Un cardenal, amigo de la inteligencia

31/08/2008
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El día 18 de julio de este año, visité en São Paulo a mi antiguo maestro, el cardenal Paulo Evaristo Arns. Encontré a un sabio bíblico, cargado de días, pero lleno de vida y de lucidez intelectual. Sobre la mesa había varios libros abiertos, sus amigos predilectos: los textos de san Jerónimo, de san Juan Crisóstomo, de la Didaqué y otros. Durante más de dos horas hablamos de nuestra vida y de nuestras andanzas por el mundo de la teología y de la Iglesia y recordamos nuestro pasado. Fue mi maestro de teología, me introdujo en la lectura en sus lenguas originales de los padres de la Iglesia, aquellos pensadores de los primeros siglos que inauguraron la gran aventura intelectual que fue el encuentro de la fe cristiana con la inteligencia filosófica de los griegos y con el sentido del derecho de los romanos.

Tres pasiones marcan la vida del más importante de nuestros cardenales en el siglo XX: la pasión incandescente por Dios, la pasión por los pobres en la perspectiva de su liberación, y la pasión por la inteligencia. Para Don Paulo, Dios no es un concepto teológico sino una experiencia de intimidad y de fascinación. Él puede hablar de derechos humanos y denunciar su violación sistemática, y de justicia social. Y lo hace bien. Pero dejémosle hablar de Dios para darnos cuenta de que sus palabras ganan dulzura y profundidad, corroborando lo que decía Pascal: «quien siente a Dios es el corazón, no la razón».

Su otra pasión son los pobres, gran tradición de san Francisco, pues Don Paulo sigue siendo fraile franciscano. Como joven estudiante de teología trabajé con él durante dos años, los viernes, los sábados por la tarde y los domingos, en el barrio Itamarati de Petrópolis y en las barriadas vecinas donde vivían los pobres. Hablaba con ellos con cariño; fundó escuelas y animaba la cultura local. Cuando fue cardenal arzobispo de São Paulo llamó a Paulo Freire para orientar pedagógicamente la pastoral de las periferias. Pero sobre todo defendió a los que el régimen militar consideraba subversivos, con frecuencia torturados y hasta asesinados. Arriesgó la vida para defenderlos. El papa Pablo VI sabiendo de su compromiso por los derechos humanos lo hizo inmediatamente cardenal de São Paulo. La sociedad brasilera le debe la contribución inestimable de su libro Brasil nunca mais, relato de las torturas a partir de las fuentes oficiales de los tribunales militares. Colaboró así a desmantelar el régimen militar y acelerar el retorno de la democracia.

Su tercera pasión es la inteligencia. Se graduó en la Sorbona de Paris con una tesis que acaba de ser lanzada en portugués en una bellísima edición por Cousac-Naif: La técnica del libro en san Jerónimo. Asocia el ésprit de finesse a con la minuciosidad de la investigación alemana. Ha escrito más de 50 libros, tradujo textos clásicos de los padres de la Iglesia, pero principalmente defendió la inteligencia teológica. Me acompañó a Roma cuando tuve que someterme a las instancias doctrinales del Vaticano. No solamente apoyaba a un ex-alumno, quería testimoniar lo que había dicho al cardenal encargado de interrogarme, Joseph Ratzinger: «La teología es un bien de la Iglesia local. Quiero testimoniar como pastor que esta teología que ahora está sometida a juicio hace bien a nuestras comunidades. Si contiene errores corrijámoslos para que siga animando la vida de los fieles». Considerado el «cardenal de la liberación», siempre defendió la legitimidad y necesidad de esta teología.

Cuando me embarqué el 16 de julio de 1965 para estudiar en Alemania me puso en la mano una nota que guardo todavía hoy: «Quiero que sepas esto: queremos darte lo mejor porque Brasil y la Iglesia son realidades complejas y necesitan lo mejor. Enviado por Dios, estudia y vive por Él y para Él». Es un consejo que me alimenta e inspira todavía el día de hoy.

https://www.alainet.org/es/articulo/129974
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