La amenaza del diablo

12/09/2009
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 Un boliviano que oficia como pastor evangélico, en México,  se convenció que, diablo por medio,  iba a producirse un terremoto catastrófico y era su deber advertirle a una autoridad que se hiciese escuchar en todo el mundo. Secuestró un avión comercial y exigió hablar con el presidente de México, para convencerlo de la terrible catástrofe. Construyó una bomba falsa, se embarcó para un vuelo local y amenazó con volar la nave si no se cumplían sus exigencias. Las noticias dijeron que alguna autoridad lo atendió y el pastor, al parecer, se dio por satisfecho. Ahora se enfrentará a un juez, quien determinará si va a la cárcel o a una clínica psiquiátrica.
Todo está dentro de las normas. ¿Es así? Aquí comienza mi duda. Dos o tres veces por semana, un canal internacional muy serio, hace anuncios similares. No tiene necesidad de buscar un vocero, porque lleva imágenes y opiniones a todos los rincones del mundo en diez idiomas distintos. El tipo de catástrofes que presenta va desde un meteorito gigantesco que matará instantáneamente a la mitad de los seres vivientes y en un año a la otra mitad. O un huracán que va haciéndose tan poderoso que atraviesa los continentes y arrasa con la humanidad, al punto de hacerla retroceder a la edad de piedra. Están también los incendios que, de forma simultánea, destruirían inmensas extensiones en varios continentes. No puede faltar, por supuesto el descongelamiento de los polos que anegará las grandes ciudades situadas en las costas de todos los mares.
Todo esto está rubricado con la opinión de personajes que ostentan títulos académicos de prestigio. Nadie duda de ellos simplemente porque los presenta un canal de televisión serio. Pero nos están diciendo lo mismo que aquel pastor evangélico que, desde su punto de vista, perfectamente respetable, señala al diablo como autor de la posible catástrofe. Que yo no crea en el diablo ni en las profecías, no transforma al ciudadano aquel en un desquiciado. ¿Cuál es la diferencia con los vaticinios de aquel canal de alcance mundial? No la encuentro. No me digan que hicieron una investigación. Lo que hacen es exactamente lo contrario: elaboran un anuncio más o menos espectacular y, luego, buscan la o las personas adecuadas para hacerlo creíble.
Como periodista, me repugna este manejo retorcido de la información y de la mentalidad del televidente. Ocurre lo mismo en la radio con el oyente y en las publicaciones con el lector.  El año 2000 pusieron en vilo a todos, anunciando que, las computadoras enloquecerían porque estaban programadas para trabajar en el siglo veinte. ¡No podrían registrar el 1 de enero de 2000! Y, como tampoco podían retroceder quedarían desquiciadas. No pasó nada de esto. Las computadoras se comportaron como lo que son: máquinas. El juego de los catastrofistas pasó sin consecuencias, aunque es seguro que más de una persona sufrió daños que se cuidó muy bien de ocultar para no quedar en ridículo.
Pero, a los malos vaticinadores, no los ocurrió nada. No se les dio ninguna sanción. No fueron a la cárcel y tampoco a un hospital mental.
Es que, la información ha dejado de ser un mensaje que se dirige a la conciencia del ser humano. Se ha trastocado de tal forma, que sólo busca reacciones primitivas, la expresión de instintos animales: miedo y temor, violencia irracional, deseos de venganza. No creo en que haya una personalidad angelical; la apatía puede confundirse como tal. Pero rechazo la idea de que el ser humano nace con malas inclinaciones. Esas inclinaciones se forman por una determinada conducta social que es propiciada por la información tergiversada y el sensacionalismo.
Este 11 de septiembre se cumple un año de la masacre de Porvenir, en el departamento Pando. La distorsión, como es de suponer, parte de los interesados en ocultar su delito. Pero los medios de difusión: el periódico, la radio el canal de televisión, en vez de contribuir a que se esclarezca ese crimen, lo presentan como un espectáculo en el que, el resultado se decidirá según el peso que tengan los contrincantes. Se habla de un enfrentamiento, se toman declaraciones de uno y otro bando, se acusa veladamente y hasta se muestra como héroes a quienes debieran responder de sus actos.
Hay un largo y complejo trabajo que debe hacerse para recuperar la conciencia y la racionalidad sociales. En algún momento debe comenzarse. Este es el momento adecuado, porque se preparan campañas que pueden revalorizar la acción mediática o pueden despeñar a la sociedad en el desasosiego, la incertidumbre, el revanchismo y el crimen. Pronosticar el apocalipsis es resignarse a esperarlo o, peor aún, a comenzar a vivirlo. Es lo que pretenden los llamados canales de televisión serios. Debemos terminar con esa práctica malsana.
- Antonio Peredo Leigue es periodista, senador del Movimiento al Socialismo (MAS) de Bolivia. 
https://www.alainet.org/es/articulo/136322

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