La propuesta paraguaya:

Soberanía e Integración en América Latina

22/04/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 443: América Latina en Movimiento No 443-444 06/02/2014
El Paraguay, al estar enclavado en el centro de América del Sur, es uno de los países con mayor convicción de la necesidad de integración de los pueblos latinoamericanos. Es, también, donde mayor convicción existe a favor de la independencia y soberanía, no sólo de metrópolis externas, sino de las submetrópolis, particularmente las élites paulista y porteña.
 
La historia nos enseña en cuanto a las disputas entre las submetrópolis de la región, en las cuales el pueblo paraguayo llevó la peor parte. Durante la era colonial, las prósperas e igualitarias reducciones guaraníes fueron reiteradamente asaltadas por los bandeirantes, para llevar a los indígenas esclavizados a las plantaciones de San Pablo. También durante la era colonial, la provincia del Paraguay sufría la imposición del “puerto preciso” de Santa Fe, que agregaba abusivas tasas al comercio.
 
Luego de la independencia (1811), las nuevas élites regionales se negaron a reconocer la independencia paraguaya. Particularmente, el principio de la “libre navegación de los ríos” le fue negado al Paraguay durante toda la primera mitad del siglo XIX. Ello no impidió que se fortaleciera en el país uno de los más prolongados y fructíferos intentos de desarrollo autónomo de América Latina (1813-1865). Este modelo soberano de desarrollo, que se articulaba con otras naciones y regiones (Uruguay, provincias de Corrientes y Entre Ríos, en Argentina, y Bolivia hacia el Pacífico), fue truncado mediante la genocida Guerra de la Triple Alianza (1865-1870).
 
A partir de entonces, la soberanía paraguaya quedó muy disminuida. Los bosques, yerbales y estancias de la patria, asentados en tierra pública, fueron enajenados a precio vil a capitales anglo americanos radicados en Buenos Aires o Río de Janeiro, incluyendo a su población campesina e indígena que vivía en las mismas. El Paraguay no solo perdió su soberanía territorial, sino todo control sobre sus recursos naturales que luego serían destruidos principalmente en la segunda mitad del siglo XX sin dejar beneficio alguno al pueblo.
 
El dictador Alfredo Stroessner (1954-1989), alentó la pronta ocupación de lo que quedaban de las tierras públicas y la destrucción de sus ricos ecosistemas para beneficio de terratenientes paraguayos, brasileños (los actuales “brasiguayos”, que ingresaron en la década del ’60 y ‘70) y extranjeros. No se respetó la soberanía territorial en la frontera y hoy, en su parte lindante con el Brasil, está ocupada por brasiguayos o transnacionales agroexportadoras que destruyen enteramente el medio ambiente y lo poco que queda de bosques nativos.
 
Esta ocupación de la tierra para la agroexportación extractiva, deteriorando al suelo y contaminándolo con agrotóxicos, se propaga como un cáncer y está terminando con lo poco de soberanía alimentaria que disponía la agricultura campesina paraguaya.
 
La negación a la soberanía hidroeléctrica
 
En la década del 60, la dictadura militar brasileña pretendió desconocer la soberanía hidroeléctrica paraguaya del limítrofe Río Paraná, expresada en el majestuoso Salto del Guairá. Pese a que el Paraguay vivía bajo la dictadura de Alfredo Stroessner, la juventud se manifestó, y fue brutalmente reprimida.
 
Esta presión popular permite que se firme el Acta de Foz de Yguazú (1966) que reconoce expresamente la soberanía hidroeléctrica paraguaya desde el Salto del Guairá hasta la desembocadura del Río Yguazú, en el límite con la Argentina.
 
En abril de 1973, la dictadura militar brasileña impone el tratado de Itaipú que, aún cuando incorpora el Acta de Foz de Yguazú en su Preámbulo, deja en duda la soberanía hidroeléctrica paraguaya, el recurso renovable más valioso del país. Con la Argentina, gobernada en ese entonces por Perón, el Paraguay suscribe el tratado de Yacyretá en diciembre de 1973, donde se reconoce en el mismo texto del tratado la soberanía hidroeléctrica paraguaya.
 
Desde aquel momento, la dictadura complaciente de Stroessner permitió que se desconozca la soberanía paraguaya en ambas centrales hidroeléctricas, la más grande del mundo y de la Argentina, respectivamente. Los posteriores gobiernos de “transición democrática”, del mismo Partido Colorado que apoyó al dictador Alfredo Stroessner, continuaron con la política de no reclamar lo que le corresponde soberanamente al Paraguay.
 
Hoy, el 85% de toda la electricidad exportada en América del Sur tiene su origen en el Paraguay y, aunque parezca increíble, no se le permite al Paraguay ejercer su soberanía hidroeléctrica.
 
La frustrada integración
 
Ya en 1990, la Organización Latinoamericana de Energía (OLADE) propuso que la mejor integración eléctrica del Cono Sur de América sería entre Itaipú y Yacyretá, por territorio paraguayo. La cuestión fue vetada por Itamaratí en su momento y hasta hoy no existe una interconexión eléctrica fuerte y confiable en la región. De hecho, no hay otra de mayor fortaleza que la que se puede hacer entre Itaipú y Yacyretá (así como Corpus, en un futuro), pues sencillamente no hay otras centrales eléctricas de tanta magnitud como las citadas.  
 
