¿Podemos conjurar la crisis alimentaria?

21/02/2011
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Puebla, Puebla. Los últimos acontecimientos en la vida agropecuaria del mundo, en especial las nevadas que prácticamente terminaron con las siembras de maíz y otros productos agrícolas –en Sinaloa con pérdidas por 40,000 millones de pesos, Sonora y otros estados que producen los mayores volúmenes de granos y otros alimentos–, acercan al planeta a una nueva crisis de alimentos. Si bien el trigo ruso recibió un respiro en su proceso productivo, por el mismo elemento que afectó a la producción mexicana: las fuertes nevadas recientes.
 
A nivel general hay nerviosismo, los incrementos en precios de alimentos –preludio de las crisis alimentarias– ya están presentes. Esto es así, porque si bien las caídas en inventarios de tales productos no son aún muy significativas, se acentúan las dudas ante la incertidumbre del cambio climático, que lo mismo puede provocar sequías prolongadas, heladas, que inundaciones, cuyos efectos en pocos días sean desastrosos. Agréguese a ello, que las inversiones especulativas están a la vista. Viven estos especuladores de la pobreza y miseria acentuadas en pueblos y comunidades.
 
Para nuestro país la situación es comprometedora. Hace algunos lustros todavía se pugnaba por la autosuficiencia alimentaria. Los compromisos internacionales –TLC con el norte– nos llevaron a la apertura de nuestra economía: de autosuficientes hasta en un 90% de diversos granos, hemos reducido nuestra producción a menos de la mitad del consumo nacional al año. Urgen políticas de producción en el campo para que recupere su capacidad productiva y de empleo el medio millón de compatriotas que, año con año, salen a “jugarse la vida”, detrás de la frontera norte.
 
A nivel nacional es muy complejo y difícil recuperar condiciones –modernas por supuesto– para que la producción trascienda más allá de las empresas agropecuarias que producen, venden internamente y abastecen porciones importantes del mercado estadunidense. Estas necesitan apuntalamientos importantes, pero tienen capacidad para enrolarse en préstamos; son productivas y logran ganancias extraordinarias. Conforman la ilusión de que el campo es productivo y logra una alta productividad.
 
Pero millones de campesinos –ejidatarios, comuneros y pequeños propietarios– no tienen dichas posibilidades. La banca de desarrollo y su crédito al campo son onerosos. Esas que fueron unidades productivas que llevaron al país a altos índices de autosuficiencia alimentaria o, al menos producían para la autosuficiencia local hoy, en su incapacidad y sin las entidades oficiales que les brindaban apoyos de diversa índole, caen en la disolución, desplazando importantes núcleos de población, primero a las ciudades, incrementando su problemática al no poder ofrecer empleos en el volumen y los requerimientos de esa gente. Luego, los audaces, toman la ruta del enganche –que no es barato– para cruzar la frontera y “probar suerte”, incrementando el número de quienes envían recursos a familiares, lo que se convierte en la segunda fuente de divisas para el país.
 
El resultado es la dependencia de la importación de alimentos y el abandono del agro. El ejido y la comunidad, así como la mayoría de las pequeñas propiedades están sin crédito. La política de autosuficiencia alimentaria no se conoce. Sufren de competencia desleal, es imposible competir contra los subsidios a la agricultura en EU –6,000 millones de dólares anuales– lo que desaloja trabajadores, los encauza a otras actividades o al exterior. Mediante la renta de parcelas o compra, las grandes empresas están “tecnificando” las mejores tierras agrícolas y pecuarias del territorio nacional. Cada vez es más notoria la presencia de estas empresas, que transnacionalizarán la producción y el comercio de importación agrícola del campo, sin campesinos mexicanos.
 
En efecto, transnacionales comercializadoras de importación de granos como ADM (Archer Daniels Midlands Company) que tiene en el puerto Veracruz terminales graneleras –aparte de otras en el Atlántico– hacen su agosto, recibiendo grano para consumo local –de ellas se quejan sus trabajadores de un trato injusto, pero este es asunto de otra índole. No es negativo que se instalen empresas que dan empleo a mexicanos, sino que tales empresas sean vía para importar, lo que debiéramos producir y con sus granos y otras mercancías, presionan al aumento de precios de la canasta básica, que en unos cuantos días ya rebasó el 5% en hortofrutícolas, granos y cárnicos.
 
