Medios e información en tiempos de guerra

04/04/2010
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La guerra y la paz acompañan a las sociedades desde sus orígenes. Sin embargo, hoy como nunca se tiene conciencia de su existencia gracias a la facilidad con la que fluye la información, aun cuando ésta se geste hasta en los lugares más recónditos. Además, en la era de la globalización, la información se genera por distintas vías y por parte de diversos actores. Éstos no se limitan a las partes antagónicas en un conflicto determinado, como tampoco a los negociadores de un proceso de paz o a los gobiernos ni organismos internacionales. Los medios son actores crecientemente importantes. Al dar cuenta de los conflictos armados y/o las negociaciones de paz en curso, libran sus propias batallas, influyendo no sólo en las percepciones del público en general, sino inclusive en la manera en que se desarrollan los sucesos que reportan.

Tras la primera Guerra del Golfo de agosto de 1990 a febrero de 1991, el papel de los medios en la cobertura del conflicto fue muy valioso. Funcionarios de alto rango en Washington reconocían que el llamado efecto CNN trabajó a su favor, al mostrar solamente las acciones de la coalición de naciones, encabezada por Estados Unidos, sin cubrir, de la misma manera, los efectos de la guerra en la sociedad iraquí. Inclusive se ha llegado a considerar que la cobertura de la CNN le permitió a Washington legitimar sus acciones sin grandes cuestionamientos de parte de su sociedad. Lo contrario ocurrió durante la operación restauración de la esperanza de Estados Unidos en Somalia, donde el efecto CNN operó en contra de la administración Clinton, cuando los estadounidenses presenciaron con horror en sus televisores el 4 de octubre de 1993 el saldo de la batalla de Mogadiscio, en la que los cuerpos de la tripulación Súper 64 del derribado Black Hawk, fueron arrastrados por las calles de la capital somalí.

Para el momento en que se desarrolló la segunda Guerra del Golfo, a partir del 20 de marzo de 2003, el monopolio informativo del que había gozado la CNN, fue severamente cuestionado gracias a la cobertura que, desde el otro lado de la trinchera, hizo Al Jazeera –creada en 1996. Así, mientras que la CNN exaltaba los llamados “ataques quirúrgicos” destinados a deshabilitar las capacidades ofensivas de Saddam Hussein, insistiendo en la noción del “daño colateral mínimo” y de la “guerra sin muertos”, Al Jazeera presentaba las imágenes de las víctimas de los bombardeos, situación que seguramente explica por qué las tropas estadounidenses en Bagdad atacaron el 8 de abril de ese mismo año el Hotel Palestina donde se encontraba el periodista de Al Jazeera, Tareq Ayyoub, quien murió, además de que otros corresponsales y camarógrafos resultaron heridos. Dos años antes, el 13 de noviembre de 2001, un misil lanzado por las tropas estadounidenses en Afganistán, destruyó las oficinas de Al Jazeera en Kabul, posiblemente por las mismas razones.

También con motivo de la invasión a Irak, la cadena Fox News contribuyó a justificar la guerra de la administración contra el país árabe. Una encuesta reveló que quienes veían Fox News, creían que Saddam Hussein era responsable de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001, que el gobierno iraquí tenía relaciones estrechas con Al-Qaeda, que Irak tenía armas de destrucción en masa, y que para que Estados Unidos fuera un lugar “más seguro” era necesario deponer al régimen iraquí. A partir de esta experiencia queda claro que los medios no sólo ayudan a formar opinión, sino que inclusive permiten justificar lo injustificable en beneficio de ciertos intereses.

 Operaciones de [des] información

En 1991 se acuñó el concepto de information operations u operaciones de información, referido al desarrollo de capacidades de guerra electrónica, el uso redes de computación, operaciones sicológicas, además de acciones encaminadas a influir, distorsionar, corromper o usurpar el proceso de toma de decisiones del adversario, protegiendo el propio. En la medida en que cada vez más información estratégica está disponible en línea, se hace necesario protegerla de ataques cibernéticos, al mismo tiempo que se busca sabotear la del adversario para restarle márgenes de maniobra en la toma de decisiones.

