Oh!bama y G20: Más de lo mismo

21/04/2009
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I. El Plan Obama- Geithner - Summers destinado a preservar la hegemonía del capital financiero parasitario.

El 23 de marzo Barak Obama presentó su plan. Estaba flanqueado por su secretario del Tesoro Tim Geithner, quien fue presidente del Banco de la Reserva Federal de Nueva York durante la era Bush y Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal, cargo para el que fue designado por Bush en 2005. Antes Bernanke había sido consejero económico principal de Bush (Presidente del Consejo Económico de la Casa Blanca).

En la elaboración del plan seguramente participó Lawrence (Larry) Summers, consejero económico principal de Obama, ex dirigente de Goldman Sachs y del fondo financiero especulativo D.E.Shaw, de quienes recibió generosas remuneraciones de varios millones de dólares. Summers adquirió notoriedad cuando siendo economista del Banco Mundial en los años 90 afirmó que deslocalizar las industrias contaminantes a los países pobres era de una lógica económica “imparable”. Como Subsecretario del Tesoro de Clinton torpedeó sistemáticamente todas las tentativas de regulación del mercado financiero de los productos derivados.

El plan de Obama consiste en rescatar (comprar a los bancos con dólares al 0%-0,25% de interés los llamados “activos tóxicos” es decir los productos financieros devaluados por la crisis) operación para la cual se emplearán un billón (un millón de millones) de dólares.

Esta inversión, sumada a las inversiones anunciadas por Bush al final de su mandato y por Obama en febrero para salvar al capital financiero, alcanza (por ahora) a dos billones de dólares

El rescate de los activos tóxicos se hará con recursos públicos del Tesoro y de la Reserva Federal y con la garantía de Corporación Federal Aseguradora de Depósitos (FDIC).

Los activos tóxicos rescatados se subastarán en el mercado financiero de acuerdo al siguiente esquema:

Un activo tóxico sale a subasta a 100 dólares y lo adquiere el mejor ofertante privado a 84 dólares, quien apuesta a una futura alza de dicho activo. La FDIC garantiza 72 de esos 84 dólares y de los 12 dólares restantes, seis quedan a cargo del Tesoro y seis a cargo del inversor.

De modo que si el activo se valoriza en el futuro las ganancias son para el inversor privado y en el caso contrario las pérdidas son para la FDIC y para el Tesoro, es decir para los contribuyentes.

La justificación es que el reflotamiento del capital financiero reactivará la economía real, los que es falso pues los bancos siguen sin otorgar créditos o los conceden caros y han aumentado recientemente los precios de sus servicios y las comisiones de las cartas de crédito.

Es decir que el plan consiste en reactivar la especulación financiera siempre en beneficio de los especuladores. El ciudadano común está pagando ahora por la crisis en curso y continuará pagando para reflotar al capital financiero.

En el plan no hay ni sombra de control del mercado financiero. Cuando un periodista de la televisión, Bob Schieffer, le preguntó a Larry Summers si sabía que harían los bancos con el dinero recibido del Estado, contestó: realmente no, pero no se preocupe, los profesionales de las finanzas saben lo que hacen. (Le Figaro, Francia, Crisis: Por qué la estrategia estadounidense es imprecisa, 24/3/09).

No hay ni puede haber verdadero control del mercado financiero porque las funciones de asesor legal de las grandes sociedades que cometieron y cometen enormes fraudes y la de vigilar la transparencia de las operaciones financieras al frente de la Comisión de control de los mercados bursátiles (SEC) de los Estados Unidos, son intercambiables: Harvey Pitt, designado por Bush al frente de la SEC, fue abogado de numerosas firmas de Wall Street, entre ellas la consultora Arthur Andersen, cómplice en la defraudación de Enron (The Washington Times, 3 de julio de 2002). Y los principales asesores económicos de Obama, Geithner y Summers, vienen del riñón de Wall Street.

