Alternativas AL Desarrollo en América Latina:

Qué pueden aportar las universidades?

31/05/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 445: La agonía de un mito: Cómo reformular el "desarrollo"? 06/02/2014
Post desarrollo
 
En la historia del desarrollo es posible encontrar diversos énfasis, desde la clásica propuesta de Rostow respecto a estadios de crecimiento económico que los países subdesarrollados necesariamente debían seguir para alcanzar la modernización y la industrialización, pasando por la propuesta de las necesidades básicas, la teoría de la dependencia, desarrollo endógeno, desarrollo sustentable y desarrollo humano, entre otros. Algunas de estas propuestas surgieron en el marco de lo que se ha dado en llamar desarrollo alternativo debido a la introducción de nuevas áreas de preocupación como el ambiente, los derechos humanos, los procesos democráticos y la dimensión local.
 
Un análisis sistemático de estos modelos, sin embargo, evidencia que los ejes centrales del discurso del desarrollo se han mantenido inmodificados. Uno de ellos es el concepto de subdesarrollo. Una sociedad que se plantea el desarrollo como meta necesariamente se percibe a sí misma como subdesarrollada, es decir, en un estado de atraso respecto a un modelo al que se ve como universal y superior. El discurso del desarrollo ha contribuido precisamente a que más de la mitad de la población mundial se considere como subdesarrollada. Esto es muy significativo pues las opciones y alternativas que se buscan para modificar o mejorar la calidad de vida tienen como punto de partida la auto percepción del fracaso, lo que no se ha logrado realizar o alcanzar.
 
Este aspecto tiene que ver con otro elemento central del discurso: la negación de la diversidad. Ésta no puede ser valorada desde el discurso del desarrollo porque cuestiona la noción fundamental de estados superiores a alcanzar, donde un tipo de sociedad desarrollada se constituye el modelo a seguir. Teodor Shanin (1997) plantea que la palabra progreso fue cambiando según las tendencias en modernización, desarrollo o crecimiento, pero la idea central se mantuvo: la diversidad fue producida por diferentes momentos del desarrollo de diferentes sociedades. A medida que quienes están en los niveles percibidos como más bajos se muevan hacia el ejemplo propuesto por quienes ya han alcanzado los mayores logros del progreso, la diversidad desaparecerá. Esto significa que otras formas posibles de hacer las cosas –de alimentarse, de producir, de intercambiar bienes, de relacionarse con la naturaleza- no son percibidas como expresiones de diversidad sino como la incapacidad de actuar de acuerdo con el modelo visto como universalmente válido, es decir el occidental. Por lo tanto, las alternativas y soluciones que se promueven no están ancladas en las particularidades de las personas y los pueblos sino en los elementos previamente definidos por el discurso del desarrollo.
 
Directamente asociado con este aspecto se encuentra otro elemento central del discurso, y es la legitimación de la intervención. El desarrollo no solamente es normativo respecto al modelo de vida a seguir sino que justifica la intervención de actores externos. En la medida que se acepta que hay poblaciones “atrasadas” y “subdesarrolladas” que no han logrado alcanzar su potencial y que por otro lado hay naciones –y corporaciones- con los conocimientos y los instrumentos adecuados para ayudarlos a mejorar su desempeño y lograr los niveles de vida aceptados como universalmente válidos, el carácter transitivo del desarrollo, es decir su intervención en los asuntos internos de otras naciones, surge como elemento natural e incuestionable. 
 
Un cuarto elemento, y probablemente el que más claramente caracteriza el discurso del desarrollo, es la centralidad del crecimiento económico. De hecho el desarrollo siempre se refiere a “más”: más inversiones, más infraestructura, más producción. La respuesta dada a las múltiples y diversas situaciones a las que se enfrentan sociedades heterogéneas es siempre de carácter económico, orientada a crear dependencia de bienes y servicios que sólo se pueden obtener en el mercado. De acuerdo con Arturo Escobar, la visión económica ha sido, sin duda, la mayor influencia en el pensamiento del desarrollo, y ha tendido a “economizar” no solo al desarrollo sino a la vida misma.
 
