Suspendiendo el tiempo de la historia

13/02/2009
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  • Opinión
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En una reflexión sobre la crisis ecológica, el filósofo esloveno Zizek sostiene lo siguiente:

“El carácter radical de la crisis ecológica no debe subestimarse. Esta crisis no sólo es radical por el peligro real que representa: lo que está en juego no es sólo la superviven­cia misma de la humanidad. Están en juego nuestros presu­puestos más incuestionables, el horizonte de nuestros signifi­cados, nuestra comprensión cotidiana de la naturaleza como un proceso regular, rítmico. Para emplear las palabras del último Wittgenstein, la crisis ecológica socava la "certidumbre objetiva", el ámbito de las certidumbres evidentes sobre las cuales, en nuestra "forma de vida" establecida, carece de sen­tido tener dudas.” 

Desde los años 60s, una línea fuerte de la izquierda marxista, que hoy se reactiva,  sostienen que el proyecto económico (neo)keinesiano, acompañado de un Estado (neo)desarrollista que lleve adelante un desarrollo hacia dentro, basado en la industrialización sustitutiva de importaciones, crear las condiciones “materiales-objetivas” para la revolución socialista. Desde esta tesis se ha planteado el apoyo de la izquierda al proyecto político de Alianza País, leído como un proyecto político neokeynesiano-neodesarrrollista. En otras palabras, la idea es que: el proyecto de Alianza País llevará adelante la fase de industrialización-proletariazación necesaria como base económica-material y político ideológica de la revolución socialista. Es esta evidencia histórica, la certidumbre objetiva que, creo, socava la crisis ecológica, según lo planteado por el autor esloveno.    

La certeza de que la base material para la revolución socialista (emancipación humana), no puede ser otra sino la industrialización y tecnologización de la vida toda, debería ser al menos puesta en cuestión a la luz de la crisis ecológica. Liquidar las contradicciones sociales de la reproducción capitalista sobre la misma base material y tecnológica del modo de producción capitalista se topa con un límite “natural”, que son los incuestionables  efectos de daño ambiental que esa tecnología ha provocado en el planeta y que pone en riesgo la propia permanencia de la cultura. Límite que plantea la sospecha sobre la validez para el Socialismo del modelo de desarrollo industrial-tecnológico, duda cuyas implicaciones se hunden en los fundamentos mismos de la civilización, digamos que cuestiona la FORMA de la relación entre el hombre y la naturaleza, y no solo la relación entre los hombres (relación de propiedad privada). Esto supone, a su vez, preguntarse si la eliminación de la brecha entre la riqueza y la pobreza social, no exige replantearse el significado de estos dos términos, en otras palabras la revisión del contenido  concreto de estas dos condiciones humano-materiales. Recuerdo que alguna vez leí una réplica que un teórico de la izquierda africana hacía a ciertos planteamientos habermassianos sobre la equidad mundial, en la cual sostenía que si los pueblos pobres lograran el nivel de vida de los europeos, impuesto como el modelo de bienestar humano, el planeta no resistiría un mes.

Entra así en duda la vieja idea desarrollista que reza: el proyecto de revolución socialista, como alternativa al Capitalismo, solo es posible sobre la base de procesos globales de industrialización que pongan las bases materiales para el desarrollo de la utopía Socialista.  Pues, como van las cosas, el establecimiento de esta base material para la revolución socialista quizás provoque mayores desastres sociales, por efecto de los graves daños ambientales que la tecnología industrial produce. Como acertadamente sostiene el teórico africano, el modelo de vida de los países industralizados pone en riesgo el acceso al elemento que en su transformación deviene el alimento que garantizan la permanencia del mundo humano. Imaginemos las proporciones de la crisis ecológica si la totalidad de la población mundial asumiera el modelo industrial de vida, si con la minoría de la población que hoy “disfruta” del mismo, los efectos ecológicos ponen en riesgo el acceso a recursos que se vuelven cada vez más escazos. Se puede argumentar que el problema no es la lógica o tecnología industrial, sino la propiedad privada sobre los medios de producción, digamos la lógica de acumulación de capital; en otra palabras si se eliminaría la lógica capitalista basada en la propiedad privada de los medios de producción la teconológía industrial no sería un riesgo para la cultura - la vida humana en el planeta -. Creo que esa idea se pone en duda si consideramos, desde las mismas tesis de Marx, que un determiando modo de producción produce cada instancia de la cadena productiva, esto es la producción, el intercambio, la circulación y el consumo, es decir, el conjunto de relaciones sociales (relaciones de propiedad privada) inscritas en ese modelo productivo; en este sentido la tecnología industrial integrada e integradora de todo el proceso productivo es, a su vez,  producida y parte del mismo. Quiero decir que al ser la tecnología industrial parte inherente del modelo de producción capitalista conlleva en su lógica las relaciones de propiedad privada y de explotación.

