Una lectura desde la Fenomenología del Espíritu

Alienación-objetivación del Sujeto

24/01/2008
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En las casas solas lo más siniestro son los espejos inmóviles,
reflejando siempre lo mismo, sin rostros que envejezcan,
 sin muecas de dolor ni gestos vanidosos, sin sonrisas.
Tatiana Lobo, El Año del Laberinto


Resumen

Este artículo ejercita un acercamiento socio-filosófico al concepto hegeliano de alienación expuesto en La Fenomenología del Espíritu con el fin de orientar pautas de lectura respecto de los procesos antropo-socio-históricos de la inevitable objetivación del sujeto moderno sin caer en su mera reificación.

Pre-texto

Según Adorno, la forma es la sedimentación del contenido. Por su parte, Kofler acusa dos elementos centrales de esta sedimentación: (a) la forma es la configuración de los contenidos y (b) el arte verdadero [como objetivación del sujeto] no debe separarse de la problemática de la existencia humana[1].
En otras palabras, la forma es una relación dinámica entre los elementos internos de la obra y los elementos externos; ello de manera explícita y de manera oculta, a la vez, tanto para el autor como para el receptor. Estas relaciones elementales no son puestas en sentido atómico (desagregados), si no en su relación  figuracional (cambiante y dinámica). Es decir, el complejo entramado de signos y significados con que el “espíritu” configura “su” mundo y su posición en él.

Dicha dialéctica se gesta y despliega entre su origen irracional, el momento de extrañamiento, su incidencia en lo sociocultural y su reapropiación dentro del “Espíritu Absoluto”[2].

De ello, se establece que la objetivación del sujeto responde a un proceso dialéctico[3] [nombre para la objetividad, es decir, la verdad, de la conciencia en su aparecer]: (a) la relación del hombre con los demás hombres, es decir, socialización, (b) su existencia en el tiempo objetivo y en el espacio objetivo, (c) el desarrollo del hombre.

Objetivación del Sujeto a través de su Alienación[4]

Para Hegel la razón es ESPIRITU en tanto que eleva a verdad la certeza de ser toda realidad actualizada y es consciente de sí misma como de su mundo y del mundo como de sí misma[5].
Es lo que Hegel denomina la “inversión de la conciencia”, que encuentra entonces, contemplado con rigor, una doble inversión (a) el giro del objeto a su objetividad, perteneciente a la esencia de lo trascendental en general; (b) el volverse a la alienación, exigida necesariamente a partir de la incondicionalidad y la sistemática de la conciencia absoluta trascendental. Volverse que, como renuncia dirigida a lo incondicional recién inaugura el curso del regreso. En otras palabras, el ESPIRITU (enajenado) es esta inversión y extrañamiento de la realidad y del pensamiento, que son momentos invertidos el uno en el otro y cada uno es lo contrario de sí mismo:

“El espíritu es conciencia de una realidad objetiva para sí libre; pero a esta conciencia se enfrenta aquella unidad del sí mismo y de la esencia, a la conciencia real se enfrenta la conciencia pura” (Hegel, 2000:287)

En otras palabras, el ESPIRITU es conciencia de una realidad objetiva para sí libre, este espíritu se forma un mundo doble: [separado, contrapuesto]

“(...) el primero es el mundo de la realidad o del extrañamiento del espíritu; el segundo empero, aquel que el espíritu, elevándose por sobre el primero , se constituye en el éter de la pura conciencia. Este mundo contrapuesto a aquel extrañamiento, no por ello se halla libre precisamente de él, sino que simplemente es la otra forma de extrañamiento, que consiste cabalmente en tener la conciencia en dos mundos distintos, abarcando ambos” (Hegel; 2000:289)

En esta objetivación del espíritu el equilibrio del todo se basa en el extrañamiento de lo contrapuesto. El todo es una realidad extrañada de sí.

