Lucha por soberanía alimentaria y reforma agraria: Caminar lento y guardar las ansiedades

08/09/2010
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Entrevista a Diego Montón (34), miembro de la Secretaría Operativa del Movimiento Nacional Campesino Indígena (MNCI). Del 10 al 14 de este mes el MNCI realizará en la provincia de Buenos Aires su primer congreso nacional.

El mercado como un encuentro

¿Continúan siendo la soberanía alimentaria y la reforma agraria los pilares del movimiento?

Montón.―Hoy más que nunca. Debido a la crisis internacional, las trasnacionales han volcado sus capitales a inversiones que tienen que ver con el territorio, los bienes naturales y la producción de alimentos. Se pone en mayor riesgo la vida campesina e indígena, y la humanidad entera, ya que no miden consecuencias. La problemática del calentamiento global nos muestra como su ambición de lucro hace que pierdan de vista que está en peligro la vida del planeta. La soberanía alimentaria y la reforma agraria son dos pilares, dos ejes de lucha, que no deberían ser sólo de los movimientos campesinos, sino de toda la sociedad.

¿Cómo alcanzar a una y otra?

Montón.―Tenemos que lograr que la tierra cumpla su función social, tener una democratización de la tierra. Por un lado, aumentar la masa organizada que pueda impulsar las reformas necesarias en los Estados, que en lugar de ejercer un equilibrio entre el capital y el pueblo, inclinan la balanza en favor del capital. Por otro lado, generar estrategias concretas para lograr políticas públicas que mejoren las condiciones para defender los territorios que ya tenemos y para que las familias campesinas-indígenas puedan acceder a la tierra y a otros recursos como el agua de riego y los bienes de producción.

Nos parece estratégica la conexión entre las organizaciones campesinas y urbanas para generar nuevos mecanismos de intercambio de productos: el mercado como un encuentro entre el campo y la ciudad en el cual los campesinos puedan acercar sus productos sin intermediarios y a un precio justo. Un punto clave es que el Estado comience a comprar producción campesina para todos los programas estatales: centros de asistencia en los barrios, comedores escolares...; eso dinamizaría enormemente al sector.

El camino más certero

¿Cuál es el mecanismo de participación de las 20.000 familias que componen el MNCI? ¿En cada organización hay una forma particular de hacerlo o existe una política común?

Montón.―El movimiento tiene algunos principios: la democracia de base, la dirección colectiva, la división de tareas. Apuntamos a que no exista concentración de poder ni personas que tengan la posibilidad de caer en desvíos o actos de corrupción. Apuntamos a que en todas las instancias haya equidad de género, una paridad entre hombres y mujeres, y una fuerte participación de la juventud. Son familias o comunidades de base que están en un mismo territorio, que comparten la misma problemática e historia. Pueden ir de 10 a 100 familias dependiendo de la zona y densidad.

Luego están las centrales: grupos de base que se encuentran en una región más grande, que articulan la relación con las municipalidades y dinamizan los intercambios productivos. Depende de la provincia, 5 ó 6 centrales, en otras 12, se organizan en una coordinación provincial; el movimiento está en 10 provincias del país, empezándose a desarrollar en otros lugares. A nivel nacional tenemos un plenario trimestral. Ese plenario está organizado por áreas de trabajo: formación, producción y comercialización, salud, territorio y derechos humanos, y la secretaría operativa, que coordina la relación y las alianzas con otras organizaciones, con el Estado.

¿Cómo revertir la expansión del monocultivo transgénico? ¿La ley de bosques es un camino? El ordenamiento territorial que prevé esa norma ya está generando profundos debates en cada provincia. Y los resultados no parecen ser los mejores...

Montón.―A la ley de bosques la tomábamos como una herramienta importante a la hora combatir la criminalización de la lucha campesina: le agregaba una legitimidad jurídica a muchas de las acciones que hemos venido haciendo para detener topadoras e incluso para denunciar las fumigaciones ilegales. Nos parecía que era un avance importante... A nivel nacional se pudo avanzar mucho, pero sabíamos que en las provincias iba a ser más complicado. Es en los parlamentos provinciales donde se expresa más fuerte el poder de los agronegocios. Lo importante es que el tema se ha podido instalar. La sociedad está discutiendo y está al tanto de los males que acarrea el monocultivo, las semillas transgénicas y los agrotóxicos. El camino más certero continúa siendo la organización, trabajar la conciencia y la información.

