Los jóvenes

23/04/2011
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En gracia de discusión, nos alejamos de las percepciones apocalípticas sobre los jóvenes, en especial de las que proyecta la Escuela. Con frecuencia nos repiten los profesores que los estudiantes son insoportables, carentes de interés y poco prometedores para la futura sociedad. Nos sostenemos en la tesis de que es la Escuela la que ha fracasado. Ella reproduce bien la desintegración social que destila el mundo del mercado. Educa en la competencia, premia al que sobre sale, dejando en la zaga a otros que van a diferentes ritmos. En esta carrera del capitalismo, serán unos pocos los que escalen la cima del éxito, otros muchos habitarán el fracaso. ¡Una lógica perversa!

Una imagen que nos refuerza la tesis que sostenemos, hace referencia a los pequeños músicos que van desde los cinco hasta los jóvenes a punto de cumplir sus quince años. Se agrupan en veinte, treinta, cincuenta, cien, doscientos, trescientos y hasta quinientos, todos con un solo propósito: cantar o hacer sonar una gran variedad de instrumentos, propios de la Red Sinfónica de Medellín, Bogotá... Sus notas han recibido desde los aplausos más refinados hasta los del transeúnte desprevenido, que ha sido atrapado por «esa cosa alada y sagrada que es la música».

Para el poco entendedor basta que alguien interprete un violín, una flauta, etc., para generar una melodía de una pieza maestra de la música universal, y saber de las habilidades, destrezas y creatividad desplegadas en tal actividad. Una exigencia que puede estar a la altura de las más exigentes profesiones. La discusión no está tanto en los sujetos como en el aparato escolar que el profesor reproduce. Se insiste más en generar conductas sociales de tiempos ya idos, olvidamos que las sociedades son dinámicas, que otras actitudes y lenguajes nos asisten.

En este ejemplo musical se constata como aflora, además de la destreza, la capacidad de sociabilidad, función de la escuela, pero hecha desde una horizontalidad, y no desde el papel vertical u autoritario del docente, que envenena toda posible relación. Hay que ver al director de orquesta que un su papel, se funde en uno solo con su grupo, con su orquesta. Son todos ellos uno solo, una sola melodía. Pero no sólo la cooperación se da en esta circunstancia, pues ella es posible por la relación de igualdad a la que se ha llegado con sus coequiperos, con sus músicos.

La escuela debería reflexionar sobre estos hechos que muestran el potencial de la niñez, de la juventud. La juventud sí quiere, contrario a lo que critica el refrán: «Si el joven quisiera y el viejo pudiera». Los gobernantes y los adultos tienen la mayor cuota de responsabilidad en las acciones presentes que trazan el futuro. La grandeza de toda sociedad está en su capacidad de cooperación, en lograr el concurso de fuerzas de la diversidad humana para generar bienestar y no exclusión. En la niñez y en los jóvenes, existe fuerza creadora.

- Mauricio Castaño H. es Historiador - twitter@mauriciojota

https://www.alainet.org/es/articulo/149263

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