En 1991 se suscribe el Tratado de Asunción que crea el MERCOSUR y en su misma carta orgánica busca poner límites a la integración energética y, particularmente, eléctrica de la región.
 
Cambio en el Paraguay y aliento a la soberanía y la integración
 
Las limitaciones a la soberanía paraguaya fueron denunciadas desde hace décadas. Sin embargo, fue en el proceso electoral que culminó con las elecciones generales del 20 de abril de 2008 cuando se concretaron las propuestas de llegar a una soberanía territorial, alimentaria y energética. El amplio triunfo de Fernando Lugo es, a más de un cambio a favor de una democracia participativa con contenido social, también para recuperar la soberanía perdida a lo largo de la historia paraguaya.
 
El nuevo gobierno paraguayo parte de la base que sin soberanía no puede haber integración. De hecho, sólo los países soberanos pueden integrarse. Las colonias, como es el triste caso de Puerto Rico, no pueden integrarse a otros países, como los de América Latina, pues es una neocolonia de los EE.UU. de América. Consiguientemente, si queremos integrarnos en América Latina, deben terminar los vestigios neocoloniales heredados de épocas anteriores.
 
En tal sentido, el Paraguay propone enfrentar con valentía y lucidez aspectos que hacen a la soberanía territorial y energética paraguaya, y que tienen relación con nuestros vecinos.
 
Es imprescindible, en efecto, que exista una franja de soberanía territorial en la frontera paraguaya, que evite la abierta colonización por parte de empresas y personas del Brasil, principalmente. De otra manera, el Estado Paraguayo se diluirá al acercarse a la frontera con el Brasil, como de hecho ocurre ahora, debido a las medidas adoptadas por el dictador Alfredo Stroessner en su momento.
 
En cuanto a la cuestión energética, es inconcebible que Brasil y Argentina pretendan desconocer la soberanía hidroeléctrica paraguaya. Voceros de Itamaratí han llegado a sostener que “el Brasil no habría construido Itaipú si supiera que el Paraguay iba a pretender disponer libremente de su energía”. Si ésta es la línea política del Presidente Lula, es extremadamente grave. Es grave porque se pretende dar validez a una entrega o renuncia de la soberanía paraguaya realizada por un dictador como Stroessner, que lo hizo para recibir apoyo político y económico del Brasil, donde se refugió y fue protegido hasta su muerte, pese a ser reclamado por los tribunales de Asunción por crímenes de lesa humanidad, imprescriptibles.
 
Es grave también porque que un país más poderoso como el Brasil pretenda negar la soberanía de un país más débil, como el Paraguay, es una política que cabe dentro de una filosofía neocolonial, impropia de un presidente progresista, con origen en el movimiento obrero, como Lula.
 
El Paraguay tiene la convicción de que es mucho más conveniente para todos integrarnos. De hecho, por falta de integración eléctrica el Brasil perdió US$ 15.000 millones en el 2001, dado que no tuvo electricidad suficiente. Igualmente, la Argentina perdió US$ 4.000 millones en el 2007 por la misma causa. Obviamente, los tres países podríamos haber ganado unos US$ 6.000 millones cada uno –para hacer un cálculo simple— y no que simplemente Brasil y Argentina pierdan.
 
La integración pasa por el reconocimiento de la soberanía de cada uno, especialmente de aquel país, como el Paraguay, donde se origina el 85% de la electricidad que se exporta en toda la región.
 
Si el Paraguay es soberano en cuanto a su energía, el Sur (Argentina, Chile y Uruguay) estará inmediatamente interesado en adquirir la energía hidroeléctrica más barata que la costosa generación térmica a la que hoy tienen que recurrir. De concretarse la exportación hacia el Sur, la interconexión entre Itaipú y Yacyretá igualmente se concretará y con ello cuando el Brasil carezca de electricidad, el Sur (incluidos Yacyretá y Corpus) le podrán auxiliar, llegándose al paradigma de “todos ganan”.
 
¿Por qué, finalmente, el gobierno de Lula todavía se opone a reconocer la soberanía hidroeléctrica paraguaya? Nuestra opinión es que son las grandes empresas financieras y eléctricas que obtienen cuantiosos beneficios con Itaipú y la energía paraguaya.
 
ELETROBRAS está vendiendo sus acciones promocionando que es dueña del 100% de Itaipú –como lo hizo en el Financial Times a fin del 2008— y apuesta más a sus inversionistas extranjeros que a los usuarios brasileños y paraguayos, que son castigados con usurarias tasas de interés..
 
 
En el caso del MERCOSUR se concretó un acuerdo de mercado común sobre el que se asientan los procesos de concentración y transnacionalización del capital y no un acuerdo de integración política en beneficio de las mayorías.   
 
La magnitud de esta situación exhibe los desafíos que debemos asumir todos y todas. Conocer, debatir, difundir, organizarnos los trabajadores y trabajadoras conjuntamente con las fuerzas progresistas del mundo entero es, sin duda, un paso indiscutible para que estos problemas puedan ser superados por los pueblos, quienes vemos al pleno respeto de nuestras soberanías y a una integración entre iguales como la mejor receta para salir del atraso  en que los imperialismos nos hundieron durante siglos.
 
- Mariela González es miembra de la Comisión Directiva del Sindicato de Periodistas del Paraguay. Integrante de la Coordinadora Nacional por la Soberanía y la Integración Energética. 
https://www.alainet.org/es/articulo/141365

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