A fines de 2008 se hizo público el “escándalo” Bernard Madoff, la “oveja negra” de las finanzas, autor de una estafa de unos 50 mil millones de dólares con su fondo de inversiones “Bernard Madoff Investment Securities”.

Madoff siempre fue muy respetado en los medios financieros y llegó a ocupar la presidencia de la NASDAQ ( National Association of Securities Dealers Automated Quotation) que es la bolsa de comercio electrónico más importante de los Estados Unidos. Cuando estalló el escándalo, Madoff hacía muchos años que estaba realizando la operación llamada “pirámide financiera”, consistente en pagar dividendos muy altos a unos inversores con el dinero de otros inversores. La pirámide financiera organizada por Madoff, mecanismo inventado en Estados Unidos por un italiano llamado Ponzi hace unos 80 años y archiconocido en los medios financieros, NO PUDO SER IGNORADA POR LA SEC.

La complicidad de la SEC, por lo menos por omisión, es manifiesta. Tanto es así que varias víctimas de Madoff han iniciado juicio contra la SEC.

Y si la pirámide de Madoff tuvo efectos internacionales y de tal envergadura es porque contó con la colaboración (complicidad) de importantes bancos y organismos financieros de distintos países que operaron como correas de transmisión: recibían dinero de inversores y los reinvertían en el grupo Madoff sin informar a sus clientes. Ahora algunos de esos inversores intentan juicios contra esos mismos bancos o grupos financieros.

No hay ninguna diferencia de fondo entre el mecanismo que provocó la crisis de las “subprimes” hipotecarias que estalló en 2008 y la pirámide financiera de Madoff. Dicho en otros términos, el “caso” Madoff y de otras estafas multimillonarias no son marginales, son inherentes al sistema, donde la clase política y el poder económico bailan el mismo compás de la superexplotación capitalista.

Como hemos señalado, sumando el plan Obama de marzo y los precedentes de Obama y de Bush de salvataje del capital financiero se han puesto en juego –por lo menos- dos billones de dólares.

El 18 de marzo de 2009 la Junta de Gobernadores de la Reserva Federal de los Estados Unidos anunció en un comunicado que iba a comprar títulos de créditos hipotecarios por un billón 250 mil millones de dólares

¿De dónde sale todo ese dinero?

Una parte de los contribuyentes estadounidenses pero la mayor parte es el resultado de sucesivas y multimillonarias emisiones de dólares efectuadas por la Reserva Federal. Y de esa manera los pueblos de todo el mundo contribuyen –involuntariamente por cierto- al reflotamiento del capital financiero estadounidense

Veamos cómo.

Estados Unidos, principal beneficiario del sistema financiero vigente.

El régimen bancario de Estados Unidos y el sistema financiero internacional adoptado en Bretton Woods en 1944 y reformado en 1978, más la suspensión de la convertibilidad del dólar dispuesta unilateralmente por Estados Unidos en 1971 y la desaparición del cambio fijo dólar-oro en el decenio de 1970, hicieron en los hechos del dólar la moneda de reserva forzosa de la economía y de las finanzas mundiales. Ello permitió y permite a los Estados Unidos apropiarse de una gran parte del producto del trabajo y de los ahorros de los pueblos de todo el planeta.

Esta situación se refuerza por la circunstancia de que los dólares emitidos por la Reserva Federal (moneda fiduciaria, es decir sin respaldo de oro desde 1933) inundan todo el mundo para financiar el déficit presupuestario de los Estados Unidos.

La creación de dólares no tiene otro límite que los intereses del gran capital estadounidense, pues ni siquiera responde a una política de Estado.

En efecto, la Reserva Federal, que tiene el monopolio de la emisión de dólares y el poder de decisión exclusivo sobre la cantidad de dólares que emite – en los hechos sin control alguno del Congreso ni del Poder Ejecutivo- y que además fija, también sin control alguno, el tipo de interés director que rige en Estados Unidos, no es, como se podría suponer, un Banco Central Estatal, sino un conglomerado de doce Bancos donde los accionistas privados –bancos transnacionales- son mayoritarios. La Reserva Federal funciona como una empresa privada que incluso le cobra intereses al Estado por los dólares que emite. Pese a que la Constitución de los Estados Unidos establece que corresponde al Congreso crear y controlar la moneda.

