Crimen, negocio global

27/10/2010
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A Benjamín Bernal, amigo y presidente de la Agrupación de periodistas teatrales, por sus 30 años de ejercicio profesional.
 
Fenómeno destructor que cobra vidas y corrompe a Estados enteros. Estigma global, el crimen organizado no sólo mueve ganancias multimillonarias, sino que igual degenera en violencia y muerte. Es, además, de impacto mundial presente como síndrome de la putrefacción y descomposición de la llamada globalización, con raíces imperialistas-capitalistas de ganancia fácil, cuyos centros de control están en los países desarrollados porque son dichos los Estados quienes disfrutan de los mayores ingresos.
 
Es el dinero por el dinero lo único que importa del negocio, como en el caso del tráfico de drogas. Eso sí, trastoca y amenaza con degenerar a cualquier Estado porque lo penetra hasta las entrañas, por canales como la corrupción, colusión o infiltración, hasta el grado de o bien convertirlo en un narcoestado, o todavía peor, en un Estado fallido. No me agrada, aclaro, el señalamiento último porque encierra una amenaza de intervencionismo para cualquier Estado. [Es el caso de México, en donde el término es utilizado desde Estados Unidos con pretensiones claras de justificar una posible incursión armada en cuanto el fenómeno desborde toda posibilidad de control estatal, sobre todo en los límites de la frontera norte. O, incluso, fallen instrumentos de prometida “cooperación” EU-México, como el Plan Mérida un émulo fracasado del Plan Colombia.]
 
Si bien el capitalismo y ahora el imperialismo se han basado en el crimen como estrategia de apropiación y justificación para acrecentar plusvalía y ganancias —es el caso de las invasiones territoriales y exterminio de pueblos enteros en Europa como mecanismos de la “acumulación originaria” y en general el objetivo de las guerras; o de la explotación del trabajo infantil que surgió en los albores del capital inglés—, ya el negocio del opio, por ejemplo, degeneró en beligerancias entre Inglaterra y China allá por los años 1839-1842, con la llamada Primera Guerra del Opio, y conocida hoy como primera narcoguerra.
 
Eso es historia. Porque ahora negocios como el de las drogas han encontrado carta de naturalización a nivel mundial, porque su demanda y consumo representan importantes ingresos para sus negociantes. No obstante marcha a contrapelo de la subsistencia de millones de personas que resultan víctimas, desde la explotación en los cultivos hasta los daños por el consumo. Sin olvidar los caídos que se presentan durante el trasiego mismo, o son víctimas de otras actividades ilícitas como el secuestro, el tráfico de armas, personas, de blancas o explotación sexual, la pornografía infantil, etcétera.
 
Algunos datos no hacen mal para ilustrar. Lo contrario. Por ejemplo, según la ONU, ya en 2003 el valor global del mercado de las drogas ilícitas representaba 322 mil millones de dólares; de los cuales, 140 mil millones eran por la mariguana, 70 mil millones a la cocaína, unos 65 mil de los derivados del opio y la heroína y otros 44 mil millones correspondientes a las metanfetaminas. Del total del valor añadido, más por el riesgo del trasiego entre el productor y el consumidor final precisamente por su carácter ilegal, el 76 por ciento se queda en los países consumidores y sólo un 24 porcentual pasa a los países productores o de paso.
 
Y ahora el ejemplo clásico. Que hoy tomo de la revista Nexos en su último número donde se plantea el tema de la legalización o no de las drogas. “Un kilo de pasta de coca en Colombia tiene un valor de 950 dólares. Convertido en baso de coca, su valor sube a mil 430 dólares. Vuelto cocaína propiamente dicha, el valor del kilogramo sube a dos mil 340 dólares. Con ese precio sale de Colombia, o Perú o de Bolivia, y se va agregando valor conforme vence las barreras de la persecución. Puesta en alguna ciudad mexicana de la frontera norte, el valor del kilogramo de cocaína es ya de 12 mil 500 dólares.
 
“En cuanto cruza la frontera y pisa territorio estadounidense, sube a 26 mil 500 dólares. Una vez que se divide en gramos y se reparte en sobres o líneas en las calles de las grandes ciudades de Estados Unidos, el prodigioso kilogramo de cocaína puede alcanzar un rendimiento de hasta 180 mil dólares. Algo similar sucede en la cadena que lleva a Europa. El hecho significativo para las rentas del narcotráfico mexicano es que por pasar la línea fronteriza con Estados Unidos, un kilo de cocaína puede dejar una ganancia de 14 mil 500 dólares”. Hasta aquí la cita.
 
Pero los últimos datos revelan otra cosa. Recordemos que según el último reporte de la propia ONU presentado en junio pasado por Antonio María Costa, jefe de las Oficina de las Naciones Unidas contra las Drogas y el Delito (ONUDD), son países como Estados Unidos, Canadá y Europa, los que se quedan con la mayor parte de las ganancias por la vena de la droga en el mundo. Que en el caso de la cocaína representa el 70 por ciento de los 72 mil millones de dólares traficados al año [ya no los 70 de 2003; y si no es que más]. Eso sí, también dice María Costa, “los países que cultivan la mayor parte de las drogas ilícitas en el mundo, como Afganistán en el caso del opio, y Colombia en el caso de la coca, son los que reciben mayor atención y crítica, según el estudio “La globalización del delito: evaluación de la amenaza del crimen organizado trasnacional”, presentado el día 17 de junio anterior.
 
Y México que no se queda atrás, porque es el país más vapuleado ahora por los gringos. Un problema que ciertamente creció porque se le salió de las manos al propio sistema político mexicano. Porque sin la corrupción institucional el problema no habría llegado al grado de la violencia de ahora. Pero tampoco se vale que EU presione sólo a México, cuando nada hace ni por apoyar en el control de los ingresos de los cargamentos [ya no digamos los prometidos recursos del Plan Mérida, que trae la jiribilla del intervencionismo], como tampoco en armar a los narcotraficantes quienes son los principales adquirientes de tales armas.
 
Síndrome de la descomposición del imperialismo globalizador. El negocio del crimen organizado, en estos meses anda por ¡los 800 mil millones de dólares!, un 15 por ciento del valor del comercio mundial. El problema es que a unos países les toca, como en este caso a México, poner los muertos y a otros quedarse con los dividendos de una actividad propiamente destructiva. No habrá unidad para contrarrestar el fenómeno en los esfuerzos continentales, como el caso de Latinoamérica, en tanto siga siendo fructífero.
https://www.alainet.org/es/articulo/145121?language=es
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