Resfrío en la economía estadounidense: neumonía en la economía salvadoreña

21/02/2008
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Resulta curioso que un hecho tan determinante en la vida nacional como es la abrupta caída de las bolsas de valores internacionales y la recesión de la principal economía del mundo, pase desapercibido en el país, diluido en una cortina de humo mediática que coloca en el centro una amplísima cobertura a la elección del candidato a la presidencia de ARENA y los lamentables hechos en la Asamblea Legislativa relacionados con el ilegal aumento salarial que los diputados y diputadas se auto recetaron.

La economía estadounidense enfrenta en la actualidad una nueva fase recesiva, propia de la evolución histórica del sistema capitalista. La recesión es una etapa del ciclo económico en la que se registra una reducción sostenida del ritmo de crecimiento de la economía y el agotamiento de las oportunidades para invertir en negocios rentables, con la consecuente destrucción de empleo que se manifiesta en altas tasas de desempleo.

El desplome de la bolsa de valores en enero de 2008, junto al alto déficit comercial, los desequilibrios fiscales, el alza en los niveles de desempleo, los bajos salarios reales, el endeudamiento de las familias, el crecimiento desmesurado en el nivel de general precios y la crisis inmobiliaria en Estados Unidos, configuran un escenario dramático, que ha obligado al gobierno Bush a recurrir a su política monetaria para inyectar más de US $ 145,000 millones, pretendiendo con ello estimular la inversión y el consumo, como medida desesperada para reactivar la economía y, con ello, enfrentar la recesión.

Tales medidas son absolutamente insuficientes para frenar la tendencia recesiva de la economía y en última instancia, sólo servirán para continuar estimulando las actividades especulativas. El devenir de estos hechos es una consecuencia lógica del actual sistema económico mundial, es normal que estas situaciones ocurran y es previsible que sigan ocurriendo y con mayor dramatismo. A la base de la recurrente caída de las Bolsas está el tipo de relaciones establecidas en los mercados financieros y el rol que juegan los bancos, que han transformado a la economía mundial en un auténtico casino.

La banca internacional ha dejado su función tradicional de captar ahorros para ponerlos a disposición de las empresas del sector productivo o de las personas consumidoras, en la actualidad se dedican preferentemente a la compraventa de “papeles” (títulos, contratos, seguros y reaseguros) en lugar de canalizar los recursos financieros hacia actividades que eleven la producción y generen empleo. Este giro de la banca les ha permitido elevar significativamente sus niveles de rentabilidad y profundizar en sus actividades eminentemente especulativas, favorecido por un “orden” internacional en el que los gobiernos han ido reduciendo las regulaciones, hasta liberalizar totalmente los flujos de capital.

En el mundo financiero especulativo, la rentabilidad está asociada con la inseguridad e incertidumbre de las inversiones: cuanto más segura es una operación, ésta genera un menor rendimiento, y viceversa. Siendo así, es natural que cada vez haya en la economía menos recursos para generar producción y empleo, y que se registren fases recesivas más agudas e inestables, por el riesgo que entraña la búsqueda de mayores ganancias.

Las nuevas tecnologías y la total apertura de los Estados a las operaciones especulativas, facilitan su realización y explican la desorbitada proliferación y abundancia de estas operaciones; se dice que el volumen de intercambios en los mercados internacionales de divisas supera los US $ 1,200 millones diarios. La economía mundial se ha convertido en una enorme montaña de “papel” formada por “capitales ficticios” y no por capitales productivos, que le imprimen una gran inestabilidad al funcionamiento del sistema capitalista.

A la base de la reciente caída de Wall Street se halla un proceso de encarecimiento artificial de las viviendas: los precios de las viviendas se incrementaron producto de la inversión especulativa; la banca reaccionó otorgando créditos hipotecarios e inmediatamente vendió los contratos hipotecarios en los mercados secundarios, donde se recompran y re-venden sucesivamente. De esta manera se forma una enorme pirámide de papel, donde cada operación representa un escalón más rentable pero más riesgoso. La crisis estalla cuando uno de los escalones se rompe, y en este caso ha sido la imposibilidad de las familias de hacer frente a sus compromisos hipotecarios, lo que detonó una reacción en cadena y el desplome de todos los eslabones de la pirámide de papel.