Escobar y otros autores de la corriente conocida como post desarrollo han argumentado que estas características están siempre presentes en el discurso del desarrollo, con independencia de si se trata de teorías dominantes o alternativas y han convocado a pensar alternativas AL desarrollo. Mientras éste es de carácter normativo imponiendo a las personas y a las sociedades una forma de percibirse a sí mismas, de interpretar sus vidas y de proyectarse hacia el futuro, el post desarrollo ofrece argumentos que cuestionan la universalidad del modelo y convocan a identificar y promover “otras maneras de hacer las cosas”. El desarrollo cuenta, según Escobar (1987), con dos instrumentos fundamentales: el trabajo del conocimiento del desarrollo (la profesionalización del desarrollo), y el trabajo de las instituciones del desarrollo (la institucionalización del desarrollo). El post desarrollo, por su parte, no presenta un discurso alternativo sino una nueva sensibilidad que valoriza la diversidad, que cuestiona la centralidad de la economía –en particular del mercado-, que promueve la sustantabilidad de la vida y la naturaleza, no del desarrollo –¡mucho menos del crecimiento!- que reconoce múltiples definiciones e intereses en torno al sustento, las relaciones sociales y las prácticas económicas, que prioriza la suficiencia frente a la eficiencia, entre otros conceptos.
 
América Latina, cambios y desarrollo
 
Durante los últimos años los países latinoamericanos han protagonizado un cambio de orientación política, contando con una mayoría de gobiernos que se autodenominan progresistas de izquierda. Ello ha implicado la implementación de políticas de nuevo signo y también la llegada de un discurso oficial que incorpora como propias las aspiraciones de amplios sectores de la población históricamente marginados de las prioridades gubernamentales. Un elemento, sin embargo, se ha mantenido constante durante las últimas décadas con independencia de la orientación de los gobernantes: la exaltación del desarrollo como objetivo tanto de las políticas nacionales como de los esfuerzos de integración regional.
 
El Tratado de Asunción que dio origen al MERCOSUR (Mercado Común del Sur, integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay y otros estados asociados) fue firmado en 1991 por gobiernos neoliberales. En su primer considerando plantea que “la ampliación de las actuales dimensiones de sus mercados nacionales, a través de la integración, constituye condición fundamental para acelerar susprocesos de desarrollo económico con justicia social”.
 
Quince años después, con gobiernos de izquierda en la mayor parte de los gobiernos de América del Sur, se creó la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) en un intento por superar lo que muchos veían como una mera unión aduanera para transitar un verdadero camino de integración. El desarrollo aparece nuevamente como el principal objetivo a alcanzar: “La Unión de Naciones Suramericanas busca el desarrollo de un espacio integrado en lo político, social, cultural, económico, financiero, ambiental y en la infraestructura. Este nuevo modelo de integración incluirá todos los logros y lo avanzado por los procesos del MERCOSUR y la Comunidad Andina, así como la experiencia de Chile, Guyana y Suriname. El objetivo último es y será favorecer un desarrollo más equitativo, armónico e integral de América del Sur.
 
A nivel nacional podemos citar los ejemplos de Brasil y Uruguay. Según cobertura de prensa brasileña “el desarrollo de Brasil, la distribución de la renta entre los más pobres y alcanzar una educación de calidad, son los objetivos prioritarios del programa de gobierno del presidente Lula da Silva para un segundo mandato”. Y para el caso del Frente Amplio, coalición de izquierda que gobierna Uruguay desde 2005, el programa aprobado en su último congreso con miras a las elecciones de 2009, plantea que esa coalición “procura transformar el Uruguay para que sus habitantes logren niveles crecientes de calidad de vida. Esta aspiración se resume en el concepto de desarrollo. En el marco de una concepción integral del desarrollo cabe definir aquí el desarrollo económico- social como un objetivo central del gobierno de izquierda. Esta aspiración implica definir políticas activas en diversos campos para mejorar las condiciones de vida de la población. Para lograrlo es imprescindible el crecimiento económico sostenido, porque así aumentará el producto y la riqueza nacional”.
 
Esta reseña muestra la aspiración al desarrollo como una constante en los gobiernos de América Latina, independientemente de su orientación política. El documento del Frente Amplio en particular sintetiza la aspiración común de los diversos gobiernos que presentan al crecimiento económico como la llave para otros procesos que permitan acceder al bienestar general.
 