Que no existan territorios abandonados sin producir

Con la agricultura dominada por las grandes empresas trasnacionales, ¿piensan que una intervención más activa desde el consumo podría aportar en la construcción de la soberanía alimentaria?

Montón.―Mientras más posibilidades tengamos de desarrollar ferias y mercados campesinos en todos los pueblos del interior y, en un segundo punto, en las grandes las ciudades, podremos trabajar la organización de consumidores en dos planos: en los barrios populares, a los cuales podemos llegar con el mensaje de la necesidad de la organización y la lucha por una alimentación digna; y penetrar en las capas medias e instalar la discusión sobre qué es lo que consumimos, de dónde proviene y cómo está elaborado. Esas capas van a ayudar a impulsar otro modelo de agricultura.

También afirman que la tierra y los bienes naturales deben ser regulados según su función social, ecológica y económica, ¿en qué consistiría esta regulación?

Montón.―Esos bienes no pueden ser considerados una mercancía, no pueden quedar a la regulación de un libre mercado, que tampoco es tal. Debe definirse el uso del territorio en función de un modelo de desarrollo con justicia social, un control social desde las organizaciones populares, incluso desde la construcción de Estados nacionales soberanos. Por lo tanto, la producción y el uso del territorio tienen que cumplir ese objetivo acompañados de una función ecológica: que las actividades no provoquen daños irreversibles en la naturaleza. También hablamos de una función económica: que no existan territorios abandonados sin producir mientras otros sectores de la sociedad estén necesitando trabajo y alimentos.

Nada por ganar

Señalan que las empresas mineras se están instalando en los territorios campesinos e indígenas dañando el agua, el aire y el suelo, ¿a qué proyectos extractivos en particular hacen mención?

Montón.―En Mendoza una ley provincial prohíbe el uso de cianuro, sin embargo, la empresa Vale está extrayendo potasio. Va a dejar 200 hectáreas con una capa de más de un metro de sales, lo cual va a perjudicar enormemente las napas subterráneas. Después está la Barrick Gold, una trasnacional que en toda la cordillera viene desarrollando emprendimientos con métodos que han sido prohibidos en Europa, los que les dejan mayores márgenes de ganancia y rentabilidad a costa de la contaminación, devastando cerros, hipotecando no solamente el presente, sino las posibilidades de desarrollo del futuro. Y con unas regalías muy por debajo de lo que sería justo: están dejando un 3%... Todo lo que tenemos es perder y nada por ganar.

¿Existen familias campesinas que se hayan visto despojadas de sus tierras por el avance de la actividad extractiva?

Montón.―Conocemos casos en San Juan y Catamarca: se secaron todos los arroyos que las abastecían de agua y, por lo tanto, tuvieron que irse. Las mineras, además de contaminar, consumen muchísima agua, porque el proceso de transporte y extracción del mineral lo hacen con agua. Esa agua no les va llegando a las comunidades que viven río abajo y eso ha generado que se tengan que ir de sus lugares. El río San Juan, sobre el cual se han construido dos diques para abastecer a las mineras, en su descarga terminaba abasteciendo a 11 comunidades en el llano. Ese río está prácticamente seco y 600 familias están muy complicadas con el agua para el consumo y la vida de los animales.

La alternativa más progresista

¿Tienen como objetivo a largo plazo la participación directa dentro del Estado?

Montón.―Los movimientos sociales somos los encargados de impulsar una agenda desde la participación y no debemos involucrarnos directamente en la dinámica de los Estados y los gobiernos, para no caer en la trampa de la gobernabilidad y las contradicciones que eso depara. Deberán consolidarse partidos progresistas que asuman esa tarea.

Ven en algunos logros parlamentarios de este gobierno ―estatización de las AFJP, ley de medios, Asignación Universal por Hijo―, incluso en el debate sobre las retenciones a las exportaciones de soja, un éxito alcanzado por las fuerzas políticas populares. ¿Creen que algo de esto se hubiera logrado sin el kirchnerismo? ¿Qué perspectivas ven para los próximos años, puesto que, según la oposición, los Kirchner tendrían los días contados al frente del Ejecutivo?

