Romper el silencio:

La lucha por la justicia para las víctimas de violencia sexual durante el genocidio

14/06/2010
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“Hay pocas cosas tan ensordecedoras como el silencio”, escribió Mario Benedetti en una ocasión. Estoy segura de que, quienes asistimos hace unas semanas al “Tribunal de Conciencia contra la violencia sexual hacia las mujeres durante el conflicto armado interno en Guatemala” podemos entender esa frase en toda su dimensión, luego de escuchar los testimonios presentados por algunas víctimas, quienes después de muchos años, decidieron abandonar el silencio ensordecedor. Ellas alzaron sus voces para contar el horror que han guardado en sus corazones y en sus mentes por largo tiempo, debido a las atrocidades a las que fueron sometidas por varios miembros del ejército, como parte de la política contrainsurgente implementada en el país durante los años más cruentos de la época genocida.
 
María[1] habló del momento en que sufrió una violación tumultuaria, diciendo: “Yo grité por el miedo; estaba sola con mi hijito de un mes y mi esposo estaba trabajando. Nadie me escuchó. Supliqué por mi vida… me pegaron, me tiraron al suelo, me violó uno y después el otro… Ellos se reían. Me dejaron sangrando, sólo tenía un mes de haberme aliviado. Cuando mi esposo regresó no pude decir nada, porque el ejército dijo que si hablaba, iban a matar a toda mi familia. Me quedé callada, no dije nada a nadie, ni a mi esposo, ni a mis papás. Luego me quedaba en la casa sola, con miedo y sufriendo por este dolor”.
 
¿Habrá silencio más ensordecedor que pueda ser experimentado por un ser humano? ¿Podemos al menos imaginar lo que un acto tan atroz como éste puede significar en la vida de una mujer? Una de las traductoras que prestaron sus servicios durante el evento, comentaba que en el idioma q’eqchi’ no existe la palabra “violación”, sino en su lugar, se utiliza un término que traducido literalmente al español, significa “ensombrecieron mi alma”. Y ese fue justamente el sentimiento que nos trasladaron las víctimas a través de sus testimonios: “¿Quién puede reparar este daño hacia mi corazón?”, “Dejaron la enfermedad en todo mi cuerpo y mi cabeza…”, “Es mucho dolor que tengo en mi alma”.
 
Pero estas valientes mujeres, emergen hoy de las grietas del dolor, el miedo y el silencio, para decirnos: “Estamos aquí contando nuestra historia, para quienes no vivieron la guerra, para quienes no sufrieron lo que nosotras sufrimos. Hablamos también por aquellas mujeres que murieron en el conflicto y no pudieron hablar. Queremos que la gente en Guatemala y el mundo, se entere de nuestro dolor, que sepa la verdad y se dé cuenta de que la vergüenza es del ejército y del Estado, no de nosotras. Estamos aquí para pedir justicia, en nombre de todas; para pedir que se nos mire, que se nos atienda con dignidad. No queremos que otras sufran lo que nosotras sufrimos, nunca más. Queremos que se detenga este tipo de violencia contra las mujeres, porque hoy en día, muchas mujeres y niñas siguen siendo violadas y asesinadas, y los casos no se investigan. Queremos justicia, queremos paz para el país”[2].
 
No cabe duda de que “Los sentimientos más profundos, requieren de tiempo y fuerza para derribar los silencios” [3], pero las evidencias nos muestran que podemos lograrlo. Y ese acto estoico de romper el silencio, es el que permite a las víctimas transitar hacia su identidad de sujetos e irrumpir en el escenario político y judicial, para ser visibilizadas, para exigir justicia, reparación y para arrancar al Estado el compromiso firme por el ¡NUNCA MÁS!
 
Ellas han derribado el silencio, pero derribar el muro de la impunidad en estos casos, no depende sólo de ellas. Dependerá del acompañamiento de las organizaciones que las apoyan, dependerá de la voluntad política del gobierno para “mirarlas” y “atenderlas con dignidad”, dependerá de la solidaridad y el apoyo de sus comunidades, y dependerá en definitiva, de las luchas de la sociedad guatemalteca para exigir que funcione el sistema de justicia en el país, pues como bien dijo Martin Luther King: “Nuestra generación no se habrá lamentado tanto de los crímenes de los perversos, como del estremecedor silencio de los bondadosos”.
 

- Lily Muñoz es Investigadora Asociada de AVANCSO



[1] Los nombres que aparecen en este artículo son ficticios. Los nombres de las víctimas tampoco fueron revelados durante el Tribunal, por razones de seguridad.
[2] Paráfrasis de los distintos testimonios presentados por las víctimas.
[3] Frase que aparece en el afiche de la película “Distancia”, de Sergio Ramírez.
https://www.alainet.org/es/articulo/142171
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