Los tozudos hechos de la revolución

05/02/2011
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Las revoluciones nos obligan a pensar y a re-pensar. La contundencia de los hechos nos exige revisar los paulatinos cambios que no vimos ó no logramos “hilar”. La fuerza implosiva que aparece de súbito, nos sacude. Saca al mundo de la modorra. Golpea la cotidianidad que nos abruma. Nos exige re-visar, re-leer, re-pensar.

No es sólo los fenómenos que dejamos pasar. Las revoluciones golpean paradigmas teóricos, verdades aceptadas y herramientas conceptuales que son – precisamente – los limitantes en nuestra estructura mental que nos impidieron descubrir ese devenir de la realidad. [1]

Al no apreciar y sentir el movimiento imperceptible de la vida que se desarrolla en la naturaleza, la sociedad y el mismo pensamiento, los hechos acumulados nos estallan en las narices. Nos cogen desprevenidos. Nos desconciertan.

Es lo que hemos visto frente a las rebeliones populares y revoluciones democráticas que están ocurriendo en el Norte de África y Medio Oriente, y que seguramente están incubándose paulatinamente en muchas regiones del mundo.

Los hechos son tozudos. Los esquemas se quiebran. La teoría patina frente a la praxis social de los pueblos. El pensamiento debe ser “sublevado”, “revolucionarizado”. Debemos ser modestos. Tenemos que aprender a partir del reconocimiento de nuestras limitaciones.

Actitudes diversas frente a los mismos hechos

Los centros de pensamiento estratégico del imperialismo y burguesías occidentales siguen de cerca las dinámicas sociales buscando anticipar las tendencias predominantes para tratar de reaccionar con oportunidad, rapidez y consistencia, como lo hace ver con mucha propiedad Raúl Zibechi en su ensayo titulado “La revuelta árabe y el pensamiento estratégico”.

Sin embargo, por más que identifiquen los posibles cambios que se gestan, no pueden impedir su desencadenamiento y realización. Claro, los indicios detectados les facilitan la preparación para tratar de contenerlos, canalizarlos, desviarlos o derrotarlos.

Por ello no es casual que Obama y la Clinton intenten – cínicamente – ponerse rápidamente del lado de los pueblos que ellos ayudaron a oprimir durante décadas. Algunos despistados del campo de los “revolucionarios” interpretan esa actitud como pruebas de que el gobierno estadounidense está detrás de las rebeliones populares masivas. Craso error.

Nuestra tarea es la misma: Prever, anticipar, y orientar. Tenemos la ventaja de ser parte de los movimientos sociales y de poder interpretar no sólo las necesidades de nuestros pueblos sino también estar conectados con sus anhelos, sentimientos y estados de ánimo.

Los revolucionarios – a pesar de nuestras limitaciones – hoy tenemos miles de centros de pensamiento estratégico en los movimientos sociales, en partidos políticos democráticos y de izquierda, en centros de estudios universitarios y en grupos de asesores de gobiernos progresistas, que hoy se interconectan y producen conocimiento de la realidad a través de los medios masivos de comunicación y la red virtual.

Sin embargo, vemos cómo al interior del campo de los revolucionarios existen sectores y/o personas que se resisten a los cambios. No se acepta la preeminencia de la práctica sobre la teoría. Se pregona la cientificidad pero se niegan a dejarse impactar de la realidad viviente y crujiente.

Por ejemplo, frente a los acontecimientos de Túnez y Egipto hay quienes afirman que “No son revoluciones, son simples protestas”. Algunos dicen que “son nuevas versiones de revoluciones de colores en donde la mano del imperio está camuflada”. Otros afirman que habían previsto y anunciado que “la revolución venía”, pero a la hora de hacer propuestas caen en la generalidad. Su actitud les impide aprender y asimilar las enseñanzas. Así como hacen pronósticos generales, a la hora de las propuestas siempre tienen la misma fórmula: “Asamblea Constituyente” es la receta reiterada. No tienen en cuenta la correlación de fuerzas, ni si con ella se va a legitimar fuerzas reaccionarias o se pueden oficializar los “gatopardismos”.

