Entrevista con Enrique Ayala Mora

La independencia: "el proceso de integración más ambicioso"

31/08/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 448: Bicentenarios: historia compartida, tareas pendientes 06/02/2014

  Con las conmemoraciones de la Revolución del 16 de julio de 1809, en Bolivia, y la Revolución del 10 de agosto de 1809 en Ecuador, donde se instaura el primer gobierno autónomo -la Junta Soberana de Gobierno creada en Quito-, se inició formalmente la celebración de los Bicentenarios de los gritos de la independencia de América. El hecho de rememorar la historia de las luchas que alumbraron la independencia frente a los poderes coloniales europeos aporta nuevas luces para reflexionar sobre el presente: a partir de este pasado común, situar las tareas pendientes en la construcción de la integración regional.

 

Si bien inició con pronunciamientos aislados -y a la postre derrotados- de ciudades o regiones que pedían teneruna junta o gobierno propio, "el proyecto de la independencia fue al mismo tiempo el proceso de integración más ambicioso y más exitoso que tuvieron nuestros países, pues paulatinamente fue consolidándose la idea de que había que apoyarse mutuamente, y entonces surgió la independencia como un proceso continental", destaca Enrique Ayala Mora, historiador ecuatoriano y Rector de la Universidad Andina Simón Bolívar – Sede Ecuador, en entrevista con ALAI.

 
En esta línea, subraya que Bolívar sólo logró triunfar cuando vio que la condición para independizar Venezuela era independizar también a Nueva Granada; y que para seguir viviendo como países independientes, se necesitaba también la independencia de Quito…  En este proceso de integración de los diferentes espacios coloniales, Ayala resalta la importancia de la adhesión de diversos grupos sociales a la causa de la independencia.  Por cierto, ésta comenzó como iniciativa de las elites, pero poco a poco, el pueblo de las ciudades -artesanos, comerciantes- y luego el campesinado se incorporaron a esta causa, generando un amplio consenso social, que permitió su triunfo.
 
Pero, como es sabido, diversos factores luego hicieron retroceder los avances logrados en esa época hacia el proyecto bolivariano.   "Colombia se disolvió, la unidad Perú-boliviana también.  La posibilidad de un gran país en el Cono Sur no terminó por concretarse...  Nuestros países se enfrascaron luego en luchas territoriales, luchas de caudillos, en enfrentamientos internos.  Su 'integración' -llamémosla de alguna manera- fue más bien con el mercado mundial: cada país bilateralmente con los centros de donde se importaban las materias primas y se exportaban manufacturas, fundamentalmente Gran Bretaña.  Y solo con el tiempo, pasado más de un siglo de la independencia, comenzó a hablarse de nuevo de integración". Ayala destaca, sin embargo, que "se mantuvo el ideal integracionista, bolivariano, latinoamericano, durante toda la época Republicana.  Había una especie de idea general de que éramos parte de un continente que venía de México a Chile.  Y en este sentido había una identidad común que más bien fue acentuándose, en buena parte por la discriminación que había de los países del primer mundo hacia los latinoamericanos".
 
Estas ideas habrían de recobrar fuerza en la década de los ‘60, cuando "confluyeron las tradiciones integracionistas y la necesidad inmediata de ampliar los mercados, de trabajar juntos los países que estaban en proceso de construir un proyecto de desarrollo, vinculado fundamentalmente con la ampliación de la industria".  De allí surgieron los procesos integracionistas latinoamericanos: la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), el Pacto Andino, el Mercado Común Centroamericano, y por último el Mercosur (Mercado Común del Sur).  "Ese es el orden en que surgieron los procesos latinoamericanos, que han tenido destinos más bien diversos.  Han tenido épocas de aceleración muy grande, de avances en la integración en algunos casos, de retrocesos o por lo menos alguna detención del proceso que se dio fundamentalmente por los impulsos del mercado mundial", acota.
 
El intercambio sostenido con el historiador Enrique Ayala prosiguió en los siguientes términos.
 
- Para precisar, ¿qué entiendes por integración?
 
- Integración no es cualquier cooperación internacional.  Integración es un proceso en el cual los países se comprometen a construir primero una unión económica, con un mercado común, una unión aduanera, que les permite efectivamente ampliar sus mercados y comerciar fácilmente entre sí.  Y luego vienen los procesos complementarios que implican algunos compromisos políticos, de política internacional, procesos culturales, etc.  La integración empieza por lo económico, pero tiene que ser global. Por otro lado, no hay integración si los pueblos no participan; no es un proceso que pueda darse solamente por impulso de los Estados.
 
