Neomachismo gay

14/05/2007
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

“En sus deseos, el varón gay siempre se aventura a identificarse con imágenes culturalmente dominantes de masculinidad misógina.  Una simpatía más o menos secreta por la misoginia heterosexual trae aparejada la recompensa de confirmar nuestra presencia por la sociedad masculina privilegiada”, dice Bersani, uno de los pocos gays que reflexionan sobre la masculinidad gay y que se atreve a problematizarla.  La unión entre gays y lesbianas es una estrategia política fruto de estar compartiendo una opresión común, aun cuando dicha opresión se ha manifestado de manera diferente sobre unos y otras.  Esta opresión tiene su origen en el lugar simbólico (y material en el caso de las mujeres) que el sistema de género nos asigna, un lugar concreto: el espacio desvalorizado de lo femenino, de subordinación respecto de la masculinidad hegemónica.  Pero la consideración del “afeminamiento” como elemento necesario de la homosexualidad es relativamente moderna, se remonta al siglo XVII; antes no existía.  Más bien era al contrario, tradicionalmente aquellas culturas donde la homosexualidad masculina ha sido socialmente valorada o, al menos, no perseguida, han sido las culturas más misóginas que han existido, la fratría entre hombres llevada incluso al terreno sexual impide que se creen lazos con las mujeres.

Gays beneficiarios de la masculinidad

Los gays -
y vuelvo a Bersani- son un grupo oprimido no sólo sexualmente atraído por el sexo que esgrime el poder, sino también perteneciente a él.  Si para el patriarcado el hombre se construye como el Uno y la mujer como el Otro, el hombre homosexual tenderá a construir a la mujer como el Otro intocado, desconocido y absolutamente lejano.  Para el heterosexual la mujer es, al menos, el Otro deseado y necesario y finalmente cesiones de poder según las mujeres vayan consiguiendo, con su lucha, una participación más justa.  Con las mujeres heterosexuales los gays comparten al menos el deseo.  Pero un abismo separa a gays y lesbianas.  Hombres que aman a hombres, mujeres que aman a mujeres, no podría haber una separación psíquica y física más radical.  Hasta ahora, el único punto en común era el hecho de haber sido colocados en un lugar de subordinación respecto a la sexualidad hegemónica y ser convertidos unas en el sexo subordinado, otros en practicantes de una sexualidad subordinada; ambos ocupando un espacio de feminización.

Pero lo que es la sexualidad hegemónica y sus relaciones con sexualidades subordinadas es algo propio de cada cultura y puede cambiar con el tiempo.  En la actualidad, en aquellos países que han conseguido la igualdad legal o que se aproximan a ella, se ha producido un importante cambio.  La feminización de los gays se ha hecho mucho más frágil a base de masculinizarse de manera evidente.  Hasta cierto punto era esperable porque nadie querría, de poder evitarlo, permanecer en ese espacio desvalorizado de lo femenino.  Y si la desvalorización de la homosexualidad masculina como perteneciente al ámbito de lo femenino es reciente, la desvalorización de todo lo femenino es, desde siempre, uno de los pilares de nuestra cultura.  Las mujeres no podemos escapar de ese espacio opresivo si no es cambiando todo el sistema, haciendo desaparecer el par masculino/femenino, esto es, el sistema binario del género.  Pero los gays sí pueden.  Si consiguen “demostrar” su masculinidad, entonces podrán recibir, o esperar recibir, los beneficios que esta cultura destina a los hombres.  Por eso, junto a la casilla de la masculinidad tradicional, está surgiendo la casilla de la masculinidad gay que, en realidad no es nueva sino que tiene una larga historia detrás.  Es evidente que el estatus simbólico de la homosexualidad masculina está cambiando y que ya no ocupan el espacio de lo femenino más que en discursos marginales.  Siguen ocupando un espacio desvalorizado como practicantes de una sexualidad aun no hegemónica, pero ya no feminizada.  De hecho, gran parte de la cultura gay actual está enfocada en ese sentido, en el de masculinizarse: cuerpos marcadamente masculinos, extremada valoración de la masculinidad tradicional, exacerbación de valores masculinos; cierto desprecio de lo femenino, la consideración de la sexualidad falocrática como superior…

