El precio de la honestidad
13/04/2010
- Opinión
Por estos días, la extrema derecha ibérica representada por la Falange Española y Manos Limpias ha asestado un duro golpe al célebre juez Baltasar Garzón. Se trata, por cierto, de una sórdida maquinación fraguada por sus enemigos políticos contra un miembro de la Audiencia Nacional que ha enarbolado la bandera de la justicia universal y los Derechos Humanos en el mundo entero. Entre muchos chilenos, su figura evoca al hombre valiente que fue capaz de emitir una orden de arresto contra el dictador Augusto Pinochet por crímenes contra la humanidad, cosa que nuestros más altos tribunales nunca habían sido capaces de hacer.
El ataque contra el juez Garzón no puede dejar indiferentes a todos quienes en el mundo se han comprometido con los valores democráticos, contra la impunidad, la corrupción y el abuso en cualquier lugar del planeta. La derecha en España, al igual que en Chile, está comprometida en graves crímenes cuyos responsables directos siguen impunes gracias a una Ley de Amnistía. El delito de este juez no ha sido otro que declarar su intención de investigar los crímenes y desapariciones durante la Guerra Civil y los primeros años de la dictadura de Franco.
Resulta paradojal, por no decir vergonzoso, que en un país que se jacta de ser parte de la Unión Europea, la derecha extrema sea capaz de torcer el buen sentido de la justicia. Una acusación de sectores extremistas para inhabilitar al juez Garzón constituye un grotesco sainete - motivado política e ideológicamente - que es cosa ya habitual en las precarias democracias post dictatoriales latinoamericanas, como el caso de Chile o Argentina. Todo lo anterior pone en evidencia la mala nueva de que la extrema derecha europea, y el franquismo en particular, goza todavía de muy buena salud, tal cual como ocurre en nuestros países del sur.
Tal como se ha señalado, el delito no radica en investigar crímenes sino los crímenes en sí mismos. España, como Chile, tiene pleno derecho a conocer su pasado histórico reciente, por doloroso que éste sea. Acallar a los jueces siempre ha sido la estrategia de los poderes fácticos, en Estados Unidos contra Jim Garrison, en Chile contra el juez Guzmán Tapia, en España contra Baltasar Garzón y en muchos países como Italia o Colombia, donde la valentía se ha pagado con la vida.
La injusta acusación de que es objeto Baltasar Garzón, sólo agiganta su estatura moral. La dignidad y el coraje de este juez español, contrasta con la bajeza de los sátrapas y criminales del mundo entero con los que ha debido enfrentarse. La historia ya ha emitido su juicio sobre personajes como Francisco Franco, Augusto Pinochet, Silvio Berlusconi y tantos otros que han hecho del poder un ejercicio de muerte. Hay ocasiones en la historia en que un hombre honesto ha sido capaz de demostrar, contra el sofista, que no siempre la justicia la hace el más fuerte.
- Álvaro Cuadra es Investigador y docente de Escuela Latinoamericana de Postgrados, ELAP, de Universidad ARCIS
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