En 1995 un autor estadounidense escribía: Más de la mitad de las acciones de la Reserva Federal están controladas por los más grandes bancos de Nueva York: el National City Bank, el National Bank of Commerce, el First National Bank, el Chase National Bank y el Marine National Bank. Cuando el National City Bank de Rockefeller fusionó en 1955 con el First National Bank de J.P. Morgan, el grupo Rockefeller pasó a ser propietario del 22 por ciento del Banco de la Reserva Federal de Nueva York, que a su vez controla el 53 por ciento del sistema de la Reserva Federal.

Pero, ¿quienes son realmente los propietarios? He aquí la lista de los que encabezan el control de la Reserva Federal: 1.
Rotshchild Banks of London and Berlin. 2. Lazard Brothers Banks of Paris. 3. Israel Moses Seif Banks of Italy. 4. Warburg Bank of Hamburg and Amsterdam. 5. Lehman Brothers Bank of New York. 6. Kuhn, Loeb Bank of New York. 7. Chase Manhattan Bank of New York, que controla los otros once bancos del sistema de la Reserva Federal. 8. Goldman, Sachs Bank of New York. (Harry V. Martin, The Federal Reserve Bunk, Copyright FreeAmerica and Harry V. Martin, 1995)

Esto es así –con distintas variantes en el curso del tiempo- desde que se creó en 1791 el Primer Banco de los Estados Unidos.

El sistema actual, con esas características, fue establecido por la Federal Reserve Act en 1913.

Pero siempre hubo personalidades que se opusieron al monopolio privado de la emisión monetaria.

Ya Thomas Jefferson criticó severamente en 1809 la privatización del sistema monetario y a los bancos privados en general: “Si el pueblo americano permite alguna vez que los bancos tomen el control de la emisión de la moneda...(éstos) desposeerán al pueblo de toda propiedad” (Thomas Jefferson -- The Debate Over The Recharter Of The Bank Bill, 1809).

Los dos presidentes que quebraron el monopolio privado ordenando crear moneda estatal, Lincoln en 1865 y Kennedy en 1963, fueron asesinados. Los dólares estatales impresos en 1865 y en 1963, que no llevaban la inscripción “Federal Reserve note” sino “United States note”, desaparecieron rápidamente de circulación poco después del asesinato de sus promotores.

En 1932 el congresista Louis T. Mc Fadden, presidente durante más de diez años de la Comisión Bancaria y Monetaria del Congreso, denunció a la Reserva Federal y a su Junta de Gobernadores como a las instituciones más corruptas de los Estados Unidos. Son monopolios privados –decía- que rapiñan a la población en su propio beneficio y de sus clientes extranjeros, especuladores y estafadores... prestamistas rapaces...(Congressional Record, pages 1295 y 1296, junio 10, 1932). Mc Fadden fue objeto de varias tentativas de asesinato (a tiros y por envenenamiento) hasta que murió en 1936, de un ataque cardíaco, según una versión o envenenado, según otra.

Algunas de las consecuencias de este sistema financiero y monetario las describía Ronald Mc Kinnon, profesor titular del Departamento de Ciencias Económicas de la Universidad de Stanford, en un artículo publicado en el Boletín del Fondo Monetario Internacional (Finances et Developpement, junio 2001):

