Especulación energética y alimentaria
04/02/2011
- Opinión
“Hemos permitido que los alimentos se transformen de algo que alimenta a la gente y les proporciona un seguro de vida en una mercancía para la especulación y la negociación…”: Grain
En todo, pero absolutamente en toda rama de la producción en donde se enquistó durante siglos el sistema capitalista, financiero y globalizador, hay especulación. Sobre todo desde que el imperialismo dejó la fase de la producción industrial masiva como prioridad, y derivó en el predominio del capital financiero que subsumió aquél, para convertirse en especulador. Y nada, pero absolutamente ningún producto que sea visto como mercancía, porque genera ganancias para alguno de los tantos oligopolios, está exento de tamaña volatilidad puesta a futuro.
Con sede en los países desarrollados, notablemente en Estados Unidos, las grandes empresas capitalistas que se manejan como monopolios y dominan una rama de la producción cuasi mundial y le apuestan —como en las apuestas de casino— a ganar-ganar, vía las apuestas de la especulación. Todo lo contrario, corren por las pistas que les proporcionan las grandes bolsas del mundo [particularmente en la de Nueva York], para hacer de la suyas y embolsarse grandes dividendos a cuenta de precios altos, sin importar las consecuencias.
Ni más ni menos que la especulación que generó la burbuja en el sector de la vivienda que reventó en 2008 y provocó la crisis financiera actual en los Estados Unidos —bastó un motivo para que todo, como castillo de naipes, se viniera abajo— de la cual todavía no sale ni tiene visos de asomar pronto la cabeza. En cambio, cede a las expectativas de los países emergentes como China, y del BRIC en general, que le demandan colocación de inversiones y materias primas para su boyante crecimiento impreso en elevadas tasas de PIB.
Es el caso de empresas controladoras de los energéticos como el petróleo y el gas, pero igualmente de otros productos como los del sector alimenticio que nos ocupa hoy. En el pasado, durante las alzas de los precios de los energéticos de origen fósil, siempre los que se llevan la mayor rebanada del pastel son las empresas petroleras del mundo desarrollado —acuérdense de las Siete hermanas—. Tras la pugna que hizo historia entre los países petroleros y no petroleros, o los exportadores e importadores, cuya expresión clave fue la crisis del petróleo de principios de los años 70, 1973, que puso a temblar a las economías desarrolladas como la estadounidense —la OPEP, entre cuyos miembros estaba México como productor; ¡tiempos aquellos!—, el control cambió paulatinamente de manos.
Al mismo tiempo, la agresividad del imperialismo y las ventajas que llevan consigo las inversiones que hacen las empresas oligopólicas en cualquier parte del mundo, lentamente o bien los oligopolios se han apropiado del control de las empresas del sector en otros países, o bien son portadores de papel en deuda que utilizan para especular con ellos en la bolsa y adquirir ganancias sin importar el avance de la economía real o de a quién se perjudique. Eso pasa con el hambre en el mundo, y que padecen por lo menos mil millones de personas —particularmente en África Subsahariana— según el último balance de la FAO, y la presunta crisis alimentaria.
Así, sin entrar en el asunto del incremento de los precios del petróleo que ahora está viendo el mundo [cuya explicación se encuentra igualmente en la voracidad especulativa de los países controladores del energético, aprovechando la demanda del mercado emergente BRIC, y no tanto en la crisis de países como Egipto que sirve de pretexto], que responde a la misma oleada especulativa, lo mismo sucede con los precios de los alimentos en el mercado mundial en estos momentos.
Así, más allá del cambio climático que ciertamente incide en el cultivo de los productos derivados del sector terciario —visto es que un país que no atiende al campo hipoteca su futuro, por eso los grandes subsidios para la producción agropecuaria en los países desarrollados—, del incendio de los bosques rusos o las inundaciones en Australia, o incluso la demanda desde EU de maíz para la producción del bioetanol, combustible para automóviles [el crecimiento mundial de cereales de un promedio de 21 mil millones de toneladas por año entre 1990-1995 a 41 millones de tonelada por año en 2005-2010, se debe a la inversión en destilerías de etanos en EU entre 2006 y 2008]; o que igualmente afectan las crisis políticas y sociales vistas últimamente en Argelia, Túnez, Egipto.
Ajeno a todo ese escenario está la especulación de los oligopolios gringos, como Archer Daniels Modland Company, Kraft Foods, Unilever (holandesa), la trasnacional alimentaria Cargill que exporta el 25% de los granos de EU, “con una importante rama financiera para riesgos en los mercados a futuro y cuenta con su propia firma de un hedge funds (fondos de cobertura de riesgos): Black River Asser Management, con activos por 10 mil millones de dólares” [Jalife-Rahma, Bajo la Lupa, 30/I/2011]. O el volumen de “futuros” en materias primas alimentarias que aumentó en 23% en 2010 en la bolsa de Chicago Mercantil Exchange. Y Monsanto entre las más perjudiciales, sobre todo desde que le entró al negocio de la biotecnología para la producción de alimentos genéticamente modificados [hay muchos videorreportajes al estilo de Michael Moore sobre Monsanto].
Así, pretextos habrá muchos, pero las explicaciones son pocas. Tiene que ver con la especulación de los grandes oligopolios, particularmente estadounidenses, controladores de la producción de derivados del campo, desde la voracidad en el manejo de papeles en las bolsas de valores. No importa que, según el último reporte de la FAO, “El estado de la inseguridad alimentaria en el mundo”, en 2010 hay por lo menos mil millones de personas que padecen hambre en el mundo, aunque oficialmente la cifra la coloca en 926 millones de personas en lo que coloquialmente “subnutridas”. La mayoría de las personas que sufren hambre en el mundo viven en los países en desarrollo, donde representan el 16% de la población. La región con más personas subnutridas están en Asia y el Pacífico. En tanto la región con mayor número, el 30% está en África Subsahariana; es decir, países en “crisis prolongadas”.
Con cinismo, se culpa a otros“factores” como causa de hambre. “Los conflictos armados y las catástrofes naturales, a menudo en combinación con una gobernanza o administración pública débil, unos recursos escasos, unos sistemas de medios de subsistencia insostenibles y el fracaso de instituciones locales…”, según la misma FAO, cuando es tarea de los especuladores.
https://www.alainet.org/es/articulo/147293?language=es
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