Montón.―Hay que resaltar la importancia de la resistencia popular a lo que fue el neoliberalismo, el saqueo y la devastación del Estado. Las organizaciones populares generaron condiciones para revertir esa etapa, en conjunto con una crisis internacional que de alguna manera habilitó un frente a la ofensiva del imperialismo. Los movimientos no estábamos preparados para asumir una propuesta de gobierno; entonces, el sector que mejor interpretó el momento fue el kirchnerismo, que de alguna manera leyó cuáles eran los pasos que debía dar para construir gobernabilidad. Hoy no hay otro grupo político que tenga reales posibilidades de acceder al poder y mantenerse como lo ha hecho el gobierno actual. Las alternativas, o plantean claramente un retroceso, o tienen un discurso progresista pero una práctica contradictoria, enredada en una táctica electoral que no ha mostrado una ética diferente. El kirchnerismo sigue siendo la alternativa más progresista para asumir en el gobierno, pero ese no debe ser el techo. Debemos ir construyendo una alternativa superadora.

Una gran contraofensiva del imperialismo

Hablan de una nueva época latinoamericana con gobiernos dando pasos a favor de reformas agrarias y la soberanía alimentaria. En el Cono Sur, ¿de qué gobiernos estaríamos hablando? ¿No creen que ha perdido algo de fuerza en la región esta visión de los primeros mandatarios construyendo políticas junto a los movimientos sociales?

Montón.―Vemos una gran contraofensiva del imperialismo y de la derecha que tiene que ver con reacomodamientos de las fuerzas globales. Estados Unidos otra vez ha prestado atención a su patio trasero, que es Latinoamérica, y eso se vio en acciones concretas como las bases militares en Colombia y el golpe en Honduras, señales claras de que van a retomar su intento de controlar la región. Como contraste, el ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) es una esperanza que muestra un proyecto alternativo concreto. Más allá de la utopía que siempre nos ha movilizado, ahí tenemos un modelo al cual debemos fortalecer. Muchas de las contradicciones que veíamos en el ALBA, la propuesta de matriz energética, la agricultura industrial y la extracción intensiva, el gobierno de Bolivia las ha combatido fuertemente.

La Unasur (Unión de Naciones Suramericanas) ha jugado un rol importante a la hora de algunos conflictos, como el golpe en Honduras o la masacre de Pando en Bolivia, que fortaleció al ALBA o, de alguna manera, lo protegió de la ofensiva imperial. Es una coyuntura muy compleja, no es fácil discernir cúal es el movimiento que hay que hacer. Pero no debemos simplificarlo, desde la autonomía de los movimientos sociales tenemos que presionar a los gobiernos a ir hacia medidas cada vez más progresistas. Vamos a ponerle mucha energía a la propuesta del ALBA de los movimientos que, justamente, tiene que ver con generar una instancia continental en la cual podamos impulsar políticas comunes desde una posición autónoma para no tener que hacernos cargo de las contradicciones que se dan en la relación diplomática.

Caminar lento y guardar las ansiedades

¿Qué esperan de este primer congreso nacional del movimiento?

Montón.―Es la culminación de una larga etapa de trabajo en conjunto, de muchas victorias y momentos complicados. Por lo tanto, tiene un carácter de fiesta, de ratificar toda la construcción de ideología y acuerdos que hemos venido haciendo durante estos 7 años. Por otro lado, mostrarle a la sociedad que hemos logrado construir un movimiento que no tiene semejanza en la historia de nuestro país. Es la primera vez que se puede consolidar un movimiento de estas características. Esperamos llegar con este mensaje a muchos lugares y también seguir fortaleciendo alianzas con otros sectores.

¿Imaginaban en 2003 que les tomaría 7 años poder concretar el primer congreso? ¿O sienten que ese camino previo era necesario?

Montón.―Cuando comenzamos, incluso no imaginábamos llegar tan rápido. Lo que nos dirige siempre es la sabiduría campesina: los mejores caminos son siempre los más largos, los que dan más rodeos, los que nos permiten esquivar las sorpresas que siempre hay en el camino. Estamos acostumbrados a caminar lento y guardar las ansiedades, sabiendo que lo importante es llegar a paso firme; ha sido el proceso necesario. A partir de este congreso empieza una nueva etapa del movimiento. Creemos que estamos preparados para asumirla.

- Raquel Schrott y Ezequiel Miodownik estudian el desarrollo de conflictos por los bienes naturales en Argentina y el potencial de Internet para la distribución información sobre el tema.

Para la Agencia de Noticias Biodiversidadla. http://www.biodiversidadla.org/content/view/full/59256

 

https://www.alainet.org/es/articulo/143987?language=en
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