella la que crea riquezas desde los orígenes de la Humanidad. Ahí está la Gran Muralla de los chinos, las pirámides de Egipto, los canales de irrigación de los Incas. El capital es un subproducto de una actividad económica, cuando ésta se realiza con intercambios medidos en precios expresados en unidades monetarias. Es solamente en este estadio de desarrollo de la actividad socio-económica de la Humanidad que aparece el capital.

En nuestros tiempos, el “gran capital” es sinónimo de multinacionales. Son ellas quienes detienen el gran capital, y manejan la economía globalizada desde hace cinco siglos por lo menos.

Es necesario saber que cuando se habla de “gran capital” no solamente nos estamos refiriendo a la forma de trabajo que lo crea, sino también al tipo de repartición del resultado de la actividad socio-económica. Es cierto, el gran capital, en tanto que elemento de una forma de trabajar, ha hecho crecer la actividad socio-económica como nunca antes sucedió. Pero, ese gran capital se desarrolla contando con otro elemento que desde hace diez mil años se ha instalado en la actividad socio-económica. Se trata de la Repartición Individualista del resultado de la actividad socio-económica. Y en tiempos modernos, esto significa que el 100% del Resultado Neto (las utilidades) de la actividad socio-económica pertenece únicamente a los accionistas de las empresas. Cero soles para la fuerza de trabajo. Es esto lo que nos propone Hernando de Soto. Cero soles para los que crean las riquezas. Y aquí, preciso, no estamos hablando de salarios. Ellos, aunque miserablemente, serán pagados a los que desarrollan una actividad socio-económica. Estamos hablando única y exclusivamente de las utilidades, Resultado Neto de la actividad socio-económica.

Y esto no es todo. “Hay que reconocer que un gran sector de la población no tiene cómo entrar en la economía globalizada”, nos dice don Hernandito. Y agrega: “sabemos cómo formalizar a los peruanos”. Es decir, quiere convertir en sujetos de crédito a todos los pobres de la sierra, selva y conos de las grandes ciudades. Con ello le será más fácil vender o concesionar el Perú a favor de los grandes capitales. Porque no es Pepito, el hijo del vecino, que tendrá grandes capitales para corromper funcionarios, comprar presidentes, y matar impunemente a los indígenas que se opongan al gran capital globalizador.

Y lo más gracioso es que, si realmente tenemos intención de sacar del hoyo a la mayoría de la población, no tenemos ninguna necesidad de formalizar a nadie. Me explico. Comencemos haciendo memoria. En los grandes tiempos de China, Egipto, el Tawantinsuyo, ¿tuvieron necesidad de formalizar para realizar grandes, descomunales, obras? Simplemente no. Y no porque estaban atrasados o fueran ignorantes. Todo lo contrario. Esto fue posible porque las grandes extensiones de tierra y obras pertenecían a la población. Es decir, la propiedad era colectiva. Y como tal, no tenían ninguna necesidad de “formalizar” a cada transeúnte.

La “formalización” es una de las características de una economía a Repartición Individualista, en donde solamente el amo, el gamonal o el patrón o accionista de una empresa se apropia del 100% del resultado de la actividad socio-económica. Y para ello requiere de un título de propiedad individual. Es la consecuencia lógica del principio individualista, en completa contradicción con el principio colectivo, de bienestar general. Y, por desgracia, es este principio individualista, que impera desde hace diez mil años hasta nuestros días, el que genera pobreza, desempleo, marginación y muerte por hambre. Es decir, don Hernandito nos quiere formalizar para servir a sus “maîtres”, los del gran capital, y lanzarnos aún más en el hoyo de la pobreza y de la desocupación.

Algo más. Si lo que nos falta es capital, no tenemos ninguna necesidad del gran capital. Es suficiente crear un nuevo sector en nuestra economía de mercado. Es este sector que, independiente del Gobierno, debe manejar los renglones principales de la actividad socio-económica. Y para ello no se requiere ni nacionalizar, ni privatizar, ni ponerse a cuatro patas ante el gran capital. Es suficiente crear nuevas empresas de esta dimensión. Pero, ¿con qué dinero?, dirá usted

Sucede que el nuevo sector propuesto y guiado por un tipo de repartición como el que practicaron nuestros ancestros, permitirá generar un financiamiento ilimitado y gratuito, a condición que sea orientado a proyectos rentables. Puede ser ilimitado porque, a nombre de la Nación, el sistema financiero de este sector puede emitir las cantidades de dinero que requieran los proyectos de inversión. Es gratuito porque quien solicite desarrollar un proyecto de inversión no será quien aporte el dinero. El propietario seguirá siendo la Nación, porque será ella quien aporte el dinero a través de una emisión monetaria. Y las utilidades de estas empresas pertenecerán, en partes iguales, a todos los habitantes del país. Este es el camino para eliminar la pobreza y el desempleo.

Pero para colmo, muy flemático y con descaro, Hernando de Soto se expresa de esta forma: “Yo, encantado de ayudar al Perú”. Frase que refleja su espíritu de “colonizado  colonizador” como dice Aureliano Turpo Choquehuanca en su libro “Descolonización”.

Lima, 1 de mayo del 2011



[1] DE SOTO Hernando, Si todo fuera genética, el Perú estaría perdido, entrevista publicada por el Diario El Comercio, domingo 1 de mayo 2011, p.a2, Lima

https://www.alainet.org/es/articulo/149459?language=en
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