Armas “made in USA” en el zoco de Oriente Medio
08/02/2008
- Opinión
Durante la gira del Presidente Bush por las capitales de Oriente Medio, un prestigioso semanario estadounidense se hacía eco de la “bonanza” de los traficantes de armas de Gaza, cuyas ganancias mensuales ascienden, según los servicios de inteligencia occidentales, a alrededor de 3.000 dólares mensuales. Una cantidad superior al sueldo anual de cualquier trabajador de la Franja. Mientras, la información relativa a las ventas de armas norteamericanas a los “aliados” de la región quedaba relegada a un discreto segundo plano.
Sin embargo, el actual inquilino de la Casa Blanca aprovechó su periplo por la conflictiva zona para ultimar o firmar contratos de suministro de material bélico por valor de 50.000 millones de dólares. Más del 60% de esta cantidad, unos 30.000 millones, se dedicará a la ayuda militar destinada a Israel. Lo que representa un incremento del 25% en comparación con las sumas percibidas por Tel Aviv durante la última década. Los fondos se emplearán para mejorar el nivel de preparación de la infantería y las unidades de blindados. Asimismo, el Estado judío tiene intención de desarrollar un sistema de defensa antimisiles capaz de proteger los núcleos urbanos contra posibles ataques procedentes de países “enemigos”, como Irán.
Aseguran los expertos en cuestiones estratégicas que la Administración Bush prefiere preservar la supremacía del ejército hebreo, sin descuidar la modernización de los arsenales de los Estados amigos de la zona: Arabia Saudita, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, principales beneficiarios de las ayudas de 20.000 millones de dólares que financiarán la compra de “bombas inteligentes”, de aviones de última generación y de navíos de guerra. El objetivo es fortalecer la capacidad de combate de los países moderados, con miras a crear un cordón sanitario frente a la amenaza de Al Qaeda, Hezbollah, Siria e Irán. En pocas palabras, se trata de crear una alianza político-militar dispuesta a seguir a Estados Unidos en caso de una nueva intervención bélica.
Los mensajes subliminales de los servicios de propaganda norteamericanos indican que el enemigo potencial de la Casa Blanca sigue siendo, al menos aparentemente, el régimen de los ayatolás. Sin embargo, hay quien cree que los designios de Washington son aún más maquiavélicos, ya que la futura coalición debería tratar de contrarrestar la creciente influencia rusa en la zona. Por ahora, Washington se limita a esgrimir argumentos basados en la necesidad de promover las reformas democráticas, cuya aplicación constituye la verdadera clave para la estabilidad regional. Un discurso poco creíble en la recta final del segundo mandato de George W. Bush, uno de los presidentes menos respetados por la sociedad árabe.
Las hazañas bélicas de Bush han puesto de manifiesto la inoperancia del establishment militar norteamericano. Según los expertos del Congreso de los Estados Unidos, el Pentágono ha perdido la pista del 30% de las armas enviadas a Iraq en los últimos tres años. Recordemos el escándalo generado por la desaparición de 190.000 armas de fabricación americana que llegaron a comercializarse en el mercado negro del país ocupado. Por si fuera poco, de los 19.200 millones de dólares asignados a la compra de material para el ejército iraquí, se emplearon sólo 2.800 millones. El resto desapareció en el “agujero negro” de la mala gestión generado por las fuerzas de ocupación.
A estos inquietantes datos se suman el descubrimiento de 100.000 fusiles destinados a la policía de la región chiíta de Anbar, incautados por la brigada italiana antimafia o la desaparición de 90 toneladas de armas que iban a ser trasladadas de Bosnia a Bagdad por la empresa moldavo–ucrania Aerocom, que jamás solicitó un plan de vuelo para la capital iraquí, etc.
Mientras los estrategas de Tel Aviv manifiestan su disconformidad ante la caótica situación provocada por las ventas masivas e incontroladas de material bélico norteamericano a los países de la zona, Washington parece obsesionarse con el incremento de los contratos firmados por las empresas estatales de la antigua URSS.
Las denuncias contra los grandes productores y exportadores de armamento, Estados Unidos, Rusia, Francia, Inglaterra, China y Ucrania, proliferan. Se trata de países que aprovechan el “zoco” de Oriente Medio para facilitar las actividades de compañías que se dedican al negocio de la muerte. Los pequeños traficantes de armas de Gaza, Bagdad o Beirut quedan así relegados a un irrelevante segundo plano.