 Por otro lado, y en atención a la última idea planteada, como ya lo apunté es la relación misma del hombre con la naturaleza, en el capitalismo, la que entra en cuestión producto de la crisis ecológica, no sus contenidos políticos, ideológicos o económicos, sino la FORMA misma de la relación. FORMA que implica la relación Sujeto-Objeto como fundamento filosófico del mundo moderno. La noción de la naturaleza como objeto de manipulación instrumetal, por la cual se convierte en soporte material, no de la vida humana sino de una histórica obsesión acumulativa de riqueza, poder y trascendencia, pone en serios aprietos a las certezas humanas construidas sobre ella.     

El ensayo histórico llevado adelante por la revolución rusa y la posterior  construcción de la ex Unión Soviética, como la primera nación socialista levantada sobre el proceso de industrialización forzosa del campo, también debería poner en duda las certezas de utopía  socialista así pensada. Digamos que todo ese esfuerzo humano desplegado en la construcción de Socialismo (sociedad altamente industrializada), al final, no permitió caminar hacia el comunismo, sino que sirvió de base para la regresión a un capitalismo de estado, como ciertos autores lo han llamado, y finalmente a la vuelta al capitalismo de mercado. La URSS desde la época Leninista y sobre todo la Stalinista se empeñó en industrializar el país, de hecho entro en una competencia industrial (industria pesada) con Occidente la cual finalmente perdió, no porque no hubiese podido seguir en esa carrera industrial, cosa que desde la presidencia de Putin parece retomar, sino porque ese base industrial que formaba no garantizaba la totalidad de la utopia socialista, ni siquiera en el terreno de la satisfacción de las necesidades de la población. Es conocido que en la última epóca de la URSS, mientras se desarrollaba una tecnología espacial y avanzaba la gran Industria de armamentos y de bienes de capital, la población no lograba conseguir insumos cotidianos elementales, y los avances del socialismo soviético en cuanto a educación, salud, vivienda, transporte y todos los demás beneficios sociales comenzaron a entrar en crisis por falta de recursos básicos. A este desequilibrio económico social se sumaba el control político-ideológico totalitario que el partido ejercía sobre la población para garantizar el desarrollo y el progreso del socialismo soviético, situación que contradecía la promesa de emancipación humana del proyecto socialista.    

Quizás el derrumbe del socialismo real no tenga que ver tanto con la guerra que sostenía con Occidente sino con límites internos propios al propio proyecto. Quizás no sea posible conciliar el gran desarrollo industrial con un orden económico-social equitativo, un orden Socialista. De pronto habría que pensar que el modelo de producción que se ensayó en el Este no difería del desarrollado en el occidente capitalista, que aunque no se basaba en las relaciones sociales de producción capitalista (propiedad privada), sino en relaciones de cooperación (propiedad social-estatal),  la relación del hombre con la naturaleza que a su vez cualifica la primera, seguía siendo la misma. Es posible que no baste con eliminar la propiedad priva, que no baste con socializar los medios de producción, sino que haya que revisar la proia lógica inherente a los mismos. Desde la revuelta obrera luddista, se ha considerado por la mayoría de los sectores de izquierda que esta postura, crítica a la tecnología industral, carece de validez por ser “milenarista”, “romántica”, hoy se diría “infantil”. El argumento que sostiene estos calificativos es el supuesto absurdo que encierra la opocisión al desarrollo, al progreso, paradigma asumido por la misma izquierda revolucionaria como una premisa civilizatoria, no del capitalismo, sino de  la civilización vista transhistóricamente. Lo que de verdad debería cuestionerse la izquierda es su adscripción a la dominante ideología burguesa, cómo es que los proyectos de emancipación proletaria integran el paradigma victorioso de la burguesía materializado en el industrialismo y la ideología del progreso o desarrollo continuo de los proceso de extrañamiento del hombre consigo mismo. Cuando se apela a Marx para defender el desarrollo industrial de la burguesía como soporte material de la emancipación humana, no se toma en cuenta los propios presupuestos marxista que nos exigen hitorizar su pensameinto y entender que Marx paga el tributo de su tiempo interiorizando en su propuesta política revolucionaria el paradigama del progreso. Perspectiva que nos impide mirar que la base epistemológica revolcuionaria de Marx, es decir el fundamento de su apertura epistemológica niega de forma radical la continuidad histórica planteada por el paradigma del progreso. Cuando la izquierda asume el paradigma burgués del progreso (presente en la tecnología industrial) se hace progresista, se hace izquierda progresista y deja de ser izquierda radical, las implicaciones políticas de lo primero es el reformismo que niega el carácter revolucionario de la izquierda comunista.