“Pero la enajenación surge cuando las metas, normas o fines que definen las prácticas o instituciones comunes empiezan a parecer impracticables o aun monstruosas, o cuando las normas son redefinidas de modo que las prácticas parecen una parodia de ellas (...) Cuando ocurre esto, los hombres han de volverse a otra parte para definir lo que les parece de importancia central (...) El individuo surge cuando los hombres dejan de identificarse con la vida de la comunidad, cuando “reflexionan”, es decir, se encierran en sí mismos y se consideran de mayor importancia como individuos con metas individuales. Este es el momento de disolución de un Volk y su vida” (Taylor; 1983: 177-178)

Dicha apropiación por parte del ESPIRITU se logra en el saberse, en el narrarse[6]. Este narrarse se inicia como la penumbra y despunta en la claridad del concepto. Hay por tanto tres realidades opacas de las cuales el espíritu no puede desbordarse: (a) si-mismo [en relación con el otro], (b) el mundo, y (c) el lenguaje.

Este narrarse se da en el lenguaje que expresa y condensa la realidad del extrañamiento y de la cultura[7]. Así, todo son relaciones (con momentos, unidad de los extremos). Dado que todo extrañamiento (transformarse en el otro) acontece desde cada uno en sí mismo, que se extraña así como se forma en su contrario y lo invierte de este modo:

“arroja fuera de sí la inversión que la conciencia misma es y se esfuerza en ver en ella otro” (Hegel; 2000:222)

Dicho despliegue, se encuadra dentro de la contradicción entre el PLACER y la NECESIDAD[8]. El proceso dialéctico de construir la dicha y tomar la dicha, es decir, disfrutarla.

Para Hegel el placer es una acción de apetencia. El gozar del placer se da como el devenir del sí mismo, el superarse a sí mismo; más sin embargo:

“la apetencia se haya interiormente arraigada y es un universal; su placer no desaparece ni con el instrumento ni con la abstención singular” (Hegel; 2000:336).

Mientras que la necesidad [el destino] es la coseidad, la relación vacía y extraña, como la realidad muerta. El superar dialécticamente dicho extrañamiento se logra al contraponer la ley del corazón [el ser para sí: su placer] con la ley de la Realidad. La vinculación de ambas potencias se expresa en el obrar; hacer la experiencia. Pero hacer l
a experiencia es la confrontación con algo. Es “dialéctica”, en tanto la confrontación esencialmente pone a luz lo confrontado, es decir, lo hace aparecer. La experiencia de la conciencia es, como experiencia trascendental-dialéctica, siempre la “mala” experiencia, en la que lo respectivamente conciente resulta de otro modo que como respectivamente aparece en primer lugar. La experiencia es el dolor trascendental de la conciencia. La experiencia de la conciencia es en tanto “el dolor” al mismo tiempo el pasar-por en el sentido de poner de relieve las figuras esenciales de la autoconciencia que aparece. La experiencia es “el trabajo del concepto”, quiere decir el ponerse de relieve de la conciencia en la integridad incondicionada de la verdad del concebirse a sí misma. Es el trabajo trascendental, que se ajetrea al servicio de la violencia incondicionada del absoluto. Es el trabajo trascendental de la conciencia.

Por ello, en este proceso de extrañamiento y reapropiación; la individualidad se convierte ella misma en OBJETO como universal[9]. No obstante es un objeto en el que no se reconoce, se manifiesta “aparentemente” ajeno; y ello es así por que no ha podido desarrollar el concepto[10]. Esto ajeno [el objeto] de suyo es una esencialidad duplicada y contrapuesta, contradictoria en sí misma. Por ello el esfuerzo del concepto se dirige hacia un interpretar "lo que es" en los términos de "lo que no es". En otras palabras, confrontando los hechos dados con aquellos que excluyen. Así, el concepto se descubre como la forma real del objeto, ya que nos da la verdad de este proceso. Lo real (Realität = el ser inmediato), la negación de la verdad acabada. Lo cual implica que en la consecución del concepto será necesario negar lo real para conquistar la verdad[11].

