África da un portazo: sin no se salda la deuda climática, no habrá foto
14/12/2009
- Opinión
Esto se anima. A media mañana África ha dicho basta y ha abandonado las negociaciones temporalmente. Paralelamente empieza a hacerse espacio la idea, promovida por los movimientos sociales y adoptada ahora por algunos gobiernos, como el de Bolivia, de que la protección del clima constituye, sobre todo, una cuestión de justicia. Quedan apenas cuatro jornadas de Conferencia y se dispara el riesgo de que lleguen mandatarios del máximo nivel sin que el acuerdo esté amarrado. Algunos países del Sur y los movimientos sociales están abriendo una brecha en la feria de Copenhague.
Esto se anima. Mientras el New York Times empezaba la semana decisiva hablando de la “normalidad” con que se discurría la Conferencia oficial, a media mañana África ha dicho basta y ha abandonado las negociaciones temporalmente, dejando la puerta abierta por ahora a meros contactos técnicos. El portazo africano ha sentado como una ducha fría a la élite nórdica, confortablemente entretenida con encuentros sobre “negocios verdes” y con los anuncios liliputenses pero continuos de nuevas ayudas al Sur en tecnologías limpias, como los 85 millones de dólares en cinco años que acaba de anunciar Steven Chu, el Secretario (Ministro) de energía de Obama. Quedan apenas cuatro jornadas de conferencia y se dispara el riesgo de que lleguen mandatarios del máximo nivel sin que el acuerdo esté amarrado.
Lumumba Di-Aping, el tenaz sudanés que ejerce de portavoz del Grupo 77 + China, ha denunciado que el Norte está tratando de sustituir el Protocolo de Kioto, el único real y vinculante en materia climática, por un acuerdo político con compromisos de reducción de gases invernadero muy por debajo de lo necesario. Además, África cree que la presidencia danesa y la UE están intentando marginarles de la negociación para ofrecerles en las últimas horas una propuesta cerrada, con un margen de financiación irrisorio y sin prestar atención a que, para muchos países del Sur, el objetivo de estabilizar el aumento de las temperaturas del Planeta en un máximo de 2°C no es suficiente. Desde la perspectiva del delta del Níger o África subsahariana todo lo que esté por encima de 1.5°C puede ser catastrófico, como aseveraba el sábado Rajendra K. Pachauri, el director del IPCC.
Coincidiendo con la protesta africana, empieza a hacerse espacio incluso en la cumbre oficial la idea de que la protección del clima constituye, sobre todo, una cuestión de justicia. En una concurrida rueda de prensa en el propio Bella Center, portavoces de la red mundial “Clima-Debt” hacían visible el apoyo de más de 50 estados (desde Bolivia, Bután, Malasia, Paraguay o Venezuela pasando por los 49 más empobrecidos y vulnerables, conocidos como el Grupo de los Países Menos Desarrollados). Según ellos, si el 70% de las emisiones letales para el clima acumuladas históricamente son producto del estilo de vida del Norte, este debe reconocer su deuda con el Sur, el hemisferio más poblado y que está sufriendo ya el mayor impacto de la catástrofe climática. El Norte tendría que pagar al Sur no sólo por la deuda acumulada en por crímenes contra el clima común sino también para poder adaptarse a lo que le cae encima sin haber contribuido a ello. El gobierno boliviano, por ejemplo, ha presentado un novedoso documento sobre el concepto de “deuda climática” y ha propuesto que sea incorporado como enmienda al Protocolo de Kioto. En palabras de su presidente, Evo Morales, se trataría de llegar a un acuerdo global sobre como conllevar el “buen vivir” sin fronteras.
La verdad es que el Sur y los movimientos sociales están abriendo una brecha en la feria de Copenhague. Tienen muy poco que perder y lo saben. El propio Di-Aping decía hoy que África no tiene nada que negociar porque no es responsable del problema. Y avisaba a negociadores neocoloniales que su continente (nada menos que 1.000 millones de personas) no tiene que hacer ninguna concesión para llegar a un acuerdo y que sus únicos objetivos aquí son: conseguir los mejores apoyos para que sus sociedades puedan adaptarse a la catástrofe climática en marcha y asegurarse que el Norte cumpla con su deuda y reduzca de verdad sus letales emisiones. En los próximos días, sabremos si quedan líderes en mayúsculas capaces de proteger nuestro clima común. Es tiempo de hechos, no palabras
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