Vista así, la integración solo puede hacerse entre países vecinos que tienen cierta homogeneidad económica, que tienen cierta capacidad real de intercambio fuerte, de complementariedad de algunos aspectos económicos.  Significa, por ejemplo para Ecuador, que la única integración posible es la integración andina.  Germánico Salgado, que es el ecuatoriano que más pensó la integración, el padre de nuestra integración, en su última obra planteó precisamente que la integración andina es un eslabón de la integración suramericana. La UNASUR no será un proyecto en serio si no recoge la experiencia de 40 años de la CAN y de poco más de dos décadas del Mercosur, y los hace confluir.  Porque, pareciera que no, pero hemos avanzado mucho en el proceso integrativo como para desperdiciar esos grandes esfuerzos y algunos éxitos.
 
Esos son los procesos que tenemos y sería absurdo comenzar desde cero.  La Unión Europea fue, precisamente, un agregado de tratados, de convenios que fueron creciendo desde la Benelux, desde el convenio entre el carbón y el acero, hasta lo que hoy existe. A nadie se le ocurrió decir: vamos a hacer la Unión Europea global y total desde cero, dejando a un lado la experiencia anterior.
 
Entonces, aclaremos que integración es un proceso histórico, político, global que tiene sus características. No todo es integración. Aquí, por ejemplo dicen, estamos abandonando a los socios reaccionarios de la Comunidad Andina y vamos a integrarnos en el ALBA.  El ALBA no es integración, es un proyecto de cooperación internacional de países que tienen gobiernos con un signo progresista.  Y sí, el Ecuador debió participar en el ALBA, pero eso no implica que estemos integrándonos ni con Cuba, ni con Nicaragua.  Porque no tenemos capacidad de hacerlo.  A mí me parece excelente la cooperación internacional que tenemos con Cuba, pero no es un proceso de integración.
 
- ¿Cuáles son los principales puntos fuertes de lo que se ha logrado construir hasta ahora?
 
- El primer punto que creo que está a favor de lo que tenemos, tanto en la Comunidad Andina como en el Mercosur, es que se ha creado una institucionalidad, que no es fácil de montarla. Hay una secretaría, hay una reunión de jefes de Estado, hay un consejo de ministros, hay acuerdos de tipo cultural, educacional etc.; hay también iniciativas de tipo económico-financiero como la CAF (Corporación Andino de Fomento) y el FLAR (Fondo Latinoamericano de Reservas).  Hay el Parlamento andino y el Parlamento de Mercosur, que son organismos deliberantes que permiten que los pueblos se representen a través de diputados o parlamentarios.  Hay los acuerdos especializados, como la Universidad Andina en el caso de la CAN; hay los tribunales, y esto es muy importante. El tribunal andino tiene muchas más competencias para resolver diferencias entre los países, e incluso diferencias entre ciudadanos de los países, lo cual es una innovación jurídica muy importante. Es decir, hay una supranacionalidad ya en marcha, a la cual nuestros países han estado sometidos mal que bien durante muchos años. El Mercosur tiene menos institucionalidad pero más dinámica integrativa que la Comunidad Andina.
 
Existen también acuerdos de comercio que han permitido el crecimiento, la potenciación de nuestro intercambio fronterizo. Eso no es un producto del azar, o de que estamos juntos simplemente, sino que es un aprovechamiento lúcido de las ventajas que los acuerdos comerciales al interior de la Comunidad Andina y el Mercosur se han dado.   En algunos países ha desarrollado la industria; hay mercados en Colombia, por ejemplo, que dependen de la producción ecuatoriana. Y curiosamente hay un mercado en Venezuela que es muy importante para la manufactura ecuatoriana.  Desgraciadamente Venezuela salió de la comunidad andina y además cuesta muchísimo esfuerzo cobrarle al gobierno venezolano las exportaciones. Pero hay un mercado creado en el marco de la CAN; no es algo que hubiese surgido por inercia.
 
También hay un elemento importante y que es que los países han logrado crear una imagen internacional de sus procesos de integración. Tienen esos procesos de integración a su favor y eso les ha permitido tener cierta personalidad colectiva ante el mundo, ante la comunidad internacional.
 
- ¿Y los principales bloqueos, obstáculos…?
 
- Son muchos. Primero, que al principio todos los procesos de integración nuestros fueron muy ambiciosos. Entonces quisieron atropellar etapas, y quisieron transformar toda la supranacionalidad y todo este esfuerzo de organización en una especie de planificación internacional, supranacional que a la larga no funcionó. Por ejemplo, en el caso de la CAN, se intentó establecer un proyecto industrial con diversas responsabilidades en los cinco países, que al final no terminó por funcionar. Aunque algunos beneficios del proyecto de industrialización sí se han dado.
 
El otro fenómeno es el neoliberalismo. Las políticas neoliberales han arrasado con los procesos de integración. Se privilegió la apertura comercial, la desregulación, la necesidad de bajar los aranceles a cero y de destruir las uniones aduaneras que se estaban formando. Aunque también esa era neoliberal sirvió para que, en los sectores públicos, en los pueblos, en las organizaciones sociales, se diera una necesidad de integración. Como siempre, los efectos sociales son contradictorios y felizmente el neoliberalismo -algo de bueno tenía que tener- nos trajo una necesidad de integración que vino desde la base, desde los sectores sociales organizados.
 
