El consumidor se consume en la pira del consumismo

Febril Navidad

23/12/2010
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Desde casi todos los sectores de actividad se escuchan quejas sobre el descenso continuado en las ventas debido, tanto a la crisis real, como a la crisis sicológica de quienes teniendo una situación económica empeorable, se temen lo peor. Todos los sectores piden ayudas al estado, todos intentan fomentar el consumo. Es decir, lo de siempre, la huída hacia adelante.
 
Las campañas publicitarias no cesan de emitir el mantra del consumo, en sus más diversas formas y en distintos grados de tergiversación de una realidad cada vez más difícil de tergiversar. No se dan cuenta de que por más que se quiera vestir al mundo real de seda, mundo real se queda.
 
Está demostrado que rociarse con un caro perfume no nos garantiza vivir en suntuosas casas, increíblemente vacías, a excepción de una grandiosa cama que acabamos de usar con un estereotipo sexual.
 
Está demostrado que en caso de que el consumidor tuviera la misma presencia física que los actores de los anuncios, muy probablemente no necesitaría consumir el producto anunciado.
 
Está demostrado, aunque muchos siguen creyendo lo contrario, que los coches lujosos no llevan como equipamiento de serie a la sugerente modelo que “nos lo vende”.
 
La tormenta de mensajes es tan grande y tan perturbador su contenido que es fácil que el espectador quede aturdido. Ante la insistente promesa de felicidad futura de la mano de un maravilloso producto que no necesitamos, es fácil que, aunque no seamos conscientes de ello, nos sintamos infelices por no necesitar tan mágico producto. Las empresas crean productos y luego intentan convencernos de que los necesitamos, utilizando la sicología inversa: “si no utilizas nuestro producto serás infeliz”, ni siquiera venden felicidad, sino un antídoto para la infelicidad que quieren causarnos con su propio mensaje.
 
Muchos de los anunciantes incluso, recurren a siniestras alianzas con los más bajos instintos del consumidor. Hay campañas que nos advierten de que no seremos totalmente felices si se nos llega a ocurrir compartir el producto en cuestión con nuestros amigos. Hay productos que nos aseguran convertirnos en el centro de la envidia vecinal. Hay otros que nos convertirán en el centro permanente de atención del otro sexo, aunque no advierten que, como es lógico, también acudirán a nosotros feos y feas de todos los rincones del planeta. Otros prometen sin sonrojo convertirnos en adictos al producto. Todo ello para mayor gloria del consumidor, por supuesto.
 
El mensaje del anunciante se podría resumir en: “consumir es sinónimo de éxito”. Está claro que lo único que importa es el éxito de la cuenta de resultados de la empresa, aunque sea a costa del fracaso de la cuenta de resultados del consumidor.
 
Sepan las empresas anunciantes que del descenso de sus ventas tendrán que pedir explicaciones a los mercados, que generan paro y peores condiciones laborales, que generan menos capacidad de consumo, que genera paro y peores condiciones laborales, que generan menos capacidad de consumo, que genera paro y peores condiciones laborales, que generan menos capacidad de…
 
Se mire por donde se mire, la sociedad española está muy enferma y los dos síntomas más claros son la fiebre del mercado laboral, que ya alcanza más de 4.000.000 de grados (y subiendo), y la fiebre del consumismo que, alabada sea la razón, parece estar dando sus últimos coletazos.
 
Por lo tanto deseo, ¡Febril Navidad para todos! Para los que pueden consumir y para los que no. Para los que pueden comprar regalos y para los que no. Para los que pueden salir de fiesta, y para los que no. Para los que tienen trabajo, y para los que no. Para los que tienen qué comer, y para los que no.
 
https://www.alainet.org/es/articulo/146418?language=es
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