Desde un punto de vista eminentemente práctico, para los gays la mejor estrategia sería la de mantener los beneficios que les esperan como hombres al tiempo que minimizan las pérdidas que podrían sufrir como gays.  Y esa estrategia ha comenzado a ser posible ahora, cuando la homofobia se está debilitando en algunos lugares.  Recordemos que los hombres reciben en masa de las mujeres beneficios sexuales, psicológicos, domésticos...y si bien es cierto que estos beneficios los reciben sobre todo los heterosexuales, hay otros que recibe cualquier hombre por el hecho de serlo: sociales, de prestigio, derecho a mandar, autoestima… y sobre todo beneficios económicos y materiales: ganan más dinero, tienen más y mejores empleos, sufren menos paro, tienen que demostrar menos cosas, disponen en general de muchas más oportunidades en todo.  Y naturalmente que todo eso que tienen de más, se corresponde con lo que las mujeres tenemos de menos.  Y eso en los países ricos porque en los países pobres los beneficios son vitales: reciben más comida, mejor atención médica, están expuestos a muchos menos riesgos…Teniendo en cuenta todas las ventajas que proporciona ser hombre es evidente que los hombres gays no están muy interesados en destruir el sistema.

Debilitar o destruir el sistema de género debería ser una cuestión de justicia social como cualquier otra, pero es muy difícil que la mayoría de los hombres lo vea así ya que estamos hablando de una masiva desposesión de los recursos sociales y materiales de las mujeres, recursos que van a parar a los hombres, gays incluidos.  Además, cuando hablamos de política sexual, de masculinidad o de proyecto hegemónico, hay que tener en cuenta que muchos hombres no se sienten concernidos: la masculinidad perfecta es un ideal en torno al cual la gente se coloca y que no encarna casi nadie en su totalidad.  La mayoría de los hombres que se benefician del proyecto hegemónico, no encarnan personalmente el ideal perfecto de masculinidad sino que más bien son cómplices silenciosos de ese proyecto sin necesidad de ser ellos mismos “ejecutores directos del patriarcado”.  Para los gays es fácil ser cómplices de este estatus quo sin sentirse directamente ejecutores, permitiéndose a sí mismos considerarse también víctimas, pero sin implicarse en la lucha por un cambio real de la política de género.

Relaciones de género más justas

Si lo que ha unido a gays y lesbianas ha sido compartir un espacio de opresión ¿qué ocurre cuando la homofobia se debilita? ¿Podemos estar seguras de que los gays estarán a nuestro lado para combatir los aspectos más opresivos del género? Yo no lo creo.  La masculinidad gay está incorporando algunos aspectos de la misma a la masculinidad hegemónica.  La consideración de que una masculinidad subordinada se está incorporando a la hegemónica se produce cuando ésta comienza a incorporar como modelos sociales generales a personas que pertenecen a ese supuesto grupo subordinado.  En este caso, cuando podemos apreciar que los gays se están incorporando a todos los ámbitos sociales con poder sin sufrir menoscabo por el hecho de ser gays, sino que, al contrario, son presentados como modelos dignos de admiración.  En España eso está ocurriendo claramente: políticos, jueces, escritores, grandes comunicadores de TV, cantantes…Ni una sola lesbiana pública, por el contrario.

Si lo que buscamos, hombres y mujeres, son unas relaciones de género más justas, tendremos que tener en cuenta aquello en lo que la construcción de la masculinidad atenta contra la igualdad y tendremos que exigir a los gays que se aparten de aquellos aspectos de la misma que no son compatibles con un proyecto de liberación de las mujeres.  Pero no parece que ellos tengan interés en tener en cuenta este “pequeño” detalle.  Y las lesbianas tenemos que hacer de esto motivo de reflexión.

- Beatriz Gimeno es Presidenta de la Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transexuales (FELGT), del Estado Español.

https://www.alainet.org/es/articulo/126437

Del mismo autor

Suscribirse a America Latina en Movimiento - RSS