Racismo, colonialismo y modernidad
19/09/2010
- Opinión
El racismo es una forma nueva de una función antigua de dominación y sus prácticas no se remiten únicamente a la experiencia occidental. Sin embargo, es a partir de la emergencia de la modernidad que se convierte en una ideología filosófica y científica, se le dota de un discurso y se conceptúa como tal. Entonces el racismo moderno es enteramente funcional y está vinculado con la necesidad de un discurso que justifique las relaciones coloniales de dominación.
No es intención de este escrito esquematizar siquiera las innumerables aristas teóricas y empíricas del asunto, tanto porque en su complejidad el racismo es una forma de vida como una estructura de pensamiento y acción omnipresente en todas las dimensiones del mundo globalizado. Más bien, pretende reseñar algunas ideas que evidencian que, históricamente, el racismo es un discurso reciente y funcional a la modernidad, al colonialismo y al capitalismo. Como señala Esteban Ticona citando a Anibal Quijano, el racismo “es un gran invento del mundo colonial para justificar la dominación”.
Antecedentes
El racismo ha sido conceptualizado en el período de entreguerras del siglo anterior (la entrada del término al diccionario Larousse data de 1932) haciéndose común su terminología en las ciencias sociales recién después del final de los conflictos. Esto no significa que el racismo no haya existido antes, sino que es próxima su problematización como fenómeno consistente en “caracterizar a un conjunto humano por algunos atributos naturales, los cuales son asociados a algunas características intelectuales y morales que valen para todo individuo procedente de ese conjunto y, a partir de ahí, eventualmente, poner en acción prácticas de interiorización y de exclusión”(Wieviorka) .
Los antecedentes del racismo moderno se encuentran en la Grecia clásica donde los bárbaros y sus culturas eran considerados inferiores. No obstante, según Santiago Castro-Gómez, sus orígenes tienen más relación con la concepción del mundo como una gran isla dividida en tres regiones: Europa, Asia y África. Esta división territorial implicó asimismo una división poblacional jerarquizada, en la que los europeos ocupaban el sitio superior.
Como se hiciera con muchos otros conceptos antiguos, la Cristiandad de la Edad Media se apropio de este esquema filosófico y le añadió una connotación religiosa. Es decir, el mundo antes clasificado por regiones y etnicidad, a partir de la cristiandad es también clasificado por creencias religiosas, lo que ya implica una valoración más explícita de una diferencia cultural cualitativa entre los grupos humanos.
Resumiendo esta filosofía medieval Castro-Gomez señala citando a Walter Mignolo que “por razones ahora teológicas Europa siguió ocupando un lugar de privilegio por encima de África y Asia. Las tres regiones geográficas eran vistas como el lugar donde se asentaron los tres hijos de Noé después del diluvio y, por tanto, como habitadas por tres tipos completamente distintos de gente. Los hijos de Sem poblaron Asia, los de Cam poblaron África y los de Jafet poblaron Europa. Las tres partes del mundo conocido fueron ordenadas jerárquicamente según un criterio de diferenciación étnica: los asiáticos y los africanos, descendientes de los hijos que, según el relato bíblico, cayeron en desgracia frente a su padre, eran tenidos como racial y culturalmente inferiores a los europeos, descendientes directos de Jafet, el hijo amado de Noé”
1492, año de partida
El descubrimiento de América en 1492 desestabilizó esa concepción tripartita del mundo al presentar una nueva región y una nueva raza que no coincidían con los esquemas religiosos y filosóficos ¿Eran seres humanos los nativos americanos? ¿A qué concepción filosófica correspondían estos territorios? Según Mignolo cuando América empezó a ser conceptualizada estaba implícito que no era ni la tierra de Sem (el oriente), ni la tierra de Cam (África), sino la prolongación de la tierra de Jafet (Europa). A partir de esta noción se legitimó la dominación y el establecimiento europeo sobre el territorio descubierto, permitiendo la división étnica del trabajo y la apropiación de personas, capital y materias primas.
