Los Vientos del Desierto y la CRISIS del pensamiento revolucionario
25/02/2011
- Opinión
La crisis del pensamiento revolucionario es la más importante crisis que ha sacado a flote la actual ola de revoluciones democráticas del mundo árabe. Ésta ha empezado a expandirse hacia otras naciones musulmanas y a influir sobre toda la humanidad.
Valores y teorías se hacen añicos en días y semanas. Cálculos y sesudos análisis geopolíticos caen al lado de los derrocados dictadores. El anti-imperialismo ramplón que había dejado de lado la “lucha de clases”; el nacionalismo a priori que ha servido para desconocer los intereses de los trabajadores; las visiones estratégicas que han justificado el sacrificio de las naciones pequeñas, de los pueblos débiles y de las “minorías étnicas”; todas esas ideas y criterios defendidos durante casi un siglo, están siendo cuestionados por la realidad cruda y dura que impulsa a los pueblos y a los trabajadores a la rebeldía.
Como espectros del desierto aparecen las verdades que golpean en la cara no sólo a los falsos nacionalistas sino a quienes creíamos en sus discursos y poses de heroísmo. Cómo fantasmas y genios sacados de las “Mil y una noches” aparecen en todo su esplendor los espíritus de la revolución social que como Vientos del Sur despejan el horizonte y llenan de esperanza hasta a los más incrédulos y escépticos.
Todos los totalitarismos – de diferentes colores – están en vilo. Pero también tiemblan los mercaderes capitalistas. Con preocupación se rascan la cabeza los analistas de Wall Street que anhelan la “estabilidad” para poder avizorar la recuperación económica. Los precios del petróleo se disparan hacia arriba y los pronósticos financieros van a la baja. La salida “guerrerista” gana puntos entre los planificadores del desastre.
Los supuestos grandes adalides de la libertad y la democracia representados por Obama – con inocultables caras largas e inquietas facciones – aplauden a los pueblos revolucionarios diciendo que “han cambiado el mundo”. Pero, de inmediato, paralela y subrepticiamente, hacen hasta lo imposible para evitar que esos movimientos profundicen su lucha por verdadera libertad y democracia.
Importantes luchadores por la soberanía nacional – anti-imperialistas de tiempo completo – alertan sobre el posible papel de los imperios y de intereses extranjeros en las luchas en desarrollo, anuncian posibles intervenciones armadas de la OTAN u otros organismos internacionales, y aunque se muestran solidarios con los pueblos no se atreven a tomar una posición firme hasta no saber quién va a salir realmente beneficiado.
Según esos “equilibrados” análisis detrás de ese proceso pueden estar desde las potencias imperiales hasta Israel. O también Al-Qaeda, el gobierno de Irán, los islámicos, los “separatistas” u otras “manos oscuras”. No creen en la autenticidad de los levantamientos populares de los pueblos árabes. Son “análisis” groseros y ofensivos. No se cree ni se confía en la capacidad de los pueblos. Se los considera minusválidos, ignorantes, manipulables e incapaces de apropiarse de sus destinos.
Es fruto de la crisis de pensamiento revolucionario. Esa es la verdadera causa del desconcierto, la sorpresa, la incredulidad y la ceguera que ha sacado a flote el inocultable estado de minusvalidez teórico-política en que hemos estado durante tantas décadas.
Es el resultado de 80 años de “sovietismo”. Son 60 años de “tercermundismo”. Es la consecuencia de décadas de oscurantismo disfrazado de “nuevas teorías”. Todo ello nos generó una costra ideológica muy grande, que muchos se niegan a reconocer. Esa costra es de similar tamaño – aunque seguramente de otra esencia –, a la pústula “post-moderna” que crearon los intelectuales capitalistas durante la corta euforia de fiesta neoliberal de los últimos 20 años, sobre la que brillaron los Fukuyamas y los Huntingtons, creadores de las teorías del “Fin de la historia” y el “Choque de Civilizaciones”.