¿Cómo se logra dicha conquista? ¿Cómo superamos lo inmediato? Hegel es enfático en su proyecto filosófico. La superación de lo inmediato se logra con una radical negación de la negación. Pues, la verdad se opone a lo dado. Los dos modos de apropiación y olvido de lo humanos son el trabajo y el lenguaje. Ambos son momentos de la objetivación del sujeto y en este extrañamiento donde el sujeto adialéctico pierde toda posibilidad de reapropiación; entra en el olvido de la pregunta por el origen y se condena al sacrificio.

Al ser el “lenguaje lo más verdadero” (Hegel; 2000: 65) el pensamiento inmediato (certeza sensible) se torna un trabajo que hace vivir en nosotros lo que no existe, como autoengaño. Lo-que-es rechaza a lo-que-no-es y, de este modo, rechaza sus propias posibilidades reales. Entonces éste expresar y definir lo-que-es en sus propios términos, es deformar y falsificar la realidad. Con Hegel descubrimos la dura y afanosa tarea del concepto, donde la "realidad" es algo mas y mucho mas que lo que está codificado en la lógica y en el lenguaje de los hechos.

Si le preguntamos directamente a Hegel ¿Cómo superamos lo inmediato? Este nos dirá que debemos de utilizar el lenguaje de la contradicción, el de la negación basado en el gran rechazo: radical y sin complacencias. Lo manifiestamente "ausente" debe ser vuelto presente, pues contiene la parte mas grande de la "verdad". La palabra no es la expresión de una cosa. La palabra es la ausencia de ella. La palabra hace desaparecer [invisibiliza] las cosas y nos impone el sentimiento de una ausencia universal y aun de su propia ausencia. Hay un olvido de sí. Una pura instrumentalidad del sujeto humano, que devino de las relaciones de fuerzas entre tensiones y cuya expresión mínima de relación sociológica de dominación es “el amo y el esclavo” (Hegel; 2000:117), en ella uno se apropia del otro.

Esta sumisión, es la Alienación adialéctica [sintética] del espíritu que naturaliza y sedimenta tal jerarquía. La palabra se institucionaliza y es la palabra del amo la que prima. Prima su religión, su derecho, su apropiación instrumental. La destructividad tiene su venia. La existencia del hombre es la alienación. Alienación que se decanta entre dos mundos éticos uno divino y el otro humano; y por tanto, es en la comunidad humana donde su emancipación [la del espíritu] se logra. Es un desdoblamiento.

¿Cómo? Para Hegel esta superación se logra pues:

“(...) la esencia negativa se muestra como la potencia propiamente dicha de la comunidad y como la fuerza de su autoconservación, por tanto la comunidad tiene la verdad y el reforzamiento de su potencia en la esencia de la ley divina y el reino de lo subterráneo” (Hegel; 2000:268)

En otras palabras, si el hombre socializado se encuentra apartado del mundo de la naturaleza, incluyendo su propia naturaleza; entonces su emancipación se logra a través del adecuado conocimiento. Así, el conocimiento expresa un adecuado nivel de autoconciencia[12].

El despliegue del ESPIRITU es la creación de su humanidad a través de la cultura; que como acusábamos párrafos anteriores es el proceso de creación de lenguaje y trabajo, que devela al hombre en proceso de separación de todos los objetos naturales. Ello nos indica una enajenación en términos de ruptura entre Hombre-Naturaleza, en:

  1. Dentro del Hombre; que genera la tríada freudiana: inconciente, preconciente, conciente [p.e.]
  2. Entre el Hombre y sus Instituciones; que genera democracia y despotismo [p.e.]
  3. Entre el Hombre y sus Semejantes; la relación Amo y Esclavo [p.e.]
  4. El trabajo humano; que degenera en cosa material. Es decir, la mercancía y que ha cosificado las relaciones económicas y reificado a los seres humanos [p.e.]
  5. El lenguaje fragmentado; el de sentido común, el religioso, el científico, etc.

