Después de la Cumbre mundial de la FAO
La mesa no está servida
08/06/2008
- Opinión
La paradoja de la abundancia: los precios de los alimentos suben, la producción también, pero más gente se ve privada de acceder a ellos. El ciclo alcista se convierte así en una maldición para las naciones más pobres.
Los organismos internacionales dependientes suelen reunirse para expresar declaraciones de buenas intenciones. La FAO (organismo dependiente de la ONU para la Agricultura y la Alimentación) tuvo su función en su sede de Roma, a la que acudieron los países integrantes de esta organización para discutir qué hacer ante el alza de los alimentos, analizar sus causas y sus posibles soluciones.
La cuestión es harto reiterada: los bienes básicos, materias primas o commodities se encuentran en un ciclo alcista desde inicios de siglo y no se vislumbra su final en el mediano plazo. Peor aún, debido a que este escenario se produce en un período de crecimiento de la economía mundial, sólo podría culminarse si el orbe entrase en recesión. Por lo cual, no es deseable el fin del período.
La razón del alza de los commodities se encuentra en el incremento de la demanda mundial de estos productos, en primer término. El enorme apetito de China (economía que crece a tasas del 11 por ciento anual y una población de 1.300 millones de habitantes), la sostenida demanda del resto de Asia (por sobre todo India, que se expande a tasas del 7 por ciento y tiene 1.100 millones de habitantes) figuran como la cara demandante de alimentos y minerales.
No debemos olvidar tampoco este nuevo vocablo que adquiere mayor preponderancia día a día: los agrocombustibles. Se trata de ciertos productos agrícolas que tienen una finalidad industrial y no alimenticia; se los estimula para producir a partir de ellos reemplazos a los combustibles de origen fósil (petróleo, gas natural y carbón), minerales que también suben de precio en forma sostenida. Pero al ser de origen biológico son renovables.
Otra gran causa de esta expansión es la especulación financiera. Y es que también en este sector existe posibilidad de obtener utilidades con sólo mover capitales. A través de las bolsas de valores, los mercados a futuros y los pooles de siembra, se puede invertir capital y retirarse cuando se satisficieron las expectativas. Esto llevó a que durante 2007 los cereales subieran un 77 por ciento su precio.
Resulta paradójico que este escenario sucede a pesar de que aumenta la producción mundial de todos los commodities. Los principales productores de bienes básicos mundiales se encuentran en el Tercer Mundo, lo que a priori debiera significar que el beneficio también sea para ellos. Pero esto no es así. El alza del precio de los alimentos y de los combustibles afecta en forma principal a los propios productores de estos bienes, y a las mayorías pobres en particular.
Podemos destacar de este "cumbrismo", donde las naciones se ponen metas moderadas a mediano y largo plazo, que no se alcanzan soluciones que pudiesen considerarse definitivas. De hecho, la conclusión final firmada por las 193 delegaciones presentes no es contundente, aunque sólo la posición argentina, representada por la propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner, desaprobó la resolución, pero obtuvo también obtuvo objeciones de Bolivia, Cuba, Nicaragua, Venezuela y Ecuador.
En ella, los países miembros de la FAO se han comprometido a reducir a la mitad el número de personas que sufren hambre de aquí a 2015 a pesar de la crisis alimentaria mundial, según la declaración final. El texto, sin embargo, no aborda puntos centrales en la actual crisis alimentaria, como son los agrocombustibles, a los que se responsabiliza, en parte, de la suba de los precios de los alimentos, o las políticas y subvenciones agrícolas.
Para el caso de los agrocombustibles, sus principales impulsores son Estados Unidos y Brasil. En el seno de la ex capital del Mundo Antiguo, se introdujo el eufemismo de agrocombustibles "buenos y malos", expresión atribuida al presidente Luiz Inacio Lula Da Silva. Los primeros serían aquellos que no necesariamente se incorporan como alimento humano (la caña de azúcar, la palma), mientras que entre los segundos figurarían aquellos que son esenciales para la alimentación humana (el maíz).
En cuanto a los subsidios a la producción y exportación de alimentos, el bloque Estados Unidos-Unión Europea-Japón es el más duro. Tiempo atrás culparíamos a estas subvenciones por el bajo precio de los alimentos, pero en el contexto actual esta acusación carece de sentido; pero el perjuicio para pequeños productores del Tercer Mundo continúa, ya que algunos países pobres reciben ayuda en alimentos desde la UE o la primera potencia mundial, situación que se convierte en obstáculo para los productores de alimentos de la nación supuestamente beneficiada.
