Un hotel que nació como respuesta a la discriminación colonialista

29/11/2008
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Las cámaras de televisión han mostrado en estos días las llamas sobre el hotel Taj Mahal de la ciudad india de Mumbai. Fue parte del ataque de un grupo islámico que hizo una demostración de terror contra un centro del poder económico de la India pero, más allá de cualquier consideración política, un atropello contra una expresión inequívoca de la cultura arquitectónica de la humanidad. Las famosas Maravillas del Mundo también fueron en su momento expresiones del poder. Las pirámides de Gizah fueron construidas 4.600 años atrás durante la IV Dinastía egipcia, la que mayor concentración económica tuvo a lo largo de toda la historia de los faraones del país del Nilo y miles de personas trabajaron para construir la futura tumba de los monarcas de turno. A lo largo de los siglos la historia del hombre ha mostrado numerosos hechos de barbarie cultural. La colonización castellana en América fue un claro ejemplo de ello. Las grandes manifestaciones heredadas de las viejas culturas aborígenes también se correspondieron con los grandes períodos de expansión de las mismas y de gran concentración económica por sus correspondientes estados.

Fue Napoleón Bonaparte uno de los pioneros en la defensa del patrimonio de la humanidad. Durante su campaña a Egipto (1798-1801) impuso severas normas a su tropa para evitar que se perdiera lo más mínimo que se pudiera rescatar del legado de las treinta centurias que se gestó desde los primitivos “Servidores de Horus” hasta la muerte de la última faraona de la XXXI Dinastía , la greco-egipcia Cleopatra VII Ptolomeo.

Gracias al cuidado de Napoleón Bonaparte y de sus precisas instrucciones en la materia es que la famosa “Piedra de la Rosetta ”, hallada por uno de sus soldados en 1799, puso ser llevada a Francia para que el científico Jean François Champollion, un par de décadas más tarde, en 1821, el mismo año en que falleciera Napoleón en Santa Helena, pudiera descifrar la escritura jeroglífica.

Las potencias colonialistas como Francia y el ahora Reino Unido robaban los tesoros para trasladarlos a las metrópolis, pero no los destruían. Hoy los gobiernos de aquellas viejas  colonias, como el propio Egipto, pueden reclamar la devolución de los mismos, tal como vienen haciendo desde hace tiempo. Los muestras de arte “pagano” hechas destruir por los emperadores cristianos de Roma en Alejandría no pueden reclamarse.

El Islam original respetó las viejas tradiciones culturales. Muhammad ibn ‘Abd Allāh (Mahoma) honró la Piedra Negra de la Kaaba , viejo símbolo del paganismo cuando se apoderó de La Meca y se declaró continuador de las tradiciones judía y cristiana. El califato de Córdoba rescató la cultura clásica sepultada en el medioevo cristiano y así pudieron retomarla Santo Tomás de Aquino o Musa Ibn Maimun (Maimónides).

Las últimas décadas han dado lugar a la aparición de retornos a expresiones de barbarie por parte de extrañas manifestaciones de negación del pasado como si los proyectos, buenos o malos, de nuevas sociedades, pudiesen desarrollarse a partir de la negación de los 6.000 años de existencia de la organización económica y política de la sociedad humana con sus correspondientes culturas.

Mao Zedong será recordado como el hombre que lideró la revolución china y que reconstruyó un país en crisis a partir de su llegada al poder en 1949 al punto de que hizo retroceder a los Estados Unidos de América en la Guerra de Corea muy poco después. Pero nada podrá justificarlo de haber impulsado en 1966 la “Revolución Cultural” durante la cual se destruyeron obras de arte, libros, templos y edificios antiguos.

La propia ciudad de Qufu, provincia de Shandong, donde naciera Confucio 551 años antes de nuestra era (ANE), fue víctima de ataques de los “Guardias Rojos” que destruyeron obras de arte y edificios antiguos. Posteriores gobernantes comunistas restauraron lo que pudieron y hasta crearon el Instituto Confucio de cultura también instalado en la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires.

Pero el fundamentalismo islámico –que nada tiene que ver con la tradición coránica- que ahora se relaciona con los atentados de esta semana en Mumbai ya tuvieron sus expresiones de barbarie cultural cuando los talibanes afganos en 2001 volaron en marzo de 2001 la mayor estatua de Siddhārtha Gautama (Buda) construida 1.500 años atrás, entre otras manifestaciones imperdonables.

El hotel Taj Mahal de la bahía de Mumbai no tiene 1.500 años de antigüedad ni guarda idénticos valores a otras grandes manifestaciones como el sepulcro de la emperatriz Mumtaz Mahal, de la cultura islámica mongola de mediados del Siglo XVII llamado, precisamente, Taj Mahal, en la ciudad de Agra. Pero además de ser tal vez el hotel más bello del planeta, también es una respuesta al colonialismo.

Situado exactamente frente a la Bahía de Mumbai, calle de por medio del preciso lugar donde en 1947 se arrió la bandera del Reino Unido y se alzó la del nuevo estado de la India con la partida del último virrey del gobierno de Londres, Louis Mountbatten, el hotel Taj Mahal fue creado en 1903 como respuesta de un empresario indio que a pesar de su dinero no había sido aceptado como huésped de un hotel para europeos.

La leyenda que nos han contado a los que alguna vez nos alojamos allí fue que Jamsetji Nusserwanji Tata quiso instalarse en ese hotel ya desaparecido, situado muy cerca, pero fue rechazado por lo que decidió responder creando el suyo propio, una verdadera joya arquitectónica donde se mezclan aspectos funcionales occidentales modernos con manifestaciones orientales que incluyen su extendida arboleda interior.

El hotel, que en su época costara 250.000 dólares estadounidenses, una cifra que hoy suena ridícula, ya fue golpeado por el terrorismo en 1993 cuando un camión bomba estalló frente a él. Precisamente el 12 de marzo de ese año fundamentalistas vinculados con Pakistán hicieron estallar 10 bombas que costaron 317 vidas en el centro de Mumbai, la capital del estado de Maharashtra.

La cadena de hoteles Taj Mahal hoy se compone de 57 edificios, 38 de ellos en ciudades de la India y 19 en el resto del mundo, desde pequeños estados del Océano Indico, hasta Australia, el Reino Unido y los Estados Unidos de América, pero el de Mumbai es su emblema. Ahora el actual cabeza del grupo Ratan N. Tata anunció la reconstrucción de los graves daños que como 15 años atrás también fueron inspirados desde Pakistán.

Más allá de lo que hoy el edificio pueda significar como negocio para un grupo poderosísimo con intereses diversificados geográfica y productivamente; de las contradicciones políticas o religiosas que se debaten en la región o de la condición de muchos de sus especiales huéspedes procedentes de todo el mundo, el atentado al hotel Taj Mahal de la ciudad de la diosa Mumba Devi, es sobre todo una muestra bárbara.

- Fernando Del Corro es Periodista, historiador, docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA), Argentina, y colaborador de la cátedra de Deuda Externa de la Facultad de Derecho (FD) de la UBA. De la redacción de MERCOSUR Noticias.

https://www.alainet.org/es/articulo/131164?language=en
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