Sociología y Alienación[13]

Como hemos delimitado anteriormente la alienación, enajenación o extrañamiento que Hegel desmonta en su proyecto filosófico, todo el mundo objetivo aparece como espíritu alienado. Por ello, la finalidad del proyecto hegeliano es superar dicha enajenación en el proceso del conocer. Conocer se dice estar en control de. Conocer y distinguir la vida en su movimiento y sus procesos. La Alienación sociológica y eminentemente antropológica se da en la relación de la figura del amo y el esclavo, que expresa y condensa (a) la génesis histórica del trabajo, (b) su estructura dialéctica, (c) la conciencia infeliz, y (d) las energías utópicas de su emancipación.

¿Cuál es la actualidad y funcionalidad de este concepto hegeliano? En el nuevo ordenamiento mundial a inicios del siglo XXI (globalización neoliberal, para darle una denominación), experimentamos nuevas formas en la división societal del trabajo (“corrosión del carácter” según Sennet), la tecnologización del mismo, las aglomeraciones sociales en flujos informáticos, la osificación y desvanecimiento de los horizontes constituidos en el corto siglo XX con una intensificación reificada (Lukács) del hombre como una parte de la maquinaria. De manera sintética podemos decir que:

  1. Experimentamos una desarticulación de los "horizontes" de referencia. Los grandes paradigmas de construcción de la sociedad han sido despedazados, con la caída del "socialismo histórico" y "la crisis de los metarelatos", la mal llamada "fin de la historia" (Fukuyama) se ha apostado. En un primer período se dan ajustes violentos y poco a poco nos perfilamos de forma acrítica a una plétora de "relativismo" e incertidumbre. El futuro se ha cargado de pesimismo y las otrora "fuerzas utopicas" aparecen agotadas. En su lugar se ha instalado el "pensamiento único", "el capitalismo salvaje" y el paquete tecnológico aparece como único referente de sentido palpable.[14]
  2. Implantación de un modelo de "producción de subjetividades" (sujetos humanos en tejido social) que exalta los valores de autoreferencialidad, hedonismo, aislamiento, competencia.
  3. Seudo-despolitización de la cotidianidad creando la ilusión de ser sólo político el referido a partidos políticos, debates en el congreso, elección popular y otros; empobreciendo la reflexión y legitimando la apatía por el "bien común"
  4. Radicalización de prácticas discursivas cotidianas hacia una "racionalidad formal" y la maximización de discurso administrativos en todo espacio de la sociabilidad fundamental hasta el punto de alentar la fantasmagoría de la "economía de los propios sentimientos" Ello degenera al menos en tres fenómenos (a) desproporción frente a la totalidad social, (b) analfabetismo emocional, (c) perplejidad por saturación

Dentro de estos lineamentos descritos, la Alienación en la que vive el hombre común [léase: de manera acrítica] éste no se siente y no se percibe a sí mismo como una mercancía, una inversión. Su fin es tener éxito, venderse en el mercado del modo mas provechoso posible[15]. Su valor radica en su ser mercancía, no en sus cualidades humanas de amor y razón.  El deseo esta al servicio de la necesidad. Está enajenado de sí mismo, es incapaz de apreciar la vida, está pronto a destruirlo todo y así mismo

Pero en un mundo que se burocratiza, hay una organización directorial de la vida. Se utiliza el condicionamiento psicológico, de sugestión en masa (Adorno-Horkheimer), de recompensas monetarias. La razón desgarrada y alienada tiene su fin en controlar, dominar y manipular la sociedad.

En nuestros días, a doscientos años de la Fenomenología del Espíritu de Hegel, el mundo avanza en un proceso de automatización y enajenación global. El mundo se quiere una gran supermercado unificado, el ideal es la dieta McDonalls. La relación amo y esclavo de reconocimiento ficcionado[16] y quebrantado por la lógica del consumo, el utilitarismo y la seudo realización humana. Estos son sus valores.

