Lavado, delito de tantos
30/06/2010
- Opinión
Muchas son las características que como tales le dan un sello propio al sistema de autogeneración del capital en cualquiera de sus fases históricas, y más allá de ellas. Trátese desde sus etapas originarias de acumulación, hasta las últimas de florecimiento imperialista y neoliberal globalizador. La globalización es perversa de raíz, no se diga en el país imperialista más desarrollado del mundo, los Estados Unidos. Europa también.
Estamos hablando, por ejemplo, de procesos “normales” de reproducción de capital, como la explotación de mano de obra durante todo el desarrollo industrial, porque sólo ella es capaz de inyectarle el valor a lo producido durante la elaboración. Y de “otros” procedimientos no tan normales, como la apropiación mediante la violencia de los recursos naturales de unos países por otros —siempre los que primero desarrollaron la industria de la guerra en contra los demás—; es decir, el arrebato como mecanismo de agenciarse los bienes de otros, como fue el caso de los procesos de conquista, rapiña y “colonización” de los siglos XVI al XVIII. Pero particularmente del desarrollo de la esclavitud, donde el tráfico de hombres de raza negra desde África, deparó elevados beneficios a los usurpadores colonizadores del sur —en territorio antes mexicano—, durante el florecimiento agrícola que soportó la industrialización del norte en los EU.
Desde entonces, todo desarrollo de la esfera “legal” dentro del Estado-nación tipo (¡el derecho, y las leyes que de él emanan, pues!), se fue adaptando a las circunstancias para aceptar cualquier práctica a beneficio de unos cuantos — los dueños del capital—, y por muy perjudicial y perversa que resulte para los demás quienes se ven inhumanamente afectados. Son los omnipresentes hombres del gran capital, alrededor de quienes se ha erigido el castillo de la razón como herramienta útil para justificarlo todo, siempre y cuando forme parte del mismo esquema legalmente desarrollado y aceptado.
Por lo mismo, Carlos Marx calificó al sistema del capital como el que utiliza y absorbe todo el desarrollo humano, científico y mental posible —el desarrollo de las fuerzas productivas en todas sus etapas—, en su propio beneficio. Pero igualmente ha adaptado todo tipo de procedimientos por muy perversos que parezcan a los ojos ya de un mal observador, haciéndolos pasar por benéficos y/o legales siempre y cuando la ganancia que reditúe lo justifique. ¡Pero por qué no!
Así, aún a la fecha, la mayoría de las perversidades cometidas históricamente por el capitalismo globalizador en sus primeras etapas de explotación de mano de obra, colonialismo y esclavitud, permanecen más evolucionadas y se ven enriquecidas por otras prácticas nuevas en tanto desarrolladas y adoptadas posteriormente, pero que sirven para los mismos fines en esta etapa de globalización neoliberal. La acumulación de capital en pocas manos y el empobrecimiento de la inmensa mayoría que forma el resto de la población mundial, utilizando todas las vías legales e ilegales posibles.
Ahí están el tráfico de drogas (recuérdese las Guerras del Opio entre Inglaterra y China, en el siglo XIX), que hoy es un fenómeno mundial y negocio también global; las guerras territoriales por los recursos, como las invasiones de los EU a los países del Medio Oriente; el tráfico de personas que opera tanto por la migración como para la explotación en condiciones todavía de esclavitud en muchas partes del mundo.
También la práctica de la explotación de mano de obra infantil, tan vieja como los suburbios de Manchester en el siglo XVIII y ahora justificada al interior de muchos países. Igual florece al tráfico de mujeres con fines de explotación sexual y de niños para la venta de pornografía. Sin dejar de lado el mercado negro —y pirata, la piratería de hoy también— de casi todo tipo de mercancías, desde juguetes hasta barriles de petróleo y material radiactivo. Y qué tal la compraventa ilegal de armamento y municiones de todos los calibres, como una extensión de la industria de la guerra que controlan férreamente unos pocos países, partiendo por EU.
Y todo se encamina a laganancia; a la acumulación de riqueza en pocas manos. Aparte, fin último de los que más tienen, que emplean todo procedimiento para lograr sus metas. Así eso signifique el atropello y destrucción de la naturaleza misma, o pasar por arriba de la voluntad de pueblos enteros. Hasta la extinción misma de la raza humana.
A eso llega el negocio ilícito de las drogas en el mundo, que finalmente es controlado desde el ámbito de las finanzas, ni más ni menos que por los EU. El mayor concentrador de la riqueza mundial creada y acumulada durante siglos. El imperio más depredador de la historia de la humanidad. Pero también, y por ello, el más vulnerable ya. El derrumbe de las Torres Gemelas, la insignia de la superioridad imperial, fue sintomático. Peor tantito si fue auto provocado para justificar la “guerra contra el mundo”. Porque está claro, desde entonces, que EU echó andar una estrategia de “seguridad nacional”, que tensa más las relaciones internacionales a beneficio de su sobrevivencia como potencia global, un último recurso que le queda dentro de este perverso orden liberal que encabeza.
Finalmente, todo lo que se dijo en los propios EU durante la década de los 90, sobre el tema del lavado de dinero procedente del narcotráfico con la intención de reglamentar o “castigar”, quedó opacado por los atentados del 11/S, y el cambio de estrategia antiterrorista para justificar las guerras contra Afganistán e Irak. Desde entonces, las transacciones de lavado de dinero al interior del sistema financieroestadounidense transcurren con velada normalidad.
Claro está. Representa un negocio sucio pero millonario que en buena medida funge como soporte de la estabilidad misma del sistema. Puesto que son los propios EU quienes por una parte fijan las reglas y por la otra resultan los primeros que las violentan en su beneficio. Un ejemplo. Ayer, el corresponsal de La Jornada, David Brooks, publicó una nota donde describe cómo los grandes bancos de EU lavan narcofondos mexicanos. Y menciona a Wells Fargo, Bank of America, Citigroup, American Express y Western Union. Tan solo Wachovia Corp. (el sexto banco del país que fue comprado por WF en 2008), “admitió que no hizo lo suficiente para detectar fondos ilícitos en su manejo de más de 378.4 mil millones de dólares en sus negocios con casas de cambio mexicanas entre mayo de 2004 y mayo de 2007”. Los demás no son almas de la caridad. Gana EU.
https://www.alainet.org/es/articulo/142495?language=es
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