Existen “analistas” que lo reducen todo. Al no entender la dinámica de la vida, atolondradamente tienden a adjudicarle al imperio, a la “logia masónica”, o a un supuesto súper-poder absolutamente controlador, la capacidad de manipular todo. Su determinismo “racional” es de tal tamaño que caen en la parálisis total y se sumergen en una especie de inevitabilidad apocalíptica. “No hay nada qué hacer”, es la conclusión lógica.

Olvidan el “análisis concreto de la situación concreta”. Niegan el desarrollo dialéctico. Juegan a adivinar en vez de hacer esfuerzos por “alcanzar la realidad” y ponerse a la altura de los retos para actuar en correspondencia. De esa forma se aíslan de los procesos, crean confusión, desorientan a la dirigencia popular, y cuando su labor de zapa – casi siempre  inconsciente –, contribuye con la derrota de nuestras luchas, nos señalan con el dedo diciendo: “¡Se los dijimos!” Son los Bakunin y los Kautsky del siglo XXI.

Los tozudos hechos

Numerosos sucesos de carácter revolucionario han venido ocurriendo en el mundo en los últimos años: movilizaciones masivas de la juventud y la población mundial en contra de la guerra y a favor de la Paz; luchas locales, regionales, nacionales y mundiales en defensa del equilibrio ambiental y climático de la tierra; múltiples y ricas batallas por democracia y justicia social en todos los países y naciones del mundo. Todas ellas hacen parte de un movimiento orbital que involucra y es expresión creativa y vibrante de una nueva espiritualidad y conciencia humana que avanza en creciente progreso.

Dicho movimiento se expresa en el campo de la cultura, la vida social, la lucha política y la producción de pensamiento revolucionario. La ciencia ha encontrado respuestas y puntos de confluencia en las cosmovisiones ancestrales de los pueblos. Y viceversa: la sensibilidad humana universal consigue construir visiones armónicas en concordancia con el desarrollo científico y técnico. Las redes cibernéticas y los medios electrónicos de comunicación se ponen al servicio de esa dinámica colectiva global. Es un proceso democrático imparable e inevitable que es una señal de esperanza y un mensaje de optimismo en la capacidad de nuestros pueblos.

Tres hechos recientes son de una importancia máxima para el futuro de la revolución. De alguna manera están conectados por la misma lógica de “contrapoder” popular: la subversión y guerra informática cuya máxima expresión - hasta ahora - son los “Wikileaks” y los hackers rebeldes; el alzamiento revolucionario del pueblo boliviano rechazando el “gasolinazo” de Evo Morales, que es el germen de una nueva versión de los “soviets” (comités revolucionarios ó asambleas del pueblo); y la revolución secular (laica) de los pueblos árabes que no sólo afecta a las dictadores y reyezuelos sostenidos por Occidente sino que son un rechazo evidente a las “teocracias islámicas”.

Al frente de estos procesos está lo que he dado en llamar “el proletariado informalizado”. Un sujeto social que el “post-fordismo” y el neoliberalismo crearon masivamente, que en el siglo XIX fue denominado por Marx como el “ejército industrial de reserva”, y que hoy, es una fuerza que reclama un lugar en la sociedad y en el proceso productivo, pero que el capitalismo no puede asimilar porque a diario lo está creando y expulsando como un subproducto más de su acción depredadora.

Esos tres hechos y éste sujeto social – disperso, heterogéneo, difícil de encuadrar, complejo, amorfo y fluido –, están reclamando nuestra atención y estudio sistemático. Ya existen muchos avances. Hay gente valiosa haciendo grandes aportes. 

Popayán, 5 de febrero de 2011



[1] Henry Navas Nieves. “Egipto y la decadencia de un modelo”. Aporrea. http://www.aporrea.org/actualidad/a116936.html

 

https://www.alainet.org/es/articulo/147344
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