Salvataje para las financieras, más impuestos a los pobres y más concentración de la riqueza

21/09/2008
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Como un análisis serio de lo que pasaba en el mundo de las finanzas mundiales lo hacía prever, la burbuja estalló y sus efectos ya son mayores que los del crack de la bolsa de Nueva York de 1929 medidos en términos cuantitativos. Entonces, esos efectos, medidos en la moneda estadounidense de nuestros días, llegaron a unos 850.000 millones. Hoy se estima que podrán alcanzar hasta varios billones, o sea millones de millones si se tiene en cuenta que incluyendo derivativos y otras yerbas se están operando unos 500 billones (500 trillones en inglés o portugués), más de siete veces el PIB (producto interno bruto) mundial que en 2007 fue de poco más de 65,82 billones, de los cuales 28,24 billones corresponden a las dos economías más grandes del planeta: la Unión Europea (tomada como conjunto), con 14,44 billones, y los Estados Unidos de América, con 13,8 billones.

 

La burbuja que estalló, basada en el sector inmobiliario, con unas 3,3 millones de viviendas hoy a la venta por no poder pagar sus hipotecas, forma parte de un fenomenal esquema consumista que si se reprodujera al resto del mundo haría falta que el planeta Tierra fuese varias veces más grande, en alrededor de un triple de su diámetro, para abastecer esa demanda. Es que en los Estados Unidos el consumo, en términos reales, equivale al 106 por ciento de lo que se produce, lo que lleva a un desequilibrio comercial ininterrumpido. Ello, sumado a los varios cientos de bases militares (737) que tiene en todo el mundo, han convertido al país en el mayor deudor y su pasivo se acelera permanentemente, solo sostenido en los últimos años por las compras de sus títulos públicos por parte de tres estados asiáticos con enormes reservas líquidas: Japón, China y Arabia Saudita, sus fenomenales acreedores, amén de su poder de emisor de una moneda sin respaldo pero que hasta hace poco era aceptada como base universal de transacción.

 

 Esta realidad no es la que contaban las calificadoras de riesgo o los análisis de los grandes emporios financieros. No faltaron algunos pronosticadores en los últimos años que fueron advirtiendo estas cosas como los estadounidenses Nouriel Roubini (tal vez el primero), Paul Krugman, Melvin Burke y Avram Noam Chomsky (dos académicos marxistas) y Walter Molano (más recientemente, aunque desde el sistema); el brasilero Ricardo Amorim el húngaro George Soros; el alemán Heinz Dieterich Steffan (un marxista al que escucha el venezolano Hugo Chávez); y años ha, en forma más genérica, el ya fallecido trotskista belga Ernst Mändel. Haberles prestado atención en tiempo y forma habría evitado algunas de estas nefastas consecuencias, pero los discursos optimistas siempre caen mejor y son más escuchados. Hoy la realidad es la que se hace escuchar por si misma y hasta en el Fondo Monetario Internacional (FMI), su nuevo director-gerente, el francés Dominique Strauss-Kahn, se encarga de decir que lo peor está por venir.

 

Ahora que la burbuja explotó el gobierno del presidente George Walker Bush ha salido al rescate del sistema financiero. La presión de la Reserva Federal de Nueva York, como en 1929 (ver los estudios en la materia del monetarista austríaco Friedrich August von Hayek), hizo que la Reserva Federal nacional, la Fed, que opera como banco central, saliese a salvar el sistema y a inyectarle liquidez. Pero la Fed, conducida por Ben Bernanke, está en un apuro. Al lanzar ese salvavidas no puede bajar la tasa de interés, como había venido haciendo últimamente para salirle al paso a la recesión, pero esta nueva crisis financiera le impide volver a subirlas para actuar como un freno antiinflacionario y una forma de captar recursos desde otros orígenes. Está en una trampa.

 

 En tanto, para asistir a este salvataje anunciado el tesoro estadounidenses debe endeudarse aún más. A los gastos militares y el desajuste en su comercio exterior, amén de otras erogaciones menores pero que suman, la desastrosa administración de Bush (para Soros el peor presidente de la historia de los Estados Unidos), impulsó una política impositiva para favorecer a los más ricos haciendo caer el peso de las cosas en las capas medias y en los más pobres. Un ejemplo de ello es que el también republicano gobernador de California, el musculoso actor Arnold Schwarzenegger, hizo bajar en 5.000 millones de dólares estadounidenses el presupuesto de educación de ese estado.

Por otra parte el salvataje que se propone será para el sistema, no para los deudores,  a menos que la mayoría demócrata cambie las cosas en el Congreso. El nuevo organismo público propuesto apunta a comprar los créditos incobrables de las financieras pero, ¿condonará las deudas?. Seguramente no, y así millones terminarán en la calle y el valor de las viviendas de las capas medias se desplomará, con lo cual aún terminarán perdiendo hasta los que no contrataron hipotecas para adquirir sus bienes ni para realizar otro tipo de gastos, general propios del alocado consumismo.