Es interesante observar que los gobiernos de izquierda de la región criticaron de sus antecesores la aplicación de las políticas neoliberales, los tratados de libre comercio, la dependencia de los organismos internacionales de crédito. Cabe preguntarse por qué, si durante décadas el desarrollo fue la guía de esos mismos gobiernos –y de los organismos internacionales que promovieron la aplicación del modelo neoliberal- éste no sólo no es objeto de la misma crítica sino que continúa siendo la aspiración fundamental.
 
Una posible respuesta tiene que ver con que los beneficios del desarrollo pertenecen a lo que John Kenneth Galbraith dio en llamar “sabiduría convencional” en su libro “The Affluent Society”. Allí planteó que con frecuencia las personas reaccionan casi con pasión religiosa para defender lo que han aprendido con esfuerzo. Según él, la familiaridad es muy importante para la aceptabilidad, y las ideas que son aceptadas tienen gran estabilidad, son altamente previsibles. En base a estas tres características (familiaridad, previsibilidad y aceptabilidad), acuñó la expresión “sabiduría convencional. El desarrollo claramente se ubica en este campo dada su alta aceptabilidad que deriva de la familiaridad con independencia de los resultados objetivos. Según Galbraith, la articulación de la sabiduría convencional es un rito religioso, la afirmación de lo que la gente ya sabe sin ninguna intención de generar conocimiento.
 
En un sentido similar, Gilbert Rist (1997) ha afirmado que el desarrollo es una creencia profundamente arraigada, una certeza colectiva sobre la cual no sería apropiado realizar cuestionamientos en público. El desarrollo pertenecería a un grupo de proposiciones en las que la gente cree porque han sido repetidas por largo tiempo y todo el mundo acepta. En la misma línea, Raff Carmen (1996), sostiene que el desarrollo puede ser llamado la religión sustituta de la segunda mitad del siglo XX. Ha sido este carácter de religión moderna lo que le ha permitido continuar y reproducirse a pesar de más de 50 años de promesas incumplidas e incluso de planteos que entran en contradicción con desafíos a los que se enfrenta la humanidad, como por ejemplo el de la sustentabilidad ecológica.
 
Otra posible respuesta tiene que ver con el modo de intervención, generador de determinadas formas de percibir el mundo y auto-percibirse que acarrea el discurso del desarrollo sobre todo luego de más de medio siglo de institucionalización.
 
Universidad, desarrollo y post desarrollo
 
Las universidades latinoamericanas se han caracterizado por una vocación dirigida a la acción social, fundamentalmente luego de la Reforma de Córdoba a partir de la cual, y a lo largo de varias décadas, se concretaron los mayores procesos de transformación institucional, reflejada en los principios de autonomía y cogobierno. Muchas universidades acompañaron los cambios políticos que ha vivido la región y en varios países fueron centros de resistencia a gobiernos autoritarios. Es posible afirmar, sin embargo, que en lo que refiere al discurso del desarrollo, las universidades pueden ser comparadas con los gobiernos progresistas. No sólo es difícil encontrar espacios de cuestionamiento al desarrollo sino que reiteradamente se menciona como función genérica de la universidad atender a las necesidades del desarrollo. Los planteos del post desarrollo, muy tímidamente, han llegado a espacios universitarios y cuando lo han hecho son percibidos con sospecha.
 
En las últimas dos décadas, y sobre todo a partir del libro editado por Wolfgang Sachs, “Diccionario del Desarrollo. Una guía del conocimiento como poder”, ha habido una importante producción sobre los planteos, la práctica y las perspectivas del post desarrollo. Son escasos, sin embargo, los aportes surgidos de universidades latinoamericanas y menores aún los cursos que incluyen en un pie de igualdad a las supuestas ventajas del desarrollo -e incluso a la inevitabilidad del desarrollo como destino-, las críticas y propuestas alternativas del post desarrollo. Tampoco es fácil encontrar a nivel universitario proyectos de investigación que analicen la pertinencia y viabilidad de estas alternativas o de prácticas que, sin autodenominarse post desarrollo, plantean una distancia y un cuestionamiento a las prácticas tradicionales del desarrollo orientadas al crecimiento.
 
