Ser mujer en Ciudad Juárez representa un peligro de muerte, ya que los lobos acechan con total impunidad.

 

Juárez es la ciudad más grande del Estado de Chihuahua y está situada al norte del país, en la frontera con Estados Unidos.

 

Esta localidad suele ser noticia y es mencionada por los medios de comunicación por las reiteradas desapariciones y asesinatos de mujeres que allí se registran, desde 1993.

 

Según datos de la “Asociación Civil Nuestras Hijas de Regreso a Casa” (integrada por familiares de las victimas), hasta la fecha, al menos 460 mujeres han sido violadas, torturadas y asesinadas en esa ciudad y 600 están desaparecidas.

 

Las víctimas poseen rasgos en común: son jóvenes (con edades entre los 12 y los 30 años), morenas, de cabello negro y largo; y provienen de sectores marginales, de bajos recursos. Son en su mayoría estudiantes, obreras, secretarias, empleadas de zapaterías, acostumbradas a caminar por zonas desérticas y sin alumbrado público.

Esto está relacionado a que el desarrollo económico de Ciudad Juárez se basa en la producción de productos destinados a la exportación, utilizando una mano de obra barata, en fábricas llamadas maquilas.

 

Rubén Villalpando Moreno, corresponsal en Ciudad Juárez de Triple Jornada explicó en su medio que “existe una gran explotación de trabajadoras de las empresas maquiladoras, donde además emplean a menores de edad. En el trayecto de su trabajo a casa una gran mayoría de mujeres han sido asesinadas o han desaparecido”.

 

En ese mismo sentido, Griselda Gutiérrez, doctora en filosofía política de la UNAM, comentó en una nota publicada en el semanario “El sur del Hidalgo” que “Juárez fue uno de los primeros laboratorios de la globalización, es decir, el tipo de ciudad industrial en aparente progreso por la llegada de empresas trasnacionales (sinónimo de fuentes de trabajo), motivando así la migración de jóvenes en busca de una mejor vida; pero también, generando simultáneamente una cada vez más pronunciada desigualdad social y pobreza extrema”.

 

Las hipótesis sobre los motivos de esos asesinatos abarcan desde el crimen organizado, hasta cultos satánicos, negocios vinculados con la pornografía (“snuff movies”) y el tráfico de órganos humanos.

 

En Ciudad Juárez da la sensación de que la vida de una mujer no vale nada. La falta de investigación y de respuestas de las autoridades mexicanas permiten que los asesinos vivan impunemente, bajo ninguna ley.

 

Para Mayte Cruz, miembro de la comisión de derechos humanos del Consejo General de la Abogacía española, “En los femicidios están implicadas las altas esferas de México: policías, políticos, cárteles de la droga, por eso no se investigan los casos”.

 

En este sentido, el criminólogo, Oscar Mynez, comentó en el documental “Bajo Juárez” que “los homicidios son organizados, son de puro sadismo sexual. Estos crímenes ilustran el grado de indiferencia del gobierno de nuestro país”.

 

Y agregó que “el gobierno, para deshacerse de las familias que reclaman justicia, produce culpables, tortura a inocentes hasta sacarles declaraciones autoinculpatorias”.

 

Por otro lado, desde noviembre del 2001, han sufrido amenazas y represarías las personas integrantes de la “Asociación Por Nuestras Hijas de Regreso a Casa”, con el fin de aislarlas de otras organizaciones nacionales e internacionales que las están apoyando.

 

Pero ello ha provocado el efecto contrario, y numerosas organizaciones en todo el mundo se han solidarizado con esta lucha por la justicia, y están instando al gobierno mexicano para que se esclarezcan los hechos.

 

Este es el caso de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, que inició un juicio contra el estado mexicano por considerarlo internacionalmente responsable por la desaparición y muerte de 8 mujeres, cuyos cuerpos, torturados y abusados sexualmente, fueron tirados en el predio Campo Algodonero, en el año 2001.

 

La corrupción de la policía y políticos en Juárez es clave para explicar por qué siguen los crímenes misteriosos, las ejecuciones relacionadas con los ajustes de cuenta y los asesinatos sistemáticos de mujeres.

 

El Antropólogo mexicano Wilbaldo Marcial Molina, explicó a APM que “en Ciudad Juárez, de acuerdo a datos actuales, cada día matan a un total de cuatro personas. La narcocultura y el cártel de los Carrillo Fuentes es lo que impera. Por una paga, un sicario puede matar a una persona”.

 

La estrategia de Amado Carrillo Fuentes consistía en utilizar el terror para eliminar a sus rivales y domar la estructura que trabajaría para él.

 

Con el inicio del imperio de Amado, en 1993, se desató una violencia estremecedora, que no ha dejado de golpear a la comunidad. Dentro del cártel de Amado ahora todo vale. Los pactos entre el cártel y el gobierno se armaron durante la gestión del ex gobernador Francisco Barrio, quien antes figuraba como símbolo importante del cambio y de la reforma política en Chihuahua.

 

La periodista Diana Washington, autora del libro “Cosecha de Mujeres” explica que el femicidio es “el asesinato de mujeres cometido por hombres desde su superioridad de género”. Se conforma en un ambiente ideológico y social de machismo y misoginia, de violencia normalizada contra las mujeres, y por ausencias legales y de políticas de gobierno que garanticen la seguridad femenina.

 

Los femicidios son crímenes contra la humanidad. El silencio social, la desatención, la idea de que el Estado tiene problemas más urgentes y el interés por querer demostrar que “no son tantas las muertas”, son factores que contribuyen a que se sigan cometiendo estos delitos.

 

Narcos, asesinos en serie, grupos de ricos, poderosos y gente que va a prisión utilizada como chivos expiatorios conforman el panorama actual que sufren las mujeres de Ciudad Juárez. Desafortunadamente, en este lugar, cualquiera puede ser un lobo con piel de cordero.