“Durante el último decenio, el ahorro de las familias (en los Estados Unidos) ha disminuido más de lo que el ahorro público (expresado por los excedentes presupuestarios) ha aumentado en el mismo período. El enorme déficit de la balanza de pagos (exportaciones versus importaciones) de las transacciones corrientes de Estados Unidos, de alrededor de 4,5% del producto nacional bruto de 2000, refleja ese desequilibrio del ahorro. Para financiar un nivel normal de inversión interior –históricamente alrededor del 17% del producto nacional bruto- Estados Unidos ha debido utilizar ampliamente el ahorro del resto del mundo. “Malas” reducciones de impuestos –las que reducen el ahorro público sin estimular el ahorro privado- podrían incrementar esa deuda con el extranjero. Desde hace más de veinte años (es decir desde antes de 1980), Estados Unidos recurre ampliamente a las reservas limitadas del ahorro mundial para sostener su alto nivel de consumo- el de la administración federal en los años 80 y el de las familias en los años 90. Las entradas netas de capitales son actualmente más importantes que en el conjunto de los países en desarrollo. Es así como Estados Unidos, que era acreedor del resto del mundo a comienzos de 1980, se ha convertido en el más grande deudor mundial: unos 2 billones 300 mil millones de dólares en 2000. Los balances de las familias y de las empresas en Estados Unidos muestran el efecto acumulado de los préstamos privados obtenidos en el exterior desde hace diez años. La deuda de las empresas es también muy elevada con relación a su flujo de caja. Sin embargo, no tienen por qué inquietarse. Estados Unidos se encuentra en una situación única y es que disponen de una línea de crédito prácticamente ilimitada, en gran parte en dólares, frente al resto del mundo. Los bancos y otras instituciones financieras de Estados Unidos están relativamente al abrigo de las tasas de cambio: sus activos [...] y sus pasivos son en dólares. En cambio, otros países deudores deben acomodarse a las disparidades de las monedas: los pasivos internacionales de sus bancos y de otras empresas son en dólares y sus activos en moneda nacional.

Otro autor escribe: Con esos recursos externos se financian las reducciones de impuestos con los cuales Bush favoreció a sectores de altas rentas, se obtienen los recursos para mantener la costosa intervención militar en Irak y Afganistán y todo su despliegue de fuerzas alrededor del mundo, permitiéndole además mantener discriminatorias exenciones tributarias.(Hugo Fazio (CENDA), A Estados Unidos lo financia el resto del mundo. Argenpress 17/10/2006).

“Los Estados Unidos tenían en 1992 una deuda neta de 521 mil millones de dólares y una deuda bruta de más de 2 billones 500 mil millones de dólares (total de los dólares transferidos a no residentes) que corresponde a una creación de moneda internacional por los Estados Unidos, que ha progresado a un ritmo anual del 14 por ciento de 1978 a 1992”.
(Lelart, Michel, Le système monétaire international, Editions La Decouverte, págs. 95-97).

Ese ritmo anual del 14% de crecimiento de la masa de dólares entre 1978 y 1992 es más que modesto si se lo compara con el 76% de crecimiento de la masa de dólares entre diciembre de 2007 y diciembre de 2008 (la mayor parte en los últimos meses de 2008), la tasa más elevada registrada desde la creación de la Reserva Federal en 1913.

En el contexto del sistema financiero internacional vigente, en el que el dólar sigue siendo la moneda de referencia, la Reserva Federal de los Estados Unidos no tiene necesidad de defender el valor del dólar ("un dólar siempre es un dólar") pues los Bancos Centrales de los otros países tienen que hacerlo para mantener la paridad de su moneda respecto del dólar. La Reserva Federal de los Estados Unidos no tiene que defender el tipo de cambio del dólar: los otros lo hacen en su lugar. Esto sigue siendo cierto en caso de déficit del balance de pagos estadounidense, sea éste muy importante o ilimitado. ¿Qué ocurre cuando los Estados Unidos están en déficit? En primer lugar, ellos pagan a sus acreedores en dólares, mientras que los otros países en general no pueden pagar con su moneda nacional. Lo importante es que los dólares destinados a pagar el déficit pesarán sobre el tipo de cambio dólar-marco, dólar-yen, dólar-franco, etc. Esta presión bajará la cotización del dólar por debajo de la paridad oficial, y cuando se llegue al punto de intervención obligatoria del Banco Central interesado, éste comprará dólares con su moneda nacional. El déficit estadounidense puede, literalmente, ser ilimitado. Por convención, por regla de juego, los dólares emitidos para financiarlo deben ser adquiridos a tipo de cambio fijo por los Bancos centrales de los países que tienen un excedente frente a los Estados Unidos".
(Denizet, Jean. La naissance du système central, en : Crise persistante du système monétaire international. Cahiers Françaises de la Documentation Française, Nº 198, octubre-diciembre 1980, pág. 6).