Llama la atención que la FAO haya propuesto que "después de años de agricultura industrial y globalizada, habrá que volver a los huertos familiares y a los cultivos de medio tamaño que favorezcan la asociación de los campesinos". Más adelante, fuentes de esa organización explicaron que esa "es una medida estratégica, a largo plazo", y subrayaron que en los últimos 20 años los campesinos han abandonado las tierras porque costaba menos comprar alimentos y tampoco se hicieron reservas de materias primas. "Ya no volveremos a los precios de cinco años atrás, deberemos comer más productos locales y consumir de una forma más responsable", sintetizó en declaraciones a la prensa Cristina Amaral, coordinadora de la FAO para las iniciativas sobre el aumento de los precios agrícolas.
No se avanzó demasiado sobre dos cuestiones centrales. La primera podría expresarse con el interrogante ¿son los alimentos un producto más que debe sujetarse a los avatares del mercado? Si contestamos sí, las hambrunas serían sólo un momento del mercado que tendería naturalmente a solucionarse solo… aunque quedase un tendal al costado. Unos 850 millones personas padecen desnutrición en el mundo y la nueva crisis ya arrastró otros 100 millones.
El segundo interrogante podría expresarse como ¿el alza de los productos primarios se convierte en una maldición para los países productores? La respuesta más mediata nos indica que esto es así. Porque los alimentos se producen básicamente en el Tercer Mundo y también las hambrunas. Incluso en Argentina, el sector rural lleva 80 días de lock out porque el gobierno nacional incrementó los impuestos a las exportaciones de alimentos. Argentina, una nación que produce alimentos para una población sustancialmente mayor y junto a Estados Unidos son quienes más incrementan su producción agrícola, hoy padece desabastecimiento.
Llama poderosamente la atención que, al aumentar el precio de lo que producimos, en lugar de cosechar los beneficios recogemos sólo perjuicios. Como diría el maestro Atahualpa Yupanqui "las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas".
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
http://www.prensamercosur.com.ar
Los organismos internacionales dependientes suelen reunirse para expresar declaraciones de buenas intenciones. La FAO (organismo dependiente de la ONU para la Agricultura y la Alimentación) tuvo su función en su sede de Roma, a la que acudieron los países integrantes de esta organización para discutir qué hacer ante el alza de los alimentos, analizar sus causas y sus posibles soluciones.
La cuestión es harto reiterada: los bienes básicos, materias primas o commodities se encuentran en un ciclo alcista desde inicios de siglo y no se vislumbra su final en el mediano plazo. Peor aún, debido a que este escenario se produce en un período de crecimiento de la economía mundial, sólo podría culminarse si el orbe entrase en recesión. Por lo cual, no es deseable el fin del período.
La razón del alza de los commodities se encuentra en el incremento de la demanda mundial de estos productos, en primer término. El enorme apetito de China (economía que crece a tasas del 11 por ciento anual y una población de 1.300 millones de habitantes), la sostenida demanda del resto de Asia (por sobre todo India, que se expande a tasas del 7 por ciento y tiene 1.100 millones de habitantes) figuran como la cara demandante de alimentos y minerales.
No debemos olvidar tampoco este nuevo vocablo que adquiere mayor preponderancia día a día: los agrocombustibles. Se trata de ciertos productos agrícolas que tienen una finalidad industrial y no alimenticia; se los estimula para producir a partir de ellos reemplazos a los combustibles de origen fósil (petróleo, gas natural y carbón), minerales que también suben de precio en forma sostenida. Pero al ser de origen biológico son renovables.
Otra gran causa de esta expansión es la especulación financiera. Y es que también en este sector existe posibilidad de obtener utilidades con sólo mover capitales. A través de las bolsas de valores, los mercados a futuros y los pooles de siembra, se puede invertir capital y retirarse cuando se satisficieron las expectativas. Esto llevó a que durante 2007 los cereales subieran un 77 por ciento su precio.
