Oportunidad para las resistencias

25/02/2009
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Artículo publicado en la Revista América Latina en Movimiento No. 441: América Latina en Movimiento No 441 06/02/2014

 En términos de la caracterización de la crisis, hay algunos elementos que habría que agregar para tratar de entender en qué sentido este capitalismo de hoy, si bien se encuentra en una crisis civilizatoria, como también en una crisis económica, política, no es un capitalismo que se está cayendo.  No nos estamos despidiendo de él, nos va a costar mucho trabajo despedirnos de él.

 
El hecho de que esté en una crisis civilizatoria puede significar que nos lleva a todos al desastre, no necesariamente que esta crisis es superada de manera natural por otras fuerzas más inteligentes, más oportunas o con mejores propuestas.
 
Mientras estamos en esta crisis y el déficit del Estado norteamericano crece y hay dificultades con los bancos, con el sistema financiero, con algunas empresas importantes, sin embargo hay muchas otras empresas transnacionales que están creciendo, que están teniendo altísimas ganancias, que están aprovechando este momento para profundizar sus redes, sus raíces sobre el planeta; sobre todo aquellas transnacionales que están vinculadas al territorio. Transnacionales que en estos momentos de crisis aprovechan para absorber empresas nacionales, locales, por ejemplo brasileñas, que aprovechan este momento para que las avalen.  En vez de ser una empresa brasileña, ahora es una empresa con una alta participación de capital extranjero, lo que ha modificado incluso los comportamientos de estas empresas y que está solidificando el poder económico de ese núcleo que está representado en los capitalistas que están detrás de esas grandes empresas.
 
El capitalismo no es el Estado, ni puede ser visto solamente a través del Estado, aunque también el Estado es una forma de institucionalizar, es una figura que permite echar a andar mecanismos de regulación global. Pero cuando nosotros observamos lo que es el sujeto hegemónico, el sujeto dominante, hoy en día vemos que está formado de muchas cosas que no son un Estado, vemos incluso que hay una especie de maraña que se forma entre capitalistas de nacionalidades distintas.
 
Entonces hay una gran confusión, porque uno dice: bueno, finalmente qué es lo que está pasando con la hegemonía norteamericana, está siendo desplazada por una nueva hegemonía que es la del capital europeo.  Y cuando rascamos un poquito más y vemos lo que es ese capital europeo, nos damos cuenta que en todas esas empresas hay coparticipación de capitalistas de ambos lados y que finalmente lo que sí se constituye es un núcleo muy fuerte, muy poderoso, que cada vez se consolida más, se enraíza más, de capitalistas mundiales; capitalistas mundiales que, sin embargo, sí tienen una figura estatal principal de referencia, que es la del Estado norteamericano.  De modo que tenemos una crisis en las figuras estatales, pero tenemos una fortaleza en las figuras directas de acción del capital.
 
El capitalismo: un sistema mutante
 
Cuando vemos que las empresas automotrices han empezado a cerrar en todos lados, se está desmoronando para nosotros el capitalismo, en esa que es la figura emblemática del capitalismo industrial.  Pero está creciendo por otros lados.  No hay que olvidar que el capitalismo es un sistema mutante, un sistema transformer y que permanentemente está cambiando sus espacios de interés, sus espacios de valorización, está desplazándose en el modo incluso como usa los territorios y los recursos. Lo que se usaba de una selva antes, no es lo que se usa hoy, antes nunca hubiéramos pensado que el interés estaba en códigos genéticos, en manipulación genética, hoy es esto lo que se busca, pero sigue avanzando por los mismos terrenos, sigue profundizando esa dominación.
 
Observamos también, cuando pensamos en este capitalismo de hoy, que con el neoliberalismo creció la idea del retiro del Estado, de la desregulación en términos generales, pero se fue construyendo una cosa que de repente se ve poco.  No solamente el Estado en general soltó algunos sectores sino que se fueron creando una especie de zonas grises, que son zonas que no están reguladas ni por el Estado ni por la sociedad.  Zonas grises que en una de sus expresiones extremas están representadas por empresas como Blackwater, que son empresas de capacitación de mercenarios para hacer la guerra, para hacer tareas sucias, que hoy constituyen proporcionalmente una parte muy importante de las tareas que está llevando adelante el ejército de los Estados Unidos.  Lo que quiere decir que las guerras que hoy hace Estados Unidos son en parte guerras formales, reguladas, que tienen que rendir cuentas al Congreso, que pueden ser cuestionadas en el Congreso, en la sociedad norteamericana; y en parte son guerras que se emprenden fuera de cualquier posibilidad de regulación.  Todo eso que hace Blackwater y todas estas empresas de fabricación de mercenarios, es un trabajo coordinado con el Estado norteamericano, coordinado con el Departamento de Defensa pero que queda fuera de lo que es el Estado.
 