A los acuerdos de Bretton Woods se suma la situación de hecho. Países de Asia, en particular Japón y China, han adquirido masivamente dólares y bonos del Tesoro estadounidense (cientos de miles de millones de dólares), con lo cual EEUU cubre su déficit fiscal. Casi cuatro quintos del financiamiento requerido lo obtuvo Estados Unidos de esa manera.

China dice querer una nueva moneda internacional de reserva que remplace al dólar pero con la enorme cantidad de dólares y de bonos del Tesoro estadounidenses que ha acumulado, está atada al dólar por muchos años.

Y por cierto la parte de ese patrón dólar internacional que es invertida por los capitales estadounidenses en la explotación de las materias primas, en las industrias y en los servicios de otros países es otra forma de despojo de los pueblos y una fuente de ingentes beneficios para los inversores.

Con el sistema financiero internacional y el estadounidense, frente a la crisis mundial actual la salvación no vendrá de los Estados Unidos y de su mesías Obama, sino todo lo contrario. Una vez más Estados Unidos se salvará a si mismo, con un plan multibillonario de salvataje del capital financiero a expensas de sus propios contribuyentes y, sobre todo, del resto del mundo.

A veces la verdad salta donde menos se la espera.

Mirek Topolanek, el derechista presidente de turno de la Unión Europea y Presidente de la República Checa, irritó a los líderes socialdemócratas y derechistas europeos declarando el 25 de marzo : "Estados Unidos va a necesitar liquidez para financiar su estímulo social y la obtendrá fácilmente porque siempre habrá quien compre obligaciones americanas".

II. G20: todo sigue igual (o peor).

El 2 de abril se reunió en Londres el G20 con un doble objetivo: distraer al mundo con un show demagógico bajo el lema de “moralizar al capitalismo” y ponerse de acuerdo sobre algunas medidas destinadas a preservar al sistema y, dentro de él, la hegemonía del capital financiero parasitario.

La “moralización del capitalismo” consiste en los hechos en señalar a la vindicta pública algunas ovejas negras demasiado notorias y responsabilizarlas de todas las lacras y abusos inherentes al sistema.

El resultado más concreto de la reunión del G20 es el billón 100.000 millones atribuidos al FMI, destinados a apuntalar descalabros financieros locales que podrían propagar un nuevo caos financiero a todo el planeta. Lo demás es puro gatopardismo (cambiar algo para que todo siga igual): se mantiene y refuerza el papel del FMI y del Banco Mundial, instrumentos de las grandes potencias y del poder económico transnacional y se relanza la gran farsa del supuesto control de los paraísos financieros.

En efecto, la famosa “lista negra“ (ahora de diferentes tonalidades) de paraísos fiscales fue elaborada por la OCDE hace diez años y no sirvió para nada. La razón es muy simple: buena parte de los paraísos fiscales (que no figuran en las listas) están en territorio de las grandes potencias o controlados por éstas: la City de Londres, la isla de Jersey, la isla de Man, el Estado de Delaware en Estados Unidos, Mónaco, Macao, Hong Kong, las islas Caimán, etc.etc. Y quienes se sirven de los paraísos fiscales son las grandes empresas transnacionales, los grandes bancos y sus clientes y los grupos financieros, que son intocados e intocables. Además, la “lista negra” o “gris” es como una puerta giratoria. Así como se entra se sale. Pero el G20 incluso dejó para más adelante el tema de las sanciones a los paraísos fiscales.