Aníbal Quijano señala que con el descubrimiento de América la población del mundo fue clasificada en identidades raciales divididas entre dominantes/superiores/europeos y dominados/inferiores/no europeos. Estas clasificaciones tienen que ver tanto con los discursos filosóficos citados anteriormente como con diferenciaciones basadas en las características fisiológicas, siendo el color de la piel la principal característica considerada y enarbolándose el discurso de la pureza de sangre de los habitantes europeos.
Para Wieviorka la idea de una diferencia esencial en la naturaleza misma de los grupos humanos, en sus características físicas, no comienza a difundirse sino hasta finales del siglo XVIII con los intentos de su teorización científica emergentes de la colonización y los nacionalismos europeos de Francia, Inglaterra y Alemania. Se trata de un afán científico y filosófico para demostrar la superioridad de la raza blanca sobre las demás y así justificar las relaciones de dominación ya establecidas. Esta propuesta está vinculada con un determinismo sociológico, por el cual los europeos son los encargados de llevar el mundo a la modernidad y tiene que ver con las nociones darwinistas de la evolución lineal de las sociedades.
En este punto el racismo ya no corresponde únicamente a los dominadores europeos, sino que es internalizado por los mismos habitantes de las sociedades colonizadas. Sin descartarse la valoración de las características fisiológicas objetivas, el racismo ya tiene más relación con el imaginario de la blancura. Explica Castro-Gómez “el imaginario de la blancura producido por el discurso de la pureza de sangre fue una aspiración internalizada por todos los sectores sociales de la sociedad colonial (…) Ser “blancos” no tenía que ver tanto con el color de la piel como con la escenificación personal de un imaginario cultural tejido por creencias religiosas, tipos de vestimenta, certificados de nobleza, modelos de comportamiento y formas de producir y transmitir conocimientos”.
Racismo internalizado
Entonces el racismo ya no es únicamente un discurso de los dominadores europeos y va más allá incluso que el racismo científico que encuentra su auge y fin en el nazismo. El racismo ya es una forma inmersa en todos los aspectos de la colonialidad, estando internalizado incluso en los dominados, siendo también institucional y cultural.
Simplemente, Wieviorka señala que el racismo institucional plantea que “el problema radica en el funcionamiento mismo de la sociedad, de la que el racismo constituye una propiedad estructural, inscrita en mecanismos rutinarios que permiten dominar e interiorizar”. El racismo cultural es en cambio “el paso de la inferioridad biológica a la diferencia cultural en la legitimación del discurso racista. Ya no se basa en la jerarquía sino en la diferencia, ya no en los atributos naturales, sino en su cultura, cultura inferior”.
Mas o menos en los mismos términos, para Patzi, “el nuevo racismo consiste en que institucionalmente se van deslegitimando las prácticas racistas explicitas y visibles, inclusive se dictan normas contra el racismo. Se fabrica —como diría Manzanos— una apariencia de armonía, cooperación, solidaridad y buenas intenciones que sustentan la realidad institucional e institucionalizada de desigualdad, competencia y dominación”
Es decir, que el racismo ya no tiene que ver exclusivamente con el color de la piel o los discursos filosóficos y científicos apologéticos de la supuesta superioridad fisiológica, psicológica y moral de la “raza blanca” sobre las demás, sino que está relacionado al pensamiento moderno, colonial y capitalista de las sociedades colonizadas. Así, el racismo es una cuestión estructural de nuestras sociedades que no se reduce a las expresiones peyorativas sobre la diferencia, sino que define a absolutamente todas las dimensiones de la vida personal, social, económica, política, cultural, etc. Por lo tanto, descolonizar el Estado, el poder, el saber y el ser es superar las categorías racistas por lo que no se puede pensar en un cambio verdadero en su pervivencia. Así de claro: la descolonización es acabar con el racismo.
Bibliografía básica: Castro-Gómez, Santiago. La poscolonialidad explicada a los niños. Wieviorka,Michel. El racismo, una introducción. Quijano, Anibal. Colonialidad del poder y clasificación social. Patzi. Félix. Sistema comunal. Fotos: 1. Conquista. Cortanle la caveza a atagualpa inga (sic) Waman Puma. 2. Relieve del sepulcro del emperador Constantino (detalle, un soldado romano y un bárbaro).
DIARIP CAMBIO, LA PAZ.-
https://www.alainet.org/es/articulo/144251
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