Otro mundo es posible porque es necesario
23/10/2008
- Opinión
El crecimiento no es un simple aumento del producto interior bruto. Que la crisis sirva para reinventar la economía con modelos más justos y sostenibles.
La crisis se extiende como mancha de petróleo. Los gobernantes rescatan el sistema financiero, pero “rescatar a los bancos es sólo el principio: la economía real, no financiera, tiene también una desesperada necesidad de ayuda y para proporcionar esa ayuda vamos a tener que dejar de lado algunos prejuicios”. Lo afirma el último Nobel de economía, Paul Krugman, y ese ‘dejar de lado ciertos prejuicios’, incluye desmantelar el nefasto neoliberalismo responsable, ese engaño colectivo de ‘todo es mercado’ y ‘el mercado se auto corrige’. ¡Ya hemos visto cómo!
Un diagnóstico de la crisis lo remata otro Nobel de economía, Joseph Stiglitz: “Unos precios de alimentos por las nubes y un sistema financiero en ruinas son la consecuencia de una mala política”. Y añade que “no hay que elegir entre crecimiento y desigualdad”, pues “el crecimiento ha de lograr que se beneficie la mayoría de los ciudadanos”. Pero, además, Stiglitz explica que “un crecimiento basado en la degradación del medio ambiente, en empachos de consumo financiados por la deuda, o en explotación de recursos naturales escasos, sin que haya reinversión de beneficios, no se aguanta”, porque “el crecimiento no es un simple aumento del producto interior bruto”.
Por su parte, Krugman, arremete sin ninguna duda contra dos pilares del neoliberalismo: la rebaja de impuestos y evitar el déficit de las cuentas del Estado.
“Es necesario suprimir los bajos impuestos establecidos por Bush porque son inútiles –asegura-. No hay un solo argumento racional para rebajar impuestos. Hay margen para aumentar las cargas fiscales sobre los más ricos, no para penalizarlos, sino para hacerles pagar su parte del financiamiento de las políticas públicas que el resto de la población necesita”.
Razones de Krugman apoyadas en datos, cuando nos explica que las rebajas de impuestos en Estados Unidos (que luego copiaron en parte en la Unión Europea) fueron elevadas por Bush a categoría de dogma para beneficiar a los más ricos, pero dejaron al Estado con menos dinero para políticas sociales para la mayoría. Según Krugman, “el 40% de las reducciones de impuestos de Bush sólo han beneficiado a las personas que ganan más de 300.000 dólares anuales, lo que representa una redistribución en beneficio de quienes están en mejores condiciones de pagar impuestos”.
Sobre el déficit, el Nobel 2008 es claro: “Las preocupaciones sobre el déficit presupuestario deben ser dejadas en suspenso”, porque “ahora mismo, un mayor gasto estatal es justo lo que el doctor receta”.
Stiglitz remata la faena al reconocer que “la izquierda comprende que el Gobierno tiene una función vital en las infraestructuras y la educación, en el desarrollo tecnológico, e incluso como empresario”, con lo que otro premio Nobel se carga otro dogma neoliberal, la impotencia de lo público, y recuerda que gracias al Estado se ha extendido Internet y ha habido avances biotecnológicos que cambiarán el mundo; del mismo modo que a finales del siglo XIX y principios del XX, el gobierno financió con dinero público las universidades para investigar y sentar las bases de grandes cambios en la agricultura estadounidense.
La sorpresa, sin embargo, la ha proporcionado estos días turbulentos el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien ha proclamado en el sur de Francia el regreso de la acción política a la economía, porque "la ideología de la dictadura del mercado y de la impotencia pública ha muerto con la crisis financiera”, asegurando que “hace falta reinventar el mundo”.
Bien venido sea Sarzozy al mundo de quienes se oponen a la dictadura neoliberal, al totalitarismo del ‘consenso de Washington’. Bien venido al movimiento de quienes creen que otro mundo es posible, porque es necesario.
Y para una felicidad completa, deberían cumplirse los deseos contenidos en los interrogantes y cuestionamientos que plantea otro Nobel (éste de Literatura), José Saramago sobre paraísos fiscales, ingenierías financieras delictivas, inversiones opacas y lavado de dinero negro.
“¿Tendrán los ciudadanos comunes la satisfacción de ver juzgar y condenar a los responsables directos del terremoto que sacude nuestros hogares, la vida de nuestras familias, y nuestro trabajo?”, nos pregunta.
