Algunas reflexiones sobre la mujer y la dominación masculina: una catarsis necesaria

08/03/2010
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Han transcurrido cien años desde que se inició la celebración del día internacional de la mujer, el 8 de marzo. Y a contracorriente de sus innumerables luchas y conquistas conseguidas a pulso en el ámbito público y privado, y a la evolución del pensamiento crítico y del enfoque de género, subsisten los elementos objetivos y subjetivos de una estructura social androcéntrica que aún se nos impone implícita o explícitamente. Y que además se acentúa a tenor de una crisis global que socava la legitima aspiración humana por una mejor vida y desarrollo con justicia social y equidad en un ambiente sano.
 
Y es que a pesar de lo que pudiéramos suponer como condición básica de una sociedad global que se reclame moderna y progresista, en pleno siglo XXI, reconociendo los avances que en materia de leyes, normas y acuerdos internacionales y nacionales se han dado para favorecer mejores condiciones de vida y respeto a los derechos básicos de las mujeres, y de la creación de instituciones de defensa y promoción del desarrollo social de las mujeres por parte de los estados. En los hechos lamentablemente sigue gravitando la pobreza, la desigualdad y exclusión social, así como los crecientes casos de denuncias que a diario se presentan en el mundo por maltrato físico-psicológico, acoso, explotación, abuso sexual, discriminación y asesinato contra las mujeres, entre otros casos.
 
El androcentrismo subyace en nuestras sociedades
 
Una explicación al respecto se basa en el androcentrismo subyacente en nuestras sociedades, como una regresión en la visión del mundo y del universo en términos masculinos. O sea que el centro de todo es el varón que quiere seguir ejerciendo dominio sobre la mujer. Es así que las mujeres siguen siendo percibidas como objetos más que sujetos: actuándose sobre ellas, porque se niegan a aceptar que las mujeres si actúan y deciden. El varón se resiste y quiere seguir siendo el centro de referencia y desde esta perspectiva insiste en trivializar o invisibilizar los problemas, experiencias y sentir de las mujeres. De ahí que esta visión retrógrada de la sociedad y sus instituciones está cambiando, luego de más de un siglo de innumerables luchas de las mujeres del campo y de la ciudad por sus derechos y libertades. Sin embargo, las resistencias aún son enormes y los procesos sociales y cambios en curso fluctuantes.
 
Son innumerables las investigaciones y análisis realizados por las ciencias sociales en torno a este problema, es el caso de Pierre Bourdieu y su ensayo crítico “La dominación masculina”, 2007, cuya reflexión alude a la “eternización de lo arbitrario” en el ámbito de la dominación masculina y la subordinación de la mujer, porque lamentablemente esto se sigue reiterando -a través de la historia- en las diferentes sociedades y culturas. Y es que las mujeres siguen siendo invisibilizadas, relativizadas, cuestionadas, agredidas –incluso violentadas- de múltiples formas por los hombres: consiente o inconscientemente, directa o indirectamente, sutil o explícitamente, física o simbólicamente. Lo que se refleja a diario en el ámbito doméstico, familiar, laboral, educativo y en general en el quehacer político, económico, social, cultural, religioso, ambiental, o en el más elemental aspecto del derecho relativo a la condición de vida y desarrollo de la mujer.      
 
En el Perú, por ejemplo, según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público, se habla de más de 100,000 denuncias de casos de violencia contra las mujeres cada año. Y en casos de feminicidio, el año 2009 se refiere un promedio de 12 muertes de mujeres cada mes. De forma similar sucedeen otros países de Latinoamérica, donde en los últimos años ocurre un mayor número de casos de violencia y feminicidio, siendo un problema muy extendido en la región. Y si bien esto ocurre en mayor medida en los estratos sociales más pobres de las zonas rurales o urbano-marginales, producto de la desigualdad y exclusión social que impone el modelo económico hegemónico, también ocurre en los estratos sociales de mayor poder económico. Por lo que al respecto el camino a recorrer es largo y aún queda mucho por hacer.
 
Sobre la necesidad del cambio
 
Sin duda que los esfuerzos por cambiar esta situación no resultan fáciles, sobre todo cuando las medidas de prevención, atención y sanción de estos casos por las instituciones competentes del Estado no se aplican o cuando se aplican no son oportunas o efectivas, lo que evidencia en la práctica las enormes carencias y resistencias que al respecto persisten, y que ciertamente demandan, entre otras medidas, la necesidad de reforzar la acción de vigilancia y control desde la sociedad civil.
 