 

Frente a esto, y con un Bush ya despidiéndose, sus dos posibles sucesores lanzaban vaguedades de campaña más o menos atractivas para alguna posible clientela más la realidad los ha obligado a poner los pies sobre la tierra y empezar a delinear propuestas de circunstancia. Sin embargo eso no quiere decir que esas propuestas apunten en los dos casos a mejorar las cosas. De hecho lo de John McCain parece muy delirante. Por un lado trata de tomar distancia de Bush, lo acusa de incompetente, y tras cartón propone cosas para profundizar su línea y hacer aún más graves la realidad.

Sin entrar en las consideraciones políticas (también negativas) de continuar con las aventuras bélicas del actual presidente (Afganistán e Irak) y las que se suenan en camino (en especial Irán), se trata de una cuestión sumamente gravosa, ya que supera muy largamente el billón anual (y por si fuera poco para intranquilidad de América Latina ha reactivado la Cuarta Flota). Pero McCain no sólo habla de seguir profundizando conflictos, olvidando que a él, personalmente le tocó perder en Vietnam y que eso llevó a la devaluación de la moneda estadounidense en 1971 y la salida del sistema de convertibilidad bajo el gobierno republicano de Richard Milhaus Nixon, sino que quiere complicar más las cosas del Tesoro profundizando las desgravaciones impositivas para los más ricos con las consecuentes consecuencias, además, para el resto de la población. Esto es, más concentración de la riqueza. Y sobre esto una reflexión histórica: en general se dice que los imperios siempre terminaron mal, pero se desconoce que ello estuvo ligado a procesos previos de descontrol fiscal y de concentración de la riqueza como, por ejemplo, en el Antiguo Egipto o en Roma (recordar la ley “De capitatio Iugatio”, del 297, del emperador Cayo Aurelio Valerio Diocles, Diocleciano) que llevaron a la feudalización y la desintegración.

 

En ese sentido parece más sensata la propuesta del demócrata Barack Hussein Obama de dar marcha atrás con las desgravaciones impositivas de Bush y reforzar los ingresos públicos. En tal sentido parece creíble porque ha dado ejemplos en esa dirección como cuando en el Senado tuvo que votar por la desgravación de los combustibles y ahí tuvo una actitud anticonsumista y de defensa del erario público: se opuso a tal desgravación a pesar de que algunos de sus colegas de la bancada demócrata, como Hillary Rodham Clinton, votaron con los republicanos.

 

En 1929 la crisis se desató con el republicano Herbert Clark Hoover en  la Presidencia. Fue a partir de la política del New Deal del demócrata Franklin Delano Roosevelt, asesorado en buena medida por el economista británico John Maynard Keynes, cuando se comenzó a revertir la crisis, pero fue la Segunda Guerra Mundial la que resolvió el problema de fondo para los EUA por haber estado comprometido en ella tardíamente y nunca en su propio territorio. Las cosas hoy son parecidas en cuanto a la burbuja pero muy diferentes en el fondo. Estados Unidos tiene graves problemas de diversa índole comenzando por los militares, amén de los financieros.

 

Además la economía devino hacia un sistema que hubiesen repudiado los grandes clásicos, como el escocés Adam Smith, el inglés David Ricardo Ruben o el alemán Karl Heinrich Marx, y algunos otros, aún con sus trascendentes diferencias. Todos ellos creían en la producción y rechazaban la especulación, las concentraciones monopólicas y una economía gerenciada por quienes siempre ganaban, aunque sus mandantes o inversores perdiesen. Hoy ya aparecen algunas voces que piensan que es hora de rescatar sus ideas de producción en cualquier sistema político.

 

Un repaso histórico nos muestra que a la muerte del ibérico Marco Ulpio Trajano, considerado por muchos como el más notable de los generales romanos, el Imperio había adquirido su máxima expansión territorial pero también había comenzado su crisis. Los recursos ya no cerraban con los gastos, entre ellos los de mantener un millón de soldados bajo las armas cuidando las fronteras. Otro ibérico, Publio Elio Adriano, lo sucedió en 117 como emperador y comprendió que para salvar a Roma había que empezar a ordenar las cosas y así trató de arreglar las cuentas, pactó con los judíos y construyó el muro que lleva su nombre para neutralizar a los escoceses. Pero lo primero que hizo fue retirarse de Irak, una ironía del destino. ¿Si llegara a ganar podría ser Obama un nuevo Adriano?. En tanto, muchas más cosas, seguramente, seguirán corriendo bajo los puentes del río de las finanzas, como lo acaba de señalar Strauss-Kahn.

 

Fernando Del Corro

 Periodista, historiador y docente en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la Universidad de Buenos Aires (UBA). De la redacción de MERCOSUR Noticias

https://www.alainet.org/es/articulo/129871?language=en

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