Que vuelva la razón

06/01/2009
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  • Opinión
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“Ojo por ojo hace que todo el mundo quede ciego”, dijo Gandhi.
¿Y qué, cuando son cien ojos por un ojo?
Norman Solomon. Truthout/Perspective (30/12/2008).
 
En los pocos días transcurridos desde que se desató la oficialmente reconocida y desproporcionada represalia del gobierno israelí contra Hamás en la Franja de Gaza, se ha segado ya la vida de más de 650 palestinos, la gran mayoría civiles no combatientes, decenas de niños y mujeres entre ellos. Y se cuentan más de 3 mil heridos, a los que deben sumarse cuatro muertos y alrededor de cuarenta heridos en el lado de Israel. Es momento de parar la matanza y detener la violencia. Es momento que vuelva la razón.
 
El mundo debe hacerse oír fuerte, exigiendo un cese inmediato y absoluto del fuego.
 
Corresponde a la parte más fuerte —sin duda Israel— tomar la iniciativa para poner fin y dar solución al conflicto. Éste viene de muy atrás en el tiempo y se recrudece con el sectarismo fundamentalista que se encuentra en ambos bandos.
 
Voces sensatas de ambos lados, señalan que debe suspenderse de manera absoluta el lanzamiento de proyectiles, bombas y cualquier otra acción ofensiva desde la banda oriental de Gaza contra territorio y objetivos israelíes y que, al mismo tiempo, debe procederse al retiro inmediato y total del ejército israelí del territorio palestino; así como la definitiva suspensión de los bombardeos, asesinatos de dirigentes y todo acto violento dirigido contra militantes y activistas de Hamás por parte del Estado de Israel.
 
Estas voces expresan que Israel debe abrir su frontera con Gaza y permitir el libre tránsito de israelíes y palestinos en cualquier sentido, así como el libre paso hacia la Franja de Gaza, en primer lugar y urgentemente, de alimentos y medicinas, levantando el impedimento impuesto desde el 8 de noviembre pasado para que la Organización de las Naciones Unidas pueda volver a distribuir comida entre los 750 mil palestinos que venía atendiendo —el 50% de la población de la Franja— y que hoy se debate en el hambre.
 
Además, que se pueda contar en la zona con los elementos médicos indispensables que están requiriendo con urgencia los centenares de heridos y millares de enfermos, hoy carentes por este hecho de la más mínima atención médica.
 
Hamás, por su parte, debe poner en libertad, de manera incondicional e inmediata al soldado Gilad Shalit y a otros detenidos que pueda tener.
 
Debieran de inmediato iniciarse negociaciones entre las dos partes en conflicto para establecer los acuerdos que garanticen una paz permanente, empezando por un compromiso de cese del fuego con duración de por lo menos veinte años —no de meses, como el que recientemente caducó—; invitando ambas partes a la formación de una fuerza internacional que garantice el cumplimiento de los acuerdos a los que llegaron, y que esté bajo la supervisión de la Organización de las Naciones Unidas, la Unión Europea y los gobiernos de Estados Unidos y Rusia.
 
Por otra parte, estos organismos y gobiernos garantes de la paz debieran propiciar el reconocimiento de un Estado palestino con las fronteras propuestas en las negociaciones de Ginebra de 2003, así como la instrumentación de un plan de desarrollo en la Franja de Gaza para terminar con la pobreza y la desocupación y el desmantelamiento de los asentamientos de israelíes en Gaza que no reconocen las leyes del Estado palestino.
 
Los mismos organismos debieran buscar también la aceptación por parte de Israel del regreso a su territorio de unos 30 mil refugiados palestinos anualmente, durante 30 años, lo que no crearía al país ningún desequilibrio de carácter poblacional y contribuiría de manera decisiva a la paz y a la estabilidad en la región. Es así como Israel podría alcanzar una seguridad efectiva para sí y poner fin a los conflictos con sus vecinos.
 
Solución militar no existe para el conflicto palestino-israelí. Un cruento y doloroso pasado reciente lo demuestra. Israel, la parte más poderosa desde el punto de vista militar, de empeñarse en esta vía, estaría obligado a obtener una victoria de tal costo en vidas y destrucción, que resultaría inconcebible en el mundo de nuestros días, a pesar de todo lo que ya las generaciones actuales hemos visto y de la desmesurada violencia que cotidianamente se nos hace presente en los cinco continentes. Llamemos, una vez más, a que impere la razón.
 
Milenio Diario, 7 – 01- 09
https://www.alainet.org/es/articulo/131759
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