Ante esa situación, los inversionistas se retiraron de los mercados financieros, pero también retiraron el financiamiento que ofrecen a las empresas productivas; con ello se genera una cadena de quiebras en muchas empresas no financieras, con la consiguiente destrucción de empleo y la imposibilidad de pago de las familias que se encuentran endeudadas; esto se traduce en mayores dificultades de la población para hacer frente a las obligaciones con otros bancos, aumenta la morosidad y se prolonga el ciclo como una cadena de piezas de dominó que se desploman una a una.

La plena apertura y la falta de control a los mercados financieros y actividades especulativas, se convierte en la vía de transmisión y contagio de las crisis, lo cual explica por qué la caída de la Bolsa de Valores en New York tiene inmediatas repercusiones en todo el planeta, aún en aquellas economías, como la salvadoreña, que carecen de un mercado de capitales desarrollado.

La economía salvadoreña mantiene fuertes lazos de dependencia y subordinación de la economía estadounidense, que la vuelven más vulnerable y frágil ante una situación recesiva como la que se registra actualmente en ese país. Esto porque más del 65% de las exportaciones salvadoreñas tienen como destino ese país del norte, la reducción del ritmo de crecimiento de la economía estadounidense contrae su demanda, afectando negativamente la compra de exportaciones salvadoreñas, las cuales se verán reducidas, al igual que la producción y el empleo nacional.

Más de dos millones y medio de salvadoreñas y salvadoreños viven y laboran en Estados Unidos, y sus transferencias en forma de remesas familiares constituyen la principal fuente de divisas del país. La situación recesiva está generando la quiebra de empresas, principalmente en la industria de la construcción, con la consiguiente pérdida de empleos, que afectará sin duda a decenas de miles de compatriotas que allí laboran, lo cual se traduce inmediatamente en una reducción de los flujos de remesas familiares, que constituyen el principal pilar de la frágil estabilidad macroeconómica y una importante fuente de ingresos para al menos la cuarta parte de hogares salvadoreños.

Por otra parte, la banca nacional ha sido trasladada a grupos financieros transnacionales: HSBC, Scotia Bank, City Group y BANCOLOMBIA, que operan en el “casino” mundial y controlan el sistema bancario salvadoreño. Es evidente que las pérdidas derivadas de las caídas de las bolsas internacionales en que operan estas corporaciones también se transmiten hacia las economías en que éstas se domicilian.

La situación de vulnerabilidad de la economía salvadoreña frente a la recesión estadounidense y la inminente crisis financiera internacional se profundiza aún más si consideramos que el gobierno salvadoreño ha renunciado a importantes instrumentos de política económica (monetaria, cambiaria y financiera), indispensables para enfrentar una crisis financiera. La aprobación de la Ley de Integración Monetaria llevó a la supresión del colón y la imposición del dólar como la única moneda de curso legal en el país; esta situación también tiene una importante implicación negativa si consideramos la progresiva declinación del valor del dólar estadounidense y su depreciación frente a monedas más fuertes como el euro, el yen o el yuan; que por un lado, encarece las importaciones salvadoreñas procedentes de Europa, Japón y China y Asia; aunque por el otro abarata nuestras exportaciones, con el agravante que nuestros flujos exportables hacia esos países son mínimos.

El escenario nacional amenaza tornarse en esta coyuntura internacional más complicada e inestable, y amerita una actuación responsable del gobierno, no sólo informando adecuadamente a la población sobre los inminentes riesgos para nuestra economía y para las familias; sino adoptando medidas adecuadas que tiendan hacia la recuperación de nuestras políticas monetaria y cambiaria a través de una gradual reversión de la Ley de Integración Monetaria, en cuya primera fase debería hacerse efectivo el bi-monetarismo al que alude esta ley. No podemos renunciar a importantes herramientas de política económica, que resultan indispensables para enfrentar domésticamente los impactos de las crisis internacionales.

La enorme inestabilidad y los riesgos que se generan en la economía de casino, deberían ser suficientes para que los gobiernos abandonen sus posiciones dogmáticas neoliberales de liberalización y apertura indiscriminada. Los acontecimientos demuestran la urgente necesidad de regular las actividades especulativas para garantizar estabilidad y seguridad; así como también influenciar para que los recursos financieros se pongan en función de la actividad productiva, tareas que se ven limitadas con la implementación de los Tratados de Libre Comercio.

Actualidad — Políticas Públicas
Observatorio Políticas Públicas y los DESC, CECDH

San Salvador, febrero 2008

http://fespad.org.sv
https://www.alainet.org/es/articulo/125834

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