Fukushima, minimizar el impacto

13/04/2011
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“Fukushima es un Chernóbil en cámara lenta”:
Sectores críticos al uso de la energía nuclear en Japón.
 
Por todos los medios, tanto las autoridades japonesas como aquellas instancias encargadas de vigilar la operación y manejo regular de este tipo de conglomerados industriales del mundo desarrollado, se está tratando de minimizar los efectos del accidente registrado en el complejo nuclear de Fukushima I de Japón, a causa del terremoto de 9 grados y el posterior tsunami, del pasado 11 de marzo.
 
Claro está que del tamaño del accidente es igualmente el intento de bajar la presión sobre el gobierno nipón y la empresa Tepco, la administradora del área Fukushima que resultó seriamente dañada por el incidente natural doble y de gran magnitud. Las razones son varias, pero destaca el hecho de que todavía hay países desarrollados, principalmente Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia y Rusia, cuyos gobiernos se resisten y cuidan de la presión de los movimientos sociales antinucleares. La resistencia tiene carácter internacional.
 
Sin embargo, dado el tamaño del desastre, apenas este lunes 11 el gobierno japonés decidió elevar de 6 a 7 el grado de peligrosidad radioactiva, similar a los niveles con que se manejó el accidente de Chernóbil en 1986. Pero se ha tratado de ocultar el impacto, dado que las consecuencias no son observables a simple vista sino que comenzarán a sentirse hasta dentro de dos años, según el Comité Científico de la ONU sobre Efectos de la Radiación Atómica.
 
También la desconfianza, por parte de los afectados, sigue en pie hacia el gobierno japonés. Es la población aledaña la que teme las secuelas. Dos testimonios desde Fukushima señalan el grado de descontrol. “Pensamos que somos afortunados porque estamos con vida, pero nos aterra la situación, sobre todo porque creemos que Naoto Kan (el primer ministro) no dice toda la verdad sobre la situación de la planta nuclear…”. Y, “El gobierno nacional ha actuado con opacidad en esta crisis y eso ha repercutido negativamente en el desalojo de la población en las zonas de emergencia”.
 
El dato fue publicado esta semana en la revista Proceso. Agrega el testimonio: De los 88 mil 558 desalojados de la zona de riesgo, 29 mil 792 personas permanecen en albergues de Fukushima y el resto ha sido trasladado a Tokio y Shiba. No obstante, 20 mil siguen viviendo en un radio de entre los 20 y 30 kilómetros de la planta, lo que significa que muy probablemente están siendo expuestos constantemente a la radiación nuclear. Y hasta más allá de ese radio, a 40 kilómetros en la ciudad de Iitate, Greenpeace registró niveles de 10 microsiervet por hora. Una dosis suficiente para que, quien la reciba por 3 o 4 días, acumule la cantidad tolerable para el cuerpo humano —sin mostrar daños— hasta por un año.
 
Uno de los riesgos es la exposición de las personas que siguen viviendo en la región aledaña a Fukushima, otra que también es importante resaltar se refiere a los alimentos. Porque Fukushima es un “centro de abastecimiento alimenticio a escala nacional”. Y, agrega el testimonio a la revista mexicana: “Aquí hay mil compañías procesadoras de alimentos que no han dejado de trabajar. Los de mayor riesgo son los que tienen hojas, como la lechuga y las espinacas; pensamos que no hay problema con los jitomates y los espárragos, pero estamos haciendo mediciones”. Tampoco en esto hay las mediciones ni los registros suficientes, tanto para el consumo interno como a niveles de exportación. En Europa, Alemania está muy al pendiente de esta situación. Pero sólo India decretó, hace una semana, el peligro a importar y consumir los alimentos procedentes de Japón, por el impacto radioactivo.
 
Pero más allá de algunas protestas internas, que tampoco encuentran eco en el exterior —a lo más, Naoto ha dicho que la zona afectada posiblemente esté desocupada durante 20 años—, organismos como la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA) ha declarado que Fukushima es “completamente diferente” a Chernóbil. Con todo y se ubique en el nivel 7, el máximo de la Escala Internacional de Eventos Nucleares Radiológicos (INES). Todo eso le ayuda a Naoto Kan, pero también a los países con reactores [véase la lista en: http://maniobrasdelpoder.blogspot.com/2011/03/fukushima-el-punto-de-inflexion.html] nucleares.
 
La diferencia estriba, según el jefe del departamento de seguridad nuclear de la AIEA, Denis Flory, en que de acuerdo con expertos, entre 500 mil y 600 mil terrabecquereles (un millón de millón de Bq) de radiación se han fugado de los reactores de Fukushima, mientras que en Ucrania, en abril de 1986 se escaparon entre 5 y 6 millones de terrabecquereles, 10 veces más. Además, se dice, el accidente de Chernóbil fue producto de una explosión, en tanto Fukushima lo fue del terremoto y tsunami. Y aquél envió grandes cantidades de radioactividad a la atmósfera “difundiéndola por todo el mundo”.
 
También la OMS (Organización mundial de la Salud) salió en defensa de las autoridades japonesas. Dijo que la decisión de las autoridades de Japón de elevar la alerta nuclear al máximo de 7 “no significa que el riesgo de salud pública sea mayor o que el desastre sea comparable al de Chernóbil”, en voz de Gregory Hartl (Ver, La Jornada de ayer, miércoles 13).
 
Sin embargo, la prensa europea, sobre todo alemana, sí le está midiendo a las consecuencias. Y el despliegue de información es amplio a sabiendas que los movimientos antinucleares son muy reacios a pasar por alto los peligros del uso “pacífico” de la energía nuclear. La prensa de Italia y España también se extiende en sus informes. No pasa lo mismo con Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia.
 
Estos tres, más Rusia, son países que luchan con el problema de tener reactores nucleares viejos. Y eso levanta polémica en sendos países. Porque el movimiento antinuclear revive desde el accidente de Fukushima I. incluso en países como China e India, en donde los planes son hacia la ampliación de plantas. China pretende incrementar desde 70 gigavatios (GW) hacia 2020, siete veces la actual, hasta 400 en 2050. India de 4.6 GW en 2009 hasta 40 en 2030. En tanto Francia, que depende en un 77% de la generación total ahora, debe reemplazar sus fierros añejos. Por eso todo el mundo está tratando de bajar la presión sobre Fukushima I, diciendo que nada es comparable a Chernóbil, un antiguo brazo de la exsocialista URSS. El impacto se minimiza.
https://www.alainet.org/es/articulo/149004?language=es
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