Lo anterior supone importantes desafíos. La globalización efectivamente posibilita que la información fluya en tiempo real y en grandes cantidades. Sin embargo, los tiempos para procesarla y tomar decisiones, se reducen. Aunado a ello figura la competencia entre los medios de información: cada medio busca ser el primero y por lo mismo debe ser veloz, pero ello muchas veces sacrifica la calidad y los márgenes de error crecen de manera exponencial.

Asimismo, la información ya no es provista sólo por los departamentos de comunicación social de los gobiernos ni de los organismos internacionales. Los organismos no gubernamentales y las personas ahora pueden procurar y distribuir información relevante ante una situación de conflicto armado o durante una negociación de paz. Parte de la explicación estriba en el abaratamiento de las tecnologías que incluyen laptops, cámaras digitales, teléfonos inteligentes, etcétera, y que ponen al alcance de la población en general la posibilidad de divulgar y acceder a la información. Una agencia como la Associated Press puede dar cuenta de un dramático suceso, pero también lo puede hacer el ciudadano de calle con una cámara digital.

 Problemas de comunicación

La globalización ciertamente elimina fronteras, acorta distancias y aparentemente posibilita que la comunidad internacional ponga atención a situaciones conflictivas y negociaciones de paz que acontecen hasta en las localidades más lejanas. Sin embargo, subsisten los desafíos logísticos: ¿se puede llegar al lugar de los hechos físicamente? ¿Es posible reportar desde una localidad distinta a aquella en que tienen lugar los acontecimientos? ¿Es válido, por ejemplo, que un periodista comente la situación en Irak cuando reside en París –o más bien, cuando no se encuentra físicamente en Irak–? Se puede argumentar que el periodismo es una profesión peligrosa. Tan sólo en Irak, desde la invasión estadounidense, han muerto más de 200 periodistas, por lo que se podría afirmar que estar en el lugar de los hechos convierte al reportero, editorialista o camarógrafo en blanco de ataques. ¿Justifica esto que se opte por “informar” sobre el conflicto “a control remoto”? ¿Qué tan veraz es la información generada de esta forma?

El periodismo es una profesión dinámica y los periodistas deben actualizarse continuamente. La importancia de las tareas que tienen a su cargo, lo hace indispensable. Por ejemplo, el uso de siglas de organismos internacionales, organismos no gubernamentales, acuerdos, foros, tipos de armamento, etcétera, durante sus coberturas, hace muy confusa la descripción y el análisis de los acontecimientos. Informar sobre la revisión del TNP1, o el estado que guarda el tratado START2, o la problemática de los MANPADS3, las MTA4, y/o las MDR5; o bien el AAE6 entre México y Japón, el TLCUE7, el APEC8, etcétera, puede ser una verdadera pesadilla, tanto para quienes generan la información como para quienes la consumen. Un encabezado como “la OCS9 y la PFP10 se oponen al concepto estratégico tradicional de la OTAN11”, para muchos podría resultar incomprensible.

Nuevas realidades de la información

Los gobiernos hace tiempo que perdieron el monopolio de la información a favor de actores no gubernamentales que persiguen tanto fines lícitos como ilícitos. Algunos actores no gubernamentales, como por ejemplo, Al- Qaeda, pueden acceder a las grandes cadenas de noticias para dar su versión de los hechos, realizar propaganda y atemorizar a propios y extraños. Los señores de la guerra, los insurgentes y los terroristas, entre otros, utilizan las tecnologías de la información para transmitir su mensaje.

Por su parte, los ciudadanos y grupos de interés que “observan” los hechos, pueden pronunciarse en torno a temas tan delicados como las violaciones a los derechos humanos, la corrupción de las autoridades, y en general, las necesidades de las sociedades agobiadas por los conflictos que enfrentan. Así, la información se transforma en un campo de batalla por diversas razones y para distintos fines. Por lo tanto, proveer información, especialmente veraz, se torna complejo.

La Organización de las Naciones Unidas (ONU) suele estar en el ojo de la tormenta, además de que se le culpa de la mayor parte de los problemas que aquejan al mundo, sea por omisión o por su participación. En Somalia, en 1993, se le adjudicó el fracaso de la misión humanitaria. En 1994 se le culpó por el genocidio en Ruanda. En 2003 se le echó en cara que no pudo impedir la agresión de Estados Unidos contra Irak.

