La vergüenza es propia

17/10/2010
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Como lo dije en mi anterior artículo: “debemos tener el valor de disculparnos públicamente por la torpeza antes que nos la enrostren” y yo cometí una torpeza. Cierto es que se trata de los artículos 16 y 23 de la Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación, los que rechazan los empresarios y los periodistas de los medios privados. Que el texto sea el mismo, no disminuye la torpeza. La cometí y punto; fue mi torpeza no haber buscado el texto de la ley y quedarme con el proyecto. Por eso me disculpo.
 
Pero, por supuesto, no puedo quedarme ahí, en un párrafo que se perderá sin mayores consecuencias. En estos dos días, he encontrado a más de un periodista que, personalmente, o mejor aún, públicamente han expresado las mismas ideas. Eso me reconforta. Me devuelve la tranquilidad. Porque es muy duro, agobiante, saber que uno está solo, frente a todos sus colegas, tan solo como para preguntarse si es que está en un error. Un error, además, que no es de menor importancia, que está directamente relacionado con la ética del periodismo.
 
Pero ya somos dos y somos tres; en realidad, somos muchos más, aunque nos falta la confianza en nuestro gremio. Esa confianza que teníamos en los años ’60, cuando podíamos contar con los dedos de una mano a aquellos que ejercían este oficio para satisfacer intereses mezquinos. Los años ’60, en que muchos periodistas, casi todos los periodistas, lucharon contra la dictadura, ejercieron su oficio con peligro de sus vidas, llevaron su consecuencia a estar en los lugares donde les prohibieron estar. Aquellos años en que el gobierno estableció la censura de prensa con censores en cada medio de comunicación, pero un dibujante escribió en letra menuda cuatro palabras acusatorias en una caricatura favorable al régimen. Más adelante, el dictador que traicionó a su mentor, impuso la autocensura.
 
Teníamos confianza, en los años ’70, de nuestros colegas enfrentados a la dictadura de Bánzer. De esos tiempos es el recuerdo imborrable de cientos de periodistas perseguidos, encarcelados y hasta asesinados. De ese tiempo es el desgarrador testimonio que sus editores titularon “El delito de ser periodista”. Y luchamos hasta recuperar la libertad. Y entre todos nos pusimos a la tarea de escribir, diseñar y publicar un semanario en el que se dijese lo que los grandes medios no se atrevían a mencionar. Lo hicimos sin esperar compensación, sin sueldo, robándole horas a nuestro descanso. Escuchamos, ahora, voces de algunos de ellos que se alinean para enfrentar supuestamente la Ley contra el Racismo y toda forma de Discriminación; tendrán sus razones, pero el dolor es nuestro, como la vergüenza es nuestra.
 
En los ’80, todos estuvimos contra la Ley Mordaza que propuso Mario Rolón Anaya, conocido banzerista. Nos levantamos en defensa de la Ley de Imprenta y nos movilizamos para que, en todas las capitales de departamento, los municipios eligieran a 40 ciudadanas y ciudadanos que, eventualmente, formarían los tribunales de imprenta. Queríamos, necesitábamos que esa ley de 1925 tuviera vigencia, fuese el marco en el que se desenvolviese la labor periodística.
 
Pero hace un año, el presidente Evo Morales quiso recurrir a la aplicación de esa ley. ¿Cuál fue la respuesta de los reporteros?, ¿lo recuerdan? Se presentaron ante el Palacio de Gobierno con un tapabocas. Y entonces, en un solo acto, hicieron que la Ley de Imprenta, por cuya vigencia luchamos tanto, se transformara en Ley Mordaza.
Más grave aún: quienes no estábamos de acuerdo con esa afrenta, no dijimos nada. Nos callamos. Es una gran vergüenza propia, de la que nadie puede exculparme. Y no es posible, porque de actitudes como aquélla, se avanza hasta esta otra de hoy, en la que ya no importa la ética, no importa el respeto público.
 
De modo que la cuestión de este momento es: cómo actuamos, quienes no aceptamos el argumento de que la ley contra el racismo es una fachada para censurar a los medios de comunicación y a los periodistas. Es un desafío muy grande, porque se ha dejado pasar muchas cosas. Desde aquellos tiempos en que un grupo de alumnos, en la carrera de comunicación social de la UMSA, buscó respuestas a una interrogante: ¿Por qué no se hace investigación en los medios? Y encontró una respuesta demoledora: porque prefiero la tranquilidad de mi familia y la seguridad de mi empleo.
 
Ponerse un bozal para ir a buscar noticias, es una imagen triste, muy triste, del reportero. Meter las cámaras en un féretro es una comedia de mal gusto. ¿Cómo hemos llegado a tales extremos? Mucho de esto le debemos al neoliberalismo, pero tenemos que encontrar la culpa en nosotros mismos. Ojala mañana podamos quitarnos la vergüenza de nuestras entrañas, porque nos está corroyendo.
 
- Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia. 
https://www.alainet.org/es/articulo/144926

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