Que así sea.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor
La crisis se extiende como mancha de petróleo. Los gobernantes rescatan el sistema financiero, pero “rescatar a los bancos es sólo el principio: la economía real, no financiera, tiene también una desesperada necesidad de ayuda y para proporcionar esa ayuda vamos a tener que dejar de lado algunos prejuicios”. Lo afirma el último Nobel de economía, Paul Krugman, y ese ‘dejar de lado ciertos prejuicios’, incluye desmantelar el nefasto neoliberalismo responsable, ese engaño colectivo de ‘todo es mercado’ y ‘el mercado se auto corrige’. ¡Ya hemos visto cómo!
Un diagnóstico de la crisis lo remata otro Nobel de economía, Joseph Stiglitz: “Unos precios de alimentos por las nubes y un sistema financiero en ruinas son la consecuencia de una mala política”. Y añade que “no hay que elegir entre crecimiento y desigualdad”, pues “el crecimiento ha de lograr que se beneficie la mayoría de los ciudadanos”. Pero, además, Stiglitz explica que “un crecimiento basado en la degradación del medio ambiente, en empachos de consumo financiados por la deuda, o en explotación de recursos naturales escasos, sin que haya reinversión de beneficios, no se aguanta”, porque “el crecimiento no es un simple aumento del producto interior bruto”.
Por su parte, Krugman, arremete sin ninguna duda contra dos pilares del neoliberalismo: la rebaja de impuestos y evitar el déficit de las cuentas del Estado.
“Es necesario suprimir los bajos impuestos establecidos por Bush porque son inútiles –asegura-. No hay un solo argumento racional para rebajar impuestos. Hay margen para aumentar las cargas fiscales sobre los más ricos, no para penalizarlos, sino para hacerles pagar su parte del financiamiento de las políticas públicas que el resto de la población necesita”.
Razones de Krugman apoyadas en datos, cuando nos explica que las rebajas de impuestos en Estados Unidos (que luego copiaron en parte en la Unión Europea) fueron elevadas por Bush a categoría de dogma para beneficiar a los más ricos, pero dejaron al Estado con menos dinero para políticas sociales para la mayoría. Según Krugman, “el 40% de las reducciones de impuestos de Bush sólo han beneficiado a las personas que ganan más de 300.000 dólares anuales, lo que representa una redistribución en beneficio de quienes están en mejores condiciones de pagar impuestos”.
Sobre el déficit, el Nobel 2008 es claro: “Las preocupaciones sobre el déficit presupuestario deben ser dejadas en suspenso”, porque “ahora mismo, un mayor gasto estatal es justo lo que el doctor receta”.
Stiglitz remata la faena al reconocer que “la izquierda comprende que el Gobierno tiene una función vital en las infraestructuras y la educación, en el desarrollo tecnológico, e incluso como empresario”, con lo que otro premio Nobel se carga otro dogma neoliberal, la impotencia de lo público, y recuerda que gracias al Estado se ha extendido Internet y ha habido avances biotecnológicos que cambiarán el mundo; del mismo modo que a finales del siglo XIX y principios del XX, el gobierno financió con dinero público las universidades para investigar y sentar las bases de grandes cambios en la agricultura estadounidense.
La sorpresa, sin embargo, la ha proporcionado estos días turbulentos el presidente francés, Nicolas Sarkozy, quien ha proclamado en el sur de Francia el regreso de la acción política a la economía, porque "la ideología de la dictadura del mercado y de la impotencia pública ha muerto con la crisis financiera”, asegurando que “hace falta reinventar el mundo”.
Bien venido sea Sarzozy al mundo de quienes se oponen a la dictadura neoliberal, al totalitarismo del ‘consenso de Washington’. Bien venido al movimiento de quienes creen que otro mundo es posible, porque es necesario.
Y para una felicidad completa, deberían cumplirse los deseos contenidos en los interrogantes y cuestionamientos que plantea otro Nobel (éste de Literatura), José Saramago sobre paraísos fiscales, ingenierías financieras delictivas, inversiones opacas y lavado de dinero negro.
“¿Tendrán los ciudadanos comunes la satisfacción de ver juzgar y condenar a los responsables directos del terremoto que sacude nuestros hogares, la vida de nuestras familias, y nuestro trabajo?”, nos pregunta.
Que así sea.
Xavier Caño Tamayo
Periodista y escritor
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
http://www.ucm.es/info/solidarios/index.php
https://www.alainet.org/es/articulo/130464?language=es
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