En tal sentido, recogiendo algunos de los elementos de análisis de Bourdieu, nos planteamos la revisión de lo que suponemos constituyen desafíos claves por el cambio: por ejemplo, contar con un adecuado marco institucional y una real voluntad política para reconocer a mujeres y hombres, como tales y como pares, en el entorno socioeconómico, cultural, étnico, histórico y dialéctico del que forman parte, deconstruyendo los elementos simbólicos y fácticos que han configurado a la dominación masculina en su entorno social y en un orden desigual y de inequidad de género.
 
Avanzar en profundizar la desestructuración del inconsciente androcéntrico cimentado en muestro imaginario social -individual y colectivo- a través de la historia de la humanidad, rompiendo con esta preeminencia universalmente aceptada –implícita o explícitamente- sobre la dominación masculina y por ende la subordinación de la mujer, en tanto un hecho natural e inmanente a nuestra sociedad y a sus instituciones: familia, iglesia, escuela y estado.
 
Persistir en el desafío de reconstruir una sociedad plural, democrática e inclusiva, a partir de nuestra propia realidad y desde el enfoque de género, posibilitando nuevas formas de entendimiento y relacionamiento de mujeres y hombres, en sus roles y funciones específicas, en sus diferencias y complementariedades, apostando a favor de una nueva perspectiva histórica, cultural y de desarrollo armónico en lo económico, social y ambiental de nuestras sociedades.
 
Ahora, si bien es cierto que avanzar en las soluciones requiere de profundizar el papel del Estado, su rol tuitivo, también es necesario un mayor avance en la transición de la sociedad en su conjunto por el cambio de paradigma, incorporando en este proceso la perspectiva de género. Cuyo marco conceptual más amplio, facilita un instrumento de análisis integral de la realidad social y económica y de un nuevo marco de entendimiento de los roles y posiciones de mujeres y hombres en el ámbito de lo productivo, reproductivo, comunitario, etc.  
 
Sin embargo,es importante analizar los procesos de cambio en una perspectiva histórica y en ese sentido los aportes que al respecto se han dado desde la vertiente feminista, el caso de Simone de Beauvoir y su fundamental ensayo “El segundo sexo”, 1949, entre otros importantes aportes de intelectuales y activistas, resaltamos su reflexión mayor en el sentido que “las mujeres no nacen, se hacen”, en tanto asumen su existencia e identidad como tales y luchan por liberarse del ámbito de la dominación masculina para finalmente ser sujetas de su propio destino e historia. Lo que ciertamente perfiló una nueva dimensión política del rol y participación de la mujer en la sociedad. Desde entonces se ha avanzado en el reconocimiento del rol decisivo de la mujer en los procesos económicos, sociales, culturales y ambientales en la sociedad y en sus luchas diarias y demandas de cambios por una sociedad más justa e igualitaria.  
 
La cuestión es que el cambio de paradigma implica un punto de quiebre sobre la percepción tradicional y conservadora que hombres y mujeres tienen acerca de su rol en la sociedad. Y esto por cierto genera mucha resistencia aún; sin embargo, no es un problema de polarizarnos ideológica y culturalmente o de aferrarnos a tradicionalismos que pueden encubrir posiciones conservadoras (incluso reaccionarias en hombres y mujeres), si no de progresivamente reconocernos y afirmarnos en la diferencia y complementariedad, así como en los procesos de diálogo y reflexión conjunta que nos permitan entender mejor la realidad para transformarla y no para cimentarla cuando es injusta, generando los cambios necesarios que ello nos demande según la dialéctica de cada proceso social particular.
 
Por último, debemos trascender al planteamiento filosófico de Nietzsche y su idea del eterno retorno, porque siempre será posible cambiar el curso de la historia, aprendiendo de nuestros errores, y superando la pesada carga de marginación y discriminación de las que han sido -y siguen siendo aún- víctimas principales las mujeres en diversas sociedades y culturas.
 
Creer que es posible acabar con la eternización de lo arbitrario en cuanto a la dominación masculina y aligerar este lastre que por siglos ha postrado la condición y posición de las mujeres en nuestras sociedades y culturas, es hoy -sin duda- un imperativo moral que muchos debemos reconocer y asumir autocríticamente, luego de una catarsis necesaria, y que por ello justamente nos exige de una mayor coherencia y compromiso por el cambio en nuestros actos y quehacer cotidiano, y por razones de respeto a derechos fundamentales de justicia social y equidad de género.
 
- Walter Chamochumbi, Consultor en Gestión Ambiental y Desarrollo.
https://www.alainet.org/es/articulo/139899?language=en
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