Quienes enterraron o pusieron en un segundo plano de sus pensamientos a la odiada y siempre malinterpretada “lucha de clases”, hoy son sacudidos por una revolución que desde las entrañas de la maltratada África está llamando a los trabajadores del mundo entero a unirse para soñar una vez más con “un mundo posible”.
La revolución sigue avanzando
Rememoremos. La dinámica en cada país ha sido la misma. Los dictadores y reyezuelos árabes aliados de EE.UU. y de Europa se resisten en el poder hasta cuando la fuerza popular amenaza con desbordarse. Entonces, sus “aliados interesados” - sus verdaderos patrones - a nombre de la llamada “comunidad internacional”, dan el viraje oportunista quitándoles el respaldo. Una vez derrocados los autócratas intentan posicionar “gobiernos de transición” que les permitan seguir manejando el escenario tras bambalinas.
Pero no hay tal. Los pueblos siguen avanzando. En Túnez y Egipto ya se ha iniciado la segunda fase. Y van a seguir prosperando en su lucha revolucionaria. La crisis sistémica del capitalismo con sus lacras de desempleo y pobreza es la que los empuja desde un trasfondo de dolor, desesperanza y discriminación en que millones de personas se debaten en su diario vivir.
Si los trabajadores del mundo híper-desarrollado en Grecia, Francia, España, Portugal, Irlanda, Inglaterra, Eslovenia y ahora en Wisconsin (EE.UU), se han activado para defender lo conquistado en la época del “Estado de Bienestar”… ¿qué podemos esperar de miles de millones de proletarios de nuestros países con empleos precarizados, desempleados o sobreviviendo en la informalidad más humillante?
¿Qué estarán pensando los campesinos y proletarios del campo que han perdido su seguridad alimentaria al ser obligados a sembrar caña de azúcar, palma africana u otros cultivos para producir agro-combustibles (bio-diesel o bio-etanol) y así sostener la industria automovilística?
¿Cómo recibirán ese mensaje de rebeldía esperanzadora los pueblos y comunidades que han sido arrasados por las acciones de intervención territorial de los imperios capitalistas que utilizan los conflictos armados, la economía del narcotráfico, los desastres ambientales, para apropiarse de las riquezas naturales (minas, biodiversidad, territorios), de los mercados locales y regionales, sitios turísticos y, hasta de nuestras culturas?
¿Cómo reaccionarán los jóvenes de toda la tierra que están preocupados por su futuro incierto? ¿Qué mensaje estarán esperando los millones de personas que han luchado por la Paz, en contra de las emisiones de carbono que afectan el equilibrio ambiental o que han desarrollado todo tipo acciones contra la injusticia y la desigualdad que propicia el gran capital?
La brecha que han abierto los pueblos árabes es una puerta inmensa que además de generar una oleada de migrantes hacia Europa ha puesto en evidencia pública los acuerdos anti-inmigración que habían concertado los gobernantes del Norte de África – entre los cuales el más cruel y degradante es el de Gadaffi-Berlusconi -. Esos acuerdos han empezado a ser desafiados por miles de personas que están desnudando ante el mundo la realidad “humanitaria” del continente africano.
Así como los pueblos avanzan sin temor, debemos remover en nuestro interior aquellos paradigmas de pensamiento que nos han impedido estar suficientemente preparados para reaccionar con mayor fuerza y vigor ante el ejemplo de valor y valentía que nos están mostrando los pueblos y trabajadores árabes y musulmanes.
Acojamos y alentemos el fuerte viento del desierto. Así venga con arenisca y grandes interrogantes, debemos convertirlo en un torrente y una avalancha revolucionaria para que además de barrer con dictadores y falsos profetas, podamos avanzar en la gran tarea de acabar con la explotación capitalista y de revivir en las nuevas generaciones los anhelos de solidaridad, fraternidad, equidad y justicia social.
Popayán, 25 de febrero de 2011
https://www.alainet.org/es/articulo/147902
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