Como esto que ocurre en la guerra, ocurre en muchos otros sentidos.  En nuestros países, vemos que hay una serie de cuerpos de seguridad inconstitucionales, nuevos, todas estas fuerzas especiales que se han formado para combatir el terrorismo, el narcotráfico, los sospechosos, que imponen los planes de tolerancia cero, lo que implica que todos nosotros estamos sometidos a vigilancia, que todos nosotros somos sospechosos, somos potenciales o posibles terroristas, y que en cualquier momento podemos ser acusados de tales, aprehendidos pero sin derechos, igual que se hizo con la gente que se llevó a Guantánamo.  Eso quiere decir, que la gente que cae en esa condición es considerada combatiente, enemigo o cualquier cosa similar, que no es una categoría jurídica, que no es una categoría reconocida.  Uno como detenido, como preso, tiene derecho a defenderse, pero si uno es sospechoso, no tiene derecho a nada, queda fuera de la posibilidad de que su defensa sea introducida en el marco de las regulaciones sociales.
 
En el plano económico, donde ocurre esto también, hay una serie de ámbitos donde las empresas actúan de manera desregulada, muy particularmente las mineras están en ese limbo. Hay empresas que entran a saquear recursos cuando todavía no es aprobada su entrada, cuando todavía no hay legislación que permita que hagan esto y, sin embargo, ya están funcionando y ya están sacando esos recursos del país. Todas estas cosas están ocurriendo y todas estas cosas prefiguran el tipo de capitalismo que tenemos hoy en día.
 
Esto se combina con la construcción de un tipo de supranacionalidad en la gestión, una supranacionalidad no siempre reconocida jurídicamente, aunque a veces sí. Puede ir por el lado de los acuerdos de integración regionales.  Por ejemplo, en América del Norte hemos establecido una supranacionalidad con el tratado de libre comercio en muchos ámbitos, pero en muchos ámbitos no está establecido: en el de seguridad no está, en el de energía no está, y sin embargo esos están funcionando de acuerdo con los parámetros marcados por lo que sería la gestión global de esa región que es el Estado norteamericano.  Las políticas energéticas se deciden ahí, y las políticas de seguridad también se deciden ahí; incluso el libre tránsito de cuerpos de seguridad por toda la región ha sido admitido antes de ser reconocido jurídicamente.
 
Junto con esto tenemos un cambio de fronteras.  Hay actualmente una especie de dislocación de límites fronterizos, porque se han ido impulsando algunas lógicas económicas que van modificando el territorio, la geografía propiamente dicha, y que van marcando fronteras nuevas, fronteras modernas, fronteras dinámicas que son las económicas. Eso es, por ejemplo, lo que está ocurriendo con proyectos como el Plan Puebla Panamá y en el caso de América del Sur la IIRSA (Iniciativa para la Integración de la Infraestructura Regional Suramericana).  Esta red de caminos, de comunicaciones, que es al mismo tiempo una red de generación masiva de energía, es una red que tiene una lógica integral, que si nosotros la miramos en un mapa desde arriba, vamos a ver como todas las interconexiones nos permiten trazar nuevas figuras, no sé si llamarlas nacionales, pero nuevos espacios de articulación entre una de estas fronteras y la otra.
 
Con esos espacios de articulación, lo que ocurre es que como atraviesan los países, cada país en particular se va formando de pedacitos y tendríamos un área de articulación con un pedazo de Colombia, uno de Bolivia, uno de Brasil, etc.  ¿Qué ocurre con esto, por qué es complicado?  Porque disloca los modos y las políticas que se logran establecer nacionalmente. Una región que queda enmarcada entre estas líneas divisorias, una región como la región noroccidental de Brasil, va a empezar a tener una lógica regional mucho más importante que la lógica nacional, es decir, poco tiene que ver con las políticas de Brasilia y mucho va a tener que ver con la dinamización de los recursos locales.  Rompe económicamente y rompe políticamente desde el punto de vista de los pactos sociales y políticos que la sociedad históricamente va construyendo.
 
Estos elementos de caracterización del capitalismo hoy nos hacen pensar que el capitalismo está en crisis.  Pero no está en crisis.  Está en crisis cierto modelo capitalista, pero se está reconvirtiendo, reconstituyendo y fortaleciendo otra modalidad de dominación, otra modalidad de extracción capitalista que es la que se está abriendo paso, incluso rompiendo el sistema financiero actual, porque es un sistema financiero que le empieza a ser una camisa de fuerza.
 