Luego, claro, están las tensiones entre nuestros países. Tensiones que a veces se justifican: ¿cómo no vamos a tener tensiones, con la guerra en Colombia en su peor momento? Pero hay otras tensiones que se agudizan en términos ideológicos o en términos casi personales de los jefes de Estado. En la región andina tenemos el presidente de Venezuela y el de Colombia que tienen una relación tan rara que se insultan mutuamente y luego se abrazan. El de Colombia y el de Ecuador que se odian… El de Perú y de Bolivia también. Entonces es muy difícil montar una comunidad con semejantes antecedentes.
 
Hay un momento geopolítico latinoamericano que ha generado condiciones poco favorables para la integración. Incluso, si nos fijamos bien, los países que tanto han apuntalado a la UNASUR no quieren realmente que la UNASUR sea un organismo de integración.  Quieren que sea un organismo de cooperación internacional, un foro quizás. Brasil ha hecho ver claramente que su proyecto no es tener un organismo supranacional, con características similares a la Unión Europa o a la CAN. Lo que quiere es algo bastante menos ambicioso. Y en ese sentido, por más que haya muchas esperanzas sobre UNASUR, por desgracia no es tan auspiciosa la situación, porque los propios países no tienen voluntad de priorizar la integración en primer lugar.  Yo no conozco a ningún gobierno del continente que tenga como primera prioridad la integración. Esa es una de las complicaciones más serias que tenemos por delante.
 
- Mencionaste que la integración de los pueblos es un componente importante. ¿Por qué mecanismos y dinámicas pasa esa integración?
 
- No es posible hacer integración si los países, los gobiernos, no tienen la voluntad de hacerla. No se puede hacer integración solo desde abajo. Porque la integración supone decisiones de Estado que no pueden tomarlas las organizaciones de la sociedad en ningún país. Pero también es verdad que si no hay una integración de las sociedades, tampoco hay un proceso integrativo de largo plazo. Y para eso veo dos mecanismos, básicamente. El uno es el que los propios procesos de integración incorporen a la sociedad en el acompañamiento de su avance como proyectos de integración. En lo que se refiere a la CAN, había un consejo consultivo empresarial que funcionaba muy bien, porque los empresarios han sido los principales beneficiados de la integración en los últimos años.  Hay también un consejo laboral; ha habido mucho menos avances en el campo laboral, de homogenización de derechos, de garantías laborales, porque las políticas de ajuste han arrasado con eso, pero de todas maneras existe una base social entre las dirigencias de los movimientos formales de trabajadores. Ahora se ha añadido un consejo indígena, se está estableciendo también un consejo ambiental, un consejo de consumidores, de usuarios. Es decir, los propios procesos de integración pueden generar espacios para que las sociedades civiles de sus países se junten.
 
Pero hay otras líneas en las que confío más, y es que hay luchas comunes que juntan a los pueblos. Yo creo, por ejemplo, que la lucha contra el ALCA y contra el TLC fueron un dinamizador muchísimo mayor, para juntar a los pueblos en los foros internacionales y en las acciones concretas que se han tomado, que lo que se pueda hacer en términos de la institucionalidad.
 
Por eso lamento muchísimo la salida de Venezuela de la CAN, simplemente porque eso ha traído consigo que una serie de esfuerzos que podrían hacerse precisamente bajo el signo bolivariano ahora no puedan canalizarse hacia la integración subregional que es el objetivo irrenunciable de nuestros países.
 
Hay un dinamismo en la organización popular, en esta concreción de la identidad común de la voluntad bolivariana, de la voluntad de unidad que han tenido nuestras figuras importantes, nuestros héroes, que ahora puede concretarse porque hay un clima de unidad en los pueblos latinoamericanos. Eso debe ser aprovechado y creo que los gobiernos no lo han hecho adecuadamente.
 
- ¿Se suele citar el modelo europeo de integración, pero podemos pensar en un modelo propio para América Latina?
 
- Hay que pensar en un modelo propio para América Latina. Hay esta voluntad de los pueblos, de unidad, que puede aprovecharse, pero eso se concreta muy poco.  Yo no veo, por ejemplo, que iniciativas que todavía están en proceso, como el Banco del Sur, vayan a apuntalar un proceso más concreto.  Siguen siendo una especie de predominio venezolano sobre la distribución, sobre todo de los hidrocarburos.  Pero yo no veo de ahí una integración, que por otra parte supone el respeto de las diversidades. Yo creo que en Europa ha tenido éxito porque se han tolerado gobiernos que a veces han sido muy disímiles.  En cambio, aquí tenemos que desarrollar una capacidad mayor de cooperar y de unificarnos, cuando América Latina es obviamente heterogénea.  Sigue siendo.
 

 

https://www.alainet.org/es/articulo/141438
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