Retomando a Galbraith y su idea de sabiduría convencional, también plantea que el enemigo de ésta no son las ideas sino la marcha de los acontecimientos. “El golpe mortal a la sabiduría convencional se produce cuando las ideas convencionales fracasan notablemente para hacer frente a alguna circunstancia frente a la cual su obsolescencia las ha hecho evidentemente inaplicables”- dice Galbraith. Agrega que a esa altura la irrelevancia será dramatizada por alguna persona a quien se le dará crédito por haber instalado las nuevas ideas si bien lo único que habrá hecho será poner en palabras lo que la marcha de los acontecimientos habrá dejado en evidencia.
 
Vale la pena preguntarse si el cambio climático, la crisis energética, la alimentaria y la financiera, sumados al crecimiento del número de personas pobres, la pérdida de la biodiversidad, entre otros, no constituyen una acelerada marcha de los acontecimientos que muestran la obsolescencia del desarrollo. Y cabe preguntarse también en qué medida las universidades no son un espacio privilegiado para colaborar en la promoción de nuevas ideas, en muchos casos ayudando a revelar la importancia de ciertas prácticas hasta ahora desechadas por el discurso del desarrollo. 
 
- Ana Agostino, uruguaya, es asistente social y estudiosa del postdesarrollo; actualmente es secretaria del Consejo Internacional de Educación de Adultos (ICAE).
 
 
Bibliografía
 
Carmen, R. Autonomous Development. Humanizing the Landscape: An Excursion into Radical Thinking and Practice, Zed Books, London y New Jersey, 1996.
 
Escobar, A. La invención del Tercer Mundo: Construcción y Deconstrucción del desarrollo. Bogotá, Editorial Norma, 1996.
 
Esteva, G. Desarrollo, En: Diccionario del desarrollo (W. Sachs, compilador), PRATEC, Perú, 1996.
 
Galbraith, J.K. The Affluent Society. Penguin Books, Inglaterra, 1999.
 
Rist, G. The History of Development. From Western Origins to Global Faith. Zed Books, London y New York, 1997.
 
Sachs, W. Diccionario del desarrollo. PRATEC, Perú, 1996.
 
Post desarrollo
 
En la historia del desarrollo es posible encontrar diversos énfasis, desde la clásica propuesta de Rostow respecto a estadios de crecimiento económico que los países subdesarrollados necesariamente debían seguir para alcanzar la modernización y la industrialización, pasando por la propuesta de las necesidades básicas, la teoría de la dependencia, desarrollo endógeno, desarrollo sustentable y desarrollo humano, entre otros. Algunas de estas propuestas surgieron en el marco de lo que se ha dado en llamar desarrollo alternativo debido a la introducción de nuevas áreas de preocupación como el ambiente, los derechos humanos, los procesos democráticos y la dimensión local.
 
Un análisis sistemático de estos modelos, sin embargo, evidencia que los ejes centrales del discurso del desarrollo se han mantenido inmodificados. Uno de ellos es el concepto de subdesarrollo. Una sociedad que se plantea el desarrollo como meta necesariamente se percibe a sí misma como subdesarrollada, es decir, en un estado de atraso respecto a un modelo al que se ve como universal y superior. El discurso del desarrollo ha contribuido precisamente a que más de la mitad de la población mundial se considere como subdesarrollada. Esto es muy significativo pues las opciones y alternativas que se buscan para modificar o mejorar la calidad de vida tienen como punto de partida la auto percepción del fracaso, lo que no se ha logrado realizar o alcanzar.
 
Este aspecto tiene que ver con otro elemento central del discurso: la negación de la diversidad. Ésta no puede ser valorada desde el discurso del desarrollo porque cuestiona la noción fundamental de estados superiores a alcanzar, donde un tipo de sociedad desarrollada se constituye el modelo a seguir. Teodor Shanin (1997) plantea que la palabra progreso fue cambiando según las tendencias en modernización, desarrollo o crecimiento, pero la idea central se mantuvo: la diversidad fue producida por diferentes momentos del desarrollo de diferentes sociedades. A medida que quienes están en los niveles percibidos como más bajos se muevan hacia el ejemplo propuesto por quienes ya han alcanzado los mayores logros del progreso, la diversidad desaparecerá. Esto significa que otras formas posibles de hacer las cosas –de alimentarse, de producir, de intercambiar bienes, de relacionarse con la naturaleza- no son percibidas como expresiones de diversidad sino como la incapacidad de actuar de acuerdo con el modelo visto como universalmente válido, es decir el occidental. Por lo tanto, las alternativas y soluciones que se promueven no están ancladas en las particularidades de las personas y los pueblos sino en los elementos previamente definidos por el discurso del desarrollo.
 