Descolonizar el pensamiento
 
Si nosotros pensamos que la crisis es un momento de mutación, de gran transformación, de oportunidad para el propio capitalismo, por qué no pensar que es tal vez un momento similar para las resistencias, para la organización social, para que pensemos en futuros distintos.  De acuerdo con la idea de Alberto Acosta, pienso que efectivamente el capitalismo está en crisis civilizatoria, que no ofrece mayores oportunidades de vida para nadie en el planeta, ni para los seres humanos, ni para la naturaleza.  Estamos en un momento de urgencia, estamos al borde de una catástrofe ecológica, de catástrofes sociales de diferente dimensión. Efectivamente esta crisis está propiciando un capitalismo de un nuevo tipo que no va a absorber todo lo que expulsó, que no es capaz de restablecer los niveles de empleo que tuvo en otro momento, porque sus propias condiciones, su propia estructura no va a permitir eso; porque el grado de concentración de la riqueza del capital impide que una cosa así sea posible.  Nos vamos a quedar en la marginalidad como parias buscando empleo, como parias buscando que por favor nos exploten.  Y a mí, eso me parece un sin sentido en gente que está pensando en que puede haber otro mundo y que ese otro mundo lo tenemos que construir nosotros.
 
Estamos ante la urgencia de provocar bifurcaciones, de provocar dislocamientos en el capitalismo y de construir otras realidades que ya no se preocupen tanto por recuperar la institucionalidad actual, sino al contrario por abandonarla, por dejar que eso se rompa solo; o más bien ayudarla a que se rompa.  Nosotros no tenemos por qué salvar un capitalismo que no queremos.  No tenemos por qué preocuparnos porque funcione el sistema financiero, que no quiebren los bancos, por rescatar las empresas, ¡qué barbaridad!
 
¿Y cuáles son las propuestas que se hacen muchas veces?  Aquí está con nosotros Aníbal Quijano, un gran intelectual latinoamericano, que entre otras cosas nos ha hablado desde hace tiempo que hay que descolonizar el pensamiento.  Cómo nos pensamos de otra manera y no de esa manera como nos han pensado y nos han hecho pensarnos a nosotros mismos.  Cómo pensamos la solución de nuestros problemas, incluso cómo definimos nuestros problemas, es algo que nos está costando mucho trabajo.
 
En términos generales lo que oigo por todos lados, es que las propuestas que se hacen es volver al desarrollismo.  Llamemos inversiones, logremos darle mejores condiciones a la inversión privada, porque como hay crisis se van a ir; entonces para que se queden vamos a exentarlos de impuestos, vamos a darles subsidios, vamos a dejar que depreden, no les vamos a poner reglas ambientales, no vamos a poner reglas sindicales, es más combatimos los sindicatos; y entonces con eso resolvemos la crisis.  No, con eso agravamos nuestra crisis.
 
No podemos seguir pensando en términos desarrollistas para encontrar nuestras salidas, no podemos tampoco seguir pensando en términos estatistas, no es ni ha sido hasta hoy el Estado quien resuelva los problemas de la humanidad.  El Estado sigue resolviendo los problemas de los grupos de poder locales e internacionales, y eso es el Estado, es una institución creada de esa manera, formada para eso y que además tiende a una lógica perversa que nos hace siempre pensar en términos paternalistas.  Si necesitamos resolver el problema en vez de proponernos nosotros ir adelante, decimos: hay que pedirle al Estado, que el Estado haga, que modifique sus políticas. Mientras tengamos ahí al Estado vamos a tener que hacerlo, pero esa no es nuestra estrategia, ese no es nuestro camino, ese es sólo un paso para caminar hacia donde nosotros tenemos que construir.
 
Otro elemento que sería muy importante pensar para esto es: ¿necesitamos otro modelo para América Latina? o ¿necesitamos no modelos ni para América Latina ni para ningún otro lugar?  Pienso que uno de los grandes problemas que también nos impide descolonizar el pensamiento es esta idea de que todo tiene que ser un modelo estructurado, en que sus partes más o menos se acomodan entre sí. ¿Y dónde está la diversidad?  ¿Y dónde están todas esas cosas no incluidas en los modelos?  ¿Dónde está la fuerza viva de la sociedad, de nuestros pueblos? Esa es la que tiene que fluir y esa no la podemos enmarcar en modelos y mucho menos en modelos que reproducen el esquema paternalista, en que algunos lo hacen y los otros quedan dentro.  Pienso que ese tampoco es el modelo que tendríamos que seguir.
 