Resulta paradójico que este escenario sucede a pesar de que aumenta la producción mundial de todos los commodities. Los principales productores de bienes básicos mundiales se encuentran en el Tercer Mundo, lo que a priori debiera significar que el beneficio también sea para ellos. Pero esto no es así. El alza del precio de los alimentos y de los combustibles afecta en forma principal a los propios productores de estos bienes, y a las mayorías pobres en particular.
Podemos destacar de este "cumbrismo", donde las naciones se ponen metas moderadas a mediano y largo plazo, que no se alcanzan soluciones que pudiesen considerarse definitivas. De hecho, la conclusión final firmada por las 193 delegaciones presentes no es contundente, aunque sólo la posición argentina, representada por la propia presidenta Cristina Fernández de Kirchner, desaprobó la resolución, pero obtuvo también obtuvo objeciones de Bolivia, Cuba, Nicaragua, Venezuela y Ecuador.
En ella, los países miembros de la FAO se han comprometido a reducir a la mitad el número de personas que sufren hambre de aquí a 2015 a pesar de la crisis alimentaria mundial, según la declaración final. El texto, sin embargo, no aborda puntos centrales en la actual crisis alimentaria, como son los agrocombustibles, a los que se responsabiliza, en parte, de la suba de los precios de los alimentos, o las políticas y subvenciones agrícolas.
Para el caso de los agrocombustibles, sus principales impulsores son Estados Unidos y Brasil. En el seno de la ex capital del Mundo Antiguo, se introdujo el eufemismo de agrocombustibles "buenos y malos", expresión atribuida al presidente Luiz Inacio Lula Da Silva. Los primeros serían aquellos que no necesariamente se incorporan como alimento humano (la caña de azúcar, la palma), mientras que entre los segundos figurarían aquellos que son esenciales para la alimentación humana (el maíz).
En cuanto a los subsidios a la producción y exportación de alimentos, el bloque Estados Unidos-Unión Europea-Japón es el más duro. Tiempo atrás culparíamos a estas subvenciones por el bajo precio de los alimentos, pero en el contexto actual esta acusación carece de sentido; pero el perjuicio para pequeños productores del Tercer Mundo continúa, ya que algunos países pobres reciben ayuda en alimentos desde la UE o la primera potencia mundial, situación que se convierte en obstáculo para los productores de alimentos de la nación supuestamente beneficiada.
Llama la atención que la FAO haya propuesto que "después de años de agricultura industrial y globalizada, habrá que volver a los huertos familiares y a los cultivos de medio tamaño que favorezcan la asociación de los campesinos". Más adelante, fuentes de esa organización explicaron que esa "es una medida estratégica, a largo plazo", y subrayaron que en los últimos 20 años los campesinos han abandonado las tierras porque costaba menos comprar alimentos y tampoco se hicieron reservas de materias primas. "Ya no volveremos a los precios de cinco años atrás, deberemos comer más productos locales y consumir de una forma más responsable", sintetizó en declaraciones a la prensa Cristina Amaral, coordinadora de la FAO para las iniciativas sobre el aumento de los precios agrícolas.
No se avanzó demasiado sobre dos cuestiones centrales. La primera podría expresarse con el interrogante ¿son los alimentos un producto más que debe sujetarse a los avatares del mercado? Si contestamos sí, las hambrunas serían sólo un momento del mercado que tendería naturalmente a solucionarse solo… aunque quedase un tendal al costado. Unos 850 millones personas padecen desnutrición en el mundo y la nueva crisis ya arrastró otros 100 millones.
El segundo interrogante podría expresarse como ¿el alza de los productos primarios se convierte en una maldición para los países productores? La respuesta más mediata nos indica que esto es así. Porque los alimentos se producen básicamente en el Tercer Mundo y también las hambrunas. Incluso en Argentina, el sector rural lleva 80 días de lock out porque el gobierno nacional incrementó los impuestos a las exportaciones de alimentos. Argentina, una nación que produce alimentos para una población sustancialmente mayor y junto a Estados Unidos son quienes más incrementan su producción agrícola, hoy padece desabastecimiento.
Llama poderosamente la atención que, al aumentar el precio de lo que producimos, en lugar de cosechar los beneficios recogemos sólo perjuicios. Como diría el maestro Atahualpa Yupanqui "las penas son de nosotros, las vaquitas son ajenas".
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina.
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https://www.alainet.org/es/articulo/128009
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