Según un autor, Michael Krätke, se estima que los más ricos tienen alrededor de un 30% de su patrimonio colocado en plazas financieras offshore. Más de un quinto (23%) de todos los depósitos bancarios del mundo se halla en los paraísos fiscales, al menos 3 billones de dólares según cálculos conservadores. Casi el 50% de las transacciones financieras transfronterizas mundiales pasan por ellos. Dice Krätke que de acuerdo con los cautelosos análisis del Tax Justice Network, los capitales disimulados en los paraísos fiscales evaden impuestos por un monto de entre 250 y 300 mil millones de dólares cada año.

Es el dinero que falta para relanzar la economía, aumentar el poder de compra de los más pobres y en general para mejorar la situación de las 3000 millones de personas que viven en el mundo con menos de 2,5 dólares por día.

Como señaló recientemente Eva Joly, más que controlar a los paraísos fiscales habría que controlar directamente las finanzas de las grandes empresas, los grupos financieros y los bancos que los utilizan.

Eva Joly, que fue hasta 2002 jueza de instrucción en Francia a cargo de grandes “affaires” y renunció a causa de las presiones políticas que recibió destinadas a trabar su acción, escribió: “...yo pensaba que estábamos ante una criminalidad superficial, marginal, accidental, una especie de falta de moral individual. Hoy tengo la certidumbre de que la criminalidad financiera está incrustada en la economía y que ensombrece nuestro porvenir” (Eva Joly, Notre affaire à tous , Ed. Les Arènes, Paris, junio 2000, pág. 183).

El G20 prometió la ayuda de los organismos financieros internacionales para renovar la deuda, no para abolirla, se olvidó del calamitoso cambio climático y de las políticas agrícolas, pese a que la crisis alimentaria mundial recomienza después de una muy corta pausa.

En el G20 se habló de inyectar 5 billones de dólares en la economía mundial, lo que implica, como con el plan Obama, fabricar dinero desmesuradamente.

El plan Obama y las decisiones del G20 permiten prever una profundización de la crisis económica y/o su repetición cada vez más frecuente y la probabilidad de una fuerte inflación con recesión (stagflación), con las graves consecuencias sociales que ya se conocen.

Ya se avizoran los primeros resultados de las políticas “anticrisis” de las elites: el capital financiero especulativo comienza a restablecerse mientras continúan los cierres o deslocalizaciones de empresas y en todo el mundo la desocupación sigue aumentando a pasos agigantados.

III. El contexto político, ideológico y militar

Criticar a Bush hacia el final de su mandato (y de rebote a los Estados Unidos) se había convertido en un deporte mundial casi unánime.

Pero después apareció Oh!Bama, el primer presidente negro (parece que tener la piel oscura es una virtud en sí misma) y por añadidura inteligente y “cool”, quien no sólo va a encarrilar a los Estados Unidos por la buena senda en política internacional sino que va a salvar del marasmo económico y social al resto del mundo. Este hermoso cuento, convenientemente propagado por las elites y las “mass media” de todo el mundo, sacó a Estados Unidos y a sus dirigentes del oprobio generalizado y ahora todos, desde la izquierda (no sólo la socialdemócrata pro-sistema y bien pensante), hasta la derecha pura y dura, pasando por los “progresistas” de todos los matices, se empeñan en elogiar a Obama y a los Estados Unidos.

Lo que por ahora da resultado.

En el diario El País de España del 9 de abril se puede leer la siguiente perla:

“Sólo el hecho de que no haya noticia de una sola bandera norteamericana quemada o un solo retrato del presidente de Estados Unidos arrastrado por el suelo, hubiera justificado la última gira europea de Barack Obama. Pero, además de eso, el viaje, aún limitado en cuanto a la consecución de resultados concretos, ha marcado un nuevo estilo y abre una nueva época en el liderazgo internacional de la mayor superpotencia. La gira de Obama ha mostrado al mundo una Administración estadounidense humilde, capaz de reconocer errores, dispuesta a escuchar y aprender de los demás, y, en última instancia, lista para seguir liderando el mundo pero acorde con las exigencias de este tiempo, en alianza con los amigos, en diálogo con los enemigos y, en la medida de lo posible, en paz y en beneficio de las mayorías”.

