China se integra a su región

12/01/2010
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En 2002, la República Popular China (RP China) y los países de la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ANSEA), que en la actualidad cuenta con 10 miembros (a saber, Tailandia, Indonesia, Brunei, Filipinas, Malasia, Singapur, Myanmar, Laos, Vietnam y Camboya), decidieron suscribir un tratado de libre comercio, cuya entrada en vigor implica el desmantelamiento de barreras a los intercambios entre los participantes a partir de 2005. Hacia el 1° de enero del año en curso, las principales disposiciones del acuerdo entraron en vigor, aunque sólo aplican a la RP China y a seis de los socios de la ANSEA (Tailandia, Indonesia, Brunei, Filipinas, Malasia y Singapur), en tanto los cuatro participantes anseanos restantes desmantelarán las barreras al comercio en 2015.
 
El proceso de integración de la RP China a su región es un suceso de enorme importancia. Gran parte del éxito económico mostrado por el gigante asiático es producto de una mayor interdependencia con sus vecinos. Asimismo, la RP China es un país renuente a firmar tratados de libre comercio, a diferencia de México, lo que prueba que los chinos sí poseen una clara política industrial. En tercer lugar, aun cuando la RP China suscribió hace un par de años un tratado comercial con Chile, ésta negociación fue una especie de “experimento” para los chinos, especialmente porque los chilenos no figuran en modo alguno entre sus principales socios comerciales.
 
No fue fácil que los miembros de la ANSEA aceptaran un tratado de libre comercio con la RP China. Al 1° de enero del año en curso, el 90 por ciento del comercio bilateral entre Beijing y los seis socios anseanos ya citados, fluye libre de obstáculos en ambas direcciones. Sin embargo, se trata, en el caso de los seis socios anseanos, de economías poco complementarias a las que la RP China inundará con manufacturas baratas, las cuales plantean el riesgo de diezmarlos. Es por esto que los cuatro miembros menos desarrollados de la ANSEA buscaron “protegerse” de la inundación de productos chinos, retardando la apertura de sus mercados para el 2015.
 
La expectativa es que para finales del año en curso, el comercio bilateral se eleve a unos 200 mil millones de dólares, frente a los 100 mil millones que intercambiaban estos países en 2005. Asimismo, Beijing aspira a compensar, con el ingreso a los mercados de los vecinos, la fuerte caída que tuvieron sus exportaciones a Estados Unidos y Europa con motivo de la recesión internacional, la cual, dicen, apenas empieza a amainar. Evidentemente, los socios de la ANSEA están sumamente preocupados ante esta posibilidad: a diversos sectores económicos de estas naciones no les gusta el acuerdo comercial referido y han advertido a sus gobiernos sobre los posibles efectos negativos que el mismo tendrá en sus economías, en particular de cara a la situación recesiva que, como ya se indicó, muestra indicios de ceder, pero no hay nada definitivo.
 
Sin embargo, el sector agrícola de los socios de la ANSEA es uno de los posibles ganadores con este acuerdo comercial, dado que espera incrementar sus ventas a la RP China, país que tiene una notable autosuficiencia alimentaria -90 por ciento- aunque a costa de enormes subsidios. Asimismo, dado que la RP China es miembro de la Organización Mundial del Comercio (OMC), está obligada a abrir su sector agrícola, si bien esto es algo muy complejo, considerando que de los mil 300 millones de habitantes que posee el país, unos 900 millones (o bien, nueve veces la población de México) podrían verse desplazados de esa actividad, sin contar con las capacidades educativas ni profesionales para insertarse en otras ramas de la economía.
 
El tratado comercial entre la RP China y los países de la ANSEA es, por lo tanto, una experiencia que hay que analizar con cuidado en atención a que aplica a una región con una extensión territorial agregada de 13 millones de kilómetros cuadrados, en cuyo seno viven dos mil millones de personas, o bien, la tercera parte de la población mundial. Dado que la Ronda de Doha de la OMC continúa estancada, este acuerdo muestra la importancia de las negociaciones regionales para dar salida a una serie de bienes y servicios que en otras latitudes no encuentran mercados, en estos momentos de recesión. Es también una enseñanza para los países latinoamericanos y en especial México, que sigue centrando sus relaciones comerciales en Estados Unidos. Por eso, y como también se ha comentado en este mismo espacio, la posible negociación de un acuerdo comercial entre México y Brasil no es una mala idea, porque puede resolver algunos de los desafíos económicos que enfrentan las naciones latinoamericanas, entre las que la mexicana ha debido soportar la peor parte de la actual crisis (es, de hecho, el país más maltratado por sus efectos, reiterando, igual que en los 80, otra década perdida).
 
- María Cristina Rosas es Profesora e investigadora en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México
 
https://www.alainet.org/es/articulo/138777?language=en
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