Directamente asociado con este aspecto se encuentra otro elemento central del discurso, y es la legitimación de la intervención. El desarrollo no solamente es normativo respecto al modelo de vida a seguir sino que justifica la intervención de actores externos. En la medida que se acepta que hay poblaciones “atrasadas” y “subdesarrolladas” que no han logrado alcanzar su potencial y que por otro lado hay naciones –y corporaciones- con los conocimientos y los instrumentos adecuados para ayudarlos a mejorar su desempeño y lograr los niveles de vida aceptados como universalmente válidos, el carácter transitivo del desarrollo, es decir su intervención en los asuntos internos de otras naciones, surge como elemento natural e incuestionable. 
 
Un cuarto elemento, y probablemente el que más claramente caracteriza el discurso del desarrollo, es la centralidad del crecimiento económico. De hecho el desarrollo siempre se refiere a “más”: más inversiones, más infraestructura, más producción. La respuesta dada a las múltiples y diversas situaciones a las que se enfrentan sociedades heterogéneas es siempre de carácter económico, orientada a crear dependencia de bienes y servicios que sólo se pueden obtener en el mercado. De acuerdo con Arturo Escobar, la visión económica ha sido, sin duda, la mayor influencia en el pensamiento del desarrollo, y ha tendido a “economizar” no solo al desarrollo sino a la vida misma.
 
Escobar y otros autores de la corriente conocida como post desarrollo han argumentado que estas características están siempre presentes en el discurso del desarrollo, con independencia de si se trata de teorías dominantes o alternativas y han convocado a pensar alternativas AL desarrollo. Mientras éste es de carácter normativo imponiendo a las personas y a las sociedades una forma de percibirse a sí mismas, de interpretar sus vidas y de proyectarse hacia el futuro, el post desarrollo ofrece argumentos que cuestionan la universalidad del modelo y convocan a identificar y promover “otras maneras de hacer las cosas”. El desarrollo cuenta, según Escobar (1987), con dos instrumentos fundamentales: el trabajo del conocimiento del desarrollo (la profesionalización del desarrollo), y el trabajo de las instituciones del desarrollo (la institucionalización del desarrollo). El post desarrollo, por su parte, no presenta un discurso alternativo sino una nueva sensibilidad que valoriza la diversidad, que cuestiona la centralidad de la economía –en particular del mercado-, que promueve la sustantabilidad de la vida y la naturaleza, no del desarrollo –¡mucho menos del crecimiento!- que reconoce múltiples definiciones e intereses en torno al sustento, las relaciones sociales y las prácticas económicas, que prioriza la suficiencia frente a la eficiencia, entre otros conceptos.
 
América Latina, cambios y desarrollo
 
Durante los últimos años los países latinoamericanos han protagonizado un cambio de orientación política, contando con una mayoría de gobiernos que se autodenominan progresistas de izquierda. Ello ha implicado la implementación de políticas de nuevo signo y también la llegada de un discurso oficial que incorpora como propias las aspiraciones de amplios sectores de la población históricamente marginados de las prioridades gubernamentales. Un elemento, sin embargo, se ha mantenido constante durante las últimas décadas con independencia de la orientación de los gobernantes: la exaltación del desarrollo como objetivo tanto de las políticas nacionales como de los esfuerzos de integración regional.
 
El Tratado de Asunción que dio origen al MERCOSUR (Mercado Común del Sur, integrado por Argentina, Brasil, Paraguay y Uruguay y otros estados asociados) fue firmado en 1991 por gobiernos neoliberales. En su primer considerando plantea que “la ampliación de las actuales dimensiones de sus mercados nacionales, a través de la integración, constituye condición fundamental para acelerar susprocesos de desarrollo económico con justicia social”.
 
