El títere se rebela en Afganistán

19/11/2010
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En la portuguesa Lisboa, se delibera el plan más detallado que se conozca hasta ahora para la retirada de las tropas estadunidenses y de las fuerzas internacionales que mantienen invadido Afganistán desde el 7 de octubre de 2001, a un altísimo costo en: vidas humanas (incluidas las de soldados ocupantes), víctimas inocentes (como niños y ancianos), gigantesco en términos económicos y también de imagen global de la súper potencia más intervencionista, cuando menos desde mediados del siglo pasado.
 
El plan contempla terminar, en 2014, las misiones de combate de las tropas de Estados Unidos y los demás integrantes de la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Previamente, en un plazo de 18 a 24 meses, transferirán la responsabilidad de la seguridad al ejército del país que ha resistido durante siglos al mayor número de imperios.
 
Un antecedente ineludible es que Barack Hussein Obama ordenó, en diciembre de 2009, a las fuerzas armadas mejor equipadas en toda la aldea, “traspasar de forma paulatina” la responsabilidad de la seguridad del gobierno afgano, pero no de los niños y los ciudadanos.
 
Para apuntalar el plan que busca impulsar la transición de Kabul, el presidente de las grandes promesas incumplidas --puntualmente cobradas por el electorado estadunidense--, envió 30 mil soldados más, en una copia del último plan estratégico de George W. Bush para Irak, en 2007, y que según el Pentágono arrojó tan buenos resultados como el retiro de 140 mil soldados, la conclusión de las operaciones de combate, aunque permanecen 50 mil efectivos y muchos mercenarios, que lo extendieron a Afganistán con todo y el estratega castrense como máximo jefe.
 
Pero resulta que Hamid Karzai no está de acuerdo y plantea que llegó la hora de “reducir las operaciones militares” de los efectivos invasores, sin contar a los mercenarios, porque después de nueve años de guerra el pueblo afgano “se vuelve impaciente”, no puede soportar más la enorme presencia de los ocupantes y quiere ver reducida la aparición de los soldados en “la vida diaria”. Específicamente reclamó por medio de una entrevista con The Washington Post, publicada el sábado pasado, se terminen “las redadas que tropas extranjeras realizan en medio de la noche”.
 
No le falta razón al gobernante cuando aclara a sus padrinos que los sistémicos excesos en los operativos militares agravian a los afganos e incitan a la insurgencia del Talibán, quien en boca del mullah Omar definió al gobierno de Karzai de “títere y corrupto”. Segundo adjetivo en el que coincide con Washington, y que es la fuente recurrente de crisis en las relaciones con Kabul, sobre todo después de la segunda elección presidencial de 2009. Ningún gobierno impuesto con base a una invasión, así medien elecciones formales, puede ser un dechado de honradez y transparencia, porque suplantar la soberanía nacional y popular con la fuerza militar es uno de los mayores actos de corrupción.
 
En aras de defender la nueva estrategia, tanto Hillary Clinton como el comandante en jefe de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad reaccionaron con “sorpresa y decepción” ante el distanciamiento de Karzai en momentos en que se requiere el mayor cierre de filas, en tanto la insurgencia afgana se dispone a “incrementar nuestras operaciones paso a paso y llevarlas a cualquier parte del país para obligar al enemigo a salir de sus escondites”. Tal es la nueva estrategia que le reporta buenos resultados al norte de Afganistán, y desmintió cualquier negociación con Karzai “mientras tropas extranjeras permanezcan en nuestro territorio”. El enemigo, aseguró el mullah Omar “está retirado y asediado”.
 
Utopía 901
https://www.alainet.org/es/articulo/145606?language=es
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