Hay otra preocupación, en esta idea lo que tendríamos que ir pensando es: cómo dislocamos el sistema actual, cómo le abrimos puertas de salida, posibilidades de bifurcación. Creo que eso es imposible si no empezamos por dislocar las estructuras de poder, que quiere decir aquellas de los poderosos, pero también éstas que traemos en la cabeza, las estructuras de poder que nos hacen repensarnos de la manera como el poder nos ha pensado y meternos dentro del esquema que el poder nos ha puesto.  Y eso tiene, entre otras cosas, repercusión en la manera como establecemos las relaciones entre nosotros, en la manera como pensamos las articulaciones de los movimientos:  siempre tienen que ser verticales, siempre con cabezas ¿por qué? 
 
Tendríamos que avanzar, tendríamos que ir creando un sistema, un ámbito donde la democracia no sea una democracia pensada centralizadamente, donde podamos pensar en democracias descentradas; donde esas democracias tengan unas condiciones de horizontalidad suficientes para que nos permitan que todo quede dentro.  Siempre hago alusión a esa figura de los zapatistas: del mundo en el que caben todos los mundos.  Me parece que esa es una idea muy clara de cómo lograr la unidad en la diversidad, cómo efectivamente hacernos cargo de la diversidad que somos y admitir que todas esas diversidades tengan peso equivalente dentro de una estructura democrática.  Y la creación de esa democracia descentrada implica también la transformación de nosotros mismos, de nuestras organizaciones, de nuestros modos de establecer incluso las relaciones jerárquicas entre intelectuales, movimientos, políticos, etc.
 
Pensarnos autogestionariamente
 
Diría entonces, que las soluciones a la crisis van por otro lado que el de tratar de crear más empleos.  Van por el lado de la autogestión, cómo lograr nuestra autosuficiencia, cómo lograr condiciones de vida digna sin dependencias, sin sumisiones políticas, sin sumisiones económicas, incluso sin sumisiones consumistas, que regresemos a pensar qué es lo que realmente necesitamos para vivir bien, para el buen vivir, qué contenido le damos entre todos al buen vivir, que si bien es una propuesta boliviana o ecuatoriana, se parece también a las propuestas de autonomía zapatista y también creo se parece a lo que todos estamos pensando y nos tiene que incluir a todos.  No puede haber buen vivir de unos si no hay buen vivir de todos.
 
Tenemos que buscar ahí nuevos contenidos para ese buen vivir, y para mí no es buen vivir tener un empleo de minero en la Vale o tener un empleo de buscador de muestras para la bioprospección con alguna empresa extranjera o con alguna ONG conservacionista.  Tenemos que tomar en nuestras manos nuestra realidad, nuestro presente y nuestro futuro. Tampoco es llamar nuevas inversiones.  Diría que hay que limitar las inversiones capitalistas, cada vez ponerles más restricciones, cada vez impedir que nos sigan destruyendo. Esa gran preocupación de que el capital se va a ir del país… ¡Que bueno!  Que nos deje en paz, que nos deje poder organizarnos nosotros mismos.  Mientras más lejos está el capital más posibilidades tenemos nosotros de pensarnos autogestionariamente.
 
A esta idea que ya está siendo impulsada por muchos pueblos, tenemos que encontrar el modo de incorporarnos a ella, sobre todo aquellos que vivimos en las ciudades, que no somos campesinos, que no sabemos autosustentarnos, que estamos aprendiendo pero vamos lentos, que quizá no tenemos incluso las condiciones de lograr ese tipo de autosustento.  Tenemos que pensar cómo lo tenemos que hacer, qué implicaría en términos de romper todas las separaciones que el capitalismo y el poder nos han ido imponiendo: la separación campo/ciudad, la separación política/economía, la separación Estado/sociedad; o sea, la política tenemos que hacerla en la sociedad, en lo cotidiano, en nuestros ámbitos locales, que es donde podemos controlar los procesos, donde podemos impulsar muchas alternativas propias y con eso enriquecer un concierto global, un concierto colectivo más amplio que no hay que perder de vista; porque no resolvemos nada con la autogestión local aislada, no podemos hoy pensar el mundo como si fuéramos un puntito olvidado en el planeta.  Ya no hay puntos olvidados.  Todo es importante para la valorización capitalista y todo es importante para la construcción de las alternativas de ese otro mundo que todos queremos.
 
- Ana Esther Ceceña, economista mexicana, es investigadora en el Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).  Observatorio Latinoamericano de Geopolítica, México. www.geopolitica.ws
https://www.alainet.org/es/articulo/141204?language=es

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Publicado en Revista: América Latina en Movimiento No 441

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