Quince años después, con gobiernos de izquierda en la mayor parte de los gobiernos de América del Sur, se creó la UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas) en un intento por superar lo que muchos veían como una mera unión aduanera para transitar un verdadero camino de integración. El desarrollo aparece nuevamente como el principal objetivo a alcanzar: “La Unión de Naciones Suramericanas busca el desarrollo de un espacio integrado en lo político, social, cultural, económico, financiero, ambiental y en la infraestructura. Este nuevo modelo de integración incluirá todos los logros y lo avanzado por los procesos del MERCOSUR y la Comunidad Andina, así como la experiencia de Chile, Guyana y Suriname. El objetivo último es y será favorecer un desarrollo más equitativo, armónico e integral de América del Sur.
 
A nivel nacional podemos citar los ejemplos de Brasil y Uruguay. Según cobertura de prensa brasileña “el desarrollo de Brasil, la distribución de la renta entre los más pobres y alcanzar una educación de calidad, son los objetivos prioritarios del programa de gobierno del presidente Lula da Silva para un segundo mandato”. Y para el caso del Frente Amplio, coalición de izquierda que gobierna Uruguay desde 2005, el programa aprobado en su último congreso con miras a las elecciones de 2009, plantea que esa coalición “procura transformar el Uruguay para que sus habitantes logren niveles crecientes de calidad de vida. Esta aspiración se resume en el concepto de desarrollo. En el marco de una concepción integral del desarrollo cabe definir aquí el desarrollo económico- social como un objetivo central del gobierno de izquierda. Esta aspiración implica definir políticas activas en diversos campos para mejorar las condiciones de vida de la población. Para lograrlo es imprescindible el crecimiento económico sostenido, porque así aumentará el producto y la riqueza nacional”.
 
Esta reseña muestra la aspiración al desarrollo como una constante en los gobiernos de América Latina, independientemente de su orientación política. El documento del Frente Amplio en particular sintetiza la aspiración común de los diversos gobiernos que presentan al crecimiento económico como la llave para otros procesos que permitan acceder al bienestar general.
 
Es interesante observar que los gobiernos de izquierda de la región criticaron de sus antecesores la aplicación de las políticas neoliberales, los tratados de libre comercio, la dependencia de los organismos internacionales de crédito. Cabe preguntarse por qué, si durante décadas el desarrollo fue la guía de esos mismos gobiernos –y de los organismos internacionales que promovieron la aplicación del modelo neoliberal- éste no sólo no es objeto de la misma crítica sino que continúa siendo la aspiración fundamental.
 
Una posible respuesta tiene que ver con que los beneficios del desarrollo pertenecen a lo que John Kenneth Galbraith dio en llamar “sabiduría convencional” en su libro “The Affluent Society”. Allí planteó que con frecuencia las personas reaccionan casi con pasión religiosa para defender lo que han aprendido con esfuerzo. Según él, la familiaridad es muy importante para la aceptabilidad, y las ideas que son aceptadas tienen gran estabilidad, son altamente previsibles. En base a estas tres características (familiaridad, previsibilidad y aceptabilidad), acuñó la expresión “sabiduría convencional. El desarrollo claramente se ubica en este campo dada su alta aceptabilidad que deriva de la familiaridad con independencia de los resultados objetivos. Según Galbraith, la articulación de la sabiduría convencional es un rito religioso, la afirmación de lo que la gente ya sabe sin ninguna intención de generar conocimiento.
 
En un sentido similar, Gilbert Rist (1997) ha afirmado que el desarrollo es una creencia profundamente arraigada, una certeza colectiva sobre la cual no sería apropiado realizar cuestionamientos en público. El desarrollo pertenecería a un grupo de proposiciones en las que la gente cree porque han sido repetidas por largo tiempo y todo el mundo acepta. En la misma línea, Raff Carmen (1996), sostiene que el desarrollo puede ser llamado la religión sustituta de la segunda mitad del siglo XX. Ha sido este carácter de religión moderna lo que le ha permitido continuar y reproducirse a pesar de más de 50 años de promesas incumplidas e incluso de planteos que entran en contradicción con desafíos a los que se enfrenta la humanidad, como por ejemplo el de la sustentabilidad ecológica.
 
Otra posible respuesta tiene que ver con el modo de intervención, generador de determinadas formas de percibir el mundo y auto-percibirse que acarrea el discurso del desarrollo sobre todo luego de más de medio siglo de institucionalización.
 