Son casi inaudibles quienes afirman, con razón, que la política de Estados Unidos no ha cambiado, que sólo se trata de una renovación de fachada, muy oportuna para desorientar a los desprevenidos, crear falsas esperanzas y preservar el sistema.

No es una simple hipótesis. Basta remitirse a los hechos : sigue incólume la política estadounidense de succionar económicamente al resto del mundo, de reforzar la “lucha contra el terrorismo”, que incluye a quienes, de una manera u otra, critican radicalmente al sistema. Con ese objetivo se le atribuyen nuevas funciones a la OTAN y su campo de acción adquiere dimensiones planetarias a expensas de la letárgica ONU. Robert Gates, Ministro de Defensa de Obama (el mismo que ocupaba la cartera con Bush) anunció el 6 de abril un nuevo esquema del presupuesto de defensa de Estados Unidos, menos orientado a las guerras convencionales y más a las no convencionales o contrainsurreccionales.

Además se refuerza la intervención militar en Afganistán, se mantiene vigente el costosísimo “escudo antimisiles”, sigue funcionando el campo de concentración de Guantánamo, etc.etc.

También es visible una creciente erosión a escala planetaria de la democracia formal:

En Italia Berlusconi ha fusionado su partido con los neofascistas y los sondeos de opinión lo dan como inamovible en el Gobierno, en Francia la concentración presidencial del poder y el creciente control y subordinación al Gobierno de los medios de comunicación (incluido internet, proyecto Hadopi) avanza a pasos acelerados, Israel tiene un gobierno racista y de extrema derecha que no parece inquietar mayormente a la llamada “comunidad internacional” es decir a las grandes potencias.

Obama propone reformar, antes de su extensión probable a fin de año, la USA Patriot Act de 2001, un catálogo completo de mecanismos de control social, manteniendo, entre otras cosas, su artículo 215 que permite a los servicios secretos investigar sobre los libros comprados por los ciudadanos en las librerías o tomados prestados en las bibliotecas. Y, por cierto, manteniendo el control sobre las comunicaciones privadas por Internet.

Podrían darse numerosos ejemplos similares en distintos países de todos los continentes.

El Papa Ratzinger aporta su granito de arena a las ideas malthusianas de las clases dominantes reivindicando más o menos indirectamente et Holocausto y promoviendo el genocidio de los pueblos africanos por vía de la propagación incontrolada del SIDA. Fiel a la concepción de las potencias neocoloniales para las cuales lo único que tiene valor en Africa son sus recursos naturales y en sintonía con Lawrence Summers (consejero económico principal de Obama) teórico de la “lógica económica imparable” de la contaminación de los países pobres.

Esta derechización ideológico-política encuentra resonancias favorables, en situaciones de crisis como la actual, entre los ciudadanos comunes cuando no se vislumbra una perspectiva superadora de cambio social. Este es el resultado de la descomposición de la socialdemocracia, desde hace años reducida a actuar o a postularse como cogestionaria del sistema y de la falta de una verdadera alternativa de izquierda ideológica y políticamente lúcida y coherente y en permanente interacción dialéctica con las clases populares.

Las elites saben que los tiempos son malos y orientan sus políticas económícas y financieras a incrementar la explotación capitalista y afinan su arsenal político, ideológico y represivo-militar para prevenir y eventualmente sofocar eventuales reacciones populares de envergadura.

 
Ver también:
-
Las crisis del sistema capitalista (Parte I)
-
Las crisis del sistema capitalista (Parte II)
-
Las crisis del sistema capitalista (Parte III - Final)

 

Alejandro Teitelbaum es especial para ARGENPRESS.info

Fuente: http://www.argenpress.info/

https://www.alainet.org/es/articulo/133401
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