Cambiemos el nombre al 12 de octubre
11/10/2010
- Opinión
En la idea explicitada en el título, aspiramos a fortalecer la memoria histórica relativa a la fecha en su dimensión fáctica integral, y no solamente la visión diseminada y perenne de intereses dominantes vertida con esmero en libros de texto dirigidos a la educación escolar.
No hubo ningún “descubrimiento” y el lugar geográfico al que llegó Cristóbal Colón tenía dueños, nativos sistemáticamente diezmados y asesinados por el reino de España de la época, para tomar sus suelos y riquezas, y esclavizar a los sobrevivientes.
Día de la Raza fue un resabio monárquico con tintes de colonialismo ideológico, aplicado a países derivados de lugares antes arrebatados, para santificar la llegada de la expedición del navegante enviado por la Corona en 1492 a tierras posteriormente americanas, que sí tenían nombre y habitantes naturales.
Tal denominación actualmente controvertida, imponiendo la festividad apologística de la “raza” colonizadora, fue creada por la Unión Ibero-Americana, organismo de afirmación de la hispanidad, que en 1913 pensó en una celebración para desterrar la “leyenda negra” -léase verdadera historia- de la conquista, pretendiendo unir España y los territorios antes apoderados ya independientes.
Por inercia sigue el feriado aquí y en muchos estados emancipados; heredado y endémico.
Actualmente medio mundo se queja del “festejo” que de fiesta nada tiene.
El presidente Evo Morales recientemente lo definió como “día de luto por la miseria, enfermedades y hambre que trajo la invasión europea a América.”
Se ha comentado como “encuentro” siendo que fue saqueo, “hermanamiento entre dos mundos” y fue imposición opresora, hecho que trajo “progreso y civilización”,
despreciando la cultura originaria como salvajismo, soslayando la vergonzante masacre basada en hambre de poder y ventajas económicas que avasalló de la manera más cruel a cientos de millones de integrantes de etnias aborígenes y africanas, mano de obra gratuita para explotar los nuevos imperios.
Tal vez la conmemoración de la devastación de la Abya Yala merezca una denominación más acorde a los hechos. O como opinó alguien, simplemente deba desaparecer como celebración.
Veremos qué propuestas suman a esta invitación a pensar.
Sin rencores estériles y para proyectar debidamente acontecimientos que nutren orígenes comunes, llegado el bicentenario de la revolución americana, son tiempos de reflexionar acerca de la profundidad de tales cuestiones que hacen a la identidad y patrimonio. Quiénes somos y si lo reflejan con fidelidad nuestros símbolos recordatorios, de dónde venimos, a dónde queremos ir.
La idea de cambiar el nombre al 12 de octubre es tomada de innovadores casos: Chile, Costa Rica, Venezuela, Bolivia, Argentina y otros países, han decidido renombrar el asueto aceptado por costumbre, de connotaciones trágicas solapadamente obligadas al olvido.
Propusimos para el debate Día de la Integración y el Respeto a la Diversidad Cultural, Día de la Integración Cultural o Día de la Multiculturalidad, procurando la necesaria unidad de los pueblos en igualdad de derechos, la comunión que habilita la convivencia sin jerarquías entre culturas.
Dados los hechos históricos irreversibles, desearíamos una efemérides con énfasis en la pluralidad, reivindicando la paz como elemento socializante imprescindible para conciliar intereses variados.
No decimos, no existió la catástrofe. Decimos: sin olvidar, por los que estamos y los que vendrán, hay que vivir el presente y refundar el futuro. Cuidando sistemas como la actual democracia que garanticen libertad para defender, pacíficamente, cada quién la causa que entienda justa.
La concreta realidad es el imparable mestizaje, factor de enriquecimiento cultural imperante en las sociedades actuales, insoslayable punto de partida hacia la prosperidad colectiva.
Multiculturalidad es campo fértil para el desarrollo en un mundo crecientemente diverso y es contundente profilaxis contra la discriminación en todas sus formas.
Lanzada la iniciativa de cambiar el nombre al “día de la raza”, surgieron inmediatamente un sin fin de matices, de los cuales el denominador común es SÍ a la propuesta del cambio.
El precio de la invasión fue de más de 90 millones de seres humanos muertos en un siglo y medio que duró la masacre. Un millón de indígenas asesinados por año. Como si en tres años liquidaran al Uruguay.
Ya cargamos suficiente con ese Día de la Raza racista. Resignificarlo, sería tributo mínimo a las víctimas del genocidio más glorificado.
Si hay cosas importantes qué hacer; esta es una de ellas.
https://www.alainet.org/es/articulo/144774?language=es
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