Buscando a Alegría en Wall Street

21/10/2008
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Luego del último invierno que inundó el paisaje de carencias, Alegría se fue de mi frontera, con su mayoría de edad y la guitarra del amor desesperado; se fue, dejándome de Patria las “distancias inasibles en la patita del gato quebrada por el automóvil[1]”.

De paso por el pequeño pueblito de El Triunfo[2], Carlos vivió un tiempo en la Comuna de Francisco Rojas[3], ahí se unió al cuidado de la sementera, la crianza de un gallo, una vaca mariposa y compartió los recuerdos de Alegría. Se quedó a la cosecha y ayudó a distribuirla en partes iguales. No hubo mucho, pero, como él decía: en lo poco cuando se comparte, se comparte humanidad. “Si toda la luz del mundo puede caber dentro de un ojo[4]”, entonces la redondez misma de la vida puede ofrecerse en un pan.

Antes de la partida a la otra Comuna, a la de París, Carlos regaló a Francisco dos atados de palabras: el de las distancias y el de las pasiones. El primero, del granadino migrante en “New York”; el otro, tejido con su propio estilo capital. De favor le pidió que los sembrara, los cuidara como a su sementera, como al recuerdo de su compañera. El de las distancias, para entender “la tristeza que tuvo su valiente Alegría”, cuando se fue llevándose el calor de sus miradas: “Mi corazón oprimido siente junto a la alborada, el dolor de sus amores y el sueño de las distancias. ¡Qué haré yo sobre estos campos cogiendo nidos y ramas, rodeado de la aurora y llena de noche el alma! ¡Qué haré si tienes tus ojos muertos a las luces claras y no ha de sentir mi carne, el calor de tus miradas![5]”. El de las pasiones, para enmudecer al silencio de los que callan el dolor ajeno: “Atrevámonos a todo, sin descansar jamás, no permanezcamos mudos sin querer, sin hacer nada, no nos sometamos en silencio y temerosamente al humillante yugo; que el deseo y la pasión, y la acción ardan en nosotros[6]”.

De la cálida comuna ecuatoriana, Carlos se fue sin querer irse, pero anunciando su multiplicado retorno: aunque no vuelva, volveré mi gran amigo, y para hacerlo, incluso, mi último frac empeñaré en el Monte de Piedad, exclamó, alzando su mano izquierda, la que no podía sostener los adioses que colgaban de sus ojos.

Como a todos los privados de propiedad, a Francisco, los problemas le llegaron con premio. El último invierno natural, décimo electoral, dejó huérfano a su gallo, “maniatadas las rosas” y sin sendero el destino de su casa. Pero lo que le hirió de soledad fue quedarse de rodillas, mudo… sin Alegría.

Donde el pueblo se despide, el foco rojo conduce a “Uol Estrit[7]”, barcito que se escribe como suena, y suena como duele. Ahí el aserrín pide saliva y la saliva devuelve un amasijo de canción: “Desde que tu te fuistes (fuiste) a la United, me he tomado mil tragos y no he ahogado mis penas…[8]”. El tonito de pasillo-valseado[9] fermenta el murmullo entristecido y parpadea la edad del tiempo ido: Alegría, recién te fuiste el pasado invierno y ya llevo siglos llamándote con mis ojos.

Al pie de la letra, en la orilla vegetal, Francisco, prosiguió en soledad con la siembra encomendada. De tanto trabajo encariñado, rojas se rebelaron las “rosas maniatadas”; en ellas y con ellas, a Nueva York arribó, buscando a su Alegría; pero en mal tiempo llegó, el día en que de tanto sacar los ojos, los cuervos enceguecieron; un martes de octubre, cuando la “fiesta de los taladros” y el bursátil baile de los pasivos en Wall Street, se desató.

Por esas calles, entre los muros del Empire State y las virtuales Torres Gemelas, donde King Kong sigue huyendo de la civilizatoria flecha; ahí, debajo de las multiplicaciones, Francisco sorprendió a Federico, escondido de la “guardia nacional”, sufriendo el aleteo de las dos mil palomas, sacrificadas “para el gusto de los agonizantes”; ahí mismo, Francisco lloró de sus venas “los interminables trenes de leche” de su vaca mariposa.