¿Ha muerto el sujeto? La guerra y el robotismo ya no son los postulados que el futurismo estetizó hace menos de un siglo. Hoy las energías utópicas parecen vacías. Cada vez que no afrontamos críticamente estas producciones sociohistóricas, aportamos de forma tácita a la formación de una sociedad cerrada y disciplinaria (Foucault) que integra todas las dimensiones de la existencia (sexual, moral, cognitiva, afectiva, individual, social, etc). En fin, descubrimos una alienación encarnada entre amos y esclavos hinchada de destrucción, despilfarro lucrativo y brutalidad. La sociedad se cierra sobre el sí y se abre al exterior mediante la expansión económica, política y militar: la nueva Hegemonía mundial.

La energía emancipadora del concepto hegeliano de alienación despunta en nuestros días como categoría de análisis fuerte y necesaria. Pues sólo a través de la autoconciencia, el mutuo reconocimiento y un narrarse que derrote el olvido seremos salvos de nuestra irracionalidad. Ello es así, pues, socio-filosóficamente el momento utópico de esta autoconciencia se gesta y despliega
como el apartarse de sí misma en su plenitud, sin embargo sólo se dirige nuevamente a sí misma, aunque en su vacío. Este apartarse es sólo un volverse, en el que la conciencia absoluta no renuncia ni se abandona. Recién a través de este volverse a la alienación se abre a la conciencia la extensión de un alejamiento de sí misma. Este trayecto abierto del propio alejamiento de sí, al interior de sí misma, es como extensión la vía libre para el andar de la experiencia. Este pasaje abierto recién es inaugurado en el curso de la experiencia, es decir, es andado y en la marcha experimentado.

En otras palabras, este narrarse, este saberse; esta potencialmente inscrito en nuestros días. El reto es desplegar el concepto que concatene y exprese la concretitud de aquello que hoy nos es lejano. Este es el viaje dialéctico de la objetivación-subjetivación del sujeto.

BIBLIOGRAFÍA

  • Bottomore; T [Editor] (1984) Diccionario des Pensamiento Marxista. Editorial Tecnos. 1era. Edición. Madrid, España.
  • D¨Hondt, J (1974) De Hegel a Marx. Amorrortu Editores. 1era Edición. Buenos Aires.
  • Gadamer, H.G. (1981) La Dialéctica de Hegel. Editorial Cátedra. Colección de Bolsillo. 1era Edición. Madrid, España
  • Gallino; L (2001) Diccionario de Sociología. Editorial Siglo XXI. Segunda Edición. México
  • Garvía, R (1998) Conceptos fundamentales de Sociología. Alianza Editorial. 1era edición. Madrid, España.
  • Gurvitch, G (1971) Dialéctica y Sociología. Alianza Editorial. 1era Edición. Madrid, España
  • Hegel, G.W.F. (2000) Fenomenología del Espíritu. Fondo de Cultura Económica. Duodécima reimpresión de la 1era Edición. México.
  • Hyppolite, J (1998) Génesis y Estructura de La Fenomenología del Espíritu de Hegel. Editorial Península. 3ra Edición. Barcelona, España
  • Kofler, Leo. (1972) Arte Abstracto y Literatura del Absurdo. Barral Editores. 1era. Edición. Barcelona,
  • Kofler, L (1974) . Historia y Dialéctica.  Amorrortu Editores, Buenos Aires.
  • Laplantine, F (1979) Introducción a la Etnopsiquiatría.  Gedisa S.A. 1era Edición. Barcelona, España.
  • Lefebvre, H. (1998) Lógica Formal, Lógica Dialéctica. Editorial Siglo XXI. 18ava. Edición. México
  • Martindale, D (1979) La Teoría Sociológica: Naturaleza y Escuelas. Aguilar de ediciones. 2da reimpresión de primera edición. Madrid, España.
  • Moura, C. (1976) Sociología de la Praxis. Editorial Siglo XXI. 1era. Edición México
  • Taylor, Ch. (1983) Hegel y la Sociedad Moderna. Fondo de Cultura Económica. 1era Edición. México.

