En sólo nueve meses de presidencia ganó el premio

Barack Obama tiene coronita en Oslo y la academia le dio el Nobel de la Paz

10/10/2009
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El presidente norteamericano tiene fama de seductor e inteligente. Pero con esos dos pergaminos no hubiera podido ganar el Nobel de la Paz en tan poco tiempo. Más que nunca pareció una elección política, sin fundamentos.
 
Entre los candidatos al premio que otorga la academia noruega había 205 propuestos por tales o cuales méritos. El capitalismo, que todo lo timbea, había publicado la fija de la agencia inglesa de apuestas Ladbrokes: la mayoría de los boletos estaban jugados a la senadora colombiana Piedad Córdoba. Su intervención personal logró la liberación de numerosos rehenes de la guerrilla. Ese rol le costó varias amenazas de muerte; los paramilitares y militares colombianos no tiran con calibres menores.
 
Pero ganó un “tapado”. Hasta ayer las agencias Reuters y EFE apenas citaban la postulación de Barack Obama; era casi un dato de color, como de pasada, sin darle chances reales. Esta falta de favoritismo era generalizada porque el hombre no calificaba para el premio mayor, teniendo en cuenta que asumió en la Casa Blanca el 20 de enero de este año. De su carrera anterior como senador es muy poco lo que podía rescatarse para una currícula consistente.
 
Y sin embargo el morocho fue premiado. El argumento de la Academia fue "por sus esfuerzos extraordinarios para fortalecer la diplomacia internacional y la cooperación entre los pueblos". Se sabe que en Oslo hace mucho frío y la labor de los jurados debe ser tediosa; las películas y novelas dicen que la gente en esas condiciones climáticas y de mucho estress suele beber licores fuertes. ¿Qué habrán tomado para llegar a esa curiosa premiación?
 
Hasta el beneficiado tuvo un gesto que lo honra, al declarar: “honestamente, creo que no lo merezco”. Tal expresión se acerca más a la verdad que la ingeniería política que funcionó como “impoluta” en Noruega y seguramente en Washington para inducir a salir determinada bolilla.
 
Alguien podría alegar que los académicos tuvieron en cuenta el pasado remoto de Obama como asistente social en los barrios humildes de Chicago, antes de ser abogado. No es lo que proclamaron al dar a conocer su decisión, fundada –como quedó dicho- en los supuestos méritos extraordinarios para la “diplomacia internacional”.
 
Y esa última cualidad, si existe, debería probarse a la luz de su experiencia como presidente de Estados Unidos, desde enero a octubre del corriente año. Si el mismo premiado fue sorprendido y tiene sus serias dudas, muchas más asaltaron a la gente del resto del mundo que se fue enterando de la novedad.
 
A este cronista se le ocurre que no sólo la senadora Córdoba tenía credenciales mejores. Si de presidentes y ex presidentes se habla, perfectamente Evo Morales y Fidel Castro calificaban con creces. El primero por haber sido el primer indígena en llegar a la presidencia de la saqueada Bolivia y haber timoneado el gobierno hacia objetivos de democracia y paz, pese a la violencia intolerante del racismo y el separatismo. El legendario comandante en jefe cubano, por ser un estadista a favor de la paz, la integración latinoamericana y la defensa del medio ambiente en el siglo XX y el XXI (¿o el huso horario de Oslo atrasa tanto que se lo darán recién en el siglo XXII?).
 
Los méritos y deméritos
 
Ojeando la carrera política del inquilino de la Casa Blanca, se pueden anotar estos factores positivos:
 
-Derrotó al candidato republicano John McCain que pretendía continuar el legado archinegativo de George Bush.
 
-Presentó un proyecto de reforma del sistema de salud en su país, donde 47 millones de personas están privados de ese servicio vital.
 
-Participó de la V Cumbre de las Américas en Trinidad y Tobago, en abril último, prometiendo una nueva era de diálogo con los países de la región.
 
-Propuso en varios discursos un mundo menos inequitativo y con soluciones basadas en la multilateralidad, lo que contrastó con el unilateralismo propio de la era de Bush-Cheney.
 
-Decidió no instalar el escudo antimisiles que su antecesor había dispuesto contra Rusia, en República Checa y Polonia. Esto fue anunciado el 17 de setiembre pasado.
 