Se pierde de vista que en el caso de Somalia, las acciones de Washington escaparon desde un inicio al mandato y liderazgo de la ONU. Ante la crisis en Ruanda, un año después, el entonces Secretario General de la institución, Boutros Boutros-Ghali, trató de convencer a los miembros del Consejo de Seguridad para enviar una misión al país africano, y la representante estadounidense, Madeleine Albright, quien mantuvo una ríspida relación con Boutros-Ghali, evitó reconocer que lo que sucedía en el territorio ruandés era un genocidio. Respecto a la guerra contra Irak, antes del 20 de marzo de 2003, Estados Unidos se esmeró por lograr que el Consejo de Seguridad autorizara el uso de la fuerza contra el país árabe, algo que no logró y derivó en que Washington integrara una cuestionada coalición internacional para seguir adelante con sus planes belicistas. Así, en todos los casos referidos, la ONU se convirtió en un chivo expiatorio porque siempre será más fácil culparla, que lograr que potencias como Estados Unidos revelen los intereses particulares que persiguen.

Aquí es también importante recordar que mientras que los estadounidenses poseen una amplia variedad de cadenas noticiosas, muchas de las cuales reportan sobre los acontecimientos globales a discreción, la ONU, por lo general, carece de un buen equipo de relaciones públicas. Este problema se solucionó, parcialmente, durante la gestión de Kofi Annan, pero, en la actualidad Ban Ki-Moon, es muy deficiente en su relación con los medios.

En todos los ejemplos citados, la información no circuló con fluidez, entre otras razones porque los actores que informaban eran numerosos y respondían a distintos intereses. Así, con frecuencia el mensaje se presentaba de manera fragmentada porque cada actor destacaba lo que le interesaba, no necesariamente lo que era relevante. Durante la crisis de Somalia, en numerosas ocasiones la ONU buscó, sin éxito, una coordinación con Estados Unidos, para que la misión se desarrollara de mejor manera. Hay numerosos comunicados de Naciones Unidas que mencionan esta dificultad. Estados Unidos, en cambio, se dedicó a “cazar” al general Mohamed Farrah Aidid, uno de los más poderosos líderes somalíes, arriesgando la misión humanitaria y diezmando a cientos o quizá miles de civiles. Pero de las acciones de Estados Unidos se sabe menos, porque la cobertura de sus medios de información se centró más en el manejo de sus tropas, que en su decisión de ignorar el mandato de la ONU.

Ante lo expuesto es legítimo preguntar ¿quién está a cargo de proveer la información? Como se explicaba, ésta fluye desde diversos ámbitos y por lo mismo, el margen de confusión se amplía. Quienes proveen la información compiten por la atención de la opinión pública y, entonces, en esta guerra mediática es muy factible que se opte por divulgar datos o imágenes no necesariamente en apego a la verdad. Así, hay desafíos subyacentes que incluyen determinar si se está preparado para informar, para identificar a los otros actores que proveen información y determinar qué hacen ahí, así como para valorar la relación que se tiene con la población local –si la relación es mala, entonces se producirán problemas de comunicación, generando un círculo vicioso.

Para los periodistas que cubren zonas en conflicto y/o procesos de paz, subsiste la premura de ser los primeros en informar. Sin embargo, hay numerosos conflictos y/o procesos de paz en marcha, por lo que la cabal comprensión de cada uno se torna difícil. Por ejemplo, ¿cuántos conflictos se pueden cubrir y entender al mismo tiempo? ¿Dos? ¿Tres? La tentación a ser repetitivo en las coberturas y análisis es muy grande. ¿Cuántos periodistas afiliados a las grandes cadenas de noticias son fluidos en los idiomas de los países en que realizan su cobertura informativa? Hay conflictos considerados como demasiado complejos y generan aburrimiento y hasta fatiga, tanto de parte de quienes los cubren como de la opinión pública, como ocurre con los conflictos árabe-israelíes. Por si fuera poco, los blogueros y los reporteros ciudadanos aportan su visión sobre lo que sucede, abonando en muchos casos a favor de la confusión (un poco a la usanza de lo que ocurre con Wikipedia, donde cualquier persona puede elaborar textos que no necesariamente tienen una rigurosidad académica, amén de que quienes contribuyen a la “enciclopedia de todos” pueden o no ser expertos en los temas que abordan). Si a ello se suman las campañas de desinformación desarrolladas por las partes en conflicto, el escenario es aún más complejo.