Vengo de una línea imaginaria, muro de división de dos mundos, donde los del norte desheredan a los del sur y los del sur, buscando el norte, secan sus sombras sobre las alambradas. Interminable desfile surtido de hermanos que remiendan su patria con retacitos de otras. Vengo de latitud cero, con 45 revoluciones por minuto y un hambre que engorda; donde todo lo público sigue privado y los mendigos de clase media asaltan vitrinas virtuales; donde a la “La Patria de todos”, le faltó un socialista pedacito para mi Alegría, ¡ay! ¡ay! si esta revolución no fuera de bambalina, ella estaría, ella estaría.

De ahí vengo, Federico, donde la tierra macera fe y el trono siempre está prevenido: donde sobran santos, faltan milagros y hasta cruces para dignificar los cementerios.

Todos tenemos una Alegría que encontrar, Francisco, asumo tu pasión y dejo que arda en mí todo el coraje, que viva en mí todo el amor: Yo vine a Nueva York el año de las revelaciones, 1929 y me encontré con “la turbia sangre, la sangre que lleva las máquinas a las cataratas y el espíritu a la lengua de la cobra”.

En el umbral tibio de la madrugada, Federico recordó también, como se estremecen los huesos del mundo en Wall Street: “Llega el oro en ríos de todas las partes de la tierra y la muerte llega con él. En ningún sitio del mundo se siente como allí la ausencia total del espíritu; manadas de hombres que no pueden pasar del tres y manadas de hombres que no pueden pasar del seis, desprecio de la ciencia pura y valor demoníaco del presente”.

Afuera, “no es el infierno, es la calle” el vientre del capital, donde entre cifras y amores que se eternizan en fotografías, ahí debajo de las divisiones, debajo de las sumas, en pleno octubre de 2008, como en 1929, sigue “un río de sangre tierna… cantando por los dormitorios de los arrabales, y es plata, cemento o brisa en el alba mentida de New York”.

New York, la capital del capital, charco de la plusvalía global y del bandidaje organizado, donde “se dan cita las razas de toda la tierra, pero donde chinos, armenios, rusos, alemanes” -ecuatorianos, peruanos y todos los sin Patria – “siguen siendo extranjeros”.

Aquí, en el regazo del sueño americano, una vez más los cirujanos del capital, el corazón maltrecho de Wall Street van a reparar, millones de herederos del purgatorio los pasivos del paraíso pagarán, sangre nueva transferirán y el cadáver ahí mismo matando vivirá. Las venas del mundo, los hipotecados del mundo, las lágrimas del mundo, las Alegrías del mundo, al verdugo del mundo, de la tumba salvarán.

Pronto, si aún hay un pronto, y si los sepultureros se afilian a la izquierda y la izquierda no se vira, y si a la izquierda no le tiembla; ese día rapidísimo de la historia, como creía Julio Cortázar, incluso ahí: “Habrá una revolución en los Estados Unidos cuando suene la hora del hombre y acabe la del robot de carne y hueso, cuando la voz de los Estados Unidos dentro y fuera de sus fronteras sea, simbólicamente, la voz de Bob Dylan y no la de Robert MacNamara”.

Entre tanto, vuelvo a mi Comuna, a ordenar los paisajes, las distancias y las pasiones; vuelvo a despertar con el canto compatriota de los gallos y recuperar a mi Alegría. Porque ella volverá con su guitarra y una revolución de zafiros bajo el brazo, a liberar con sus criollas “mimaciones[10]” la frontera abandona. Ese día, el de todas las horas, en nuestro “Uol Estrit”, el murmullo del pasillo entonará la rebelión de los tristes, para que nunca más exilien a Alegría, del amado lindero de mi chacra[11], para que nunca más, tengamos que subir a la cruz por compartir el pan y el vino.

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Notas

[1] Federico García Lorca: revolucionario, escritor español. No le dejaron vivir más de 38 años.

[2] El Triunfo: conocido también como “Boca de los Sapos”, pequeño Cantón de la Provincia del Guayas, Ecuador. El radical cambio de nombre se debió a una de las tantas populistas hazañas.

[3] Francisco Rojas, campesino, migrante, buscador de Alegría.

[4] Federico García Lorca: Poeta en Nueva York (1929-1930)

[5] Federico García Lorca: Alba

[6] Carlos Marx: La Revolución Española, Editorial CENIT.

[7] Uol Estrit: espacio para memorizar a quien se va, al puro estilo ecuatoriano.

[8] Canción el Cangrejo Criminal, Héctor Napolitano.

[9] Pasillo: género musical ecuatoriano, entristecido por los tristes.

[10] Mimaciones: mimos en versión ecuatoriana.

[11] Chacra: país chiquito y comunitario

Quito, octubre 2008

https://www.alainet.org/es/articulo/130434
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