-Presidió una semana más tarde la reunión del Consejo de Seguridad de la ONU que “resolvió” convocar a las potencias atómicas a recortar sus arsenales, lo que fue aprobado por unanimidad. Las comillas pretenden llamar la atención sobre que una cosa son los papeles, y otra muy diferente la puesta en práctica de tales resoluciones.
 
Seguramente el presidente estadounidense tendrá a favor varias cosas más que se escapan a esta lista no taxativa.
 
Pero a la vez se pueden recordar sus aspectos más negativos, que en Oslo parecen haber pasado desapercibidos:
 
-Mantuvo en operaciones y con numerosos presos políticos ilegales y torturados, la cárcel de Guantánamo en una bahía usurpada a Cuba desde 1903.
 
-Prorrogó el cruel bloqueo a Cuba, vigente desde febrero de 1962, y lo hizo en base a una ley de Comercio contra países en guerra, pese a 17 votaciones de la ONU que reclamaron el fin de la medida.
 
-Mantuvo en sus cargos a Robert Gates en Defensa y al general David Petraeus al frente de los ejércitos de ocupación de Irak, que venían de tiempos de Bush.
 
-Duplicó el número de los militares de EE UU en Afganistán, donde se producen espantosas matanzas de población civil luego de bombardeos aéreos. Ante la adversidad de la campaña, la Casa Blanca analiza enviar 30.000 soldados más, pedidos por el general Stanley McChrystal.
 
-Gastará 120.000 millones de dólares al año para atender los dos teatros bélicos, de los cuales ya recibió un adelanto de 80.000 millones hasta fin de año. Como contrapartida de esa guerra imperial, ya son más de 5.000 soldados estadounidenses los que han perdido la vida.
 
¿Academia o escuelita?
 
Se podrían enumerar más aplazos en la libreta internacional del excesivamente premiado. Por ejemplo, su política de acercar posiciones en Medio Oriente, con el péndulo no en el “justo medio” sino del lado de Israel, viene fracasando. El 22 de setiembre pasado se sacó una foto en Nueva York, entre el energúmeno premier israelita Benjamin Netanyahu y el tibio titular de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas. Pero no pudo lograr ni siquiera una agenda de futuras discusiones para que la paz sea algo más que una expresión de anhelos. Su enviado especial a la región, George Mitchell, volvió de allí con las manos tan vacías como quedó su jefe tras la referida cita neoyorquina.
 
Los académicos de Noruega pueden estar desinformados. Alguien debería acercarles el dato de que el presupuesto militar de EE UU, acordado entre Bush y su sucesor, será de 654.000 millones de dólares. Ese océano de dinero sirve para la logística de las dos guerras ya citadas pero también para financiar en el mundo a 872 bases militares estadounidenses que no se dedican precisamente a fines pacíficos ni científicos. Serán 879 cuando estén a pleno las 7 nuevas que se emplearán en Colombia, ahora, según pacto de la administración Obama con el obediente Alvaro Uribe.
 
Queda claro que este cronista se declara ingratamente sorprendido por la premiación, al menos en cuanto al Nobel de la Paz; se supone que los distinguidos en Literatura, Medicina, Física, etc, tienen sus laureles bien ganados.
 
En política internacional, la Academia tiene una mirada interesada y sesgada hacia la derecha, con excepciones como las distinciones a Adolfo Pérez Esquivel en 1980, Rigoberto Menchú en 1992, Nelson Mandela en 1993 y Yasser Arafat en 1994. Pero si se repasa la lista desde principios de siglo XX hasta hoy, los premios “de la Paz” a Theodore Rossevelt (no confundir con Franklin Delano), Henry Kissinger, Menagen Beguin, Lech Walessa, Dalai Lama y el último presidente sudafricano del apartheid, Frederik de Klerk, muestran una tendencia poco equilibrada. Más, cuando lo distinguieron al líder palestino, le dieron dos premios a la otra parte (Shimon Peres y Yitzhak Rabin). Más que una academia, la noruega parece una escuelita.
 
A Obama le viene bien la premiación, no tanto por el 1,4 millón de dólares que seguramente donará para que la puesta en escena sea completa, sino para amortiguar el impacto negativo que tendrá el 28 de octubre. La 64º Asamblea General de la ONU le dirá, con contundentes y mayoritarios 185 votos, que debe levantar el bloqueo económico, comercial y financiero contra Cuba. Como no lo hará, muchos se preguntarán ese día, ¿y a éste le dieron el Nobel? 
 
https://www.alainet.org/es/articulo/136927?language=en
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