Después de la Cumbre de Seguridad Nuclear

El show de la diplomacia

15/04/2010
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Algunas dudas que se desprenden de un cónclave que, con sólo 47 países asistentes, obtuvo consensos de alcance mundial sobre cuestiones estratégicas, a la medida de los intereses de Estados Unidos.
 
Demasiadas sonrisas brillaron después de la reciente Cumbre de Seguridad Nuclear, auspiciada por el gobierno de Barack Obama. Y cuando las sonrisas abundan, las suspicacias crecen.

A nadie se le escapa que no se puede hablar de seguridad nuclear sin explicar con claridad por qué hay países que creen que es justo desarrollar, mantener y utilizar armas nucleares.

Y no es que se utilicen necesariamente en el sentido de hacerlas detonar, alcanza con –por ejemplo- enviar un submarino atómico para custodiar una plataforma petrolera tipo “Ocean Guardian” o con establecer cercos de misiles alrededor de Rusia. Hay muchos submarinos y portaaviones nucleares en las aguas de todo el orbe.

La energía nuclear es algo de lo cual la humanidad no puede prescindir a principios del siglo XXI. Es energía barata, accesible y bastante limpia en tiempos en que el fin de los combustibles fósiles aparece en el horizonte cercano. Es verdad que tiene el problema de los desechos radiactivos, pero eso no es nada que no se pueda solucionar en una cumbre montada en serio a tal efecto.

La verdad que nadie ignora y que se pretende tapar es que la Cumbre fue diagramada para cercar a países que Washington considera conflictivos, en particular Irán y en menor medida Corea del Norte. Aunque no a Israel; India; Pakistán y muchísimo menos al propio Estados Unidos; Rusia; China; Francia o Gran Bretaña.

El cerco pasa entonces por discriminar el acceso a una tecnología que debería tratarse como lo que es: un bien de toda la humanidad y no existe derecho alguno que ampare la teoría de “nosotros sí podemos ser usuarios de las bondades del átomo pero ustedes no”. Por suerte hay quienes no piensan así y le dicen lo que debe decirse, como es el caso del presidente de Brasil Luiz Inacio Da Silva.

¿No hubiese sido mejor programar una Cumbre Mundial en la que se establecieran mecanismos para evitar por siempre el desarrollo de arsenales nucleares y se proclamara el uso universal de la energía atómica con fines pacíficos? ¿Tan estúpido es pensar en esos términos a esta altura de la Historia Humana?

De haberse hecho en esa forma seguramente todos los países hubiesen estado de acuerdo –contra los 47 privilegiados de la Cumbre de Washington- y ese consenso sí hubiese permitido avanzar sobre sanciones firmes para aquellos que pretendieran en el futuro violar lo pactado porque estos quedarían equiparados a simples criminales.

Pero lo evidente no siempre es lo práctico y lo razonable no es siempre lo que se hace. En los hechos, la Cumbre de Seguridad liderada por el presidente de Estados Unidos no avanzó sobre los arsenales de los países centrales; se inmiscuyó en la soberanía de aquellos países periféricos con acceso a la tecnología y preparó el terreno para duras sanciones –incluso la intervención militar directa- sobre aquellos países designados a dedo que se nieguen a acatar el control de la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA).

La Cumbre de Seguridad Nuclear se concentró en establecer mecanismos de control del material radiactivo con vistas a evitar su uso por “organizaciones terroristas” y no por evitar, en general, su uso bélico. Y a casi todos los asistentes esa situación les pareció razonable. Casi no hubo voces en contra y sobraron las fotos con rostros inexplicablemente sonrientes.

Por alguna extraña razón parece que, para muchos, “queda bien” acercarse a Estados Unidos, a cualquier costo.

Si Ernesto Guevara viviera podría rememorar la indiferencia con que sus palabras de denuncia fueron escuchadas por los “horrorizados” diplomáticos de la Cumbre “Alianza para el Progreso” en Punta del Este. Y todos sabemos lo que pasó después .

En este caso hubo voces tenuemente recogidas por los medios mundiales. La agencia de noticias IRNA reportó el 12 de abril que el presidente iraní, Mahmoud Ahmadineyad, había enfatizado que "las cumbres mundiales organizadas estos días tienen la intención de humillar a los seres humanos.”

Poco antes de la Cumbre, Brasil había manifestado su vocación de mediar en el caso Iraní bajo una postura de defensa del acceso de todo el mundo a la tecnología nuclear, sin acusar de antemano a los que intentaran explotarla de pretender su complementario uso bélico. Y no solo eso: Lula proclamó al mundo que la “única garantía efectiva contra una amenaza nuclear es no tener armas atómicas”.

El desagrado de Barack Obama por los dichos y los intentos conciliadores del presidente de Brasil es hoy la comidilla de todos los diarios del mundo

La estrategia diplomática del presidente de Estados Unidos también funcionó en Medio Oriente. En esa región, Obama presionó sobre Turquía, un estado con tecnología nuclear que reivindica sus políticas soberanas y que pretende despegarse de las políticas anti iraníes de Estados Unidos en la Región.

La presión de la Casa Blanca se fundó en el rol de Armenia, país que accedió en todo a los objetivos estadounidenses de la Cumbre. Como premio, el presidente armenio, Serzh Sargsian también se llevó la foto autografiada de regalo.

Después de la Cumbre, la diplomacia de Estados Unidos no descansa y mantiene reuniones con Alemania, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia, para discutir nuevas medidas en la ONU contra el régimen de Irán por causa de armas atómicas que nadie jamás ha visto todavía.
 
Facultad de Periodismo y Comunicación Social. Universidad Nacional de La Plata.
https://www.alainet.org/es/articulo/140737

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