- Javier A. Torres Vindas, Sociólogo y linotipista.



[1] Que es existencia social en todas sus formas de manifestarse

[2] En términos estéticos ello deriva de que: "(…) El carácter estético aparente del arte surge del hecho de que es hijo de la fantasía. En la medida en que la fantasía, separada de la razón, constituye el ámbito de las tradiciones, representaciones, deseos y sueños libres, es decir, no sublimados, su encarnación espiritual sensible, se encuentra más allá de toda sublimación. La fantasía al igual que el arte es su producto, se define justamente por la capacidad de desprenderse de las tendencias de la sublimación que la conciencia común posee. En ello estriba precisamente su función psíquica. Por consiguiente, el arte, por lo que se refiere a su origen, a su dónde, se encuentra próximo a las representaciones irracionales e incontroladas de la ratio, lo que equivale a decir al libre juego. Por lo tanto su esencia es - respondiendo de nuevo a la pregunta por el dónde - la conservación y la exteriorización de representaciones de felicidad y de deseos, y asimismo la defensa de la “crítica” frente a lo amenazador, lo horrible y lo cruel en beneficio de estas representaciones y deseos" (Kofler; 1972: 13-14).

[3] Según Kofler en Historia y Dialéctica el pensar dialéctico procede a la verdad a través de la generalización; para lo cual le es necesario la capacidad parcelante. Lo que no se percibe como aislado es casi imposible introducirlo luego en una conexión general (dialéctica es: unidad + identidad de los opuestos). El pensamiento mantiene separado en su distinción los momentos de un objeto que permanecen ligados en la realidad, esto es entendimiento ó sentido común (opuestos no-mediados, pura metafísica). Esto es así, pues no podemos “representarnos” el movimiento en nuestra mente sin romper lo continuo, sin parcelarlo, sin matar lo vivo. Esto vale también para la sensación. Toda conceptualización es matar el objeto al cual se conceptualiza. [El ideal científico es la perfección carente de vida]. El pensar dialéctico acomete mediante mediaciones comprensivas a todos los fenómenos en cuestión dentro de una Totalidad, intentando hacer “saltar” la raíz última (esencia) de esos fenómenos a fin de superarlos como fenómenos.  Por su parte, todo entendimiento no-dialéctico (científico empirista ó racionalista) es una fantasmagoría que se desangra en su objetividad ilusionista del “dato”, del “hecho” divinizado (metafísico), degenerando en un grotesco fanatismo de lo “fácticamente dado” (ideología cosificada). En otras palabras, sería sólo aprehensible lo asilado y lo descriptible con “exactitud”. Se funda así una ciencia de los hechos, una pura pedantería que no reconoce los hechos en su contenido interno; su modelo epistemológico (con consecuencias ético-políticas) se impone como tarea osada (subjetiva) la de dominar (“voluntad de poder”, Nietzche) racionalmente la materia dada al conocimiento, concebirla (la realidad) como algo unitario y ordenarla sistemáticamente bajo conceptos y principios. Su proceder es homogéneo y vacío, confundiendo el fenómeno y su esencia, por ello sus resultados son modelos de “interpretación” arbitraria: acriticidad factica, más la errada creencia de captar la esencia de los fenómenos por elaboraciones formales de sus conexiones. En resumen, toda conceptualización mecánica de los “hechos” confunde la verdad con la propia imaginación del investigador y la veneración del “dato” olvida su “jeroglificación”. Para una lectura alternativa a esta véase Gurvitch; 1971: 101-132 ó bien Gadamer; 1981:11-48

[4] Para el desarrollo de este apartado sigo las notas del curso dictado por el Prof. Fragomeno marzo-junio 2004 y la Introducción del Prof. Alfredo Llanos a su traducción de La Fenomenología del Espíritu (pag. 7-53). Advierto que las citas sobre la Fenomenología las tomo de la traducción ofrecida por Wenceslao Roces, por ser ésta la que tengo a mi disposición.