Esta situación se extenderá hasta marzo –según la Canacope– quien precisa que los llamados de “exhibidor” –panes, refrescos, abarrotes, cigarros, lácteos y dulces– aumentaron entre 10 y 18%, y durante el año pasado se dieron diferencias de precios hasta de 99.78 %, por lo que la cuesta de enero comenzó mucho antes, consideró la Cámara de Comercio, Servicios y Turismo en Pequeño de la Ciudad de México. A esto agréguense las alzas programadas en combustibles, electricidad y gas, que “han pegado a todos los sectores y los 30 mil micro y pequeños comercios afiliados a la Canacope no son la excepción, pues al ser el último eslabón de la cadena no les queda más que reflejarlas en el consumidor final, que paga el pato de esta política, que ya ha provocado el cierre de algunos negocios, los que no pueden hacer frente a estos gastos”, señaló su director, Enrique Guerrero Ambriz.
 
Los incrementos que vienen desde el año pasado se acentuaron en diciembre y enero. Se refieren a: jitomate, cebolla, limón, ajo, chícharos, cárnicos, lácteos y hortalizas, además de los denominados de temporada. Sus precios obligaron a muchas familias a reducir compras o a sustituirlos. Se une a la preocupación la Confederación Nacional de Agrupaciones de Comerciantes de Centros de Abastos (Conacca) recordando que productos de temporada como cacahuate, caña, guayaba, jícama, lima, mandarina y tejocote tuvieron incrementos de entre 6.25 y 39 por ciento de un año a otro.
 
La Secretaría de Desarrollo Económico recoge diferencias de precios en cereales, granos y semillas, cárnicos, abarrotes, artículos para el hogar y la limpieza y productos hortofrutícolas, de hasta 99.7% durante el año pasado, ante el aumento del plátano, aguacate, cebolla, chile serrano, papa alpha, jitomate saladet y tomate verde. Granos y semillas se ubicaron en segundo lugar con una diferencia promedio de 99.47%. Si bien el frijol negro aumentó 125.20%, a $28.60, y las lentejas en 111.92%, para venderse en $32.00. Los cárnicos mostraron aumento promedio de 99.48% debido al alza del pollo entero, que se vendió en $33.50, 126.35% más, y la carne de cerdo en $80.00; de ahí que las amas de casa pagaran 99.50% más. El cartón de huevo rojo –18 piezas– aumentó 128% al venderse en $31.90; el aceite comestible subió 30% a $26.00 y la leche 21%, a $14.00, precisó la dependencia. Todo ello frente al aumento salarial del 4%.
 
Si bien a nivel nacional no se vislumbran cambios que recuperen la producción, más allá de resarcirle a los productores parte de su pérdida por las heladas. Localmente se aprecian decisiones –como en Puebla– para cooperar en la recuperación de producciones al interior del territorio –comunidades, ejidos y pequeños propietarios organizados–, mediante la conformación de organizaciones de corresponsabilidad democrática.
 
Estas unidades, que ya probaron su utilidad en el pasado no muy lejano, están siendo remozadas, para que no solo canalicen con transparencia los recursos destinados a la gente de los municipios, provenientes de los tres órdenes de gobierno –Federación, estado y municipios–, sino para que impulsen la recuperación de producciones locales –agrícolas, pecuarias, artesanales, de la pequeña y mediana industria–, con miras a que dependan menos de compras externas a la localidad, de alimentos y otros requerimientos para la vida y más del esfuerzo local. Solo así se capitalizan las poblaciones y aprovechan mejor las remesas que reciben del exterior.
 
Se sabe de las reuniones que para explicar el plan se han tenido con diversos agrupamientos sociales y presidentes municipales, que pronto entrarán en funciones, que hay amplias expectativas. Los avances organizativos se verán pronto; los resultados dependerán de la decisión de los grupos de ciudadanos organizados y su adecuada relación con las autoridades inmediatas (municipales), las organizadoras e impulsoras (estatales) y las que se buscará encaucen recursos al campo (federales). Puede ser un buen paso para enfrentar, en parte, la hambruna que puede desatarse a nivel planetario, golpeando por igual a países ricos y pobres. En lo local se estaría probando como gobierno y sociedad organizada pueden avanzar en la construcción de una patria más nuestra y generosa.
 
 
Fuente: Forum en línea
 
https://www.alainet.org/es/articulo/147765?language=en
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