Dominados por la ideología burguesa, se asume que la tecnología es neutral, así como el positivismo y neopositivismo defendía la neutralidad del pensamiento científico, tesis desmontada por la teoría crítica. La neutralidad que reinvidica el pensamiento científico, sostenían los teóricos neomarxistas de Frankfurt, es la expresión más clara de su ideología dominante, pues ningún pensamiento se encuentra por fuera de las relaciones de poder. La misma crítica se puede hacer a la tecnología más aún en la era de la tecnociencia, al igual que el problema no es quien haga uso del pensamiento científico instrumental ya que la voluntad de dominio está inscrita en su lógica interna, el uso de la tecnología capitalista, independientemente de quien la use tiene el sello de la lógica de acumulación capitalista. Las máquinas no pueden ser consideradas mera herramientas, artefactos, medios físicos de producción a secas, pues tiene una particular cualidad que es justamente su tecnología, digamos su racionalidad interna, la misma que  contiene la dimensión política, ideológica, cultural y civilizatoria de la burguesía. En la máquina se materializa no solo la relación social capitalista de propiedad privada que ya encierra la ley del valor, sino que además, y como soporte y efecto de esta relación social, materializa la relación instrumental de dominación de la naturaleza. “Todo sistema tecnológico es indisociable de la sociedad que lo sustenta –y a la que contribuye a sustentar- porque entraña una lógica de funcionamiento que atraviesa todas las instancias de las relaciones sociales bajo la forma del imperativo de eficiencia y el desarrollo expansivo –Progreso-.” (Carlos, Edit. Alikornio) Es por esto que la tecnología industrial es inseparable de la sociedad burguesa en la que surgue y en la que se instaura y a la que sostiene, tan inseparable como es la economía capitalisma del proyecto moderno.

La razón técnica industrial expropia, no solo la tierra a los campesinos, la comunidad a los pueblos, el conocimeitno a la sociedades, sino la humanidad a las seres humanos. Un proyecto revolucionario debería plantearse otra razón tecnológica que le permita recuperar al hombre su humanidad en el proceso de construcción de mundo, para lo cual la izquierda debe asumir su condición proletaria, es decir su negatividad radical como única posibilidad de invertar otro mundo radicalmente otro; esto que exige que relicemos un proceso de vaciamiento simbólico-ideológico que nos libere de los fantasma burgueses (paradigma de desarrollo, progreso y democracia) los cuales los asumismos como verdad natural, universal y transhistórica. Atravesar la fantasía, dirían los psicoanalista lacanianos, atravesar el horizonte paradigmático burgues-capitalista como único horizonte de la existencia humana, e inventar otro horizonte para un otra existencia humana.

Cuando la Cuba socialista queda huérfana, producto del derrumbe del Este, la isla entra en un proceso de desaceleración económica - como se han dado en llamar hoy a la recesión -, dice Zizek:

“La imagen que recibimos de Cuba es la de un país en el que el tiempo se ha detenido: no pasa nada, no hay ninguna industriosisdad, vemos coches viejos, ferrocarriles abandanonados y gente gente que se limita a paseary, de vez en cuando, canta e interpreta música. (…) un espacio fuera de la historia, fuera de la dinámica de la segunda modernización de nuestros días. La paradoja es que en ello residía la principal función de la Revolución: no en acelerar el desarrollo social sino, por el contrario, en despejar un espacio en el que el tiempo se detuviera.”

Un espacio donde el tiempo se detenga y detenga ciertamente el continuo de la historia moderna capitalista, que ponga en suspenso la certezas civilizatorias, eso es una revolución. Poner en suspenso la continuidad implica poner en suspenso sus procesos de desarrollo industrial, su tecnología, su saber, su tiempo. La revolución debe poner en suspenso la propia concepción de revolución asentada en los principios de la revolución francesa y la revolución industrial sobre los que seguimos proyectado nuestra imagen humana en el futuro. 

La revolución la hacen los desertores simbólico-subjetivos de la sociedad industrial, que son los que han sido vaciados por su lógica. 

https://www.alainet.org/es/articulo/132357?language=es
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