La más nueva quiebra de la Internacional Socialista
- Opinión
El Consejo de la Internacional Socialista, entidad que coordina a los partidos de inspiración socialdemócrata, se reunió durante los días 22 y 23 de junio, en Nueva York. La prensa no le dio mucha atención al evento, pero se trata de un momento importante para entender qué piensa y cómo actúa esa familia política.
La organización se fundó, en 1951, con el propósito de agrupar a la izquierda no comunista, entonces “ensandwichada” por la guerra fría. Constan entre sus principales miembros el Partido Socialista Francés, el Partido Socialdemócrata Alemán, el Partido Socialista Obrero Español y el Partido Laborista Inglés.
Sus afiliados se alineaban al campo capitalista, aceptaban la hegemonía norteamericana y mayoritariamente renunciaban al marxismo. Pero defendían la ampliación del bienestar social y adoptaban circunstancialmente posturas antiimperialistas.
Ese programa permitió a los socialdemócratas tener una posición fuerte mientras la expansión de los derechos laborales se constituía en una las estrategias contra la influencia del campo socialista. Se revelaba como funcional la existencia de una corriente política pro-occidental que disputara, con los comunistas, la dirección del movimiento obrero.
Su trayectoria, sin embargo, sufrió un giro a partir de los años ochenta. Las demandas de la reestructuración productiva y el debilitamiento del bloque soviético volvieron obsoletos los paradigmas de la socialdemocracia. Dispensadas de su rol de contención política, las conquistas sociales se convirtieron en un estorbo para los grandes monopolios.
Los partidos de la Internacional Socialista se vieron frente a una disyuntiva: si preservaran el viejo programa, romperían con las élites de sus propios países y asumirían una política de confrontación; si prefirieran salvaguardar el pacto de conciliación firmado en la güera fría, tendrían que abandonar antiguas banderas y adherir a los cánones del neoliberalismo. Sus dirigentes prefirieron el segundo camino.
La reunión en Nueva York, empero, ignoró solemnemente estos acontecimientos. Como si los socialdemócratas no tuvieran nada que ver con las políticas de privatización, desregulación del Estado y libertad al capital financiero que condujeron el capitalismo a la presente crisis. O con las guerras de agresión llevadas a cabo para defender los intereses de las grandes potencias.
Es sintomático, incluso, que la SI sea presidida actualmente por el griego George Papandreou, el primer ministro a la cabeza del colapso económico de su país y de la ofensiva contra los derechos de los trabajadores helénicos.
Bajo su dirección se aprobaron, en el encuentro realizado en la sede de la ONU, cuatro documentos principales, los cuales versan sobre economía global, situación en Medio Oriente, cambio climático y reglas para el desarmamento nuclear. Una versión en español está disponible en el sitio www.internacionalsocialista.org
El malabarismo del palabrerío se presenta como curiosa pantomima. La jugada: ocultar lo que pasó con promesas sobre lo que pasará. Se critica la “ideología neoliberal” y se habla de “nueva regulación financiera”, por ejemplo, pero no hay ni una sola palabra sobre la política desarrollada por los gobiernos socialdemócratas en los últimos veinte años.
Menos todavía se habla sobre las actuales medidas contra la crisis adoptadas por las administraciones de Grecia, España y Portugal, las tres comandadas por partidos de la Internacional Socialista. Cómplices económicos y militares del Consenso de Washington, Papandreou y sus amigos apelan a cortes en los gastos sociales, cargándoles a los pobres la cuenta de la fortuna acumulada por los ricos.
Otro acto fallido de la cumbre socialista se encuentra en un informe paralelo a los documentos principales, acerca de la situación venezolana. La moción acusa al presidente Chávez de “autoritario”, asumiendo el discurso fabricado por Washington y la oposición de derecha.
La resolución demuestra, además de la sumisión de sus líderes a la Casa Blanca, un inconformismo con la izquierda que preserva una política contrahegemónica. Quedan pocas dudas sobre de qué lado estará la Internacional Socialista a la hora de las definiciones en serio.
Y cuando una organización que se reivindica de tradiciones progresistas acepta ser línea auxiliar del conservadurismo, es porque ha perdido sentido histórico y sobreviene la quiebra del proyecto que representa.
En el caso de la Internacional Socialista, a decir verdad, se trata de la tercera bancarrota. Heredera de la Segunda Internacional, se fue a la lona por primera vez cuando votó los créditos militares exigidos por las burguesías nacionales europeas a vísperas del conflicto mundial de 1914. Reconstruida, volvió a golpear la lona en 1940 por su incapacidad de organizar la resistencia contra el nazismo.
El nuevo colapso de la IS es resultado de la asociación con gobiernos y políticas que llevaron al capitalismo a su peor crisis desde 1929. Al contrario de las ocasiones anteriores, en las que simplemente cerraron las puertas, ahora los socialdemócratas parecen hacer de cuenta que todavía respiran, aunque con ayuda de aparatos.
- Breno Altman, Opera Mundi (www.operamundi.com.br)
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