Adrián Mac Liman
Analista político internacional
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
www.solidarios.org.es
Sin embargo, el actual inquilino de la Casa Blanca aprovechó su periplo por la conflictiva zona para ultimar o firmar contratos de suministro de material bélico por valor de 50.000 millones de dólares. Más del 60% de esta cantidad, unos 30.000 millones, se dedicará a la ayuda militar destinada a Israel. Lo que representa un incremento del 25% en comparación con las sumas percibidas por Tel Aviv durante la última década. Los fondos se emplearán para mejorar el nivel de preparación de la infantería y las unidades de blindados. Asimismo, el Estado judío tiene intención de desarrollar un sistema de defensa antimisiles capaz de proteger los núcleos urbanos contra posibles ataques procedentes de países “enemigos”, como Irán.
Aseguran los expertos en cuestiones estratégicas que la Administración Bush prefiere preservar la supremacía del ejército hebreo, sin descuidar la modernización de los arsenales de los Estados amigos de la zona: Arabia Saudita, Egipto, los Emiratos Árabes Unidos, principales beneficiarios de las ayudas de 20.000 millones de dólares que financiarán la compra de “bombas inteligentes”, de aviones de última generación y de navíos de guerra. El objetivo es fortalecer la capacidad de combate de los países moderados, con miras a crear un cordón sanitario frente a la amenaza de Al Qaeda, Hezbollah, Siria e Irán. En pocas palabras, se trata de crear una alianza político-militar dispuesta a seguir a Estados Unidos en caso de una nueva intervención bélica.
Los mensajes subliminales de los servicios de propaganda norteamericanos indican que el enemigo potencial de la Casa Blanca sigue siendo, al menos aparentemente, el régimen de los ayatolás. Sin embargo, hay quien cree que los designios de Washington son aún más maquiavélicos, ya que la futura coalición debería tratar de contrarrestar la creciente influencia rusa en la zona. Por ahora, Washington se limita a esgrimir argumentos basados en la necesidad de promover las reformas democráticas, cuya aplicación constituye la verdadera clave para la estabilidad regional. Un discurso poco creíble en la recta final del segundo mandato de George W. Bush, uno de los presidentes menos respetados por la sociedad árabe.
Las hazañas bélicas de Bush han puesto de manifiesto la inoperancia del establishment militar norteamericano. Según los expertos del Congreso de los Estados Unidos, el Pentágono ha perdido la pista del 30% de las armas enviadas a Iraq en los últimos tres años. Recordemos el escándalo generado por la desaparición de 190.000 armas de fabricación americana que llegaron a comercializarse en el mercado negro del país ocupado. Por si fuera poco, de los 19.200 millones de dólares asignados a la compra de material para el ejército iraquí, se emplearon sólo 2.800 millones. El resto desapareció en el “agujero negro” de la mala gestión generado por las fuerzas de ocupación.
A estos inquietantes datos se suman el descubrimiento de 100.000 fusiles destinados a la policía de la región chiíta de Anbar, incautados por la brigada italiana antimafia o la desaparición de 90 toneladas de armas que iban a ser trasladadas de Bosnia a Bagdad por la empresa moldavo–ucrania Aerocom, que jamás solicitó un plan de vuelo para la capital iraquí, etc.
Mientras los estrategas de Tel Aviv manifiestan su disconformidad ante la caótica situación provocada por las ventas masivas e incontroladas de material bélico norteamericano a los países de la zona, Washington parece obsesionarse con el incremento de los contratos firmados por las empresas estatales de la antigua URSS.
Las denuncias contra los grandes productores y exportadores de armamento, Estados Unidos, Rusia, Francia, Inglaterra, China y Ucrania, proliferan. Se trata de países que aprovechan el “zoco” de Oriente Medio para facilitar las actividades de compañías que se dedican al negocio de la muerte. Los pequeños traficantes de armas de Gaza, Bagdad o Beirut quedan así relegados a un irrelevante segundo plano.
Adrián Mac Liman
Analista político internacional
Fuente: Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS), España.
www.solidarios.org.es
https://www.alainet.org/es/articulo/125576?language=es
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