 El futuro

La información es fundamental en la guerra y la paz. El papel de los medios, por lo tanto, es crucial. Su rol afecta las percepciones de la opinión pública, pero también el desarrollo de los acontecimientos, amén de que contribuyen a que las autoridades formulen políticas para atender los conflictos y/o los procesos de paz. Como se ilustra en el gráfico anexo, los medios son parte de un ciclo y su desempeño afecta decisiones de suma importancia.

Los gobiernos y los organismos internacionales tienden a la verticalidad en el manejo de la información, y sus oficinas de comunicación social parecerían responder con lentitud, debido a que las noticias se propagan cada vez más de manera horizontal. Es frecuente que, en las conferencias de prensa, el comunicador y/o autoridad a cargo sea sorprendido por noticias que se produjeron mientras él se dirigía a los medios. A veces, las noticias generadas cambian por completo el espectro de lo que el comunicador estaba notificando.

Por lo tanto, es necesario que las autoridades políticas y diplomáticas se adapten al entorno cambiante de la información, y para ello deben pensar y entender las noticias no sólo vertical, sino horizontalmente, amén de valorar la importancia de los medios y la influencia que ejercen sobre la opinión pública. Deben también entender que como entidades gubernamentales no son las únicas generadoras de información y que están obligadas a ganar credibilidad ante el público que recibe su mensaje. Para ello, la especialización y capacitación permanente de sus recursos humanos es imperiosa.

Es igualmente importante tener un diálogo constructivo con los actores de la sociedad civil para analizar los conflictos y los procesos de paz, comenzando por el consenso en torno a un lenguaje común. El Manual sobre los principios rectores de las operaciones de paz, mejor conocido como USIP Handbook, es un buen ejemplo del debate entre diversos actores como gobiernos, centros de investigación y organismos no gubernamentales, para lograr una mejor comprensión de la manera en que se desarrollan las operaciones de paz, sus objetivos y razón de ser y los problemas que pueden surgir durante su desarrollo. Inicialmente fue concebido como un manual para las fuerzas armadas de Estados Unidos, pero poco a poco su espectro se amplió para incluir a más actores interesados en el tema. Cuando el manual era preparado por el United States Institute of Peace (USIP), se desarrollaron diversos seminarios para debatir la propuesta inicial de su contenido (www.gcsp.ch/e/publications/ IGPeaceProject/Documents/report_GPP_USIP_workshop_ 13.10.08.pdf). Las aportaciones de los participantes fueron muy útiles. Otro documento, también elaborado por el USIP denominado Guía sobre los principios para la estabilización y la reconstrucción (disponible en www. usip.org/files/resources/guiding_principles_full.pdf) tiene la virtud de ser una especie de “doctrina estratégica” elaborada por primera vez por civiles que participaron en misiones de paz y que desean aportar sus experiencias para el debate.

Se dice que la guerra es algo demasiado importante como para dejarla en manos de los militares. Otro tanto se puede decir de la paz. Hoy los medios tienen una enorme relevancia en la manera en que presentan la guerra y la paz a la opinión pública, y lo que digan y la manera en que lo hagan, influirá de manera determinante no sólo en las percepciones del público en general, sino, sobre todo, en los eventos reseñados. Por eso es que, siendo tan importante la labor de los medios, no es posible dejar tan insigne tarea sólo en manos de las grandes corporaciones ni de los periodistas.

 Notas

1 Tratado de No-Proliferación de Armas Nucleares.
2 Tratado sobre Reducción de Armas Estratégicas.
3 Sistema hombre-portátil de defensa anti-aérea.
4 Minas terrestres anti-personal.
5 Municiones de racimo.
6 Acuerdo de Asociación Económica.
7 Tratado de Libre Comercio, Concertación Política y Cooperación entre México y la Unión Europea.
8 Foro de Cooperación Económica Asia-Pacífico.
9 Organización para la Cooperación de Shanghai.
10 Asociación para la Paz.
11 Organización
del Tratado del Atlántico Norte.

 

- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México

https://www.alainet.org/es/articulo/140445?language=es
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