Universidad, desarrollo y post desarrollo
 
Las universidades latinoamericanas se han caracterizado por una vocación dirigida a la acción social, fundamentalmente luego de la Reforma de Córdoba a partir de la cual, y a lo largo de varias décadas, se concretaron los mayores procesos de transformación institucional, reflejada en los principios de autonomía y cogobierno. Muchas universidades acompañaron los cambios políticos que ha vivido la región y en varios países fueron centros de resistencia a gobiernos autoritarios. Es posible afirmar, sin embargo, que en lo que refiere al discurso del desarrollo, las universidades pueden ser comparadas con los gobiernos progresistas. No sólo es difícil encontrar espacios de cuestionamiento al desarrollo sino que reiteradamente se menciona como función genérica de la universidad atender a las necesidades del desarrollo. Los planteos del post desarrollo, muy tímidamente, han llegado a espacios universitarios y cuando lo han hecho son percibidos con sospecha.
 
En las últimas dos décadas, y sobre todo a partir del libro editado por Wolfgang Sachs, “Diccionario del Desarrollo. Una guía del conocimiento como poder”, ha habido una importante producción sobre los planteos, la práctica y las perspectivas del post desarrollo. Son escasos, sin embargo, los aportes surgidos de universidades latinoamericanas y menores aún los cursos que incluyen en un pie de igualdad a las supuestas ventajas del desarrollo -e incluso a la inevitabilidad del desarrollo como destino-, las críticas y propuestas alternativas del post desarrollo. Tampoco es fácil encontrar a nivel universitario proyectos de investigación que analicen la pertinencia y viabilidad de estas alternativas o de prácticas que, sin autodenominarse post desarrollo, plantean una distancia y un cuestionamiento a las prácticas tradicionales del desarrollo orientadas al crecimiento.
 
Retomando a Galbraith y su idea de sabiduría convencional, también plantea que el enemigo de ésta no son las ideas sino la marcha de los acontecimientos. “El golpe mortal a la sabiduría convencional se produce cuando las ideas convencionales fracasan notablemente para hacer frente a alguna circunstancia frente a la cual su obsolescencia las ha hecho evidentemente inaplicables”- dice Galbraith. Agrega que a esa altura la irrelevancia será dramatizada por alguna persona a quien se le dará crédito por haber instalado las nuevas ideas si bien lo único que habrá hecho será poner en palabras lo que la marcha de los acontecimientos habrá dejado en evidencia.
 
Vale la pena preguntarse si el cambio climático, la crisis energética, la alimentaria y la financiera, sumados al crecimiento del número de personas pobres, la pérdida de la biodiversidad, entre otros, no constituyen una acelerada marcha de los acontecimientos que muestran la obsolescencia del desarrollo. Y cabe preguntarse también en qué medida las universidades no son un espacio privilegiado para colaborar en la promoción de nuevas ideas, en muchos casos ayudando a revelar la importancia de ciertas prácticas hasta ahora desechadas por el discurso del desarrollo. 
 
- Ana Agostino, uruguaya, es asistente social y estudiosa del postdesarrollo; actualmente es secretaria del Consejo Internacional de Educación de Adultos (ICAE).
 
 
Bibliografía
 
Carmen, R. Autonomous Development. Humanizing the Landscape: An Excursion into Radical Thinking and Practice, Zed Books, London y New Jersey, 1996.
 
Escobar, A. La invención del Tercer Mundo: Construcción y Deconstrucción del desarrollo. Bogotá, Editorial Norma, 1996.
 
Esteva, G. Desarrollo, En: Diccionario del desarrollo (W. Sachs, compilador), PRATEC, Perú, 1996.
 
Galbraith, J.K. The Affluent Society. Penguin Books, Inglaterra, 1999.
 
Rist, G. The History of Development. From Western Origins to Global Faith. Zed Books, London y New York, 1997.
 
Sachs, W. Diccionario del desarrollo. PRATEC, Perú, 1996.
 
Shanin, T. The idea of progress, En: The Post-Development Reader. Zed Books, Londres y Nueva Jersey, 1997., T. The idea of progress, En: The Post-Development Reader. Zed Books, Londres y Nueva Jersey, 1997.
https://www.alainet.org/es/articulo/141380

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