Celibato y pederastia
- Opinión
Ante los escándalos por abusos sexuales a menores por clérigos católicos, se plantea el tema del celibato obligatorio. No existe relación de causa a efecto determinante en todos los casos, pero sí en muchos célibes que optaron por ese refugio al no saber controlar su homosexualidad, preferencia por adolescentes (efebofilia, le llama la Curia Vaticana), para vivir con responsabilidad sus tendencias y opciones afectivas.
Se escondieron en una perenne minoría de edad, del regazo de la madre al de la comunidad eclesiástica.
En parte proviene del terror imbuido en sus mentes por una moral que nada tiene que ver con la persona y el mensaje de Jesús. En relación con los pasajes dedicados a la justicia, al amor, al desapego de los bienes, a la comprensión y acogida del otro en una sana libertad, en los Evangelios no se encuentran las fijaciones sobre el sexo y la genitalidad que dominan las prédicas de Obispos y sacerdotes. De tanto sublimar, a muchos se les volvió corrosivo. Jesús aborda el tema como uno más dentro de la naturaleza del ser humano, en las antípodas de los escribas y fariseos hipócritas y de los sacerdotes, sepulcros blanqueados por fuera pero llenos de inmundicia por dentro.
Esta obsesión les lleva a pretender un absoluto derecho a la educación y aborrecen el legítimo derecho de la sociedad laica y del Estado aconfesional a la formación de los ciudadanos, a salvo de ideologías perniciosas, fanáticas y totalitarias. Desde muchas religiones a fascismos, nazismos, comunismos soviéticos y ahora de la prepotencia inhumana de un capitalismo feroz y alienante. Y a pontificar sobre la familia, procreación y educación de los hijos, uso del preservativo, masturbación, divorcio, interrupción del embarazo no deseado, relaciones prematrimoniales y los distintos modelos de familia por personas que han reprimido su sexualidad para mantener el poder sobre las mentes y la codicia de los bienes.
Muchos de ellos de voz atiplada, melifluos, blandos y gordezuelos con maneras peculiares. Imposible imaginarlos casados y padres de familia, luego el celibato no es causa de “la soledad y carencia de afectos” como dice el clérigo Aguirre, último escándalo de perversión y pederastia. El celibato, en esos casos, no es renuncia sino refugio de una sexualidad mal asumida y peor integrada. La Iglesia se valió de esas personalidades inmaduras emocionalmente como ejército gratuito para controlar la educación de niños y jóvenes, la manipulación en los confesionarios, y les garantizó dos de sus obsesiones, comer y codicia. Vivían juntos, en un mundo segregado en el que las mujeres no tenían cabida. El celibato fue escudo y consuelo.
Distinto es el caso de hombres con personalidad masculina pero a quienes se transformó el mundo de libertad, amor y generosidad con un artificio de dogmas y normas que hacían imposible la expansión en personalidades estructuradas en libertad y responsabilidad. Igual sucede con muchos jóvenes captados por institutos seculares y en los que “pensar con libertad” es pecado, llevándose la obediencia y la despersonalización a extremos aberrantes. En estos casos, la derogación de un antinatural celibato, impuesto por los eunucos de la corte, facilitaría amar a una mujer y formar una familia para ser dignos de que el obispo les impusiera sus manos como exige Pablo a Timoteo “porque, quien no sabe gobernar su casa ¿cómo va a administrar la iglesia?”
Las inclinaciones y opciones sexuales no tienen por qué ser “curadas”, sino educadas e integradas en una sociedad plural y de derechos en la que toda violación contra la libertad del otro debe ser controlada por la Ley y juzgada por el derecho. Máxime cuando se trata de delitos contra niños y adolescentes. Entre adultos son libres de actuar y de ser felices con libertad y responsabilidad.
La fragilidad permanecerá, al igual que en todos los demás, y para ello están una educación sana y una conducta responsable. En todas las manifestaciones de la vida se encuentran dificultades y el arte de vivir está en saber manejarlas como un auriga adiestrado.
Según el Vaticano, han investigado a 3.000 curas acusados de pederastia entre 2001 y 2009, pero sólo se ha condenado a 300. En Estados Unidos, 4.392 curas católicos fueron acusados de pederastia entre 1950 y 2002. 384 fueron condenados, aunque la mayoría, 3.300 párrocos, ya habían muerto. 10.667 víctimas han presentado denuncias en 2004. Irlanda ocultó los casos de curas pederastas durante décadas. 14.500 niños sufrieron abusos. Ya han dimitido 7 obispos por ocultar delitos conocidos y se pide la dimisión de otros seis más.
En Holanda, hay 350 denuncias por abusos sexuales en internados. En 20 diócesis alemanas hay cientos de denuncias por abusos en colegios católicos. Llega el turno a Italia y España, donde sólo tres sacerdotes han sido culpados.
El Cardenal vaticano, Tarcisio Bertone, utilizó la ironía para rechazar los ataques: “La Iglesia cuenta con la confianza de sus fieles, y aunque alguno intenta minar esa confianza tenemos una ayuda que viene de arriba”.
Con esta actitud y con miles de millones invertidos en comprar silencios y pagar condenas, no va a ser fácil que afronten una realidad que les ha explotado “mientras ellos discutían los encajes para las ropas litúrgicas”. Como en el Sínodo de Moscú mientras la Revolución tomaba los palacios de invierno.
- José Carlos García Fajardo es Profesor Emérito de la Universidad Complutense de Madrid (UCM). Director del CCS
Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España - Web: http://ccs.org.es/
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