[5] Conf. Hegel; 2000:9

[6]Hegel se complace en observar las muchas alineaciones al revés, alineaciones de la criatura que ha adquirido capacidad creadora, alineaciones humanas destinadas a producir la historia retomando extensamente la breve decisión de la Idea (...) estas alineaciones humanas suscitaron  el más permanente interés en Hegel. Las observaba en el trabajo, el lenguaje, el arte la religión... De ellas parió para delimitar cada vez más exactamente el concepto general de alineación, prefigurado ante todo en la positividad y el destino” (D´Hondt  1974:106)

[7] Sigo el capítulo “El mundo de la Cultura y de la Alineación” Hyppolite; 1998:342-387

[8] El Espíritu toma la vida como un fruto maduro, que se ofrece a la mano. Conf. Hegel; 2000:214

[9] Es lo que Hegel determina como la singularidad con lo universal: “La conciencia ha hecho en su lucha la experiencia de que el curso del mundo no es tan malo como se veía, pues la realidad es la realidad de lo universal. Y, con esta experiencia, desaparece el medio de hacer surgir el bien mediante el sacrificio de la individualidad; pues la individualidad es precisamente la realización de lo que es en sí” (Hegel; 2000: 230)

[10] Aquí el concepto se presenta como un poder creador y como negatividad absoluta que ostenta de sí misma la potencia de engendrar desde sí sus diferencias y particularidades.

[11] Este viraje hacia la alienación es necesario a causa del absoluto, para que él mismo tenga una posibilidad de regreso a sí mismo. Por ello la “Fenomenología del Espíritu” se inicia con la presentación de la figura más pobre y menos verdadera de la conciencia, con la “certeza sensible”, y termina con la figura del saber de sí absoluto del espíritu, es decir, con la metafísica absoluta.

[12] Para Hegel, la autoconciencia es la verdad de la conciencia, que es la vez verdad de la vida y por ello es deseo. Deseo que se descubre en otra conciencia igual a ella.

[13] Para el presente apartado se tomaran en cuenta Gallino; 2001, Bottomore; 1984, Garvía; 1998, Martindale;1979, Laplantine; 1979

[14] Ante todo hemos de tener claro nuestro "horizonte referencia”, o mejor, la matriz sociohistórica donde se inserta la discusión aquí planteada; en estos tiempos de "globalización neoliberal", los valores se invierten en un doble nivel: (a) en tiempo, en la bolsa, en la especulación, (b) la libertad se expresa en el desarrollo del poder económico, la igualdad se dilata en las brechas gigantescas de ingresos y posesión (la ostentación obscena por un lado y la pobreza culposa) y la fraternidad a la disposición de la manipulación de opiniones y deseos de los demás; mediante técnicas publicitarias y de propaganda. Las relaciones interpersonales se cargan de utilitarismo, miedo y descompromiso. Más la liberación sangrienta no basta para implementar la libertad.

[15] Este es el tema marxiano por excelencia del “Fetichismo de la Mercancía”, que según anunciaba Marx "(...) en las mercancías, la igualdad de los trabajos humanos asume la forma material de una objetivación igual al valor de los productos del trabajo (...) el carácter misterioso de la forma mercancía estriba por tanto, pura y simplemente, en que proyecta ante los hombres el carácter social del trabajo como si fuese un carácter material de los propios productos del trabajo, un don natural social de estos objetos, y como si por tanto, la relación social que media entre los productores y el trabajo colectivo de la sociedad fuese una relación social establecida entre los mismos objetos". Es decir, al conferir a ciertos objetos un valor socialmente construido y aceptado como natural y perteneciente al objeto, dicho objeto expresa y condesa esas relaciones sociales, que se viven y piensan naturales, cosificadas y lejanas.

[16] Es ficcionado pues mantiene la dicotomía amo-esclavo, lo cual no permite el surgimiento de las autoconciencias que se dirijan la mirada el uno al otro.

https://www.alainet.org/es/articulo/125303
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